Verano de mi infancia II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
—Tengo sed —se quejó Román—, quiero una soda de naranja.
—Yo tengo hambre —dijo José.
—A mi se me antoja un poco de goma de mascar — expresó Manuel—. Vamos a la tienda.
—Vamos —dijeron los otros dos.
—¿Ustedes no van? —preguntó Manuel.
—Yo no —
Ramón y yo respondimos de la misma manera al unísono.
Los tres niños dieron un salto para bajar de la casa del árbol y se encaminaron a la tienda. La casa del árbol era fresca a pesar del ardiente sol de verano, se podía ver el danzar de las hojas producido por el viento que expedía el árbol. Ese lugar ya era viejo, nosotros no la construimos, pero si la descubrimos. Suponíamos, por algunos nombres que estaban tallados en las ramas, que la habían construido un grupo de niños que ahora eran adolescentes, y que como todas las personas que crecen, simplemente se olvidaron de ella.
Ramón y yo estábamos ahí, solos. Tomé una historieta y empecé a hojearla, estaba aburrido. A la historieta no le encontraba nada de interesante, supongo que después de leerla más de quince veces pierde su gracia, me la sabia de memoria. Al bajar la historieta de mis ojos, pude ver que no conforme con sobarse sus genitales por encima de la ropa, Ramón ya tenía la mano metida entre sus pantaloncillos e interiores. Ramón se dio cuenta que lo miraba pero eso a él lo le importaba, así yo alternaba mi vista entre la historieta y su entrepierna. Me miró directo a los ojos y yo le sostuve la mirada, su voz, algo diferente de lo normal mencionó:
—¿Sabes?, me calenté mucho con eso que contaste.
—¿Qué es calentarse? —dije.
—Nada —contestó— olvídalo.
Quedamos de nuevo en silencio. El hombre araña peleaba con el Dr. Octopus en la azotea de un edificio. Ramón se llevaba a la nariz la mano con la que sobaba su paquete, la olía y lamía. El Dr. Octopus tiraba al hombre araña del edificio de 80 pisos, pero el sacaba telaraña y se colgaba de otro edificio, mientras la gente en las calles tenia cara de pánico. La mano estrujaba sus genitales estirando los pantaloncillos hacia delante.
—Yo una vez se lo hice a mi papá hace tres años —dijo e hizo una pausa—, le chupé la verga.
—Ah —exclame—, ¿verga es el pipi?
—Si tonto —respondió—. Fue un día que mi madre había salido de la ciudad por asuntos de trabajo, así que mi padre y yo nos quedamos solos en casa, mamá iba a estar fuera casi una semana completa.
“Papá y yo hacíamos todo juntos. Íbamos al supermercado, salíamos a comer, y hasta me llevo al cine un par de veces. Una noche, que recién llegábamos a casa después de haber pasado todo el día de un lado para otro y la última parada había sido el parque, sonó el teléfono, él atendió, después de unos segundos una sonrisa maliciosa decoró su rostro, colgó y dijo:
—Voy a ir a la casa de la vecina a reparar el lavamanos del baño, porque se le ha atascado algo. Ah y métete a bañar antes de que vienes muy —nada más se fue, yo lo seguí, no quería quedarme en casa, solo, quería ir con él. Entró a la casa de la vecina y ella lo recibió con un beso en la boca y con su mano le dio un fuerte apretón al bulto de mi padre. Me sentía un poco confundido y enojado porque yo quería que nada más nos besara a mi y a mi mamá, esa señora no tenía derecho de andarlo besuqueando.
“Sin dejar de besarse caminaron hasta el sillón y se dejaron caer en él. Mi papá le fue quitando de apoco la ropa, tocándola y besándole todo el cuerpo, hasta que solo llevaba ropa interior, ella no se quedó atrás y se deshizo de su camisa. Le quitó el sostén y saltaron unas tetas fabulosas, él empezó a chupetearlas por todos lados mientras que su mano se metía en sus bragas y le acariciaba allá abajo —señalo su entrepierna—. Ella lo sentó en el sillón, y mientras lo besaba desabrochaba su cinturón, su pantalón y bajaba su cierre. Puso sus manos en las caderas de mi padre y agarrando por las presillas bajo su pantalón con todo e interiores hasta los tobillos. Su verga saltó, dura y enorme. Ya la había visto unas cuantas veces antes, cuando lo veía accidentalmente —al decir accidentalmente, sus dedos, índice y medio, de cada mano se movieron de modo que representaron unas comillas, un gesto que en ese entonces no entendí— en el baño, pero jamás se la había visto parada, se miraba tan bonita. La vecina la tomo en sus manos y la meneó un poco, con una sonrisa le dijo algo a mi padre que no pude escuchar pero el solo asentía rápidamente con los ojos cerrados para después echar la cabeza hacia atrás y llevarse las manos a la nuca. La vecina le daba besitos a su polla, parecía que estaba jugando, pero en unos segundos ya tenía la cabeza metida en su boca. Podía ver sus mejillas metidas por efecto de la succión.
Yo seguía escuchando atentamente asombrado, mis ojos no cabían en sus cuencas.
Las manos de mi papá bajaron hasta la cabeza de la señora —continuó— y con un fuerte empujón la engulló completa dentro de su garganta, ella como respuesta llevó sus dedos a los pezones de mi padre en un pellizco. Papá dejó de empujar, estiró los brazos y jaló hacia a él las bragas haciendo que se metieran entre las nalgas de la mujer, y comenzó a darle de cachetadas en el culo.
“Observé como la camioneta del esposo de la vecina se estacionaba frente a la casa, mi padre debió de haberla escuchado porque levantó la mirada y, alterado, le dijo algo a la vecina. Ella recogió su ropa y voló al segundo piso, a la vez que mi papá tomaba su camisa y corría en dirección a la puerta trasera.
“Corrí a mi casa de inmediato pensando en todo lo que acababa de ver, pero no tenía mucho tiempo. Me quite de mi ropa y me metí a la bañera. Luego de dos minutos llegó él. Me preguntó lo que hacía tanto tiempo en la bañera, porque hacía mucho que se había ido. Todavía se notaba su verga erecta en sus pantalones —su mano no dejaba de sobarse el paquete—. No me quería conformar con verlo desde lejos, yo lo quería tocar y chupar con la vecina había hecho. Le dije que se me había ido el tiempo jugando y le propuse que se metiera a bañar conmigo como cuando era más chico, porque él también estaba sucio del parque.
Se quedo pensativo, pero al final de cuentas aceptó. Se quitó toda la ropa de espaldas a mí, así que cuando se deshizo de sus calzoncillos, deslizándolos por sus piernas hasta el piso, pude el pelo entre sus nalgas, se volteó tapándose el pene y se metió en la tina. Al fin pude ver todo su cuerpo desnudo, y lo que era mejor, de cerca. Tenia en su rostro una tierna sonrisa ya que jugábamos chapoteando agua el uno al otro.
Su barba de tres días lo hacía verse tan guapo, mi padre era muy guapo. Los pectorales con un poco de vello, mostraban sus pezones rosados y tersos. Un camino de finos pelos iba a lo largo de sus duros abdominales hasta llegar a su abundante vello púbico que estaba por todos lados. Sus pies eran muy grandes, le pegaba mi planta a su planta jugando a hacer bicicleta, a comparación de mis pies pequeños los de él eran enormes. Las piernas velludas en todo su extensión eran fuertes casi poderosas, el vello terminaba adornando sus ingles y coronaba su gran verga que ya no estaba erecta pero eso se podía arreglar en unos minutos más. Sus bolas colgantes, gordas, jugosas, llenas de semen —Su lengua pasó por sus labios, saboreándose— estaban en su bolsa peluda. Delicioso.
“Él en un extremo de la bañera, yo en el otro. Nuestras piernas se rozaban, podía sentir su piel de oso, el sentía mi piel suave, de niño.
Cuando nos cansamos de jugar yo me fui al otro lado, donde estaba mi papá, y me recosté sobre él, con mi espalda en sus torso y mi cabeza hundida en sus pectorales, ahora estábamos más cómodos porque podíamos estirar los pies a nuestras anchas. Lo sentí tenso, ahora mi cuerpo desnudo estaba sobre el de él. Podía sentir todos sus músculos, tendones y pelos, en toda mi espalda, pero lo más placentero, inconcientemente o no, podía sentir su verga, cobrando vida entre mis nalgas, tornándose de flácida a semi erecta.
“Inicié un lento movimiento, casi imperceptible, restregando mis nalgas en su órgano, sentía rico y por dentro me llenaba de sangre caliente concentrándose en mis mejillas sonrojadas y en mi pito que se puso duro al instante. Mi corazón estaba que se me salía, pues sabía que aquello no era malo, pero si era prohibido para un niño de nueve años.
“Sí antes estaba tenso, ahora parecía que vivía en un calambre, los latidos de su corazón casi se tornaron audibles, solo retumbaban en mi cabeza que reposaba en su pecho. Su pene seguía semi erecto, apuesto mi trasero a que estaba pensando en la mamada que le había hecho la vecina hacía unos minutos antes.
“Quería sentir mi verguita en su vergota. Me di vuelta. Mi padre seguía estático, no movía ni un músculo. Podía sentir todavía mejor su cuerpo, pues la parte delantera del cuerpo es la que siente más. Apoyé mi cachete en su pecho, y ahora podía oír muy bien su corazón furioso que parecía un caballo galopando, rodee su cuerpo tosco con mis brazos apretándolo hacia mí con fuerza. Mi miembro rozaba el de él, en comparación a mi humilde casita su edificio se alzaba totalmente erecto, jugaban a las espadas aunque más bien la mía era como un cuchillito de cocina que por más que luchaba siempre terminaba derrotaba bajo aquel mazo de carne.
Así, quieto, con nuestras vergas erectas sobándose, viré mi cabeza hacia él, y encontrándose sus ojos con los míos, dije: te amo papá. Y sin esperar comentario alguno, tomé su polla con mi mano, tocándola, sobándola, sintiéndola. Él dio un pequeño salto cuando lo hice y se puso un tanto nervioso, ¿y como no?, si su propio hijo estaba agarrándole el palo, pero después todo rastro de nerviosismo murió y me otorgo una sonrisa tímida, cálida, muy tierna. Su pitote se sentía suave —recordé la textura del pipote del señor, aun cuando estaba debajo del agua, venoso y calientemente palpitante. Algo más relajado, echó la cabeza atrás, tal como lo hizo en el sillón de la vecina y desde ese punto, ordenó: Con las dos manos hijo, agárralo con las dos manos Ramón.
“No solo obedecí con gusto, sino que tragué toda su cabezota que sobresalía del agua, él respondió a eso estremeciéndose y soltando un jadeo parecido a un: ¡AAAAAH!, claro que lo conseguí con un poco de dificultad ya que era demasiado grande para mi boca pequeña —por supuesto, pensé, si tu papá la tiene como la del señor del videocentro, apuesto mi trasero a que te dejó dolor de mandíbulas—, mientras mis manos apretaban todo el largo de su miembro, para después deslizar una por todo su marcado vientre. Llegue a un pezón y lo pellizqué, tal como lo había hecho la vecina, deslicé de nuevo hasta tocar y sobar su pubis tupido de pelos y, por ultimo bajar y tocar un poco sus enormes testículos, que en unos minutos más sabría que estaban cargados de leche caliente.
Quería que mi boca llegara más a bajo, y con esfuerzo, lo estaba consiguiendo, mis labios ya tocaban el agua. Me di cuenta con mucha tristeza que ya no podría tragar más, así que solo me concentre en ese pedazo que si podía llevar a mi boca. Mi padre quitó mis manos de su sexo y las colocó debajo de sus piernas, apretándolas, así, por más que quería no podía tocar más su pene, estaban a atoradas, pero no sabía lo que continuación venía. Sus manos se posaron en mi nuca y comenzó un sube y baja con mi cabeza, enterrando y sacando en mi boca solo el trozo que podía comer. De repente se agarró de mis cabellos con fuerza y me dijo: Respira hondo, lo hice y enterró entera, completa, toda su tranca en mi pobre boca. Mi cara se hundía en el agua, cuando soltaba aire por mi nariz hacían burbujas que se elevaban a la superficie del agua en la tina, Mi garganta estrecha se encontraba estirada al máximo provocándome asquerosas arcadas, mis orejas, que aunque estaban casi debajo del agua, percibían un: ¡Que rico, así, así!, cuando casi sentía que iba a morir ahogado el me saló la cabeza, pero no las manos, que seguían debajo de sus piernas. Tenía intenciones de vomitar y tosí, él me preguntó: ¿Te sientes bien?, ¿te hice daño?, yo le contesté: No, entonces agarro de nuevo mi cabeza e hizo lo mismo. A pesar de que me enfermaba la sensación de querer vomitar, la situación me estaba gustando, me gustaba y mucho. Su verga raspaba mi campanilla y masajeaba mis amígdalas. Escuchaba: ¿Me amas?, ¿me amas?, pues demuéstrame tu amor, trágate la verga de papi. La puta de la vecina me dejó tan caliente, ni modo hijo, me tengo que desquitar contigo, aunque te haga putito.
“Si putito ya era, pero solo me di cuenta en el momento en que vi como la vecina pasaba su lengua en la cabeza de la polla de mi padre. Por fin me soltó y pude respirar, tosiendo, le dije: Si papa te amo, otra vez por favor.
Mi papi obediente me lo hizo otra vez más, y otra, y otra y otra, la sensación de vómito había desaparecido por completo a la décima tercera vez, sí que lo estaba disfrutando, y sí que lo estaba disfrutando todavía más mi papá, corrompiendo mi garganta virgen de vergas. Lo podía ver en sus ojos en blanco, en su boca abierta, jadeante, en los ¡SI!, ¡ASI!, ¡SIGUE! Hizo el mismo movimiento que con la vecina, sus brazos se posaron en mis nalgas, ya sabía lo que venía, me preparé para un gran dolor. ¡PLAP, PLAP, PLAP!, sus palmas se dejaron caer en mi culo en una ráfaga de cachetadas, sorprendido por el falto de dolor, me concentraba en mamarle muy bien, mientras él seguía en su trabajo de ponerme como fuego de rojo a mis pompitas.
“Ya no me pegaba, solo sobaba.
Un dedo rozaba mi hoyo provocando cosquillas placenteras que revoloteaban como mariposas en el estomago. Yo seguía mamando, chupando, mordiendo levemente, con mucho ahínco. Se llevo el dedo a su boca para ensalivarlo y lo regreso a la entrada de mi ano, desparramaba la saliva por todo el hueco. Dejé su pene en paz, lo miré a los ojos y le dediqué una sonrisa amorosa. No perdí más tiempo, seguí con mi succionador trabajo.
“Sentí como su dedo quería perforar mi virginidad anal, su dedo, su tosco, gordo y largo dedo. De un solo empujón, dejó ir todo su dedo clavándomelo como una estaca adentro de mi recto, sobaba mi pequeña próstata, hacia círculos, ensanchaba mis paredes. El dolor era muy fuerte, no podía aguantar y se me salieron unas cuantas lágrimas, trababa de no sollozar para que él no me escuchara. En unos segundos más, sentí en la boca un sabor agrio, horrible, quería sacarme la verga de la boca y escupir, me estaba ahogando. Mi papá me puso sus manos en la nuca y empujó, enterrándomela por completo y por última vez, él aulló: Trágatela, trágatela toda, si no fuera por esa leche jamás habrías nacido. No me quedo de otra que tragarla, solo para complacerlo.
Después su dedo salió de mi colita y me alejó de él poniéndome del otro lado de la bañera. Su cara se había transformado, podía ver vergüenza, culpa y hasta un poco de tristeza. Salió de la tina, se envolvió en una toalla y se retiró a su recamara sin decir palabra, yo solo pude entonar un: Papá, pero el no quiso hacerme caso. Esa fue la última vez que vi su cuerpo desnudo y también la última vez que lo toqué de esa manera, la primera y última.
Quedé muy triste, solo y mojado en la bañera —por sus mejillas rodaban algunas lágrimas, que enjugó de inmediato—. Luego de eso, nuestra relación nunca volvió a ser igual, nunca me habla.
—Que triste —dije, y fui a abrazarlo.
Nos quedamos así un par de minutos.
TERCERA PARTE ESCRIBIENDOSE
Gracias por tu comentario CUTEPYAN
NETO.
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