Verano de mi infancia V – Día 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Geo.
NOTA: OFREZCO MIL DISCULPAS POR HABER DEJADO PASAR TANTO TIEMPO SIN TERMINAR ESTA SAGA QUE, ADEMÁS DE SER PIONERA EN SU GÉNERO, HA INSPIRADO MUCHAS OTRAS PUBLICADAS EN ESTA PÁGINA DE RELATOS ERÓTICOS, ASÍ COMO TAMBIÉN HA CAMBIADO LA MANERA EN QUE SON REDACTADOS DICHOS RELATOS, INCULCANDO A LOS LECTORES UN HAMBRE POR UNA MEJOR NARRATIVA Y UNA ORTOGRAFÍA MÁS PULCRA, (DE LAS CUALES NO SOY EXPERTO ALGUNO, PERO INTENTO HACER LO IMPOSIBLE PORQUE ASÍ LO PAREZCA). COMO SUCEDIERON MUCHÍSIMAS COSAS ESOS DÍAS, ÉSTA Y LA SIGUIENTE Y ÚLTIMA PARTE SERÁN BASTANTE LARGAS. PERDÓN POR ELLO.
PARTE I: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5115.html
PARTE II: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5137.html
PARTE III: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5157.html
PARTE IV: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5333.html
PARTE V.I: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5829.html
QUINTA PARTE –Día 2.
Hábilmente, sin usar las manos, coloqué la punta de su verga en la entra a mi recto. Empecé a menear las caderas lentamente para sentir aquel mástil que luchaba por entrar en mí, mientras tío resoplaba sus ronquidos en mi cabeza.
Al final me entró sueño y me quedé profundamente dormido todavía con su palo duro entre las nalgas.
La luz del sol iluminaba brillante y cálida, tratando de traspasar mis párpados legañosos, tornando todo de un color rojizo e insistiendo porque los abriera para continuar con cualquier aventura que me deparara el día. Sabía que al abrirlos esa misma luz estaría inundando la habitación de mis padres, en la que había pasado la noche en cama junto a tío. Tío. Sería posible que me estuviera enamorando a mis 7 años de un hombre que recién había conocido el día anterior, que además de tener 38 años era nada menos que el hermano de madre, era mi tío. Ahora sé que sólo fue un capricho de un niño tonto que la mayoría de las veces obtenía lo que quería, y esa vez, con ese hombre, lo obtuve con creces.
Mi mente estaba completamente despierta y mis párpados no soportaron más el rojizo resplandor. Abrí los ojos para percatarme que me encontraba solo, y colocándome boca abajo me estiré al compás de un enorme bostezo, queriendo que mi cuerpecito abarcara la totalidad de la inmensa cama de mis padres que ahora trataba fallidamente abrazar. Con una sonrisa en los labios, sentía mi diminuta erección rozar la frescura de las sábanas blancas. A pesar de que mi mejor amigo, Ramón, me había enseñado lo que era pajearse, cosa que le había hecho por primera vez al señor del videocentro y posteriormente a él y haber visto a hermano haciéndolo.Aún no me había interesado pajearme a mí mismo. Vivía esos últimos días pasando encerrado en el cuarto de cómputo devorándome la herencia de videos pornográficos que mi hermano guardaba en la computadora y jamás sentí el deseo de tocarme el pene hasta ese preciso momento en que mis caderas comenzaron un descarado vaivén como follando el colchón.
Los veía meramente por el morbo que me causaban y lo tiesa que me ponía mi pichita, me gustaba verla dura y colorada. Ese vaivén se tornó insoportablemente delicioso y no podía parar, pensaba en la morada verga del señor del videocentro, en el sabor salado a orines de la verguita de Ramón, en la incestuosa fantasía de ser yo quien masturbara la polla de mi hermano mientras meto un dedo en su ano masajeando su próstata (fue aquí cuando en mi mente surgió el deseo de explorar mi cavidad anal). También pensé en el hermoso par de pijas que vi en el baño del aeropuerto, mientras cubría mi dedo con saliva recordaba como la enorme verga negra entraba hasta las bolas en el culo del otro señor. Dirigí mi dedo húmedo en la entrada de ano solo para encontrar una humedad diferente en el área.
Era una humedad viscosa, que lo primero que pensé es que me había cagado cuando dormía, pero como al no percibir algún olor desagradable no me preocupó, al contrario, la aproveche y la unté en la cálida entrada de mi ano para lubricar mejor. El flujo de mi recto había sido hasta ese minuto solamente de salida, pero al hacer un poquito de presión y relajando lo más que pude, el dedo cruzó mis esfínteres cerrados cuando apareció en mi mente la atractiva cara de tío, y en lo que el dedo se abría paso hasta su base, imaginé que mi dedo que perforaba mi completamente virginal ano, era la verga de tío. Ese tesoro de verga que aún no conocían mis ojos, pero que ya había sentido mientras tallaba mis nalgas en su contra. Mis caderas aceleraron el movimiento de follar al colchón aún teniendo el dedo dentro y no pasó ni un minuto cuando mi cuerpo empezó a convulsionar entre espasmos de placer como un torrente eléctrico poderosamente cargado que viajaba de mi pene a mi cerebro para después expandirse en todo mi cuerpecito. Había tenido mi primer orgasmo, y era un orgasmo obviamente seco.
Me incorporé en la cama sentándome y mirando el lugar en donde tío había dormido totalmente desnudo al lado mio. Lo recorrí con las manos y al pasar la vista vi un hermoso vello púbico enroscado sobre la ropa de cama, lo tomé entre mi pulgar y mi índice observándolo de cera y emitiendo una sonrisa. En eso veo como la puerta está apunto de abrirse y yo institntivamente me metí el vello a la boca. Se asomó la cabeza de mi tío en lo que saboreaba el vello oscuro, grueso y rizado jugueteando con él en la lengua.
—El desayuno pronto está listo, cachorrito— dijo con sonrisa y mirada pícara, —date una ducha y sécate bien, pero no te pongas ropa, PORQUE MIENTRAS TENGAMOS CASA SOLA, LA ROPA SALE SOBRANDO— gritó con infantil emoción aventando la puerta para abrirla por completo y mostrarme su delicioso cuerpo desnudo. Esa cara preciosa llena de barba espesa, hombros y brazos fuertes, unos pectorales y abdominales prominentes, una verga casi tan grande como la del negro en el baño del aeropuerto la cual meneó de lado a lado rápidamente mientras gritaba. Unos muslos torneados, hermosos que terminaban en siendo unas piernas dignas de un futbolista. Todo su cuerpo cubierto por una exquisita capa de vellos haciéndolo lucir deliciosamente troglodita y primitivo. —Así estaremos más a gusto, perrito, así te diré ahora de cariño, perro o cachorro— me guiñó un ojo y dando un salto hizo un giro de 180° cayendo en sus puntas y juguetonamente flexionó dos rápidas veces los músculos de su trasero haciendo que sus nalgas voluptuosas y redondas temblaran graciosamente para después alejarse en dirección a las escaleras.
Brinqué fuera de la cama y caminé al baño sintiendo el culo viscosamente incómodo. Me toqué una vez más en mi zona trasera, me limpié con la mano y oberservé la humedad de color blanquecina en ella, con desconfianza la llevé a mi nariz para olfatearla esperando que oliera mal pero me sorprendí encontrando su olor bastante agradable, como a limpio, y sin pensarlo le di un lengüetazo probando en mi paladar su sabor salado ligeramente amargo, me pareció extraño pero tenía que darme prisa, tío ya me había llamado a desayunar. Me senté en el w.c. para hacer mis necesidades y me duché lo más rápido posible. Me sequé y salí desnudo con dirección a la cocina, pero antes de abandonar el cuarto de mis padres veo una cámara de video se posaba en la mesa de noche del lado de la cama en que durmió mi tío, nunca la había visto en la casa, así que pensé que era propiedad de él.
Tío me esperaba desnudo sentado en el desayunador con un plato de cereal con leche frente a él. —Siéntate— ordenó. No había señal de la alegría con la que me había levantado hoy. —Te voy a contar un historia muy triste porque quiero pedirte algo. La razón por la que vine acá es porque se acaba de morir mi perrita, Aluxe, y no quería estar solo en casa, la extraño mucho, pero ahora que estamos solos nosotros dos, tú me has recordado lo bonito que sentía al tener una perruna compañía. Como murió mientras yo no estaba en casa, no me pude despedir de ella, así que estaba pensando si tú querrías ayudarme a pretender ser mi mascota, mi perrito, mi cachorrito, y así de alguna manera poder despedirme. Claro a tí no te llamaría Aluxe, te llamaría, perrito, o mejor, perrita, porque ella era hembrita, así hay es más parecido a la realidad. Por favor, ¿serías mi perrita en estos días que nos quedan juntos? Me harías el hombre más feliz del mundo, además sólo sería cuando estemos tú y yo solos—. Me miró directo a la cara con su triste y penetrante mirada, tan fuerte que no logré sostenerla por mucho tiempo y la bajé. Iba en dirección al suelo pero en el camino me encontré con la enorme verga rosada de mi tío con una semi erección. —Como ayer te alquilé una película, no puedes decir que no—, miré su verga con los ojos abiertos de impresión y, en mi confusión sólo asentí a aceptar su propuesta.
—¿Qué tengo que hacer?— La cara de tristeza de tío se convirtió en menos de un segundo en una mueca de felicidad y emoción.
—Tienes que ponerte esto— de debajo de la mesa de desayunar sacó un bulto de cosas en color negro. Sin decirme más se levantó, me cargó fuera de la silla, se arrodilló mientras en las mias ataba unas rodilleras e hizo lo mismo protegiendo también mis codos. Con amplia sonrisa me enseñó una máscara en forma de perro diciendo —esto va en tu cara—, se puso de pié dándome una inesperada vista muy cercana de su pene que cada vez se ponía más y más duro. Rodeándome para tomarme de espaldas, colocó la máscara en mi cabeza para después atarla, apretándola muy bien. A mí, la máscara me recordó a la de gatúbela, y me hizo gracia. Tenía orejas paradas y hocico de perro, pero el hocico lo tenía a la altura de la nariz dejando mi boca totalmente expuesta.
Sacó un par de calcetas negras y me las colocó en cada pié, eran tan largas que me llegarbana a la mitad de los muslos, noté que las calcetas eran de las que tienen deditos, de tal manera que los sentía separados. Además, me puso unos guantes que cubrían casi todo mi brazo y hasta ese momento me pude dar cuenta que en la punta de los dedos de los guantes y calcetas tenían una garrita de perro. Todo el look me pareció chistoso, y yo no paraba de reírme como si tío estuviera haciéndome cosquillas. Otra cosa que también me puso fue un grueso collar para perro con picos alrededor del cuello. —Sé que dije no iba a haber ropa, pero este es un favor especial— dijo. La última prenda que tenía en sus manos era un pedazo de tela negra que después extendió y pude ver que eran unos calzoncitos, —estos calzoncitos se los ponía a Aluxe, tienen hasta un agujero en las nalgas para que pudiera hacer sus necesidades—. Me pareció chistoso imaginarme un perro con calzones, pero no me opuse. Tío me los había puesto. Sentía mis nalgas enteramente al aire, pero mi pene estaba atrapado dentro del calzoncillo bastante ajustado—. Todavía falta algo más pero lo dejaré para después del desayuno. Moría de hambre.
—¡SIIIIII! ¿QUÉ VOY A DESAYUNAR? Tengo ganas de…
—SH, SH, SH!— interrumpió tío, —los perros no hablan. A partir de ahora ya no puedes hablar, eres mi perrita, cada vez que quieras algo tendrás que ladrar y yo adivinaré lo que quieres, si dices una palabra te voy a tener que castigar y eso me va doler más a tí que a mí, ¿entiendes?
—Ruff— ladré. No me molestaba ni me parecía extraño que me llamara en femenino, pues lo asociaba con que en verdad su perrita fue hembra y que él la extrañaba mucho y estaba muy triste.
—¡Venga, al suelo! Tienes que caminar como perrito también, si caminas como niño también te voy a castigar. Sígueme.
Me puse en cuatro y caminé tras él gustoso, parando la colita de alegría, para mí todo esto era como un juego, y estarlo jugando con mi tío era como estar en el cielo. “Ruff-ruff” Mi tío entró al cuarto de mis padres y yo lo seguí en cuatro patas. Tío había tomado la videocámara y la estaba encendiendo, oprimió un botón y apuntando el lente hacia mí —¡Ladra mi pequeña y dulce perrita! ¡Ladra para mí! “Ruff-ruff-ruff-ruff”
—Vamos a la cocina, allá te daré tu comidita, ve tú adelante—. Salí y tío me seguía, documentando cada uno de mis pasos. Me filmó por detrás, y yo sabiendo, respingaba más el culo ofreciéndoselo a la cámara. Lo más difícil fue el bajar las escaleras en cuatro patas, sufrí bastante pero lo conseguí mientras mi tío se desbarataba en carcajadas. Llegamos a la concina y tío tomó un plato lo llenó de cereal y lo mojo con un poco de leche. Lo colocó en el piso —ahí tienes tu comida, perrita—. Me acerqué al plato y comí mientras tío tomaba video en todos lo ángulos que se le ocurrían, pero noté que se enfocaba mucho en capturar mi par de nalgas que con la posición estaban tan abiertas que dejaba mi hoyito al descubierto—. Ya es suficiente. —Me retiró el plato—. Todavía te falta algo más para ser totalmente mi perra, pero no sé si te animes a hacerme más feliz. Vas a ladrar una vez para decir sí, y dos veces para decir no. ¿Quieres hacerme más feliz, perrita? —“ruff”—¡así me gusta!, que mis perras me complazcan. Aunque debí advertirte antes que habrá un poco de dolor.
Volteé a ver su cara convertida en una mueca lujuriosa invadida de deseo, mi mente lo supo y mi cuerpo lo manifestó dándome una erección que quedó atrapada y apretujada dentro de los calzoncitos. Su mirada iba directo a mi anito expuesto a la vez que mordía su labio inferior en manera seductora. —Vamos al cuarto que en mi mochila tengo lo que te falta.
Subiendo las escaleras en cuatro patas y mi tío detrás de mí agachándose para tener un ángulo más atractivo de mi culito. Viéndolo de reojo, acercó el lente de la cámara a mi huequito en un closeup que exponía a detalle mi apretado nudito, que había sido corrompido por vez primera por mi propio dedo esa mañana, notando esto, comencé a pujar “por el esfuerzo de subir escaleras” haciendo que mi anito sobresaltara en una danza. Ya había hecho del baño así que no me preocupé por que sucediera un accidente. Mi tío divertido me regaló una carcajada, pero no hizo comentario alguno. Entré a mi cuarto, que también era de mi hermano, porque ahí fue donde tío dejó su equipaje. —Súbete a la cama, perrita— ordenó con voz ronca mientras indicaba la supuesta cama en la que él domiría, la que hace algunos ayeres ocupaba mi hermoso hermano, y colocó la videocámara en una repisa que encuadraba en mi dirección. Subí a la cama como pude. Lo seguí con la mirada cuando tío se dirigía a su mochila y hurgaba entre el montón de cosas que llevaba dentro.
Luego de casi medio minuto sacó una cosa alargada en forma curva, de color negro y apariencia flácida que, en un extremo terminaba en punta y del otro en un cilindro en forma fálica, grueso y alargado. —Para ser mi perra necesitas verte como una, y no hay ninguno perra que no tenga cola— dijo sacudiendo lo que traía en las manos y mostrándomelo detalladamente, —te va a doler un poquito cuando te la ponga, pero pasará el dolor y tú mismo después moverás el culito de un lado a otro como toda una perra. “Ruff-ruff-ruff” Todo me parecía extraño, pero me contagiaba la emoción de felicidad de mi tío. —¿Quieres que te crezca una colita, perrita?— ”Ruff”, ladré con singular emoción. —Prepárate, entonces.
Tío aventó a mi lado la cosa que traía en las manos y antes de que pudiera hacer otra cosa, el enorme cuerpo de atractivo cavernícola se arrojó encima de mí aplastándome con todo su peso en músculos y vello corporal boca abajo contra la cama de mi hermano con una mano hundía mi cabeza que miraba de lado en el colchón, cuando con la otra comenzó a tocar mi nalgas para seguir con mi ano. No podía pensar más que en la felicidad y excitación que esto provocaba en mí. Sus caricias, a cada tacto, sembraban la lujuria y el deseo de que ese hombre me tocara y me hiciera todo lo que él quisiese. Escucha su respiración cerca de mi oreja cuando sentí su repentina lengua hurgando en mi oído provocando cosquillas deliciosas que viajaban hasta extenderse a otras partes de mi cuerpo. —¿Te han metido alguna cosa dentro del culo, perrita?— preguntó quedamente al oído. “Ruff”. No quería mentirle a tío así que ladré un sí, aunque lo único que se había metido ahí fue mi pequeñito dedo esa misma mañana, pero reflexionando ahora a mis 24, haberle hecho creer que algo había penetrado mi virginal ano, no fue nada bueno pues la brusquedad con la que me insertó ese buttplug de cola de perro no fue la adecuada para romper el estrecho recto de un niño de 7 años. —¡Ya te rompieron el culo, putito!, esto es jodidamente mejor de lo que pensaba.
Me voy a divertir tanto contigo, perrita—, quise explicarle lo que en realidad había pasado, pero recordé que si hablaba tío me castigaría por lo que callé tan pronto abrí la boca para negar el último comentario de tío. Dejó de aplastar mi cabeza contra el colchón y en lo que bajaba dejaba un rastro de saliva por los besos húmedos que me fue dando desde mi nunca, pasando por mis pequeños hombros, mi espalda, para llegar a mordisquear agresivamente ambas nalgas. Creía que ahí pararía todo porque sentí que mi tío se iba alejando de mí, pero mi sopresa fue cuando cuando una latigazo de dolor y ardor se originó en mi nalga derecha provocado por una intensa nalgada que tío me había proporcionado, “ruuuuuuff”, solté como respuesta, el dolor paulatinamente fue opacado por la sensación de placer que con cada roce, cada palabra, cada movimiento, cada gemido, y la nalgada, se acrecentaba y poseía mi cuerpo.
—Te voy a poner una película que te va a gustar mucho— espetó levantándose de la cama y tomando el plug en una mano y la videocámara en la otra, salió del cuarto —vente al cuarto de tus papis— alcancé a escuchar lejanamente. Bajé de la cama en cuatro patas, que aunque mi tío no estaba viendo, de alguna inocente manera me sentía comprometido con el rol que mi tío me había dado y honradamente quería respetarlo. Lo seguí al cuarto de mis papis y lo vi acostado en la cama desnudo, velludo, erecto, con la cámara en las dos manos apuntándome. Era lo más hermoso que jamás he visto en mi puñetera vida.
Me invitó a unirme a él con un guiño y yo dichoso lo hice. —Sube encima mio, boca abajo volteando a la tv— ordenó, y lo obedecí. Me le trepé poniendo mi penecito en su pecho peludo y mi cara en ese par de enormes huevos peludos y sudados, sintiendo como su gigantesca polla erecta quedaba en medio de mi pecho. Sentí que me asió de los muslos y fuertemente atrajo mi culo a su cara, tristemente para mí, alejando su verga y bolas de mi car, aunque sólo fue para que mi ano quedara al alcance de su lengua húmeda y juguetona que lo saludaba como una licuadora. Fue un placer indescriptible al que, debo confesar, soy adicto. Sin poder evitarlo mis piernas perdieron toda fuerza y mis rodillas temblaron, puse mis ojos en blanco y gemí un audible ¡AHHH! Cuando volví en sí y mis ojos regresaron a mirar mi entorno, vi en la tv la película que tío había puesto. Mi culo estaba siendo devorado con ahínco. En la película un hombre recibía una asombrosa doble penetración de dos machos vergones a la vez que otro más le enterraba hasta el fondo la polla en su garganta y para rematar, tenía dos vergas enormes de otros dos señores una en cada mano pajéandolas con gran habilidad. No podía creer lo que mis ojos veían, ¿cómo un sólo hombre podía aguantar tantas vergas?, dos en el culo, una en la boca y una en cada mano, y además de todo, darles la misma dedicación y entrega a cada una de ellas.
La lengua se abría paso en el espacio que mis esfínteres iban cediendo hasta que la sentí muy adentro, así como sentía que mi tío separaba mis nalgas con brutal fuerza que creía que me las iba a arrancar, estirando mi anito haciendo mucho más sencillo el acceso de su lengua. Mi tío había logrado dilatarme con avidez, se le notaba el alto nivel de experiencia y gusto por dar besos negros. La toma se alejó y en el cuarto donde las cinco vergas taladraban al hombre de la película, pude contar al menos diez hombres más que esperaban su turno para usar a aquel bulto inmóvil bajo el poder de las pollas opresoras. Con la locura que, la idea del placer que el hombre del video estaba sintiendo y del placer de tener la lengua de tío enterrada en lo más profundo de mi ano me producía, encontré que la erección de mi tío había crecido en longitud y grosor y su cabeza babeante en preseminal queda al alcance de mi boca, igual que lo hice con mi mejor amigo, Ramón, abrí la boquita lo más que pude y no sin una molestia en mi mandíbula logré meter la cabeza entera. En la boca de tío explotó un gruñido animal mientras en la mía explotaba un sabor salado viscoso con la textura suave de la piel caliente del glande del pene de mi tío.
Él se volvió loco y en un movimiento hábil, rápidamente reemplazó la legua que rascaba mi recto por un áspero y grueso dedo alargado y ensalivado que enterró completo sin compasión alguna hasta la base. De lo dilatado que estaba ni siquiera lo sentí entrar, pero cuando apreté el culo me sentía lleno y con una ligeras ganas de defecar. Aguanté como un campeón las ganas de hacer quejido alguno y dejé que tío me cogiera rápida y duramente con su dedo. Al cabo de un par de minutos el dolor y las ganas de cagar desaparecieron y sólo había placer que me hacía emitir gemiditos sordos al tener el glande chorreante que inundaba mis boca con una gran cantidad de líquido preseminal que yo tomaba como una abeja extrayendo el polen de una perfumada flor. Sacó el dedo y metió dos, pero esta vez, lo hizo lentamente sintiendo como mi recto se estiraba a límites que yo no imaginaba poder hacer, poco a poco ambos dedos fueron entrando hasta chocar con la base. Me sentía lleno y con mi hoyito muy estirado, pero no sentía dolor ni incomodidad por lo que mi trabajo de succionar la cabeza de la polla de mi tío no había cesado.
Pasaron 5 minutos en los que mi tío me trabajaba con un metesaca de sus dedos y retorciéndolos por todos los rincones de mi cueva, y yo por supuesto, no me sacaba la punta de su pene de la boca, cuando me sacó los dedos y dijo —ya estás listo para que te crezca la colita de perrito— me hizo a un lado y con la mano libre, pues en todo momento nunca había soltado la cámara para capturar todo el procedimiento, tomó el plug. Llevó a su boca el extremo de forma cilíndrica y le pasó la lengua humedeciéndolo generosamente, y mientras filmaba, me atravesó sin piedad insertándolo hasta que se acomodó todo dentro. Sentí que me partían en dos y que iba a reventar. El dolor fue inimaginable, di un alarido e hice el intento de sacarme lo que tío me había metido, pero él me abrazó con fuerza, inmovilizándome y regalándome caricias mientrás lágrimas corrían por mis mejillas. Pasado cierto tiempo mi culo se había acostumbrado al intruso y comencé a disfrutar el sentirme atravesado y además me hizo gracia el verme con una colita de perro. —Ahora sí, ya eres mi perrita y yo soy tu amo, y las perritas como tú son muy obedientes y hacen todo lo que su amo les pide…— “DING-DONG” el timbre sonó.
Tío buscó dentro de su mochila para sacar una pesada cadena para pasear a un perro de raza grande la enganchó a mi collar de picos que traía en el cuello y la aseguró a uno de los postes de la cabecera de la cama de mis papás. —Tú, aquí te quedas, voy a ver quién es— ”ruff”, él cogió los bóxers blancos que había aventado al piso la noche anterior, y sucios de haberlos llevado puestos todo el día de ayer. Se los puso y salió del cuarto. Mi mente volaba por el cielo por todo lo que estaba viviendo con mi tío. El video pornográfico que estaba en la tc, mi culo lleno con el buttplug, y lo que llevaba puesto, que a mis infantiles ojos era nada más que un disfraz de perrito. Me recosté boca abajo mirando fijamente la tv y moviendo la colita para todos lados, sentí mi atrapada erección en el calzoncito pegarse a la frescura del colchón queriendo repetir mi masturbación de la mañana.
— Era tu amigo, Ramón— anunció tío al momento en que me incorporaba en mis cuatro patas y lo veía caminar hacia mí con una prominente erección sobre sus bóxers, pero no fue lo único me llamó la atención, sino también que tenía una mancha de humedad que rodeaba y cubría la longitud de su palo haciendo que éste se transparentara, —me cayó muy bien, lo invité a la fiesta en pijamas que vamos a tener hoy—. Noté que al decir pijama dos dedos de cada mano formaban un par de comillas, igual que lo hizo Ramón aquella vez en la casa del árbol, —y vas a invitar a todos tus amigos, Ramón me dijo que eran otros tres. ¡Yo por mi parte voy a invitar a dos viejos y muy buenos amigos míos de la ciudad para que tengamos mucha más diversión!—. Lo dijo con tanto entusiasmo que le faltaba poco para estar gritando. —Ramón te está esperando para ir a jugar, ¡rápido!— ordenó quitándome pieza a pieza, del disfraz que portaba, dejando para el último el tapón que tenía metido en el trasero y los calzoncillos con el hoyo en las nalgas.
De un fuerte jalón extrajo el plug de mis adentros a lo que reaccioné inhalando aire por la boca audiblemente como si estuviera enchilado. —Por ahora pararemos de jugar y dejarás de ser mi perra hasta que yo te diga que lo hagamos de nuevo. Pero para que no te me desacostumbres te voy a tener que poner otro juguetito en tu potito para que no te duela cuando te vuelva a meter el de colita de perro.— Hurgó en su pesada mochila y sin dejarme verlo me advirtió —es más grueso, pero mucho menos largo, tiene la forma de una pelota, y lo vas a sentir muy cómodo, te lo prometo—. Sentí una enorme presión que se transformó en una gran molestia, intentaba estirar más mis ligas anales, y cuando por mi mente cruzaba que jamás entraría por ser demasiado grande, mis esfínteres cedieron y mi recto hambriento succionó aquella enorme bola estirando de nuevo mis paredes que apenas y tuvieron menos de un minuto de descanso—. ¡Ahhhh, tío, qué rico siento!—, no había dolor, sólo el molesto placer de sentirme súper lleno. —Mira nomás, ¡qué putito le saliste a tu mamá! Ve como dejaste la colita de perro, llena de tus juguitos— dicho esto, se metió en la boca el extremo del plug de cola de perro que había estado dentro de mi poto, asegurándose de pasar la lengua por cada centímetro que me penetró. —Ve a cambiarte y sal que Ramón te espera— se echó un brinco en la cama y se quedó mirando el final del video que él había puesto mientras que a tientas cogía el teléfono.
Me fui a mi cuarto caminando en pie, pero un poco chistoso. No sentía molestia, ni incomodidad, pero no dejaba de pensar en la cosa que traía metida en el ojete lo cual hacía que mi cuerpo tomara consciencia de ello. Tío me había dejado puestos los calzoncitos sin cola y a mí me gustaban por lo que no vi la necesidad de cambiármelos por otros. Terminé de vestirme y bajé a reunirme con Ramón que me espera afuera, en la puerta de mi casa. Lo saludé y lo sentí pensativo, pero contento. Ramón era el mayor del grupo de amigos, por lo que no era mucho el tiempo que pasaba con él. Estaba pasando la pubertad y su cuerpo había comenzado a cambiar aunque apenas había cumplido los trece años.
—Tu tío me ha invitado a la fiesta de pijamas que van a tener y me encargó que te acompañara a casa de Román, José y Manuel para invitarlos también a ellos— exclamó Ramón.
—Sí, ya me lo ha dicho, y también me dijo que él va a invitar a dos amigos de él para divertirnos más.
—¡¿Dos?!— se atragantó. Y como si hablara para él mismo, muy quedito, continuó —¡por fin se hará mi sueño realidad!
—¿Ah?
—Nada, que no te voy a poder acompañar a la casa de los chicos porque tengo que ir a hacer algunas cosas antes de la fiesta. Te veo al rato— se despidió y se alejó a prisa en dirección a su casa.
Al estar de nuevo solo me hice consciente del plug que tenía insertado y en mi rostro se dibujó una sonrisa. Caminé tratando de que el plug se moviera para generarme placer, lo que hizo que, inconscientemente, caminara meneando las caderas a mitad de la calle como todo un putito amanerado. Llegué a casa de Román, que era mi compañero de clases, ambos teníamos siete años. Lo invité a mi fiesta de pijamas que mi tío y yo tendríamos esa noche sabatina, y le hice saber que Ramón iría, por último le pedí que me acompañara a casa de José y a la de Manuel y aceptó. Caminamos platicando de bobadas que nos divertían. Me preguntó que dónde estaba metido los últimos días porque no me había visto, así que me atreví a confesarle que había descubierto unos videos de gente sin ropa en la computadora de mi hermano, los cuales me hizo prometer que se los enseñaría esta noche en la fiesta. Al igual que a Ramón, a Román tampoco le había contado nada de lo que había estado haciendo con mi tío antes de verlos.
José, de seis años, se entusiasmó de inmediato y alegre fue a pedir permiso a su mamá, cuando regresó dijo que mi mamá llamaría a mi casa para hablar con mi mamá, a él no le había mencionado nada sobre mi tío. Diciéndole que lo esperaba en casa en la noche nos retiramos a la casa de Manu. Manuel era el chico más chico el grupo, aunque recién había cumplido seis años, alcanzando a José, se veía, en estatura y mentalidad, más chico que éste. Nos recibió la mamá de Manuel y nos dijo que estaba en su cuarto, que si gustábamos pasar. Aceptamos y subimos a encontrarnos con él. Le dije todo sobre la fiesta, pero no quise mencionar que también Ramón iría, pues aún seguía un poco resentido con él después de haberlo obligado a que le mamase la picha, y como tuve la suerte de que no preguntara no me vi en la necesidad de mentir. De verdad quería que todos nos reuniéramos, por mí y por darle el gusto a tío que estaba tan emocionado como José cuando recibió mi invitación. Manuel gritó a su mamá para pedirle permiso, lo hizo en cuanto apareció en la puerta.Ella accedió con la condición de que comiera todas sus verduras y él aceptó con una mueca de desagrado. Cuando mencionó la comida, me di cuenta de lo hambriento que estaba y gracias al cielo, la mujer nos preguntó a Román y a mí que si ya habíamos comido. Ambos negamos con la cabeza y nos invitó a compartir su comida a la mesa, de lo cual estoy eternamente agradecido. Los tres dejamos los platos vacíos, incluso Manuel se había comido todas sus verduras y el pollo.
Con el estómago lleno vimos un poco de tv hasta que sentí que había reposado totalmente la comida y le hice señas a Román para irnos. Nos despedimos de Manuel y su mamá y emprendimos camino a la casita del árbol, no antes sin pasar por unas golosinas de la tienda. Yo no llevaba dinero, pero Román me compartió de todo lo que compró. Jugamos y platicamos de niñerías. Se hacía tarde y el sol se estaba poniendo, por lo que decidimos que ya era hora de ir a prepararos para el plan nocturno.
—¿No te quitaste lo que te metí en el culo, verdad?— questionó al verme entrar al cuarto. Negué con la cabeza. Llegué en el momento justo en que se estaba vistiendo privándome de la hermosa vista que era su cuerpo desnudo. Tenía el cabello mojado, deduje que había tomado una ducha. —Tío, quiero jugar a ser tu perra otra vez— me sorprendí escuchando mis propias palabras que también provocaron una reacción en mi tío, diversión y lujuria. —No podemos tenemos que ir a comprar algunas cosas que faltan para la fiesta de pijamas y tú me vas a acompañar.
Recorrimos los pasillos de comida basura en el supermercado. Me dijo que eligiera lo que quisiera, pero que pensara también en lo que a mis amigos les gusta. Llené casi la cuarta parte del carrito. Pasamos a devolver las películas alquiladas y rentar una más de mi elección para verla con los chicos. —¿No rentarás una tú, tío?, ¿alguna de las del cuarto con cortina?
—No esta vez. Tengo preparados unos videos que les quiero enseñar a tus amiguitos y a los míos—. Hicimos el pago de la película nos fuimos a casa. En el camino tío me preguntó cómo sentía el culo, y le respondí que muy rico. Y si era la verdad, estaba ya concretamente dilatado y sentía el culo jugosamente resbaloso. Delicioso. Los dientes brillantes de tío decoraron una maliciosa sonrisa. LLegamos a casa, frente a ella había un coche estacionado. Vi la figura de un hombre dentro de él. Tío se acercó al coche y saludó al hombre mientras yo abría la puerta de la casa. Los esperé en el marco de la puerta pues vi que se acercaban.
Pude verlo de cerca con más detalle. Era un hombre fornido, de complexión fuerte y gruesa, vestido de manera formal, llevaba un pantalón de vestir, con zapatos negros pulcramente limpios, camisa desabotonada hasta el final de su esternón mostrándome un poco de su pecho peludo. También llevaba mangas largas que había enrollado hasta los codos, seguramente por la calidez del final de la tarde. Imaginé también que pudo haber llevado corbata y saco y se los había dejado en el coche. Era muy guapo, a pesar de tener pelo en pecho, al contrario de tío, él portaba una rasurada al ras, y con su fino corte de cabello, le hacían lucir una cara muy limpia con una sonrisa y mirada pícaras como a las que me tío me tenía ya acostumbrado.
Al verlos a los dos juntos no notaba diferencia en edad, para mí los dos eran igual de maduros, pero sí en cuanto a la vestimenta, en comparación con el desconocido, tío se veía jovial y desaliñado con unos jeans ajustados a su redondo trasero y fuertes muslos, sus sucias botas estilo militar, y una remera en la que se marcaban sus pectorales trabajados y su espalda ancha. —El es mi amigo Ramiro—, me dijo —lo tienes que tratar muy bien porque es nuestro invitado ¡Salúdalo!— ordenó. Tímidamente estreché mi brazo en su dirección y mi manita se vio aprisionada en una enorme mano de hombre, peluda, cálida, fuerte, pero de piel suave. Ramiro era bastante imponente. Me hacía sentirme pequeñito y con ganas de obedecerlo en lo que me pidiera. Tío me ordenó ir a acomodar mi cuarto para recibir a mis invitados. Subí a la segunda planta dejando a tío y a Ramiro platicando con cierta complicidad. Hice ambas camas y recogí algunas prendas de ropa y juguetes que se encontraban esparcidos en el cuarto que hasta hace poco habíamos compartido mi hermano y yo, y los coloqué en sus respectivos lugares, en mi camino me topé con el equipaje de tío, y su gran mochila negra de donde había sacado los tapones con los que me había roto el culito. Sentí curiosidad por saber el contenido restante de la bolsa y con mis manitas la abrí y sin sacar nada pude ver que llevaba más buttplugs de diferentes tamaño y colores aunque la mayoría eran en color negro. Vi también que había unos rollos de soga en color negro y otros en color rojo, quise meter la mano para hacer a un lado lo que veía y poder saber qué más había…
—¡Aquí estás!— una voz no familiar me interrumpió y casi doy un salto. Rápidamente cerré la mochila y volteé para encontrarme con Ramiro en el marco de la puerta. —Tú tío me ha encargado que te dijera que necesitas darte una ducha antes de que lleguen tus amigos, y estoy aquí para asegurarme que lo hagas y ayudarte. Vamos al baño— mandó dulcemente, y lo obedecí gustoso, el miedo de que me encontró mirando la mochila de mi tío se esfumó y cambió a morbo de imaginarme desnudo frente a Ramiro. Di los pocos pasos que me separaban del cuarto de baño y Ramiro me siguió. Nuestras miradas conectaron y yo comencé a quitarme la remerita que traía puesta. —¡No! Deja que yo lo haga—. Sujetó mis muñecas con sus manos y me atrajo a él mientras se sentaba en el W. C., no haría del baño, pensé, porque no se había bajado los pantalones. Su olor a macho sudado combinado con el fuerte olor de su colonia, y el perfumado aliento que exhalaba cada vez más cerca de mi cara se mezclaron en un aroma indescriptible que me hizo temblar de excitación— ¿Ya te dieron tu primer beso, hijo?— preguntó, y negué con la cabeza. —¿Me dejas darte tu primer beso, hijo?—, asentí. No sé si lo hice porque tío me había ordenado obedecer a Ramiro en todo, o porque en realidad yo deseaba con todo mi ser que este hermoso hombre me besara.
Lo que sí pude constatar fue que no estaba enamorado de mi tío, porque también sentía lo mismo por Ramiro. Lo deseaba. Deseaba que me hiciera lo que quisiera. Me había convertido en un amante de los hombres, en un putito sediento de sus cuerpos maduros, velludos, musculosos, cálidos, enormes y fuertes. Me exhortó a abrir la boca y cerrar los ojos. El calor de su boca invadió la mía que fue llenada al instante por su lengua húmeda y traviesa, su aliento resoplaba en mi interior succionando de vez en vez. Mi primer beso fue un regalo de Ramiro, una experiencia cálida y húmeda, muy sabrosa. — Gracias, chiquito, besas delicioso, me gustó mucho— solté una risita divertida—, ahora vamos a quitarte la ropita— dijo, y comenzó por la remera, dejando al descubierto mis pezoncitos rosados y Ramiro, divertido, me los pellizcó para luego succionarlos rápidamente con su boca, pasando la lengua sobre ellos dejándolos bañados en saliva para volverlos a pellizcar. Yo estaba en las nubes. Ramiro procedió a quitarme el calzado y bajar mis shorts, fui consciente de que mis nalgas estaban al aire por el calzoncito con el hoyo en la parte trasera por vergüenza me llevé las manos a mis nalgas para cubrirlas lo mayor posible y también el sobresaliente del plug que aún traía metido. Él con una sonrisa me apartó las manos diciéndome que no tuviera vergüenza.
Me dio la vuelta y me soltó una mordida en cada nalga. —Tu tío dijo que te quitara esto— dijo dándole unos golpes con tus de dedo. Me volvió a voltear viéndola de frente, y me bajó el calzoncito. Mi pequeña erección saltó causándole gracia y sin más se llevó mi penecito con todo y bolitas a la boca chupándolo de tal manera que parecía que me lo iba a arrancar, moría de gusto, pero paró casi enseguida. —Ponte en cuatro, sí, así, ahora pon tu cabeza en el piso, ajá, así, y con tus dos manitas te vas a separar las nalgas lo más que puedas. Sí. Así. Cuando te diga vas a pujar lo más que puedas y cuando te lo saque no aprietes nada del culo, sigues flojito y relajado—. Mi cara rozaba el piso frío del baño y mi corazón galopaba salvajemente y tras una breve pausa me indicó que pujara. Lo hice, pero se me regresó a dentro, lo volví a intentar, y sucedió lo mismo. Al parecer mis esfínteres habían vuelto a cerrarse dejando atrapado el tapón en mi recto. Intenté una tercera vez, pero en esta ocasión sentí que una fuerza externa lo jalaba hacia fuera.
Mi ano se resistía con fuerza al grado de ser algo molesto. Cada vez sentía el ano más y más estirado, y yo mismo separaba mis nalgas con toda la fuerza que me quedaba hasta que con un sonoro ¡PLOP! que emitió mi culo vació, seguido por un audible ¡AHH! que se escapó de mi boca, para finalizar con un mecánico ¡CLIC! y una luz blanca que iluminó todo por un microsegundo proveniente de donde estaba Ramiro. —Ayyy, cabrón, ¡qué rico!, ¡estás súper abierto!—. Sentía un vacío agobiante y sí, me sentía tan abierto, era una sensación extraña al experimentarla por vez primera. Mi cueva abiertota se sorprendió recibiendo la gran lengua de Ramiro. ¡Fue increíble!, no pensaba que pudiera llegar tan profundo, del gusto que sentí casi pierdo el equilibrio, pero me detuve con las manos.—Sabes delicioso, papacito. Separate muy fuerte las nalgas otra vez—, otro intruso quería apoderarse de mis adentros en un intento exitoso, otra vez el flash iluminó el cuarto de baño —Ya te entran como si nada los tres dedos, putito—. Me sentía de alguna manera orgulloso por mi logro. No podía creer que de tener completamente cerrado el ojete en la mañana, para la noche ya me podía meter tres dedos adultos. Ramiro sacó los dedos y me ayudó a pararme. Vi que como guardaba una cámara fotográfica en su bolsillo y mis ojos enfocaron el tremendo bulto que había en sus pantalones. —Anda, ¡báñate!—, me guiñó un ojo y salió del baño.
Cuando salí de bañarme mi amigo Román me esperaba sentado en la cama, no era normal vernos desnudos entre nosotros, pero no me importó y restándole importancia me vestí frente a él mientras lo saludaba y platicábamos. Me obligó a que le mostrara los videos porno. Le puse uno de una rubia tetona que estaba siendo empalada por el culo por una grandísima verga de un negro. Disimuladamente vi como Román tocaba su penecito duro que formó una diminuta carpa de circo. —Ese pipi está enorme, Neto, los de nosotros no son así, mira…— se bajó el short junto con sus interiores para enseñarme su verguita erecta. Se rió y la volvió a guardar, le dije que no fuera tonto que nos iba a crecer cuando nos hiciéramos mayores.
—Yo lo quiero tener así de grande— dijo.
—Ese es un negro, Román, los negros son los que tienen el pipi más grande—, eso lo suponía en base a la experiencia comparativa que el ver los videos de mi hermano me había otorgado.
—Es verdad. Está igual de negro como el señor que está abajo con tu tío.
—Ramiro no es negro, bobo.
—Pues hay uno allá abajo. Tú tío está con dos hombres.
Bajamos las escaleras buscando a tío, y lo encontré en la cocina preparando la comida chatarra en platos y bowls mientras platicaba con Ramiro y un hombre negro que me resultó familiar, tío me lo presentó como Jorge y yo mismo fui a darle mi mano en un saludo como lo hice con Ramiro. Era un hombre ligeramente más jóven que tío y Ramiro, y su estilo al vestir se inclinaba más a lo casual, parecido a tío. Jorge, al apretarme la mano con fuerza, me guiñó el ojo y como bala el recuerdo se disparó en mi mente y supe que era el mismo hombre del baño del aeropuerto, el que metió su enorme verga en la cola del otro señor que platicó un poco conmigo. Jorge era un negro guapísimo y es el poseedor de la verga más grande que jamás he visto en mi vida. Debí haber hecho una cara de sorpresa muy chistosa porque él soltó una risita. Román estaba detrás mío.
—¡Qué niños tan bonitos!— Jorge nos hizo un cumplido.
—¡Y faltan más! — soltó mi tío y, como si fuera un conjuro, el timbre sonó para anunciar la llegada de José y Manuel. Los hice pasar y nos fuimos a mi cuarto por orden de tío. Cuando iba subiendo las escalera alcancé a escuchar a Jorge quien preguntaba que “la cena” a qué hora llegaría. No entendí nada. Con los chicos en el cuarto, jugamos un poco, a pelear y con algunos juguetes que tenía. El timbre sonó de nuevo y quise ir a ver si finalmente Ramón había llegado. Desde las escaleras constaté que sí. Ramón fue recibido por los tres hombres que, sin verme, lo rodearon y se pegaron a él, sus caderas estaban hacia delante restregando sus paquetes en el cuerpo de Ramón, riéndose burlonamente. —¿Te limpiaste el culo como te dije?— questionó mi tío. Ramón asintió nervioso. Los hombres le dieron espacio y pareció que el niño luchaba por no perder el equilibrio.
Tío lo mandó a reunirse con nosotros arriba. Rápidamente regresé al cuarto y avisé que Ramón había llegado. Revisé la mirada de Manuel y no había rastro de incomodidad, lo que me dio alegría. Unos segundos después Ramón entró al cuarto saludando a todos. Luego de unos minutos les propuse a todos que nos cambiáramos de ropa para ponernos las pijamas. Manuel, José y Román se acercaron a sus mochilas y sacaron la pijama de ellas y comenzaron a desvestirse para pornérselas. Yo por mi parte hice lo mismo sacando mi pijama de un cajón. Cuando casi estábamos listos, tío con Ramiro y Jorge entraron al cuarto cargados de porquerías para comer mientras veíamos la película y los sirvieron sobre las camas. Tío preguntó que qué hacíamos, y le dije que ponernos la pijama. —Pero yo no tengo pijama, ni Ramiro, ni Jorge, y por lo que veo, Ramoncito tampoco—, dijo a la vez que volteaba en dirección a Ramón y vi que no llevaba mochila ni ninguna cosa. —No sería justo que ustedes tengan pijama y nosotros no. Yo creo que mejor deberíamos de quedarnos desnudos, así sería más divertido, ¿o qué opinan muchachos?— preguntó a Ramiro y Jorge. —Sí, no es nada justo, yo pienso lo mismo, a mí me gusta mejor andar en pelotas— Jorge opinó y Ramiro añadió un “yo también”.
Dicho por esto comenzaron a quitarse la ropa frente a todos nosotros mientras ninguno de los chicos se perdían el show que esos hermosos hombres no daba. Se quitaron todas sus prendas incluidos los calcetines excepto sus interiores. Tío llevaba puestas unas trusas clásicas en color blaco, Ramiro vestía unos bóxers azul marino que le quedaban ajustados y resaltaban un par de nalgas y un paquetote deliciosos, y Jorge traía unos bóxers bombachos, súper flojos, con un diseño a cuadros de colores. Se nos quedaron mirando, —¡órale, siguen ustedes!—, dijo mi tío. Para darles valor al resto de los chicos yo fui el primero que comenzó a desvestirse, Román me hizo segunda, y José y Manuel, más confiados, también lo hicieron. Tió volteó con Ramón, y con un dejo de desprecio, le dijo que él también se quitara la ropa. Todos nos habíamos quedado en interiores.
—Pon tú el ejemplo, Neto— me dijo tió —sé el primero en quitarse los calzones—. Lo hice sin pena, pues las actividades matutinas me habían ya acostumbrado un tanto. —¡Eso, muy bien!, ahora todos los demás—. Mis amigos lo hicieron con algo de pena. Ahí estábamos desnudos. Los pequeños Manuel y José; con sus diminutos sexos, Román; con su veguita rosita y bolitas pálidas, y Ramón, con su pene de un tamaño considerable, aunque lo que más llamó mi atención fue que no tenía un sólo vello púbico. Lucía una piel suave y tersa como la del resto de nosotros los más chiquitos. Así no era como lo recordaba. A Ramón le había dado la primera mamada de mi vida y en mi memoria aún siguen presentes los vellos crecientes y suaves que rodeaban su sexo.
—¡Ahora vamos nosotros, compadres!— esa era la señal que Jorge y Ramiro estaban esperando, y en un movimiento casi coreografiado, los tres se bajaron sus interiores hasta los tobillos.
—¡WOW!—, escapó de nuestras bocas sin poder impedirlos. Eran tres preciosos trozos de carne, con una semierección enorme y glandes chorreantes. Las de tío y Jorge eran casi iguales en tamaño y forma, siendo la de mi tío ligeramente menos gorda y larga aparte de ser blanca y la de Jorge negra como la noche.. Y la de Ramiro era mucho más gruesa que la de Jorge aunque no era ni la mitad de larga, parecía una lata de cerveza. No pudimos hacer otra cosa que admirar sorprendidos y con la boca abierta la inmensidad de trancas que teníamos enfrente. Por el rabillo del ojo vi como Ramón se llevaba las manos a la boca de la impresión.
Pasó un minuto de silencio en lo que admirábamos las vergas de los tres adultos hasta que mi tío lo rompío diciendo que pondría la película. —Jorge y Manuel, ustedes recuéstense en esa cama— apuntando a la mía, —Ramiro y José, en aquella—, la de mi hermano y dirigiéndose a mí dijo, —Ramoncito, Román, tú y yo estaremos acá en este espacio sobre un tendido y almohadas. Hice el tendido con la ayuda de Ramón en lo que tío ponía la película.
Comimos como cerdos, los ocho. Durante la película, sin que Román se diera cuenta, yo hacía todo lo que podía para pegarme a tío y rozar su piel velluda con mi suave cuerpecito, pero él sólo tenía atención para Ramón. La mano de tío estaba hurgando la colita de Ramón, pero la cara de ambos era como si no estuviera pasando nada. Volteé a la cama donde estaban Jorge y Manuel y sólo vi a Jorge en ella, aunque había un bulto moviéndose debajo de las sábanas. Unas risitas me hicieron voltear a ver la cama en la que estaban Ramiro y José y pude ver como José estaba encima de Ramiro como si éste fuera una silla. José se retorcía en cosquillas y Ramiro se burlaba de él.
Devolví mi vista a la pantalla de tv hasta que terminó la película. Tío se levantó de su lugar diciendo que era turno de un video que él nos quería mostrar. Invitó a los de las camas a que se nos unieran en el tendido. Jorge destapó su cuerpo y el bulto que hacían las sábanas para revelar a Manuel con el gigantesco glande negro de Jorge metido en la boca. Manuel con algo de pena al verse descubierto de la sacó de la boca y limpió toda la saliva que chorreaba de ella. Con una risa apenada se unió a nosotros seguido por Jorge que nos regaló una bella vista de su monstruo completamente hinchado en una erección dura como roca, la punta chorreaba en precum y saliva con la que Manuelito la había mojado. José por su parte, de un salto, ya estaba a mi lado. Ramiro caminaba hacia nosotros igual de erecto que Jorge, con su gruesa verga rosa de glande rojo, también húmeda en líquido preseminal. Mi saliva se hizo agua al pensar en el sabor salado de ese preciado líquido viscoso.
Tío fue por la cámara y la conectó a la tv. En la pantalla un niño pequeño vestido de marinerito de aproximadamente diez años besaba en la boca con lengua a una niña con dos coletas y vestidito rosa de la misma edad. Las risitas cómplices de tío, Ramiro y Jorge se hicieron audibles. Pararon y la niña preguntó que si ya podían dejar de besarse, y una voz de hombre adulto les dijo que todavía no, siguieron besándose unos tres minutos más. En otra toma ya estaban desnudos y el niño lamía la conchita de la niña miestras ella se metía inexpertamente su pequeña verguita en la boca. Nuestras miradas como imanes no se despegaban de la pantalla llenas de asombro. En otra toma, dos vergas enormes se asomaron en los extremos del encuadre y los niños se dispusieron a mamarlas, una para cada uno, quedando pegados culo con culo. Las vergas se pusieron duras como roca. En otra toma pudimos ver la identidad de los dos hombres y uno de ellos era tío, el otro era un desconocido. —Ese soy yo— dijo tío apuntando en la pantalla. Mi tío en la pantalla trabajaba el culo de la niña mientras el desconocido trabaja el del niño. Ambos lamían sus cuevas, dedeaban, metían sus lenguas e insertaban dildos pequeños, dilatando y expandiendo sus esfínteres anales y el recto. Los hombres le sacaban las vergas de la boca y los amordazaron metiéndoles una bola en la boca con unas tiras que envolvían sus cabezas sujetándolas dentro. También a ataron sus manos juntas como si estuvieran separadamente esposados.
Cada uno de los hombres se colocó detrás de uno de los niños. Tío detrás de ella y el otro detrás del varón. Pasando las manos atadas por sus cabeza, rodeando sus cuellos como si fueran collares, cargaron a los niños de las piernas y lentamente, con sus vergas apuntando a los hoyos de los chiquillos, los dejaron caer en su peso hasta enterrar toda sus trancas dentro de ellos. Los niños patalearon y emitieron gruñidos y gemidos ahogados por la mordaza, a la vez que los ojos de ambos se abrían como platos y se humedecieron. Se quedaron inmóviles como un minuto en el que los niños incómodos luchaban inútilmente para liberarse de sus penetradores. Hubo un corte a otra toma en la que como maniáticos sexuales, taladraban sin compasión los ojetes de los niños, quienes gritaban y gemían sordamente de placer y ardor. En sus caras sólo había gozo. Eso duró como quince minutos. El primero en venirse fue el extraño que paró de coger al chico llenándole el culo a tope. Cuando hubo terminado, descorchó el culo del niño y lo mostró ala cámara separando las nalgas con fuerza estiraba sus ligas por los que una cascada de semen fluía cayendo al suelo. Mi tío estuvo limándole el culo a la niña todavía cinco minutos más hasta acabar dentro de ella y hacer lo mismo que su compañero. Los anos llenos de leche estaban rojos e hinchados de tanta fricción.
En otra toma no salían mi la niña ni mi tío. El otro hombre estaba en cuatro mostrando a la cámara su culote lleno de pelos, el niño estaba ahí cerca de su culo cuando de repente comenzó a meter el puño dentro del recto del hombre. Lentamente fue introduciendo su antebrazo, pasando por el codo, hasta que tenía ensartado al hombre hasta el hombro. Sacó el brazo hasta la muñeca sólo para volverlo a meter hasta el hombro, repitiendo el procedimiento en movimientos cada vez más rápidos y fuertes, como si el niño quisiera cobrarse el dolor que le había causado, pero aquel hombre no mostraba señas de sentir dolor, al contrario, estaba invadido de un inmenso placer que transmitía a todos nosotros. Mi verguita estaba a reventar, estaba muy excitado, pero como un manto, el sueño me cubrió, comencé a sentir los párpados muy pesados. Quise incorporarme, pero no pude, volteé a ver a los demás. Román, José y Manuel se habían quedado dormidos, y tío, Ramiro y Jorge me miraban seriamente. Quise preguntar por Ramón porque no lo vi, pero las palabras se convirtieron en balbuceos. No pude más y ante el sueño sucumbí.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!