Verano de mi infancia IV
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sin haberme dado cuenta, mi pipi estaba totalmente erecto, reventaba de gozo. Sacudí mi cabeza para despejarme y volví rápidamente a mi cama, mi hermano había tomado su ropa y comenzaba a vestirse. Mi hermano salió del cuarto con un motón de papel higiénico hecho bolas en la mano, se metió en el baño, y orinó. Mi cabeza imagina su pedazote de carne casi del mismo tamaño que del señor del cuarto de pornografía, orinando, chorros dorados saliendo de él. Salió del baño y se metió en su cama. Jamás se entero que lo había visto y mucho menos que estaba despierto.
El siguiente día fue una locura. Mi hermano se había quedado dormido y tenía que estar en el aeropuerto en media hora. El desvelo pornográfico de ayer hacía sus efectos hoy. Nuestros padres irrumpieron en la habitación, despertándonos a brutales sacudidas. Mi hermano no tuvo ni tiempo de ducharse, suciamente delicioso.
—¡Rápido!, ¡rápido! —gritaban—, solo tenemos 20 minutos para llegar.
—¿Qué?, ¿qué? —chilló mi hermano. E su voz se denotaba cansancio.
—Te quedaste dormido —dijo papá— si no te das prisa perderás el vuelo.
En el camino la única voz era la del locutor de radio que daba las noticias matutinas, mi padre no puede perderse ningún noticiero.
—Quiero hacer del uno mami —dije.
—En el aeropuerto hay baño Netito —dijo mamá—, vas ahora que lleguemos.
Llegamos al aeropuerto dos minutos antes de que el avión despegara. Justo a tiempo. Nos despedimos de él muy insistentemente, ya que no lo íbamos a ver sino hasta tres meses después. Mi madre lo abrazó, mi padre y luego yo. Lo rodeé con mis brazos en su fuerte espalda y hundí mi cara en su abdomen, miré hacia arriba y él me sonreía, bajo su cara y me dio un beso en la mejilla. Mis manos rozaron sus nalgas al apartarme de él. Mi madre lo abrazó una vez más, le dio un beso y mi hermano emprendió camino para abordar.
La necesidad de ir al baño empeoró, insistente.
—Mamá —chillé—, ya no aguanto más.
Mire para todos lados hasta que encontré el letrero que decía SANITARIOS. Salí corriendo a esa dirección.
—Aquí te esperamos —gritó mamá.
En el momento en que crucé la puerta del baño del aeropuerto, alcancé a apreciar a dos hombres que se encontraban en una proximidad “anormal”, se sobresaltaron y se colocaron frente un mingitorio. Había tres mingitorios, el del medio fue el que quedo vacío. Me dispuse a orinar mientras de reojo veía como los hombres se daban miraditas furtivas a sus penes. Me llamó la atención que se vieran sus vergas así que también quise verlas. El hombre de la izquierda la tenía semi dura, se la tocaba y sacudía con las manos, era grande, muy grande, la más grande de las tres que había visto, venosa, peluda y morena, el tono de la piel de sus manos era blanco pero la piel de su verga era morena. Su cabeza babeaba, eso hizo que mi verguita, todavía en mis manos, se pusiera dura, miré hacia arriba y me encontré con una resplandeciente sonrisa que me hizo bajar la mirada rápidamente, era guapo, con una barba de varios días. Era el turno del otro pito, del de la derecha. No era tan grande como el otro pero era una verga muy bonita, blanca, limpia, podía apostar mi trasero a que olía muy bien, mire su cara y también sonreía.
—A este nene le gusta la pija —dice el de la derecha.
—Ya me di cuenta —expresa el otro—, vente, vamos al escusado —dijo mirando al otro señor.
—Espera —dijo mirándome maliciosamente—, ve tu primero.
El señor de la izquierda se retiró entre risas mientras su pene se balanceaba al compás de sus pasos y se encerró en un retrete.
El señor se acercó a mí, ya con el pene duro y me lo pego al cuerpo. Me encontraba mudo. Se agachó y tomó mi pijita en sus dedos. Quedé sin aliento.
—Tienes que sacudirlo bien, que si no se te cae —dijo mientras me lo sacudía-masturbaba.
Se llevo el dedo índice a la boca, lo chupó y deslizó su mano por mi espalda hasta llegar a meter su mano en mis pantaloncillos.
—No traes ropa interior —jadeó sonriendo y sacudiendo la cabeza—, nene travieso.
—Me levante muy rápido y no tuve tiem….
—¡Shhh! —me interrumpió.
El dedo lubricado de saliva se abrió paso en mis nalgas hasta llegar a mi hoyito. Me masajeo con perversión y dedicación. Me sentía en el cielo, sentía que volaba. Sacó su mano de mis pantaloncillos y retiro la otra de mis genitales,
—Vete nene —dijo dirigiéndose al retrete donde se había metido el otro hombre—, tu mamá te debe estar esperando.
Al abrir la puerta del escusado divisé al señor completamente desnudo con la vergota muy tiesa en las manos mientras el que acababa de entrar susurraba jadeante algo que solo el compañero pudo escuchar.
Metí mi verga a mis pantaloncillos y fui al lavabo.
Mientras caía el agua fría en mis manos me lamentaba el hecho de que no pude tocar las vergas de los señores, se veían totalmente suaves y tersas. La morena estaba de muerte y la blanquita estaba hermosa.
Iniciaron unos raros gemidos provenientes de aquella cabina en la que estaban los hombres. Me acerqué lentamente y reposé mi oreja en la lámina de metal. Los gemidos se hicieron más fuertes. Me agaché hasta ver por la separación de la lámina y el suelo. Mis ojos y mi boca se abrieron sorprendidos. La verga morena, grande y enormemente gorda penetraba rítmicamente la colita del otro que gemía y gritaba ahogadamente. Afortunada o desafortunadamente ambos tenían los ojos cerrados y no me vieron.
—NETOOOOO —la voz de papá se escuchaba muy próxima.
Corrí hacia la puerta antes de que pudiera entrar y oír a los hombres haciendo sus cosas.
—Listo papi —dije—, llévanos a desayunar a mamá y a mí, tengo hambre.
Esa mañana, papá nos llevo a un restaurante y desayunamos delicioso. Llegamos a casa y me tiré en la cama a dormir un par de horas más.
Desperté a eso de la una de la tarde y mi mamá me preparo algo de comer. Reposé la comida mirando TV y para las tres de la tarde estaba preparado para ir a jugar con los niños.
Trepé el árbol y entre a la casita. Me pareció extraño ver a Manuel solo allí.
—Hola Manu —saludé.
—Hola —respondió un poco cabizbajo, escupiendo y embarrándose la lengua en su camiseta, como limpiándosela.
—¿Qué te pasa?, ¿Qué haces aquí solo?, ¿Dónde están los otros? —inquirí.
—Román y José no estaban en casa y Ramón se acaba de ir —sus escupidas no paraban.
—¿Por qué escupes tanto? —pregunte curioso.
—Por nada —respondió tratando de parecer desenfadado.
—Vamos, cuéntame —dije—, de seguro te comiste un insecto.
—No tonto —dijo—, no es eso.
—Entonces, ¿qué es?
—Le prometí a Ramón que no le diría a nadie.
—Dímelo Manuel —supliqué— que tan malo puede ser.
—Malo, malo, muy malo.
—ANDA DIME.
—Que NO.
—Te prometo que no le digo a nadie, ni a los chicos ni a nadie.
—Le prometí a Ramón que no le diría a nadie.
En mi mente se formo una nube casi de inmediato, pero mas que nube parecía telaraña que se tejía con rapidez.
—Anda, dime, ni que fuera tan malo —insistí— no me digas que te hizo que le chuparas el pipi —dije incrédulo fingiéndome bromista.
Manuel abrió lo ojos como plato para después clavar la mirada en el piso un tanto avergonzado.
—¿Cómo supiste? —me preguntó.
—Adiviné —respondí—. Cuéntame como sucedió TODO.
—Vale, pero no te vayas a burlar eh.
—Nunca.
—Salí temprano a jugar porque mamá me había dado la comida antes de lo usual —empezó—. Fui a casa de Román, pero su abuela me dijo que se había ido con sus papás. La casa más cercana de ahí es la de Ramón, fui hasta allí, toqué el timbre y salio él. Le pregunte si saldría a jugar, dijo que si, sin si quiera pedir permiso. Después, fuimos a tu casa y nadie respondió.
—Estaba en el aeropuerto —interrumpí.
—Ah!
—Sígueme contando —lo animé a continuar.
—Fuimos juntos a casa de Román —prosiguió—, pero tampoco había nadie. Después fuimos a la tienda y compramos dulces para comérnoslos en la casita de árbol. Comíamos alegremente, pero mis dulces se acabaron. Miré a Ramón que todavía tenia muchos más, y hasta tenia de nuestros favoritos, de esas pastillas grandes que son muy acidas que te obligan hacer caras graciosas.
“Le pregunte si me daba, pero el muy egoísta me dijo que no. Después de eso empezó a comportarse medio raro. Se agarraba la entre pierna y se estiraba el pipi. Me preguntó que si estaba dispuesto hacer lo que sea por una pastilla ácida, claro, le conteste que si. Agarró una pastilla y se la metió entre sus interiores. Búscala, me dijo. Le dije que no lo haría, que eso era asqueroso. Dijiste que harías lo que fuera necesario, me dijo. Después me dijo que si no le hacia caso les iba a decir a todos que yo era un marica. Me acerqué a él y metí mi mano en sus genitales mientras le dije: YO NO SOY NINGUN MARICA.
“Busqué tratando de no tocar ni rozar su pipi pero no podía evitarlo, lo rozaba con mi palma, con mis dedos y mi muñeca, y estaba erecto, completamente duro. No la encontraba, sentía pelos por todos lados que me producían cosquillas. Busca debajo de mis bolas, me dijo. Así lo hice bajé mi mano, mi palma cubría sus bolas mientras estiraba mis dedos exploradores que ya llegaban a sus nalguitas metí el dedo en la separación de ambas y sentí su hoyo. Cuando lo toque, se volvió loco, jadeaba. Lo saqué rápidamente de ahí en cuanto verifiqué que no había nada. Busca entre mis bolas y mi verga, me ordeno. Obediente obedecí. Agarre su verga para apartarla de sus huevos y el soltó un aullido, palmeé pero no había nada.
“Mientras retiraba mi mano le dije que no había encontrado nada pero agarró mi mano con fuerza antes de sacarla por completo. Me dijo: No la encontraste porque no la dejé ahí dentro tonto —dijo esto, imitando la gruesa voz de Ramón que había cambiado hacia unas semanas—, la saque cuando retire la mano pero no te diste cuenta por que eres un niño tonto de seis años. Ahora tócame la pija si quieres que no les diga a los chicos que eres un marica, una nenita putona y que me pediste que te dejara tocarme el pene. Me dio miedo que les dijera todas esas cosas y le hice caso.
—Te entiendo Manu —interrumpí de nuevo— pero eso no es nada malo, eso es “cosa de hombres” —lo dije inflando el pecho como con orgullo—, yo también he tocado algunos pipis.
—¿En serio? —pregunto sorprendido.
—Si, pero sígueme contando Manu —inquirí—, ¿Qué mas paso?
—Ramón se bajó los pantalones a los tobillos y pude ver su pene blanco y me pareció enorme, el mió esta muy chiquito.
—Ya crecerá.
—Eso me dijo Ramón.
“Ahora, ven, pajéame. Le pregunte que era eso, me dijo que era lo que hacían los grandes cuando no tenían con quien hacer el amor, Mira, pon tus dos manos alrededor de mi pito como si quisieras ahorcarlo y después subes y bajas. Así lo hice. Le estuve acariciando el pene por mucho tiempo.
“Retiró mis manos de su miembro y me ordenó que se la chupara. Le dije que no pero me agarró la cabeza con una mano y me apretó la nariz con la otra. Me resistía a abrir la boca pero la falta de aire me obligaba. La abrí para respirar y él metió toda su tranca hasta el fondo de mi garganta. Me soltó la nariz pero me retenía la cabeza con las manos y empujaba más y más. Mi nariz se hundía en su pubis.
Después de un rato de estar así, se retorció y se le erizó la piel. Me aventó a este rincón y me arrojó encima los dulces. Bajó del árbol, recogí todos los dulces y se los aventé en la cabeza diciéndole: NO quiero tus cochinos dulces —me contó esto último casi riéndose—. Y me quedé aquí hasta que llegaste tú.
No quise pronunciar palabra y mejor me puse a leer una historieta. Maule se acercó a mí y se puso a leerla conmigo.
QUINTA y última PARTE ESCRIBIENDOSE.
Verano de mi infancia: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5115.html
Verano de mi infancia II: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5137.html
Verano de mi infancia III: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5157.html
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