Verde Militar II: los calzones de un soldado
De madrugada, me deslice hasta la cama de enfrente. Puse lo que quedaba de mi slip azul cielo en la cara de mi nuevo amigo, con la parte más olorosa justo encima de su nariz. Escuché como aspiro fuertemente, disfrutando el olor de mi verga y sentí c.
Link de la primera parte: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/masturbacion-masculina/verde-militar-i-el-chaqueteadero/
Este es el recuerdo al que me llevaron las palabras de Mario.
Días antes de partir al cuartel todos firmamos un reglamento del tamaño de la Biblia. Así aceptabamos las normas y los castigos por incumplirlas. Eran miles y muy puntuales, incluso especificaban cada prenda que debíamos usar:
«166. Trusa. En tela verde olivo y blanco, en corte tipo bikini, 7 piezas de cada color. »
Aunque de niño esa fue la prenda que más vi en vestidores y regaderas, el boxer la desplazó con los años, hasta volver al bikini algo ridículo. Yo seguí esa moda un tiempo, para evitar las burlas, pero me parecían calurosos, incómodos y nada sexys: la mayoría de los bóxers tienden a disimular el bulto, haciéndolo verse grande u ocultandolo, mientras que la delgadez y tamaño del slip no esconde nada del paquete; ni teniendo el pene en reposo puedes evitar que la tela se amolde a los genitales revelando su forma. Por eso yo agradecía cada que, muy de vez en cuando, en las regaderas de la alberca de mi preparatoria aparecía algún rezagado que continuaba usando bikini. En la universidad regresé a las trusas, solo que no tenía 7 blancas y 7 verde olivo.
La mayoría no las llevó, y los que sí, solo por prevención, pues se seguían poniendo boxers. Yo y unos cuantos las usábamos, pero de todos los colores. No sabíamos lo que nos esperaba.
Al final de nuestro tercer día de servicio un superior llegó al dormitorio con dos ayudantes. Era un galerón enorme en el que cabían dos filas de 60 literas, conectado por un pasillo a las duchas. Estábamos sudados por el ejercicio, de modo que había un ir y venir de morros entre ambos espacios.
El sargento observaba en silencio, muchos ni siquiera notaron su llegada. De pronto fijó su vista en una silueta alta y delgada que se acercaba por el corredor con una toalla en los hombros. Era el hippie de Linares, que saliendo de bañarse se había puesto por única prenda un boxer de cuadros anaranjado, de esos holgados con botones en la bragueta que llegan hasta las rodillas.
Los gritos de nuestro superior resonaron hasta el pueblo, seguro. En instantes nos formamos en dos filas paralelas, de 60 vatos, vestidos, semidesnudos, en calzones y hasta los que llegaban de la ducha, aún les escurría agua y espuma x todo el cuerpo y se cubrían la verga con las manos. Yo me había bañado apenas, y solo alcance a ponerme una playera blanca y un bikini azul muy desgastado.
El sargento estaba vociferandole a Linares en la cara. Trate de poner atención al regaño pero mi cerebro decidió que era mejor ver a mis compañeros, tan rectos, quietecitos y asustados. Las finas manos de Muñoz a duras penas le cubrían el chile, entre sus dedos se asomaba un vello púbico muy corto y se alcanzaba a adivinar el escroto debajo de sus yemas. Rosas, un osito, tenía el amplio pecho y la barriga tupidos de vellos pelirrojos… el mejor, definitivamente, era Carcaño, puesto que antes de llegar se dedicaba al crossfit y tenía muslos y nalgas de acero…
Mi pene comenzó a despertarse, haciendo presión contra la tela. Me excitaba ver la vergüenza del vato que dormía justo frente a mí, era tan silencioso y discreto que no sabía su nombre. Estaba desnudo, y miraba hacia el suelo ruborizado. Tenía un lunar justo debajo del pezón izquierdo, y un cuerpo normal. Era el más nervioso.
En eso un sonido llamó mi atención… el sargento había metido sus manos en el boxer de Linares y de un tirón lo rompió y lo dejo caer. El vato solo trago saliva. Tenía las bolas peludas y encogidas de frío o de miedo. De pronto entraron los ayudantes del sargento, no sé en qué momento habrán salido, pero traían una bolsa para basura vacía, otra llena a reventar, una libreta, tijeras y ahora eran cuatro en vez de dos Se les ordenó revisar todo el equipaje. Mientras comenzaban a revolver los pequeños closets y las maletas, el sargento nos recordó los castigos por incumplir el reglamento.
Pero teníamos otra opción. La decomisación inmediata de todos los objetos prohibidos se quedaba como estaba y lo que nos faltase podíamos comprarlo con él a precios ridículamente caros. Entendí que saltaba el reglamento por su propia conveniencia al ver que la mayor parte de su mercancía eran trusas. Debía hacer esto con cada generación de principiantes.
El equipaje de Arellano fue el primero que terminaron de revisar, tomaron todos sus Trunks y los echaron a la bolsa vacía. Firmó por una cantidad en la libreta, y le entregaron las 14 trusas blancas y verdes. Acto seguido le ordenaron que se bajara el pantalón. Metió sus dedos en el elástico plateado de su boxer y el sargento lo detuvo. Un ayudante, sin disimular la risa, estiró el elástico lo máximo posible, exponiendo las nalgas morenas de Arellano, y le metió tijeretazos dejando inútil el calzón, que fue a parar a la misma bolsa. Era un castigo simbólico, pero el reglamento marcaba cosas peores y nadie chistó.
En ese momento comprendí que todos mis bikinis terminarían en la basura junto con los calzones de otros 119 vatos. No olvidaré la imagen de Arellano acomodando su pene y huevos, y luego estirando hacia abajo su nuevo bikini blanco para que le cubriera bien las nalgas. Era demasiado. Me sentía aturdido imaginando todos esos calzones juntos, que habían conocido tantas erecciones matutinas, recibido manchas de sudor, precum, orina y hasta semen más de una vez, algunos, todavía tibios, guardarían el olor del ejercicio y varios vellos púbicos.
Por otra parte, veíamos a los demás estrenando trusas nuevas en público. Ahora era yo el sonrojado, sentía la dureza de mi pene. No quise voltear, pero sabía perfectamente que mi glande y cada vena del tronco ya se marcaban en la tela azul cielo de mi slip, muy transparente por los años. No sabía ni para dónde ver en semejante paraíso..
De pronto detecte que me observaban, voltee, y vi como el del lunar bajo el pezón hacia un movimiento rápido de cabeza. Con que no era yo el único disfrutando del espectáculo. Ahora sus manos estaban completamente estiradas y presionaban su pene hacia atrás. Seguro estaba duro.
Perdí todo autocontrol. No me importaba estar en público y lo mire directo a los ojos. Se inquietó mucho y aumentó la presión de sus manos, pero por mucho que intentó mantener su mirada en el suelo, la movía continuamente de mis ojos a mi paquete. Yo proyecté ligera pero diferentemente mi cadera hacia adelante para que pudiera ver mejor como mi cabeza morena intentaba romper la tela para saludarlo. En ese momento llegaron con él. Vaciaron su maleta sobre su cama y en poco tiempo separaron algunos boxers muy gastados, de esos con estampados de caricatura. Una trusa roja con manchas de cloro también apareció.
La reacción que provocó en mí fue una gran mancha de precum en mi calzón. Él abrió mucho los ojos. Nuestras respiraciones estaban agitadas. Ahora tenía que firmar. Se quedó aturdido unos segundos y finalmente estiró la mano. Entonces pude ver su erección y un lunar en su prepucio. Para ponerse la trusa verde, contuvo su pene con un dedo. Era corto, grueso en la base y delgado en la punta. Llegó mi turno, me despedí de los calzones que había traído. Seguía mirándome. El precum también apareció en su bikini, su mano nerviosa trataba de ocultar la mancha, pero algo en su mirada me decía que lo hacía para que todos la observaramos. Yo no disimulé como él.
El ayudante cortó mi bikini y mi verga se proyectó hacia delante, apuntando al frente. En las duchas o al amanecer mis otros compañeros habrían bromeado, pero no era momento. El ayudante puso cara de asco y yo hice palpitar mi verga. Me valía madres lo que pensaran todos. El desconocido temblaba. Yo también. Me puse la trusa blanca y tuve una idea. Los ayudantes requisaban a los demás, unos veían como violaban su intimidad, otros se vestían, y yo, invadido por la adrenalina, recuperé mi calzón roto de la bolsa. Más abajo se veía la trusa roja desgastada con manchas de cloro. Voltee a ver a mi nuevo amigo, que ahora tenía pantalones, y su mirada solo dijo hazlo. Saque su bikini. Lo escondí junto al mío entre las cosas que volvía a acomodar en mi maleta.
Cuando el sargento salió del dormitorio regresó la vida y con ella el escándalo. Yo me exhibía en mi trusa mientras reacomodaba, no tenía sentido vestirse porque ya íbamos a dormir. En eso note que un grupito hacía un llamado general. Los más desmadrosos se tomaron con humor la situación y estaban convocando a una foto grupal en las duchas. Mi nuevo amigo, como muchos otros, no quiso salir, pero yo fui.
Fue el mame completo, todos hacían poses sexuales y los mamados marcaban los músculos. Al nalgon de Carcaño le bajaban los calzones para que saliera su culo. Primero tomamos una de los que tenían trusa verde y otra de los de blanca. Después otra donde nos formamos de ambos colores intercalados, finalmente, regresamos a nuestro equipaje para cambiarnos, ahora tenía puesta la verde y repetimos la sesión. He guardado muy bien esas fotos: salgo proyectando mi cadera hacia adelante y rodeando mi paquete con las manos para resaltar su tamaño, se alcanza a ver el brillo del precum reseco.
De madrugada, me deslice hasta la cama de enfrente. Puse lo que quedaba de mi slip azul cielo en la cara de mi nuevo amigo, con la parte más olorosa justo encima de su nariz. Escuché como aspiro fuertemente, disfrutando el olor de mi verga y sentí como acariciaba mi paquete tratando de introducir sus dedos en mi trusa por el elástico de mi pierna derecha. Era demasiado riesgoso y regresé a dormir.
Luego me enteré de que Mario observo todo y así empezó un plan que terminó con la paja que nos acababamos de hacer.
EXCELENTE RELATO. BESOS.
Muchas gracias
Increíble relato. Las trusas son mi fetiche.
Esa foto que mencionas ¿dónde se puede ver? jeje
Soy tu fan
Espero más relatos. Tienes telegram?
Super excitante, quiero probar
Gracias ❤️