Verano de mi infancia V – Día 3 (FINAL)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Geo.
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PARTE II: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5137.html
PARTE III: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5157.html
PARTE IV: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5333.html
PARTE V.I: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-5829.html
PARTE V.II: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-26593.html
Quinta parte – Día 3 (FINAL).
Abrí los ojos al despertar. Tenía la vista nublada y poco poco se fue haciendo nítida. Un ligero dolor de cabeza me martillaba las sienes. Tenía la pijama puesta, no recordaba habérmela puesto. Sentí que algo me hacía presión y me llenaba el culo a tope. Me llevé la mano entre las nalgas y tacté el tapón que Ramiro me había quitado el día anterior antes de ducharme. Con un sonrisa en los labios le di unos golpecitos para sentir las vibraciones en el fondo de mi culo. Noté que no estaba en mi cama, sino en la cama de mi hermano, y no me encontraba solo, José estaba a mi lado también vistiendo su pijama. En la cama de al lado, mi cama, dormían Román y Manuel, también con la pijama. No vi a Ramón por ningún lado. Me levanté de la cama en búsqueda de tío y sus amigos. Supuse con certeza que estarían en el cuarto de mis padres, y ahí estaban. Los tres seguían dormidos desnudos, separados sin tocarse piel con piel. Seguía sin ver a Ramón.
Regresé a mi cuarto y encendí el televisor para despertar a mis amigos con dibujos animados. Uno a uno fueron abriendo los ojos y soltando risitas por las cómicas situaciones de las caricaturas. Pasaron alrededor de una hora y comenzaba a sentir hambre. Tío entró al cuarto vestido de cabeza a pies con la ropa de ayer. Y nos dijo que entre Ramiro, Jorge y él, habían preparado el desayuno. Bajamos todos al comedor para encontrarnos con los amigos de tío, también vistiendo las ropas de ayer. Habían preparado huevo, tocino y hotcakes servidos sobre grandes platos en el centro de la mesa. Junto a los platos había cuarto jarras llenas, una con jugo de naranjas, otra con chocolate con leche, otra con batido de fresa, y la última, con café negro para los adultos. Presurosos, tomamos asiento mientras tío servía a unos y Ramiro a otros. Comí.de todo un poco, pero bebí leche chocolatada porque era mi favorita. Cada que podía y tratando de que nadie me viera, movía mis caderas repegándome con fuerza a la silla para sentir el plug mi culo. Ya me había acostumbrado al tamaño y sentía muy muy rico. —Ramón se sintió un poco mal de la panza y se fue a su casa— anunció tío. No le dimos importancia pues a Ramón casi ya no le gustaba juntarse a jugar con nosotros, se aburría y se iba.
Terminamos de desayunar y tío prácticamente corrió a nuestros invitados. —José, ayer hablé con tu madre por teléfono y me dijo que te recordara irte ya, porque irán a misa—. La madre de José era muy religiosa, y todos los domingos iban a la iglesia. —Manuel y Román— continuó tío, —mis amigos y yo tenemos algo planeado para hacer con Netito, por lo que no se podrán quedar más tiempo. Los niños entendieron el mensaje de que su presencia ya no era requerida. Los llevé al cuarto para que se cambiasen y recogiesen sus cosas. Ya listos los despedí en la puerta diciéndoles que los vería mañana.
—¿Qué plan tenemos tío?, ¿vamos a salir?
—No, bebé, mis amigos y yo te vamos a hacer unas cosas que te van a gustar mucho acá mismo en la casa, sin necesidad de salir. ¡Claro, sólo si tú quieres!
—¿Qué cosas son esas?— pregunté.
—Como las que te hice cuando estábamos jugando a que eras mi perra, ¿te acuerdas que te gustó mucho?— asentí tímidamente pues veía en la manera en que todos me miraban. Ramiro y Jorge me comían con los ojos, —Pues ahora serás de nuevo mi perrita, pero también la de mis amigos. ¿Quieres?
—Sí— respondí con un rastro de duda.
—Mira, para que te animes y sepas que es lo que te vamos a hacer, te voy a dejar ver todos los videos que he grabado desde que llegué a tu casa. Pero la condición es que los veas con tu disfraz de perrita. Después de que los hayas visto me dices otra vez si sí o si no quieres ser nuestra perra.
Me llevó al cuarto de mis papás sin dejarme responder si aceptaba o no la condición, De igual manera lo iba a hacer. De verdad me había gustado ser la perra de tío. Me gustaron sus tratos hostiles y rudos, y me encantó la manera en que me sometía haciéndome comportar de una manera sumisa ante la situación. Me descubrí teniendo una erección al maninando lo que sentiría al ser dominado por tres machos vergones y cabrones. Tío me desvistió y me puso mi disfraz de perra. La máscara, el collar, las coderas, los guantes con garritas, el calzoncito con la abertura en las nalgas, las rodilleras y las calcetas con garritas. Todo iba bien hasta que, con bastante brusquedad sacó el plug que llevaba dentro con un sonoro ¡PLOP! y, de un empujón, enterró completo el plug de cola de perro. Me retorcí del ardor, pero no dije palabra. Me aguanté como un hombrecito. Mi tío al ver esto me regalaba risas burlándose de mí. Una vez listo en mi disfraz, conectó la cáma a la tv, igual que lo hizo el día de ayer en la tv de mi cuarto.
Las imágenes comenzaron a aparecer. En la pantalla veía una mano que subía y bajaba rápidamente pajeando una enorme verga hinchada en sangre, al fondo se alcanzaba a ver una televisión la escena del gangbang que tío me había enseñado mientras me trabaja el culo para ponerme el plug de cola de perro. Era el cuarto de mis padres el que estaba en el video. La cámara enfocó a un bulto que cubrían las sábanas. Una mano cuidadosamente hizo las sábanas a un lado para descubrir el cuerpo desnudo de un niño. Asombrado caí en cuenta de que ese niño era yo.. La verga se acomodó entre mis nalguitas y una mano que la guiaba la deslizaba en todo lo largo de mi raja. Una voz cercana a la cámara decía “qué rico culito, mmmmm, así”. Pasaron varios minutos en que, como un pincel, la verga le daba pinceladas a mi raja, y se veía cómo la iba pintando en líquido transparente. La mano guiaba las pinceladas, y masturbaba a la vez. Luego se enfocaron mis nalguitas. La mano usó el pulgar y el dedo medio para separarlas y así exponer mi ano. Era la primera vez que me veía el ano. Era un botón rosado, diminuto entre dos pálidas nalgas carnosas. Con el dedo índice, la mano tocaba mi botón de carne rozándolo con mucha paciencia, más nunca hizo el intento de meterlo. Hubo un movimiento brusco de la cámara para después enfocar la cara de tío muy cerca de mis nalgas. Tío era el hombre en el video. Con un mano separó una de mis pompis y acto seguido la cara mi tío se hundió en mi raja, lamiéndola de arriba a abajo concentrándose en mi hoyito rosita, “¡qué rico estás, Netito!” y volvió a enterrar su cara entre mis nalgas, comiéndose todo su precum que me había embarrado. Me ensalivó muy bien mi anito, pero también dejó gran cantidad de saliva un poco más abajo, entre mi ojete y mis huevitos. Otro movimiento brusco de la cámara y tío escupió en su mano para untar la saliva por toda su verga. Una vez más pasó su verga por toda mi raja y en un movimiento lento, a tientas, colocó su vergota entre mis muslos, y primero lentamente y después rápido, inició un vaivén de cadera, follándome el pequeño espacio entre mis muslos. Estuvo muchos minutos tallándome la pija entre las piernas. Se salió de entre mí, y se bajó de la cama, la rodeó hasta llegar a mi cara. Me veía plácidamente dormido. Muy dulce. Inocente. Me veía tan infantil y protegido hasta el enorme pito de mi tío entro al cuadro y como si su glande fuera un lipstick, lo pasó por todos mis labios. Con el pulgar presionando mi barbilla logrando que mi mandíbula cediera y abriera la boca. Tío intentó meter su verga dentro, pero ni siquiera su cabeza pudo pasar más allá de mis dientes, era gigante y no me cabía. Por lo menos dentro de mi inconsciencia. Al parecer la calidez que mi aliento emitía a mí tío le gustó, “qué rico, mi amor”, separó la verga de mi boca y comenzó a pajearse frenéticamente hasta que me llenó la cara de leche muy espesa. La cámara enfocó mi carita llena de semen espeso en diferentes ángulos. Mi apariencia inocente se vio totalmente corrompida. La cara de mi tío se pegó a la mía y sacando su lengua comenzó a limpiarme comiéndose sus propios mecos. Fue una imagen llena de erotismo y perversión que hizo que mi pichita. que ya estaba parada, comenzara a liberar preseminal, mojando el calzoncito negro ajustado de mi disfraz de perra. A tal grado fue mi excitación que comencé a mover las caderas de un lado al otro haciendo que el buttplug de cola de perro me batiera los intestinos por dentro. El video terminó y comenzó uno nuevo con un cambio de luz que indicaba que era de día. Seguía en el cuarto de mis padres. El encuadre era de mis nalguitas y la verga de mi tío restregándose en mi ano mientras se pajeaba. Se vino en una fuente de semen pegajoso que mojó toda mi raja. Mi tío me cubrió con las sábanas y terminó el video. Ahora tenía sentido el porqué de mi viscosidad al masturbarme en la mañana y ser el primero en penetrar mi ano virgen con mi propio dedo. El video que inició a continuación fue el que tío filmó cuando estábamos jugando a que yo era su perra. Todo estaba documentado. Las tomas mayormente eran de mi culo cuando estaba desayunando en cuatro patas con el plato en el piso. Cuando subí las escaleras con un closeup mientras jugaba a echar mi botoncito rosado hacía afuera. Mi culo salía en toda variedad de ángulos. Lo interesante fue ver cuando estábamos en mi cuarto, la toma era desde un rincón. Tío se lanzó sobre mí como un león contra un pequeño ciervo. Acariciándome y tocándome por todos lados. Vi cuando me preguntaba si ya me habían metido algo al culo, y como yo ladré un sí. Como me daba aquella nalgada punzante tan agresiva que sentí el efecto fantasma del ardor que el yo de los videos estaba sintiendo. Llegó el momento en que me dijo que me pondría una película en el cuarto de mis papás y el video terminó. El siguiente comenzó con la cámara enfocando mi entrada en cuatro patas al cuarto de mis padres. Me trepé a la cama, que era donde estaba él con la cámara. Tío me acomodó boca abajo sobre él, de modo que mi culito quedaba encuadrado, paradito en todo su esplendor y también se veía la tv de mis padres encendida con la escena del gangbang puesta. Trabajó mi cuevita con ardua dedicación y devoción. Primero con la lengua,después con un dedo, y después con dos dedos. Una toma rápida, me mostraba con la boca llena del glande de mi tío. Se veía toda la longitud de su virilidad en terminando en una base llena de pelos largos, deliciosos. Recordé con añoranza el olor de aquel racimo peludo y el de sus huevos sudados. Ahora despierto, yo abría mis mandíbulas al máximo y podía meterla con mucha dificultad. Después fue cuando me ensartó con el tapón de colita de perro y el niño de la cámara se retorcía en dolor hasta que poco poco se fue calmando en las caricias y mimos del hombretón. El llamado del timbre sonó y terminó el video. El siguiente video comenzó. Mis manos se fueron a mi boca queriendo contener la impresión. La toma mostraba a una niña en la cama de mis padres. Era una señorita rubia de pelo corto hasta los hombros como de doce años. Traía puesta una blusa amarilla pegada al cuerpo, una faldita a cuadros de color rojo oscuro. Llevaba calcetas blancas largas hasta arriba de la rodilla y sus muñecas estaban adornadas con muchas pulseras de colores. Estaba acostada en boca arriba, inmóvil. De vez en vez una luz mecánica y blanca parpadeaba iluminando el cuarto por un microsegundo. La voz de tío, que ahora ya reconocía fácilmente, resonó “dobla las rodillas y abre las piernas, muéstranos tu tesorito”. La niña lo obedeció y mostró a la cámara, debajo de su falda, la tanga de encaje color rosa que llevaba. Su sexo abultaba de manera cachonda. Apareció un mano que hizo a un lado la tanguita, pero en lugar de mostrar una vagina, reveló un penecito diminuto sin erección y un par de testículos, que además, estaban envueltos y atrapados en una especie de jaula de plástico. Un candado pequeño aseguraba su incómoda prisión. Se escucharon tres risas distintas que llenaron el cuarto. La cámara fue recorriendo el cuerpo hacia la cara del ahora niño vestido de niña acostado en la cama de mis papás. Me llevé las manos a la boca queriendo contener el sobresalto al descubrir que no era otro más que mi mejor amigo Ramón, con una peluca rubia. Desde ahora y sólo mientras esté relatando lo que vi en el video, llamaré a Ramón en femenino para ser mayormente explícito e inquisitivo en el estado en que se encontraba. Con una cara de gusto y excitación, pero con un rastro de nerviosismo. “Tira un beso a la cámara”, ordenó tío. Ramona lo hizo. “Ahora ponte boca abajo”, Ramona se dio la vuelta. La cámara se alejó de nuevo para hacer una toma completa de Ramona para después acercarse a sus nalguitas cubiertas por la falda. La mano de tío levantó la falda y destapó ese par de nalgas blancas con el triangulito que la tanga rosa formaba en su espalda baja. “Ponte en cuatro”, Ramona lo hizo alzando sus nalgas y exponiendo la tela que cubría su raja y ano. Ramiro, desnudo, entró rápidamente a cuadro y con fuerza empujó la cabeza de Ramona al colchón, obligándolo quedar de la manera en la que me había puesto a mí en el baño para sacarme el plug, esto causó que la nalgas de Ramona se separaran aún más. De manera repentina, mi tío asestó con fuerza una nalgada sobre la nalga derecha. Otra mano diferente asestó otra nalgada en la izquierda, y después unas manos morenas, negras, cayeron como látigos sobre las dos nalgas al mismo tiempo. Ahí estaba Ramona, sollozando, con las nalgas coloradas. Rojas como la sangre. “¿Te gusta?”, pero no hubo respuesta, “¡¿TE GUSTA?!” se escuchó de nuevo amenazadoramente, “sí”, entre sollozos tímidamente, “bien”, respondió mi tío riéndose. La mano apartó la tira de tela para descubrir el botón rosado de Ramona. “¡CLIC!” Un flashazo iluminó el cuarto. “Muy bien que te depilaste los vellos púbicos como te lo pedí, éste es tu premio, puta”, mi tío escupió en el ojete de Ramona y comenzó a pasarle por encima una paleta de caramelo macizo color rojo. Sin miramientos la metió dentro del recto para después sacarla en un movimiento rápido. Ramona se movió un poco al sentir aquello. Después avanzó a la cara de Ramona quien abrió la boca al ver que la paleta iba en esa dirección. “Si te mueves, te vamos a castigar”, le dijo en la oreja. Dicho esto, tío metió y sacó un dedo húmedo en el culo del niño, imediatamente otra mano hizo lo mismo, y seguido la mano negra hizo su parte. Esto se repitió en un ciclo de diez veces. Pasaron ahora a ser dos dedos los que se hundían en el interior de su pequeña cueva, diez veces cada uno. Después de esto las rodillas de Ramona comenzaron a temblar, pero eso no detuvo a sus atacantes que ahora, en un nuevo ciclo de diez veces, metían y sacaban tres dedos mientras le decías cosas sucias, predominando la palabra putita. “Descansa puta”, Ramona estaba embarrado en la cama en posición fetal, recuperándose de la dedeada. La cámara hizo un closeup al potito de Ramona que se encontraba rojito, hinchado y muy abierto. Cuando hubo pasado un minuto, tío dijo “creo que esta puta necesita un baño”, lo jaló del brazo hasta el baño y lo aventó al piso, “dame la peluca, no quiero que se moje”, tío se la arrebató de la cabeza. Los tres hombres lo rodearon y sin más, comenzaron a orinarse encima de Ramona, lo bañaron en orines de pies a cabeza. Sorprendentemente, Ramona seguía comiéndose la paleta que tío le había dado, “abre la boca”, dijo tío, y tres chorros distintos se apresuraron a orinar dentro de ella usando la paleta como puntería. “¡CLIC!” Otro flashazo inmortalizó el momento en el que le llenaban la boca al niño de miados. Se notaba que tío era el que estaba al mando de todo. Tomó del brazo a Ramona chorreando de orines, le quitó la paleta que tiró a la basura, y la condujo de nuevo al cuarto. Ramiro se apresuró y extendió un par de toallas sobre la cama en las Ramona se sentó con sus ropas de niña empapadas. Tío comezó un exquisito monólgo mientras le ponía de vuelta la peluca rubia. “Esta zorrita vino hoy a mediodía a buscar a mi sobrino para jugar y le abrí la puerta en bóxers”, la voz de tío llenaba el audio del video, era obvio que se dirigía a sus dos amigos. Si todo eso pasó la noche de ayer, era Jorge el dueño de esas manos negras. En el cuarto de mis padres estaban tío, Ramiro, Jorge y el chiquillo. “Desde que me vio no dejó de mirarme el paquete de reojo, así que lo hice pasar a la sala. Le dije que se sentara, que en un momento mi sobrino bajaría. Me senté al lado de él y el muy puto seguía mirándome el paquete, yo más le daba cuerda masajéandomelo sobre la tela hasta que se me puso duro como piedra. La putita estaba como hipnotizada con mi verga. Me la acomodé, dejándola salir por una de las piernas y él seguía con los ojos pegados a mi miembro, abriéndolos muy impresionado. Le pregunté que si había visto alguno más grande y me dijo que no, que sólo había visto el de su papá y no lo tenía así de grande. Le pregunté si le gustaba, y el muy putito me respondió que sí, hahaha, le dije que le diera un beso, pero un beso con lengua y el solito se tragó mi verga como la puta más experimentada, se la tragó completa, me gustó mucho cómo me la estaba mamando, y le agarré la cabeza y le comencé a follar la garganta con brusquedad. La putita aguantaba muy bien, hubiera podido estar follándole la faringe por horas, pero mi sobrino me esperaba arriba, y tenía que decirle el plan que se me había ocurrido. Me propuse acabar, y lo hice. Le llene el hocico de mi lechita y lo obligué a que se la tragara. El cabroncito lo hizo gustoso. Me metí la verga toda mojada de saliva a los bóxers y le pregunté que si quería más verga. La muy viciosa me respondió que sí así y lo invité esta noche diciéndole que haríamos una pijamada con Neto, le pregunté si tenían otros amiguitos a lo que invitar, me dijo que tres más. Son esas tres preciosuras que están dormidas con mi sobrino en el cuarto. Pobrecitos, el somnífero que les dimos los durmió de volada”, hubo risas por todas partes. “Le dije que le daría verga cuando los niños se durmieran y que tal vez iría un amigo mío que también le daría verga si quería. Los ojitos le brillaron, y ¿saben lo que me dijo, la muy putona?, que le diéramos toda la verga que quisiéramos. Bueno, pues prepárate para la verguiza de tu vida, nena. ¡A darle verga, muchachos!” Tío saltó a la cama poniéndose de pie en ella, los otros dos hicieron lo mismo y acorralaron rodeando a Ramona quien yacía hincada con las tres vergas a la altura de su rostro “¡CLIC!”. “Mama” Ramona se metió la verga de tío a la boca, engulléndola por completo y sacándola de nuevo dando una mamada espectacular para un niño de trece años, los cabellos de la peluca rubia se movían para todos lados. Ramiro, que en una mano llevaba la cámara fotográfica, con la otra mano tomó de la cabeza a Ramona y le clavó la de él.. El niño se veía tenso con las mandíbulas híper abiertas por lo gorda que era la pija de Ramiro, pero logró hacer lo mismo que con la de mi tío, la engulló completa “¡CLIC!”. “Esta puta sí que sabe mamar”, dijo Ramiro, “Ahora sigo yo”, dijo Jorge, quien agarró la cabeza de Ramona y le dejó ir la verga de negro completa, la verga más grande que he visto en mi vida, estaba follando brutalmente la garganta de un pendejito de trece años “¡CLIC!”. A Ramona le dieron arcadas y empujando con sus manos en los muslos morenos de Jorge, pedía que se la sacaran, sus ojos se humedecieron y lágrimos comenzaron a correrle por los cachetitos. Al fin Jorge lo soltó y Ramona aspiró una desesperada bocanada de aire, pero las vergas seguían en su trabajo de cogerse esa faringe puberta de Ramona. Las vergas entraban y salían húmedas en saliva espesa. Le estuvieron dando verga por la garganta quién sabe cuánto tiempo. El pobre niño tenía toda la cara roja y llena de flemas que resbalaban hasta su pecho. Los tres se bajaron de la cama y Ramona se desplomó sobre las toallas en la cama. Ramiro le colocó una bola en la boca como mordaza, igual a la de los niños en el video que tío puso ayer. Entre los tres, ataron las extremidades de Ramona a las esquinas de la cama. “El niño estaba boca abajo, estirado al máximo en forma de estrella “¡CLIC!”.“Yo voy primero. Luego Jorge, y al final tú Ramiro que luego nos la dejas mi aguada. Voy a poner la cámara acá”. Tío se acercó con unas tijeras a donde estaba el niño y comenzó a cortar la faldita hasta que se la hubo quitado, siguió con la blusita amarilla repitiendo el prodecimiento. Le dejó las pulsera de colores, las calcetas, la peluca y la tanga. “Ahora sí vas a conocer a Diablo, puta”. Tío escupió en el ano de Ramona y una vez más en su mano para lubricar su verga. De una estocada le dejó ir toda la verga al niño, los pies de éste se retorcían y los amarres se encajaban en su piel. El llanto gutural, ahogado por la mordaza, retumbaba en mis oídos en una manera espantosa. Aun con eso, tío no le dio un segundo de paz. Le bombeaba duro como una máquina inagotable. Luego de quince minutos, Ramona no emitía ruido alguno, pero al minuto cuarenta y cinco, gemidos ahogados sonaban como música en mis oídos, curándome el espanto que había sentido antes. Mi tío se la estaba trozando frenéticamente. Como un campeón. “Así, putita, así. ¿Esto quería no?, verga querías, pues aquí tienes, preciosa. Verga te doy”, y con esto último mi tío metía las manos debajo de él a la altura de su pelvis, pero era sólo para separar al máximo las nalgas de Ramona, para poder enterrarla más profundo. Ramiro de repente entraba a cuadro para buscar un buen ángulo y tomar algunas fotos. Hora y media estuvo tío follando a Ramona, hasta que vino dentro de él quedándose quietecito por un instante en el que disfrutaba su orgasmo. “Aprieta el culo cuando me salga para que te quede la leche adentro”, tío se salió de Ramona mostrando un verga embarrada con algo de sangre. Jorge ya estaba listo para ocupar su lugar, no sin antes expresar que deseaba cambiarlo de posición. Rápidamente lo voltearon boca arriba, el niño parecía más un muñeco de trapo que un ser viviente. Esta vez ataron cada pierna donde cada mano, haciendo que su puta queda lista para ser penetrada en posición de patas al hombre. Ramona no demostraba fuerza alguna en ninguna parte de su cuerpo excepto en sus esfínteres, los cuales apretaba cerrándolos para no derramar la leche que tío le había dado. Jorge ni siquiera se molestó en ponerse un poco de saliva en la tranca gigante y, usando el semen de mi tío como lubricante le dejó ir entera la semejante verga que parecía más de un caballo que la de un hombre. En los ojos de Ramona no había más dolor, ya había cruzado ese umbral para abandonarse en el placer de las estimulación anal. Jorge lo estaba follando ligeramente menos fuerte que tío, pero igual de constante, la metía y la sacaba, al cabo de media hora, el semen de tío había producido una especie de cremita blanquecina y espumosa que contrastaba con el hermoso color negro del pitote de Jorge “¡CLIC!”. El negro continuó limándole el recto y revolviéndole los intestinos por más de una hora hasta que resoplando como un toro, se vino dentro de Ramona. Fue instruida para que apretara de nuevo el ano para retener el semen de tío y Jorge dentro y ella lo hizo. No sé cómo pues estaba como ido. Drogado en verga. Ramiro era el siguiente y también estaba listo. Ramiro también pidió un cambia de posición, pero él deseaba que ya no lo amarraran y que le quitaran la mordaza.. Lo colocaron de lado y Ramiro se puso detrás de él. De cucharita, le fue ensanchando el ano para que cediera ante el grosor de su pitote. Poco a poco, y lentamente, éste fue abriéndose sin la necesidad de usar más lubricante que las dos eyaculaciones de los hombres que se lo habían follado antes que él. Al tenerla toda adentro, Ramona hizo una mueca instantánea de ardor. Ramiro folló suave y gentilmente el pobre ano ultrajado y sobretrabajado de Ramona por aproximadamente cuarenta minutos, durante todo ese tiempo, le daba besitos en el cuello, nuca, cara y boca, y también metía la lengua explorando la cavidad oral de mi amigo. Ramiro debío de haberle dado a cuidar a alguien más la cámara, pues otro “¡CLIC!” se encendió y apagó. Entre los tres le habían dado verga en el culo por poco más de tres horas seguidas. Pero aún no habían terminado con él. Ramiro se salió de él. Se le volvió a decir que cerrara el orto para que no se le escapara el semen de los tres hombres, y obedeció como un zombie. Tío cogió la cámara en sus manos nuevamente y le arrimó un vaso a Ramona. Lo colocó en la entrada de su ano y le dijo que pujara con fuerza para que saliera su leche. A borbotones salió el semen con una tonalidad rosada, llenando casi por completo el vaso “¡CLIC!”. “Tómate tu leche, chiquita”. Con la cámara enfocando de cerca el rostro de Ramona, guió el vaso a la boca del chiquillo y se lo dio a tomar. Gota a gota Ramona fue tragando, lentamente pues estaba débil y frágil “¡CLIC!”. Todo el vaso se terminó y hasta sacó la lengua intentando beber los restos que habían quedado en las paredes del vaso. Lo volvía a acomodar en la posición en la que lo habían de deado. En cuatro, con el culo en popa y la cabeza sobre el colchón. “No hagas ningún esfuerzo, quiero ver qué tan abierto estás”. El culo de Ramona estaba destrozado. Súper abierto , rojo e hinchado “¡CLIC!”. Hubo unos sonidos pegajosos, y de nuevo la mano de tío, extrañamente brillante, muy lubricada dedeaba a mi amigo, primero tres, después cuatro, después los cinco haciendo una punta, pero tío no paraba, seguía metiendo más de su mano, hasta que la tuve dentro hasta la muñeca “¡CLIC!”. “WOW, nunca se lo había hecho a alguien tan chiquito”. El niño, sin moverse, pronunció un fuerte, pero corto grito lastimero que no supe si fue de gusto o dolor. Un niño de trece años iniciado en el sexo a puño. Tío sacó su mano dentro, para ser reemplazada por la de Ramiro, lenta y cuidadosamente, le metió el puño hasta la muñeca “¡CLIC!”. La sacó Ramiro y la metió Jorge “¡CLIC!”. Esa enorme mano morena fue la más difícil de entrar, eso terminó de romperle el culo a la puta de Ramona. Lo del puño, como lo de los dedos, se repitió en un ciclo de diez veces. Ya a la quinta vuelta, los puños entraban y salían con mucha facilidad. Tío hizo una última toma con la videocámara y Ramiro una foto con la suya, del ojete destruído de Ramona mientras jorge lo estiraba lo más que le permitieron los esfínteres. Regalándome una de las más sorprendentes y más morbosas vistas de toda mi vida. El video terminó y comenzó otro. Llevaba ya cuatro horas viendo los videos pero no había sentido el pasar del tiempo. Ahora la locación claramente era el cuarto que compartíamos mi hermano y yo. Ahí estaba de vuelta a la pantalla, dormido, pero no estaba solo, Román, José y Manuel también estaban ahí, dormidos. Por orden de tío, Ramiro me cargó en brazos y me acostó en la cama de mi hermano, en la cual había despertado esa mañana. Antes de vestirme con la pijama, Ramiro lubricó con su saliva el plug que él mismo me había quitado para volverlo a meter.Reaccioné con un pataleo y una sonrisa en mi boca. Mientras me cobijó dijo "a tu sobrino le encanta que le den por culo, es todo un putito dragón", hubo risas de los tres. La cámara encuadró a los tres niños que yacían desnudos en el tendido que habíamos puesto Ramón y yo “¡CLIC!”. "¿Cuál quieren, amigos?, hay para escoger" preguntó tío. "Manuelito ya me la mamó, bueno, me la lamió, porque no le cabía en la boca, debajo de las sábanas cuando estábamos viendo la película. Ese también, tan chiquito y va que corre para putito. Me dijo que Ramón lo había obligado a que se la chupara pero a mí me la quiso mamar por voluntad propia, lo bueno fue que ya le dimos su merecido a esa putita. Entonces quiero probar ahora el que estaba contigo, Ramiro, a José, claro, si te parece bien" dijo Jorge. "Claro, hombre, ese José es otro mariconcito. Durante la película le estuve tallando el pene en su cola y nomás brincaba y se reía de gozo, y el muy travieso intentó abarcar mi pene con sus dos manos, pero nunca pudo rodearlo. A José ya lo probé, y ahora quiero a tu Manuelito" terminó Ramiro. La toma se abrió y dejó de moverse. Tío había puesto la cámara en la repisa apuntando al tendido. "Eso me deja a Román, al parecer él es el único que no salió puto de los cinco chiquillos. Recuerden, señores, a estos lo máximo que les podemos meter es un sólo dedo y nada más. A la putita de Ramón le hicimos lo que le hicimos porque él mismo lo busco, así que no soy responsable por estos tres y debemos cuidar que no se den cuenta de que los tocamos". Con esa advertencia cada quién se hizo de su infante y, libidinosamente los empezaron a tocar por todos lados, parecían vampiros sedientos de sangre devorando a su presa. Tío enterraba su cara en el culo de Román, apretando y separando sus nalgas. Jorge intentaba meter su verga negra en la boca de José. Ramiro le tallaba el pito en el culo a Manuel. Tío con mucho cuidado insertó un dedo en el culo de Román. Jorge introducía su lengua en las profundidades de la boca de José. Ramiro le hacía sexo oral a Manuel metiéndose la verga y bolas diminutas. Tío follaba salvajemente el espacio entre los muslos del único niño que al parecer no había salido puto. Jorge mordía y pellizcaba los pezoncitos del risueño saltamontes. Ramiro restregaba sus colosales testículos por toda la caída del niño más chico, en edad y medidas, del resto del grupo. Siguieron haciéndoles a los chiquillos cualquier cosa "inofensiva" que se les ocurría hasta que los primeros rayos del sol inundaban el cuarto. Eyacularon cada uno en la cara de su dormido amante, y como lo hizo tío conmigo, cada quien limpió su semen del rostro a lengüetazos. Los acomodaron en las camas, los vistieron con sus pijamas y cobijaron. Los videos terminaron.
—A tí no quisimos tocarte—, tío había entrado al cuarto y ni siquiera me di cuenta por haber estado absorto en la televisión. Estaba completamente desnudo y con una erección descomunal. —Quisimos dejar lo mejor para el final. ¿Entonces?, ¿aceptas ser nuestra perra o no?—. Después de una breve pausa "ruff" ladré un sí. —Ramiro, Jorge y yo estamos muy contentos. Ah, y se me pasó decirte, llegaron dos amigos más que quieren jugar a la perra y los amos con nosotros, ¡así que seremos cinco contra tí solita, perra! Además, te quiero informar que tu madre llamó, y me contó que ella y tu padre llegarán mañana a primera hora del día. Nos vamos a divertir contigo desde ahora hasta que amanezca. Pobre de tí, a ver si nos aguantas el ritmo, chamaco—. ¡Dios! ¿En que me había metido?
—Te estamos esperando abajo. ¡Vamos!—. La tarde casi había llegado a su fin pero aún iluminaba la casa algo de luz solar.
Me bajé de la cama y comencé a andar en cuatro patas. Tío me esperaba en el marco de la puerta. Lo pasé de largo y él en lugar de seguirme entró al cuarto. Seguí en dirección a las escaleras, cuando volteando, vi que tío ya estaba detrás mío con su imponente erección bailando de lado a lado al compás de su caminar. En ambas manos sostenía la videocámara apuntándome. Legué a las escaleras y cuidadosamente la bajé escalón por escalón. Ya abajo, tío me dijo que me esperaban en la sala. Pero cuando llegué no vi a nadie, y me encontré con que la sala se había convertido en un cuarto vacío, y espacioso. Los muebles estaban arrinconados contra las paredes, dejando el centro completamente libre. El gran tapete alfombrado que cubría el centro del cuarto, había sido cubierto y protegido por una capa de plástico negro, y sobre éste, en el centro, había una jaula pequeña. —Métete en la jaula—, mi tío seguía tras de mí filmando cada momento. Me metí en la jaula con cierta dificultad. Tuve que acurrucarme para poder caber. Cuando estuve dentro, tío cerró la puertecilla de la jaula bloqueando mi salida. —¡La perra ya está enjaulada y lista para nosotros, muchachos!—. Pronto la sala vacía se llenó de hombres que uno a uno entraban desnudos aplaudiendo al verme en mi posición. Aplaudían y reían burlándose de mí. —Ladra, perrita—. “Ruff-ruff-ruff”, las risas se transformaron en carcajadas, y hubo unos cuantos flashazos de dos cámaras fotográficas. Yo no sabía qué pensar, ni cómo sentirme. Veía a los cinco hombres con sus gigantes cuerpos desnudos. velludos, torneados. Con sus miradas amenazadoras y sonrisas pícaras. Con sus vergas adultas totalmente desarrolladas en diferentes estados, yendo desde la flacidez a la erección. Tío desde una esquina filmaba todo. Ramiro veía al resto de los hombres rodear la jaula mientras bebía un líquido marrón de un vaso con hielos que traía en una mano, cuando en la otra cargaba su cámara de fotos. Jorge con una cerveza en la mano, era uno de los que estaba más cerca de la jaula, se rió en mi cara llegándome el olor de su aliento alcohólico. Uno de los hombres que no conocía estaba picándome y pellizcándome las nalgas. Era un rubio muy alto, el más alto de todos y el más jóven también. Debió de tener unos veintiocho años en aquel momento. Su cuerpo era de tipo nadador, muy delgado pero con músculos tonificados, estaba cubierto por fino vello rubio. —Te dije que era carne de primera calidad, Martín—, dijo mi tío, y el que estaba jugando con mis nalguitas, el rubio con cuerpo de nadador, le dijo que era verdad, que yo era el pedazo de culito más rico que había visto en mucho tiempo, y con gran entusiasmo derramó un chorro de cerveza en mi culo que reaccionó en un brinco al sentir el líquido frío. Cuando tuve oportunidad de tenerlo en mi campo visual, pude ver su verga erecta por primera vez. Era una verga preciosa, con circunsición, rosita, coronada de vellos púbicos rubios. Era la verga más chica de todos pero la más hermosa, debió de haber medido diecisiete centímetros y más bien era delgada. El quinto hombre, estaba sentado en uno de los sillones que habían orillado a las paredes, con la segunda cámara fotográfica que había en la habitación, en las manos. Tenía bigote y una barba tupida, negra, con algunas canas, larguísima que le llegaba al pecho. Era el dueño del cuerpo más velludo de los cinco. El tipo parecía un oso. Una bestia animal. Su avanzada calvicie denotaba que era el mayor de todos. Podría tener algunos cuarenta y cuatro años, y su complexión era gruesa, musculosa, como que en su juventud había sido fisicoculturista, pero ahora tenía una gran panza redonda y dura que descansaba erguida sobre su verga peluda que comenzaba a erectarse. Él y tío eran los únicos que no estaban tomando nada. —¿Tú qué opinas, Joel?— inquirió mi tío, y el hombre panzón respondió que yo era una perrita muy hermosa.
—Esta perrita sí, es muy hermosa, pero está muy muy sucia. Preguntémosle si quiere un baño. ¿Quieres un baño perrita?— tío me preguntó. Sabía a lo que se refería, lo había visto hace unas horas en el video. “Ruff-ruff” ladré un no. No tenía ganas de que me bañaran en orines, me daba un poco de asco. Además eran cinco, entre todos me harían nadar. —¿Oyeron a esta perra? Como todas las perras sucias, nunca se quieren bañar. Le huyen a los baños. Pero para eso estamos tus amos aquí. Tu cuerpo lo exige. ¡Apestas, perra! Te vamos a quitar esa suciedad de la que estás llena.
Tío buscó un lugar donde poner la cámara. Algún rincón con suficiente altura para documentar cada detalle de la salvaje velada.
A su señal, los cinco hombres me acecharon rodeándome en mi encierro. Sus vergas apuntaron a mi cuerpo, y uno a uno, se fue uniendo al primer chorro de orines, hasta que fueron cinco los que me mojaban “¡CLIC!”. Al inicio el fuerte olor era un tanto desagradable, pero el tacto cálido del fruto de sus riñones, me transportaba a un lugar tan sereno y protegido como un feto en el vientre de su madre. Aunque al principio me había opuesto a ser bañado en orines, me encontraba ahora disfrutando de aquello, tanto que me atreví a abrir un poco la boca y sacar la lengua para saborear la calidez del líquido. Joel, el panzón se dio cuenta y arrodillándose muy cerca de mi hasta que su verga quedó a la altura de mi boca, me dijo que me prendiera como becerro y me tomara sus miados. Lo obedecí y puse mis labios alrededor de la puntita de su pene que lograba colarse entre los angostos barrotes de la jaula, y comencé a beber el jugo caliente y salado que guardaba su vejiga solamente para mí “¡CLIC!”. Los orines seguían manando sin parar de sus fuentes, imparables e incontrolables. Mojaron cada rincón de mi cuerpo y empaparon por completo mi disfraz de perra. Era tanta que me comenzó a entrar a los ojos y me ardían, pero no dejaba de beberme los miados de Joel hasta la última gota. Cuando los chorros cesaron los cinco hombres soltaron una sonora carcajada que debió escucharse por todo el barrio. Los vecinos han de haber pensado que mis padres tenían una fiesta dominical en familia. Y sí, éramos una familia. Ellos eran mis cinco amos y yo, su única perra. —Dejemos que seque un poco en lo que llenamos nuestras vejigas de nuevo que la perra sigue sucia. Tío y Joel bebían agua como si estuvieran perdidos en el desierto, mientras que Ramiro, seguía con whisky, y Jorge y Martín, tomaban cerveza oscura sin cesar. La posición en la que estaba comenzaba a cansarme. Los miados me chorreaban y caían en el plástico negro que cubría el piso “¡CLIC!”. Ahora veía la razón de ser de ese trozo de alfombra plastificada. Tío y sus invitados tenían todo cuidadosamente planeado. La lluvia dorada era sólo una más de todas las actividades planificadas para la velada, que ahora podían tachar de su lista.
Pasados menos de quince minutos, las ganas de orinar de los hombres se fue acumulando. Tío fue el primero en indicar que ya no aguantaba las ganas de orinar. —Esta perrita sigue toda puerca. Ya la limpiamos muy bien por fuera, ¿verdad, señores?—, los hombres aullaron un ¡Sí!, —pero falta limpiarla por dentro. Tío estaba dentro de mi campo de visión, y lo veía decir estas palabras con un objeto negro en las manos. En un extremo, el objeto comenzaba en en tubo delgado, y en el otro extremo en cono. Era un pequeño embudo. Tío me rodeó saliendo de mi campo de visión. Me tiró fuerte de mi colita de perra que salía por entre la jaula, haciendo que el tapón saliera de mis adentros. Lo reemplazó con otro objeto que no alcancé a ver, más supuse que era el embudo que traía en las manos. De pronto en mis adentro, comenzó una sensación extraña. Un torrente casi eléctrico sentía que recorría mis intestinos hasta llegar a mi pancita, después esa sensación de electricidad cambió a una sensación húmeda y tibia. Lo que recorría mi interior era un líquido, no una corriente de electricidad. No era nada estúpido para mi corta edad, y no me llevó mucho tiempo atar cabos y deducir que lo que me llenaba la panza no era otra cosa que los orines calientes de mi tío, salidos directamente de su verga, y entraban directo a mi recto con la ayuda del embudo “¡CLIC!”. Ya le había perdido el asco a la orina y estaba genuinamente disfrutando todo aquello, pero no me dejaba impresionar el hecho de que me estaban dando orines a por culo.
A mis siete años había tantas cosas que ni siquiera me imaginaba fueran posibles de realizar, y que en estos últimos dos días, yo mismo había vivido y/o había visto en los videos de tío. Cada vez me sentía más y más lleno, pero no había ninguna molestia. Jorge fue el segundo en hacer saber que necesitaba orinar, y cuando tío terminó le cedió el lugar. Otro potente chorro inició su exploración dentro mío “¡CLIC!”. Mi panza estaba muy inflada. Tan inflada que parecía una versión infantil y lampiña de Joel. La sensación de tener el estómago lleno se estaba volviendo insoportable y el chorro de Jorge parecía no terminar. No aguantaba más, tenía que cagar. Tenía que expulsar los litros y litros de miados que tío y Jorge me había regalado con mucho morbo. Jorge terminó justo en el momento en que expulsé el embudo y comencé a largar los orines. —Échalos para afuera, perrita—, dijo mi tío, en lo que chorros y chorros de orines salían de mi interior “¡CLIC!”. Luego de los primeros chorros, sentí que aparte de los orines, estaba expulsando algo sólido, y por el olor ácido y putrefacto que impregnó mi nariz, supe que era materia fecal. Me invadió una enorme vergüenza por estarme cagando como un bebé frente a los cinco hombretones adultos, y por el cochinero de mierda que estaría dejando por todas partes. Volteé a ver a Ramiro, Joel y Martín quienes eran los únicos que estaban a la vista, y me tranquilizó que el rostro de los hombres no denotaba asco sino una marcada excitación que se asentuaba en sus crecientes erecciones. Me sentía vacío de nuevo, muy limpio por dentro a decir verdad.
Con todo el asunto del enema de pis, había olvidado lo incómodo y casi intolerable que me resultaba estar en la misma posición encerrado en la jaula por más tiempo. Tenía que estirarme ya. Pero eso no sucedería en ningún momento pronto, pues volví a ser penetrado al tiempo que Ramiro caminaba hacia a mí y me rodeaba. Esta vez mi recto recibió la pipí de Ramiro, sientiéndola recorrer por todos mis intestinos ya humedecidos “¡CLIC!”. Me llenó mi barriguita poco menos de cuando lo hizo tío, pero enseguida Joel, se formó tras de mí y para antes que terminara ya no me cabía una gota más y largué de nuevo los orines de ambos y, como la vez anterior sentía que al principio y casi todo fue líquido, excepto al final que sentí pequeñas cositas sólidas que fueron el resto y lo último que me quedaba en el estómago. Eso lo supe porque Martín que llevaba tiempo miándose, fue el último en meter sus miados en mi interior. Al expulsarlos sentía que era todo líquido. Estaba totalmente limpio.
—Jorge, ve y tira la mierda de la nuestra perra al baño— ordenó mi tío. Vi pasar a Jorge con una cubeta en las manos en dirección al baño de la planta baja. Respiré aliviado al saber que no había ensuciado toda la sala.
—Creo que le vendría bien un poco de esto en el culito—. Reconocí la voz de Martín el rubio. Sentí de nuevo que me introducían algo en el culo y comenzaba a entrar un líquido diferente esta vez. Sentía que me escocia de una manera deliciosa, antestesiándome el recto con su tacto frío “¡CLIC!”. No fue mucho. No había sentido que me recorría mis intestinos infantiles. Lo sentía todo acumulado en el recto. Me sacaron el embudo y sentí una cosa que lamía mi anito, no pude evitar compararlo con el beso negro que tío me había dado el día anterior. La boca de Martín estaba pegada en a mi colita, y su lengua lamía la entrada de mi cuevita. Como no sentía la necesidad de expulsarla por ser tan poca cantidad de líquido, la contuve dentro aprentando mi ojete, además que estaba disfrutando mucho la juguetona lengua de Martín en mi poto. —Échala para fuera que usaré tu culo como bebedero y me la tomaré toda— me dijo después de varios minutos en los que se comió mi ano, y yo pujé con todas mis fuerzas hasta la última gota para que Martín la sorbiera gustoso “¡CLIC!”. —¡Qué rica es la cerveza! Y más servida en un culito de una chachorrita.
—La perra está finalmente limpia— dijo tío abriendo la puertecilla de la jaula para liberarme y todos a mi alrededor aplaudieron.. —Salte, perrita—. Como pude, salí de la jaula, y al sentirme libre me desplomé en el plástico húmedo en orina “¡CLIC!”. Comencé a sentirme extraño. Estaba mareado y como entumecido. Una sensación de calidez invadió todo mi cuerpo, en especial en mi cara que la sentía sonrojada. El alcohol de la cerveza oscura, que aunque fue poca, eficientemente.había sido absorbido por las paredes de mi recto con dirección directa al torrente sanguíneo de mi cuerpecito infantil. Estaba borracho y se sentía muy bien.
Tio se llevó la jaula a un lado. Jorge y Martín colocaron la mesa de centro de la sala en el lugar que ocupaba la jaula. Joel con su musculatura y su rendonda panza , me levantó como se levanta a una pluma y me acostó en la mesa de madera oscura. Una mesa amplia, y de patas cortas. En mi estado de ebriedad, sentía como si miles de hormigas me recorrieran todo el cuerpo. Me daba cosquillas. Estaba feliz. Y ahora que ya me había podido estirar a mis anchas, me sentía libre. Ramiro se acercó y dejó caer varios rollos de soga al piso. Tío me quitó la máscara, las coderas, los guantes, las rodilleras y las calcetas.
De mi disfraz de perra, ahora solamente llevaba puesto el collar t los calzoncitos. Entre Ramiro y tío comenzaron a pasar los trozos de soga por toda la mesa y por todo mi cuerpo asegurándome en una posición moldeada por ellos dejándome indefensamente inmóvil. Cuando hubieron terminado de atarme, me encontraba boca arriba. Amarres en mi collar hacían que este se me pegara al cuello haciendo una leve presión en la parte de abajo de la barbill. Esto me provocó un poquito de nervios y un asomo de claustrofobia causada por la sensación de ahorcamiento y la incipiente taquicardia. Me obligaba a mantenerme con el rostro paralelo al techo. Mis manos estaban atadas a mis espaldas justo arriba de mis nalgas y había soga que me rodeaba el estómago junto con los antebrazos. Otra soga pasaba por mi pecho y brazos, haciendo que se me pegaran al cuerpo. Mis piernas estaba en mariposa, con las rodillas hacia fuera y las plantas de mis pies se juntaban una con la otra quedando con los talones a un palmo de mi potito. Me rodeaban tiras de cuerda, al rededor de mis tobillos para manterlos junto, y en mis rodillas, para mantenerlas separadas. En la zona de mis genitales y trasero, había más nudos y vueltas que formaban algo parecido a un calzón de cuerda sobre mi calzoncito de tela enmarcándolo. Ahí estaba sobre la mesa, inmóvil “¡CLIC!”. Después tío me indicó abriera la boca y me amordazó con una bola como con la que amordazaron a Ramón en el video, y ajustó los tirantes de piel por detrás de mi cabeza haciendo que por un momento el collar me ahorcara con fuerza causándome problemas para respirar. Luego me tapó los ojos con un antifaz negro, oscureciendo mi vista dejándome completamente a ciegas.
Un dedo travieso comenzó a hurgarme el hoyito y con facilidad logró hundirse dentro de mí hasta el fondo. Luego fueron dos, luego tres. Con tres dedos me sentía lleno, y sentía súper rico con los tres dedos se batían en mi recto como licuadora provocándome cosquillas orgásmicas en mi pequeño cuerpo. Un objeto frío y puntiagudo, rascaba mi piel por debajo de mis calzoncitos y de las cuerdas encima de él. Con un sonido metálico, como de guillotina, la tela de mis calzoncitos comenzó a rasgarse hasta que me encontré con mi sexo al aire, y solamente cuerdas y ya no más tela, sobre mi piel. Algo me pinchó un pezoncito y se quedó ahí pellizcándome como pinza. Otra pinza hizo lo mismo con mi otro pezón. No dolía. La presión era leve. Hubo otra pinza. Y otra más. Y otra. Poco a poco me fueron llenando con pinzas el pecho, el estómago, y los muslos. Cuando creí que habían terminado, las pinzas comenzaron a engancharse también en mi pene y en mi escroto “¡CLIC!”.
El dolor leve del inicio se fue intensificando conforme pasaban los minutos, más aun seguía siendo extrañamente soportable. En mi ano había una fiesta de dedos. Sentía como entraban y salían dedos distintos de todos los tamaños y texturas, que abrían más y más mi culo dilatado. Los dedos, después se convirtieron en lenguas. Una a una fueron probando mi sabor. El sabor de mi interior. Por un lado, en mi culo sentía delicioso, me sentía abierto, riquísimo. Y por otro lado, el dolor de las pinzas en mi piel estaba comenzando a arder. Me quitaron la bola que tenía por mordaza y la cambiaron por un artefacto de metal que me obligaba a tener las mandíbulas ampliamente separadas, quedando con la bocota abierta e indefenso a cualquier cosa que quisiese ingresar en ella. Y así ingresaron varias cosas. Primero sentí en mi lengua dos dedos que juqueteaban con ella, después sentí las lenguas que hacía un momento estaban comiéndome el culo. Se hundían en mi boca y se restregaban en mi lengua. De pronto, conforme todos los hombres me besaban y me metían sus lenguas, también comenzaron a escupirme. Uno a uno, los cinco me escupieron hasta haberme llenado la boca de saliva, y me la hicieron tragar.
Eso lo fueron repitiendo en varios ciclos. Después, otra cosa entró en mi boca, algo menos húmedo que una lengua y mucho más grande que un dedo. Era terso, babeante, se sentía rico hasta que de pronto irrumpió por completo hasta la garganta provocándome asfixia y arcadas. Esa verga que me follaba brutalmente la faringe no podía ser otra que la de Martín. Sería la única que me cabría más allá de las mandíbulas para enterrarse profundamente en la garganta. El pene de Ramiro y el de Joel, ni siquiera pasarían más allá de mis dientes de lo gruesos que son, y los de tío y Jorge, sí bien, podrían pasar más allá de mis mandíbulas y llenarme la boca con sus glandes, no cabrían en mi estrecha garganta que ahora Martín estaba trabajando con estocadas violentas “¡CLIC!”. He de haber estado poniéndome morado por la falta de aire, porque alguien lo forzó para que me soltara. Al sacarme la verga, respiré agitadamente en lo que la tos que me provocó me lo permitía. Me ordenaron que sacara la lengua, y cuando lo hice, tres glandes diferentes peleaban por rozarse en ella. Luego, todos los pares de enormes huevos peludos se fueron hundiendo en mi boca abierta, como un sobre de té se hunde en una taza de agua caliente. Por último, pude sentir unos enormes dedos cortos del pie de alguno, que intentó con éxito acariciar mi lengua . El dolor de las pinzas en mi piel era insoportable, y justo cuando estaba apunto de echarme a llorar porque ya no aguantaba, comenzaron a quitarmelas. Primero las primeras, la de los pezones, que ya deberían estar en carne viva. Las que me pusieron alrededor de las tetillas. Las del estómago, cerca del ombligo. Las de los muslos, cerca de mis ingles. Y las de mi penecito y escroto. La primeras y las últimas fueron las que más dolieron. Sentí que la mesa se movía debajo de mí, y en un momento estaba flotando en el aire. La había cambiado de lugar conmigo encima, amarrado a ella. Estaba aliviado por ya no tener las pinzas, pero ahora eran las sogas y el antifaz los que me comenzaban a dar claustrofobia.
Ruidos de cuerdas y cosas metálicas se escuchaban desde otro lugar lejano al que me encontraba ahora. Luego de algunos minutos, escuché que alguien se acercaba y me quitaba el antifaz, dejándome el separador de mandíbulas puesto. Era tió, quien comenzó a desatarme. Después se le unió Ramiro y así terminaron por liberarme con más prisa. Cuando se alejaron y me dejaron ver más allá de ellos, de las vigas del techo de la sala colgaban unas cadenas que bajaban hasta engancharse a un pedazo de tela negra. Sólo lo pude asociar a una hamaca o un columpio. Joel se acercó a mí, y con ambos brazos me cargó y me estrechó contra su pecho de oso. Caminó hacia lo que colgaba del techo y me dejó caer, boca arriba, gentilmente en la tela que sostenían las cadenas. Con cuatro esposas aseguraron cada muñeca y cada tobillo a las cadenas “¡CLIC!”.
—Martín, tú vas primero, como habíamos quedado. Tú fuiste el que ofreciste más—, dijo mi tío, —te va a tocar desvirgarlo. Y ahí sí dale cómo y cuánto tú quieras, por el culo no respira, cabrón!
—Ya estás. Perdón, Netito, que casi te asfixio—, dirigiéndose a mí. —¡Es que me calentaste mucho con esa boquita preciosa que tienes, y tu gargantita tan húmeda, caliente y apretadita!
—!Pues vas!—, tío le dio el visto bueno.
El divino Martín se colocó entre mis piernas abiertas. Me mandó un escupitajo que me cayó en el ojete y con tres dedos me empujó la saliva dentro. Volvió a escupir, esta vez en su mano, y se untó de saliva la verga rosada, erecta y perfecta. La rosó en mi anito, dando pinceladas y cuando menos lo esperaba, me la dejo ir en toda su longitud hasta los huevos “¡CLIC!”. A pesar de estar tan dilatado y preparado para recibir incluso objetos de mayor grosor, su fuerte e inesperada estocada, que llegó a partes de mi recto que aún no habían sido exploradas, me había causado un dolor gravísimo que me hizo retorcerme como ostión en limón engarrotando los dedos de manos y pies. Creí que me iba desmayar. O tal vez sí llegue a la inconsciencia que aquel dolor me provocó, pero fue ese mismo dolor insoportable el que me regresaba a la realidad. Martín estaba vuelto loco. Como todo un semental me estaba montando furiosamente, sin darme descanso. Pasaron como diez minutos en los que no dejé de sentir que me estaban partiendo en dos, pero ya al minuto doce el dolor calmó. Sentía algo extraño. Era una sensación de ardor y como de ganas de hacer pipí, que luego se fue transformando en un inmenso e indescriptible placer que no me cabía en el cuerpo. Martín seguía dándome por culo inmerso en lo suyo, y yo disfrutando de lo lindo de sus pollazos en mi interior. En mi culo había una fiesta privada en donde sólo la verga de Martín y mi infantil próstata eran los invitados. —La perra ya está gimiendo de gozo—, dijo Jorge, quien se adelantó a donde quedaba mi cabeza con mis mandíbulas trabadas y me mandó todo lo que cupo de su pitote, dentro de mi boca. Martín me seguía limando el culo de una manera impresionante y el pene de tío ya había ocupado el lugar del de Jorge en mi boca. Total, pasaron todas las verga por mi boca y Martín no acababa. Parecía estar drogado, pues llevaba casi dos horas cogiéndome con la misma intensidad, el mismo gusto, el mismo frenesí. Al final avisó que se quería venir, y que quería hacerlo en mi boca. Se salió de mí, pero en cuanto lo hizo, tío ordenó que Jorge, el de la verga más grande, ocupara el lugar de Martín. —Para que abras camino, cabrón—.
El negro escupió varias veces en su mano, y pasó la saliva por todo su enorme mástil oscuro. La apuntó en la entrada de mi cuevita recién desvirgada y, de una estocada lenta pero ininterrumpida, me fue llenando el culo como nunca pensé que se podría. Martín por su parte penetró mi garganta, esta vez con más cuidado, hasta que se vino llenándome la boca abierta de semen caliente, muy líquido, tanto, que no pude más que tragarlo para no ahogarme en é “¡CLIC!”l. Ya por la mitad del entierro de la verga de Jorge me fue invadiendo un dolor terrible, y como se fue hundiendo más en mí, se fue acrecentando, incluso más fuerte que el dolor que me causó Martín. Para cuando la tuve toda adentro, y su par de huevos se aplastaban en mis nalgas casi como queriendo ellos entrar también en mí, me desmayé. Habrá pasado tal vez media hora, y cuando volví en sí, Jorge seguía dentro mío, serruchándome el interior como un caballo a una yegua. Salvajemente me la sacaba completa, y me la dejaba ir haciéndome ver estrellas. El dolor había pasado, pero la molestia persistía, sentía todo el culo hinchado, con cierto ardor. ¿Y cómo no?, si mi culo de siete años estaba recibiendo a un negro con una pija monstruosa que estaba destruyendo toda mi cavidad anal a su paso. Con diez minutos más de estarme follando, Jorge se salió pero no había terminado, y tampoco se fue a venirse en mi boca como Martín. Inmediatamente al salirse Jorge, Joel fue el siguiente. Joel tenía la verga más gruesa que Jorge, casi igual que la de Ramiro, pero era la menos larga de todas. Estaba teniendo muchas dificultades para entrar, tanto por lo grueso de su miembro, como por lo inflamado que debí haber tenido mis pliegues anales.
Después de trabajarme un poco, mis esfínteres comenzaron a ceder, y estirándose a su máximo, como nunca me había estirado, la cabeza del pito de Joel, y de ahí, Joel la metió completa con un movimiento rápido y violento, abriéndome y estirándome el recto a cada centímetro que entraba. Su mete y saca era furioso, el más agresivo de la noche. Era bestial. No sólo su cuerpo se asemejaba al de un oso, también su actitud animal en sus movimientos y sonidos, gruñidos, gemidos guturales que resoplaban como un toro antes de embestir. Joel pidió que se me quitara el aparato que me mantenía abierta la boca, y tío lo hizo. Más animado, Joel siguió cogiéndome bestialmente mientras se abalanzaba contra mí a la vez que me atraía hacia él tanto como la esposas en mis muñecas se lo permitieron, y así, nuestras bocas se fundieron en una sola. Me dio un rico beso húmedo y caliente metiendo su lengua profundamente. Yo sentía la espesura de su barba estrellarse contra mi cara, cuello y pecho, mojándose en mi sudorosa piel. Yo estaba disfrutando de aquel delicioso beso, y justo cuando me encontraba mamando su lengua como si fuera una verga, sus resoplidos aumentaron indicándome que se estaba viniendo dentro de mí. No sentí nada comparado a cuando me estaban de llenando de miados, pero el sólo hecho de saberme mojado del semen de Joel en mis adentros, me prendió tanto que puso mi pichita al cien. —Dejaste a nuestra perrita en celo, Joel. ¡Mira cómo se le paró su clítoris!—, dijo Martín, quien tomó mi penecito con dos dedos e inició a masturbarme de manera frenética que creí que me lo arrancaría, después se lo llevó a la boca, y me lo comió deliciosamente.
Cuando Joel se salió de mí, tío indicó que el próximo era Ramiro. Al parecer tenían la misión de destrozarme el culo esa noche. Ramiro fue a tomar posición, y usando el semen de Joel como lubricante, comenzó a trabajarme el anillo. Fue punteando, poco a poco, haciendo presión y soltando. Hacía presión y soltaba. Con tres minutos así, la cabeza ya entraba, pero de ahí no pasaba, la volvía a sacar. Ramiro la tenía aún más gorda y más larga que Joel, así que mi ano y recto todavía se iban a estirar aún más. Yo no lo creí posible. Mi culo cada vez se hinchaba más. Pero así con el culo hinchado y adolorido, Ramiro no paraba de putearme, de meterme la cabeza y sacarla. Después no sólo fue la punta. Cada la sacaba, metía un poquito más. Trabajándome, dilatándome, abriendo mis adentros, hasta que hubo restregando sus bolotas en mis nalguitas empalándome por completo. Mientras Ramiro se quedaba quieto dentro mío, Martín, que ya había se había vuelto a poner caliente y erecto, me la daba por la boca para que se la mamase a mi ritmo y mi voluntad, pues ya tenía mis mandíbulas libres. En verdad era una verga preciosa la de Martín. Una de las pijas más hermosas que he visto, así que la chupé rebosante en dicha.
Ramiro comenzaba a moverse. ¡Dios!, dejé de sentir las piernas, se me habían entumecido, no las sentía, pero lo que sí sentía, era mi pequeño recto estirado a todo lo que daba. Me puse a pensar que tal vez así se me quedaría ya el culo, con el músculo de mis esfínteres vencido. Hasta me imaginé que me cagaría en los calzones por no poder sostener la mierda dentro. Los pensamientos se desvanecieron cuando Ramiro comenzó a darme como todas su fuerza y ganas. Me hacía vibrar todo el cuerpo e hizo que se me saliera la verga de Martín de la boca. Joel insistía con sus mete y saca furioso, después, comenzó a hacer círculos con sus caderas moviendo su verga por las paredes laterales de mis recto, estirando aún más y revolviendo todas mis entrañas brutalmente. Ramiro indicó que se iba a venir, llevaba follándome por cuarenta minutos, y quería correrse dentro mío y
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