Verano de mi infancia III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
—Que triste —dije, y fui a abrazarlo.
Nos quedamos así un par de minutos.
Su mano tomó mi mano y la colocó sobre su bulto.
—Si me acaricias allí —dijo—, me pondré feliz más pronto.
—Está bien —dije dudando un poco.
Empecé un movimiento suave, de caricia, así como vi que él lo estaba haciendo hace unos momentos. La pija se le endureció al instante, él cerró los ojos. Continuaba, todo inocencia, mi labor, en hacer que mi mejor amigo se sintiera feliz. Ahora le acariciaba más duro, apretándoselo de vez en cuando, arrancándole varios ¡AAAAH!, de su boca.
Culpo al señor del videocentro por despertar tempranamente mi sexualidad, al tocar por primera vez un pene que no era el mío, al sentir su textura, su tacto, su calidez, su grosor y su largo, sus vellos, su aliento que jugaba en mi pelo, caliente y refrescante a la vez. Lo culpo a él, por todo eso, y también por hacerme descubrir que una experiencia homosexual no me era indiferente. Solo le culpo, más no le reprocho, es más, hasta las gracias le doy por aquel momento mágico en el que sacudió mi mundo. No puedo negarlo, todavía lo busco en mis sueños, hasta le puse nombre, porque él jamás me lo dijo. Lo llamo Rubén, es el nombre que siempre me gusto para él.
En mis sueños viene hacía mi completamente desnudo (como me imagino que se debe de haber visto desnudo), bajando por unas interminables escaleras, a cada escalón que baja, su madura verga se tambalea en forma de saludo, como diciendo, ya estoy aquí, por fin podrás tocarme (de nuevo), lamerme, mamarme, y todo lo que quieras. Un tanto apenado miro hacia abajo y veo unos pies pequeños que lucen deditos juguetones, sorprendido miro mis manos que ahora también son pequeñas, ¡vuelvo a ser niño de nuevo!, siete años, tengo siete de nuevo pero sigo teniendo la mentalidad deseosa y ardiente de un adulto joven de dieciocho, en mi cara se estampa una sonrisa de gusto.
Me llevo la mano a mi ano y lo siento apretado, impenetrable, también vuelvo a ser virgen, todavía mi tío no me ha tocado. Rubén ya no descendía, solo caminaba hacia a mi, acerco su fruto a mi boca y sabia perfectamente que hacer, exprimirlo. Después de acabar dos veces en mi garganta, obligándome a tragar su jugo, prosigue a lamer mi ano, escupe en su mano y lubrica su pollon. Me parte, serrucha, destroza con dolor, el dolor más insoportable pero aún así yo pedía más y más.
Por iniciativa propia deslice mi mano por debajo del elástico de los pantaloncillos e interiores de Ramón. Sentí sus vellos crecientes e infantiles haciéndome cosquillas en la palma de la mano. Ahora tenía en mi poder la no despreciable verga de Ramón sin tela de por medio. Una sonrisa apareció en su rostro y me dijo:
—Se nota que te iba a gustar, eres putito igual que yo.
—¿Qué es putito? —pregunté.
—Nada, sigue tocándome.
Mis dudas de repente se aclararon y las boté por completo. A mi me gustaba tocar vergas, sentir su palpitar como si tuvieran corazón propio. Tomé su pitito con mis dos manos y acelere el movimiento, movimiento que el señor del cuarto de pornografía me había enseñado hacer.
—Pareciera que ya has pajeado a otros antes —dijo.
—No —mentí. Aunque no sabía que significaba pajearse lo relacioné con aquel acto—, eres el primero.
Sus ojos tenían un brillo especial. La tristeza que antes estaba en su rostro había desaparecido por completo, en cambio, tenía cara de muchísimo placer.
Mientras una mano la aferraba a su tranca, la otra la deslice a sus gemelos, y apuesto mi trasero a que se llenaron de pelos cuando creció. Exhalaba a jadeos con aliento fresco. Paseaba entre mis dedos su glande rosado, apretándolo, acariciándolo, ya empezaba a salir el presemen, no sabía porqué salía algo liquido de su miembro, llegué a pensar que podría ser orina pero me quité esa idea de la cabeza al ver su color transparente.
Luego del día en que casi me como una verga, me pasé pensando en como sería su sabor, en el embriagante olor, en la textura, en la calidez. Yo quería todo eso en mi boca, lo quería, lo deseaba. Y no espere demasiado para tenerlo.
—Quiero saber que se siente Netito —dijo— chúpamela.
—¿Quieres que me la meta en la boca? —pregunté.
—Si —contestó—, dale.
Se bajó los todo hasta los tobillos, para tener más comodidad, y pude ver su desnudez, la desnudez que refleja que un niño se esta convirtiendo en un hombre, su cuerpo en pleno desarrollo, como una fruta verde que falta por madurar. Tenía vellos en las piernas pero no en los muslos, en el pubis pero no en el abdomen, bolas y culo.
—Ven —ordenó.
Me acerqué a un mas y el tomó mi rostro entre sus mano, acercó su cara a la mía y me dio un beso, sus labios se pegaron a los míos, sentía su calor y el aliento que despedía, era la mejor sensación que había experimentado, incluso me gustaba más que agarrar vergas pero, por supuesto, un beso no sería nada comparado a hacer otras cosas, además de tocar, con un miembro.
Despegó sus labios y sin soltarme me guió hacia su pito. Obviamente no era una pija grande como la del señor, pero era una verga tierna y bonita, sabía que no me iba a costar trabajo metérmela completa. Abrí la boca casi cuando lo tenía en mi nariz, todo pasó muy rápido y si no la abría me iba a picar un ojo. Su glande entró acariciándome la legua, y fue cuando por primera vez conocí el sabor de aquella maravilla que son las majestuosas y NUNCA despreciables vergas.
Con los años aprendí a ser respetuoso y jamás rechazar una verga, a pesar de que tengo dieciocho, he perdido la cuenta del número de pollas que me he zampado. Torcidas, morenas, pequeñas, enormes, cabezas chicas, delgadas, a todas las trato por igual, es una de mis reglas, y claro, los dueños me lo agradecen con frenesí y pasión en la cama. Cama de mi casa, la de ellos o la de un motel, o baño público, antros, parques, callejones.
El sabor salado de su presemen inundaba mi paladar, de unas cuantas arremetidas ya la tenía metida toda en la boca. Succionaba, él gemía, succionaba más fuerte, él gritaba. Me estaba volviendo un experto en aquello. Sentía algo que se abría paso entre mis calzoncillos, era su mano, que excitada y desesperadamente buscaba mi pipi. Lo encontró y empezó a sobar por todos lados, ¡dios! Eso si que era mejor que un beso,
Succionaba, mamaba, besaba, succionaba, mamaba, besaba. Su cuerpo se tensó y soltó un grito de alivio y eso fue todo, me alejó de su cuerpo.
—Gracias —dijo—. Recién recordé que tengo que ayudarle a mamá en algo —continuó mientras se subía los interiores y el pantaloncillo —, me tengo que ir, gracias Neto.
—Está bien —dije— dale, yo le digo a los demás.
Estuve solo en la casa del árbol por dos minutos más, después llegaron mis amigos con un montón de dulces, sodas y toda tipo de alimento no saludable que consumen los pequeños. Me ofrecieron, pero me negué.
—Mejor ya me voy a mi casa —dije— hemos pasado toda la mañana acá arriba, y ya tengo hambre.
—Pues nosotros nos quedaremos un rato más acá —dijo Román—, nos terminaremos la comida y jugaremos.
—Bueno dale —dije—, en la tarde salgo y nos juntamos a jugar.
—Dale —dijeron todos.
Me despedí y caminé a mi casa, que no quedaba lejos de ahí. La tarde transcurrió normal, pero no podía dejar de pensar en la primera mamada que había hecho, y estaba arrepentido de no haberle dicho a Ramón que quería que él me la mamase también. Por sus gemidos y alaridos me suponía que debía sentirse muy pero muy rico.
Decidí no salir a jugar esa tarde me duché y me quede dormido mirando televisión.
Desperté en mi cama, en mi reloj despertador de Mickey Mouse se veía la 1:27. Era de madrugada, me quedé dormido y alguien, mi padre seguramente, me había llevado cargando hasta la habitación que compartía con mi hermano mayor. El cuarto era de lo más espacioso, tenía baño propio y tenia un cuarto adjunto que lo usábamos como centro de cómputo. Miré en dirección a la cama de mi hermano, pero no se encontraba allí.
Él ingresaría a la universidad en unas semanas más. En la ciudad no había universidades buenas y optó por estudiar en otro lugar, tenía que irse en unas cuantas horas, para poder acomodar todo en su nuevo hogar, ya había preparado sus maletas que reposaban al lado de su cama.
Miré a todos lados y percibí una suave luz que provenía del cuarto de cómputo. Me levanté y caminé hacia allí. Abrí la puerta lenta y silenciosamente, solo un poco, lo necesario para apreciar lo que ocurría ahí dentro.
Mi hermano totalmente desnudo parado frente al monitor de la computadora, masturbándose tan fuerte que en un momento creí que se arrancaría la pija. En el monitor una mujer blanca mamaba una gruesa verga negra mientras otro hombre negro le metía toda su caña por el culo. Alarmado abrí mis ojos al máximo, no podía creer que algo tan grande se pudiera meter ahí, ahí, que hasta donde yo sabía eso era solo para cagar, aunque después entendí lo que quería hacer el padre de Ramón, pero al fin de cuentas se arrepintió.
Pude admirar el cuerpo de mi hermano, parecía un ángel que dios había expulsado del paraíso por ser tan atractivo. ¡Qué nalgotas!, ¡qué espalda!, ¡qué piernas!, ¡qué brazos!, ¡qué abdomen!, ¡qué pectorales!, pero sobretodo ¡qué verga señores! Su carita angelical jadeaba y jadeaba, se veía muy guapo en ese momento. Pero solo me sorprendí por el video porno, lo que es ser niño.
Mi hermano trabajaba su pene con dedicación, más dedicación que la que le dio a su futura universidad. Con la mano desocupada sobada su cuerpo entero concentrándose en las tetillas, huevos y nalgas. Llevo un dedo a su boca, mamándolo y ensalivándolo y para mi sorpresa, lo hundió rápida y fácilmente entre sus nalgas penetrándose el ano. Se masajeaba la verga con la mano y la próstata con el dedo. Unos segundo y descargó en chorros leche blanca por toda la pantalla. No sabía lo que esa leche había sido, a Ramón no le había salido nada de eso.
Sin haberme dado cuenta, mi pipi estaba totalmente erecto, reventaba de gozo. Sacudí mi cabeza para despejarme y volví rápida mente a mi cama, mi hermano había tomado su ropa y comenzaba a vestirse. Mi hermano salió de cuarto con un motón de papel higiénico en la mano, se metió en el baño, y orinó. Mi cabeza imagina su pedazote de carne casi del mismo tamaño que del señor del cuarto de pornografía, orinando, chorros dorados saliendo de él. Salió del baño y se metió en su cama. Jamás se entero que lo había visto y mucho menos que estaba despierto.
Esto es totalmente verdad, asi como también las primera y segunda parte que pueden leer en este mismo sitio.
CUARTA PARTE ESCRIBIENDOSE
Verano de mi infancia: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5115.html
Verano de mi infancia II: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5137.html
Gracias por tu comentario CIELOVERDE, espero y sigas leyendo la continuación.
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