Verano de mi infancia (LO RESTANTE DEL FINAL)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Geo.
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PARTE II: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5137.html
PARTE III: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5157.html
PARTE IV: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5333.html
PARTE V.I: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5829.html
PARTE V.II: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-26593.html
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(LO RESTANTE DEL FINAL) Quinta parte – Día 3.
Ramiro indicó que se iba a venir, llevaba follándome por cuarenta minutos, y quería correrse dentro mío. El pensamiento de las leches de Joel y Ramiro siendo batidas en mi culo me ponía a mil. Y yo mismo se lo pedí, —¡DAME TU LECHE!—, todos se emocionaron y comenzaron a gritarme obscenidades, “puta, perra, sucia, cerda”. A Ramiro también le excitó que se lo pidiera, y animado por los gritos del resto de los hombres, me tiró una cachetada en la mejilla que me hizo ver estrellas con mi ojo izquierdo. Su metesaca se aceleró y me regó mi cuevita apagándome momentáneamente el fuego interno. Se salió de mí y me dejaron descansar. Seguía con las manos esposadas. Yo no sentía nada de mi cadera a abajo, nada, excepto a mi culo abierto, palpitante, chorreante de semen “¡CLIC!”.
Tío me liberó de las esposas. Joel me cargó en sus brazo. Parecía que cargaba un muñeco de trapo sin vida, porque yo no tenía fuerza ni para mover un dedo. Vi como entre Ramiro, tío y Jorge quitaban el columpio y volvían a colocar la mesa de centro en la que me ataron. Tío se acostó sobre ella boca arriba con los pies en el piso y la verga tiesa apuntando al techo. Hizo una seña para que Joel me llevara hasta allá y le ordenó que me dejara caer en su verga. Joel me fue bajando hasta que vio que tenía la verga de tío en la entrada de mi ojete y cuando hubo metido el glande, me dejó caer en todo mi peso, muerto, sin fuerza, empaládome en la verga de tío que por fín, y después de todos, me estaba follándo como yolo deseaba desde el primer momento en que lo vi, aquel día que llegaba de unas vueltas con mi madre y él nos esperaba en la sala de mi casa. En ese mismo lugar en donde estábamos ahora, y dónde me estaba cogiéndo como un loco. No hubo dolor, pero sí ardor. La verga de Ramiro había estirado a los lados y la de Jorge había hecho su trabajo en cuanto a profundidad. La verga de tío era la segunda más grande. Yo estaba montado en tío mirándolo a la cara, con mis manos apoyadas en la mesa a la altura de su cabeza, y con una pierna a cada lado de él. Tío me agarraba fuerte de las nalgas, separándolas estirándome el hoyo.
Elevó su cara hacía la mía y nos dimos el primer beso. Fue absolutamente exquisito. Tal vez, después de todo sí estaba enamorado de él, pero eso no significaba que me dejara de calentar la posibilidad de montármelo con otros. —¡Gózalo, mi amor!—, me dijo para fundirse en mi boca de nuevo en otro beso apasionado a la vez que me metía los dedos índice y medio de ambas manos dentro de mí , estirándome el culo con todas sus fuerzas mientras su verga seguía enfiestada en mi culo entrando y saliendo. —Ya estás muy aguada, perrita. ¡Martín, ven acá y ensartemos a esta perra juntos!—, dijo tío, y Martín no perdió un segundo, y como si llevara propulsión a chorro saliendo del culo, me llegó por atrás y me ensartó con el pene y los dedos de tío adentro en una riquísima doble penetración “¡CLIC!”. Me sentí lleno de nuevo, como cuando Ramiro me estaba cogiendo. Sentía delicioso. Así estuvieron cortos quince minutos, cuando a mi tío se le ocurrió que alguien más podía reemplazar el lugar de Martín, y ese lugar era para el único que no se había venido ni una sola vez desde que empezamos. Martín se retiró dentro mío y tío sacó solamente los dedos dejando su verga dentro, pero después, algo mas quiso entrar, algo que no cabía, ni siquiera después del trabajo que Ramiro había hecho. Volteé, y era el bendito negro el que de apoco, se fue abriendo paso en mi interior terminándome de romper el culo, con las dos vergas más grandes y exquisitas de todos lo presentes “¡CLIC!”. Sentía que iba a cagar el estómago, más que una experiencia sexual, aquello parecía una tortura medieval. Pero no dolía. No había dolor alguno, sólo placer. Sentía estar deliciosamente lleno, como jamás pensé posible. Estaba felíz. Era un puta. Era una perra.¡ Era SU perra! Los dos hombres se propusieron a acabar a mismo tiempo y llevaban ya veinte minutos en su doble penetración rosandose pene con pene dentro mío cuando ambos explotaron dentro de mí, vaciando sus grandes testículos y calmando su líbido. Se salieron de mis adentros.
Quedé inmóvil. Desparramado en la mesa, con el culo tan abierto que parecía un túnel de tren. Chorreante. Sin fuerza. Sin voluntad. Podría ver a los cinco hombres desde mi posición sin mover siquiera la cabeza. Tío y Jorge seguían disfrutando su relajación post orgasmo. Ramiro y Joel veían atentos en mi dirección con sus cámaras fotográficas en las manos. Y Martín Seguía con la verga parada como queriendo venirse una vez más.
Me encontraba descansando. Recuperando fuerzas. Quería moverme. Quería saber las condiciones en las que había quedado mi colita. Tenía sed, y con algo de la fuerza que renacía en mí, les pedí agua. Martín se adelantó a todos y me pegó su botella de cerveza a mis labios, vertiendo el líquido amargo y gaseoso en mi boca. Aun seguía un poco borracho por el enema de cerveza, y la frescura del trago, me había rehabilitado a realizar pequeños movimiento. Me encontraba acostado de lado sobre la mesa, y en esa posición me llevé la mano al culo para palpar los daños en mi anito. Con un dedo, sentí el perímetro hinchado de mis pliegues anales, parecían los labios de una vagina. Quise tocar con ese mismo dedo dentro en mi recto, pero estaba tan aguado, tan suelto, tan flojo, tan abierto que metí los cuatro dedos hasta la palma dejando el pulgar fuera. Recordé la parte del video en que tío, Ramiro y Jorge le mandaban el puño dentro del culo de Ramón. Y me descubrí deseando saber lo que se sentiría eso. Me descubrí con fuerza y voluntad suficiente para desear más. Deseaba más. Quería más, quería todo. Quería volver a sentirme lleno. Lleno de sus vergas.
De las vergas de tío, de Ramiro, de Jorge, de Joel y de Martín. De las vergas de papá, de mi hermano, de mis amigos, de mis compañeros de escuela, de mis vecinos. De las vergas de toda la ciudad, de todo el país, de todo el mundo. Quería estar siempre atravesado por una verga todo el día, todos los días de la semana. Quería tener el culo abierto para siempre. Y mientras pensaba todo eso, mientras deseaba tener todas las verga del mundo en mis adentros, sin darme cuenta, tenía mi propio puñito metido hasta el fondo, hasta donde me alcanzaba el brazo. Metía y sacaba mi mano follándome con toda la lujuria que un niñito de siete años era capaz de contener en su cuerpo. Ni siquiera me di cuenta cuando mis espectadores se habían reunido alrededor de la mesa, todos con una poderosa erección en sus vergas que masturbaban frenéticamente mientras me gritaban insultos que se convirtieron en música para mis oídos. ¡Hubo decenas de flashazos! “¡CLIC!”, “¡CLIC!”, “¡CLIC!”, hasta tío cargaba de nuevo la cámara de video, que había dejado en un rincón, para tener una mejor toma del demonio lujurioso que ahora estaba al mando de mi propio cuerpo. Sentía una cavidad cálida, húmeda, jugosa. Me había tomado la leche de un hombre y tenía dentro leche de otros cuatro diferentes, la cual batía y batía con rigor dentro de mis intestinos formando un delicioso batido de fresa espumoso “¡CLIC!”, “¡CLIC!”, “¡CLIC!”. Los hombres seguían en lo suyo con sus vergas, hasta que un disparo de semen me bañó la cara directo en los ojos que cerré al sentirlo.
El semen me escurrió por la piel y bajó hasta mis labios. Yo saqué la lengua y me los relamí “¡CLIC!”. El sabor amargo y salado me dio cuerda e intensifiqué mi arremetida provocándome tanto placer que comencé a gemir y a gritar como una puta. Un segundo chorro de semen me cayó en el cuelo y pecho “¡CLIC!”, “¡CLIC!”, “¡CLIC!”. Un tercer chorro cayó directo en mi ombligo, regándose en toda mi barriguita “¡CLIC!”, “¡CLIC!”, “¡CLIC!”. Un cuarto chorro cayó en mi muslo y manchándome hasta el penecito y mis bolitas “¡CLIC!”, “¡CLIC!”, “¡CLIC!”. El quinto y último disparo de semencayó justo en mi oyo con mi mano dentro, lo que aproveché para usarlo y conseguir una cavidad más jugosa y deliciosa “¡CLIC!”, “¡CLIC!”, “¡CLIC!”. El placer de mi cuerpo había transportado a mi mente más allá del cielo. Estaba cerca. Muy cerca. Incrementé aún más la velocidad de mi auto penetración con el puño y como una explosión digna de una bomba atómica de la Segunda Guerra Mundial, alcancé el orgasmo.
FIN.
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