Viaje de pesca con mi primo II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Tinchoxxx.
Aquella primera noche, cogiendo en pleno viaje, fue hermosa, si bien ya habíamos tenido nuestras “cositas”, aquella vez algo había comenzado a cambiar entre nosotros, fue como si nuestra amistad se había hecho mas fuerte, con el tiempo nos dimos cuenta que se había convertido en amor.
Durante nuestra primera “sesión de sexo”, nuestros padres había decidido detenerse en un parador de camiones en la ruta, ya que estaba lloviendo copiosamente y la ruta se había puesto algo peligrosa, pero tanta era nuestra pasión que ninguno de los dos nos habíamos dado cuenta de eso. Cuando lo noté me asusté un poco porque podrían haber oído o visto algo, cosa que no fue así.
Habíamos quedado abrazados frente a frente, dándonos caricias, nuestros labios a apenas 5 cm, rozándolos apenas y murmurándonos palabras de amor como dos tortolitos, recordarlo es hermoso.
Estando así, él me acariciaba el rostro pasaba de mi cabello a mi espalda y me recorría hasta la cintura, con una ternura que cuando lo recuerdo, me doy cuenta que nunca mas conocí a nadie que lo hiciera así conmigo y creo que a él le sucedió igual.
Una de las cosas que recuerdo que nos decíamos casi todo el tiempo era.
– Te amo, siempre te voy a amar.
Sin saberlo quizás, ya éramos novios, una locura de pre-adolescentes, que con el paso del tiempo se iba convirtiendo cada vez mas en algo real.
Pero bien, como les decía antes, haberme dado cuenta que el vehículo estaba detenido, me hizo volver del sueño-real en el que estábamos y giré mi cuerpo quedando boca arriba, Sergio hizo lo mismo pero dejando su mano sobre mi verga, la que estaba furiosamente dura, así que el me pajeaba suavemente y aumentaba mi calentura mas y mas a cada segundo, hasta que sin soltarla se arrodilló sobre la cama sin soltarme y se acercó a las cortinas que hacían las veces de puerta para espiar hacia fuera, viendo que al parecer todo estaba tranquilo, se recostó al lado mío y me susurró que Alejandro dormía y nuestros padres charlaban al frente, así que podíamos seguir.
Dicho esto, fue bajando lentamente desde mi boca por todo mi cuerpo pasando por mis tetillas, mi ombligo, mi panza, pasó sus labios y su lengua por sobre el nacimiento de mi verga, lugar donde al igual que él, tenia una pequeña pelusita que con los años se convertiría en vello pubico.
Lamía con una ternura y un cuidado que no he vuelto a experimentar o a encontrar en otras personas, quizás solo era producto de mi amor hacía el o mejor dicho del mutuo amor que sentíamos y se sentía delicioso.
Poco a poco fue introduciéndose mi pequeño pene en su boca, luego lo sacaba y lamía mis huevitos, llevándome a casi la locura, haciendo que me retorciera de placer, hasta que volvía a subir hasta mi boca y repetirme que yo era su mujercita y que le encantaba chupar mi “conchita”. Eso me causaba cierta gracia, pero mientras lo acariciaba y le hablaba como si yo fuera una nena, con dulzura y respondiendo como si de verdad fuera una “mujercita”, hasta que volvía a bajar a mi huevitos y mi verga, logrando llevarme a una especie de orgasmo en seco después de chupar y chupar mi verga, con esas cosquillas tan ricas que sentimos cuando lo alcanzamos y aún no tenemos semen.
Terminado este nuevo acto de amor, volvíamos a quedarnos frente a frente dándonos piquitos y repitiéndonos palabras cursis todo el tiempo.
– Te amo. – decía yo
– Yo mas. – repetía el
Y así todo el tiempo, sin saber que mas decir dada nuestra corta experiencia, pero con el correr de los días iríamos ampliando nuestro vocabulario amoroso.
Así estuvimos un buen rato, hasta que nos volvimos a colocar nuestra ropa interior ya que estábamos desnudos ambos y primero yo y luego el, fuimos al baño, para luego tratar de dormirnos, no sin antes colocar una almohada al medio de ambos, idea mía, para evitar abrazarnos dormidos y que nuestros padres nos vieran. Hecho esto, nos dimos un beso y nos giramos para dormir.
Al volver a despertar, me di cuenta que la almohada colocada como separador de ambos, no había servido para nada, ya que estábamos en posición de cucharita, Sergio dándome la espalda y yo pegado, mejor dicho, pegadísimo a el, con mi verga dura como piedra y apoyada en su cola.
Al notar esto, me separé y lo moví un poco para que despertara, cosa que hizo y se sentó en la cama, al parecer nadie nos había visto.
Me había despertado el movimiento del vehículo, ya que habíamos ingresado a un camino de tierra y los posos que allí había lo sacudían. Estábamos llegando al destino.
Ya era pleno día cuando llegamos al lugar, un paraje alejado de toda civilización, o como solemos decir por acá, “allá en el culo del mundo”, río, barrancas, montes, todo naturaleza virgen, de esos lugares preciosos.
Apenas llegamos, comenzamos la preparación del campamento ya que estaríamos varios días y nuestros padres todo el tiempo nos estaban enseñando cosas nuevas y “secretos” referidos a la vida al aire libre. Tanto a Sergio mi hermano y a mi, nos encantó siempre salir de esta manera con ellos porque en cada viaje aprendíamos y disfrutábamos cosas nuevas.
Sergio y yo en este viaje, debíamos hacer “rancho aparte” ya que estábamos grandes según nuestros padres y querían que fuéramos mas independientes de ellos, por eso mi tío, el padre de Sergio nos dio una mochila para cada uno, con todo lo necesario para acampar y una carpa tipo iglú para los dos, para que armemos nuestro propio campamento.
Ninguno de nosotros sabíamos de esta idea de ellos pero al saberla quedamos como si nos hubieran regalado el juguete mas caro y mas lindo jajajajaja.
Entonces levantamos todas nuestras cosas y nos fuimos a buscar el lugar para acampar, obviamente no tan lejos de ellos pero si apartados. El mejor lugar que hallamos estaba bajo una arboleda donde se hacía un claro y que estaría a unos 100 metros de nuestros padres, pero era perfecto. Allí hicimos campamento, recuerdo como si fuera ayer, la felicidad que teníamos los dos. Tanta era, que la carpa estuvo armada, creo yo, en unos 5 minutos jajajajaja y los dos adentro con nuestras bolsas de dormir. A todo esto era apenas media mañana.
Obviamente las primeras horas íbamos y veníamos de un campamento al otro, allí pescamos y exploramos toda la tarde y obviamente la mayor parte del tiempo Sergio y yo nos perdíamos en el monte explorando y descubriendo la naturaleza. En esos ratos aprovechábamos todo el tiempo para “jugar nuestros juegos”, los que ya no eran tales, nos tocábamos, nos abrazábamos, nos besábamos, nos decíamos todo lo que a dos niños con 12 años se les podía ocurrir.
Al volver con nuestros padres ya caía la tarde y oscurecía, nos dispusimos a cenar ahí mismo unos pescados a la parrilla que habían hecho y entre charlas y comida, las horas se iban yendo.
Las historias de pesca, anécdotas, cuentos de miedo y demás, fueron la sobremesa, entre risas y caras de asombro, se hizo hora de volver a nuestro campamento. Nos despedimos y mi padre nos preguntó si estaríamos bien a lo que obviamente respondimos que si que no se preocuparan.
Mientras íbamos camino a nuestra carpa y apenas nos perdimos en la penumbra, nos tomamos de la mano primero y luego tomé por la cintura a Sergio, lo acerque a un árbol y le di un beso en los labios, mejor dicho, nos dimos y nos apretamos uno contra el otro, sexo contra sexo, erección contra erección, pasión contra pasión.
Aquí debo hacer una pausa para volverles a decir que esta historia es totalmente real y trato de relatarla lo mas fielmente posible, aunque al leer vean partes que parecen increíbles de realizar a esa corta edad, solo puedo decirles que tengan en cuenta que quien escribe fue parte de estas historias pero hoy es un adulto y trata de escribir como tal.
10, 15, 30 minutos, no lo se, pero el tiempo no importaba realmente, solo se que estuvimos así un rato largo, besándonos sin decir ni una palabra, hasta que él me pregunta que qué podríamos hacer para que no nos descubran haciendo “nuestras cosas” en la noche, yo pensé rápido y se me ocurrió hacer una “alarma” que consistía de un nylon de pescar colocado a cierta altura rodeando nuestro campamento y del cual colgaríamos unas campanitas de las que usábamos para las cañas de pesca y si nos preguntaban para que hacíamos eso, les diríamos que era por “miedo a algún animal que hubiera por ahí”.
Todo listo, preparada la alarma, solo estábamos los dos, solos y alumbrados por nuestras linternas.
Recordarán que en nuestra primera sesión de sexo durante el viaje, yo fui “la nena”, así que ahora le tocaba a Sergio y sin mediar palabras acomodamos las colchonetas y las bolsas de dormir y mientras el acomodaba la suya, lo abrace por detrás, pasando un brazo por su hombro y rodeando su cuello y el otro por su cintura a la altura de su pancita, mientras besaba suavecito su cuello, cerrando los ojos porque era delicioso el sentir todo eso.
Mi pene muy erecto, lo apoyaba sobre su cola, aún con la ropa puesta, sin prisas, disfrutando cada segundo, con mis manos acariciaba su pecho con dulzura, luego el fue inclinándose hacia delante y yo sin despegarme lo acompañaba quedando por un momento el en cuatro patas y yo detrás pegado.
El movía su cola de manera circular y yo presionaba apenas mi pene como si lo estuviera cogiendo.
Se volvió a incorporar quedando de rodillas frente a mi dándome la espalda, frotándonos suave, no recuerdo bien lo que nos decíamos, pero si recuerdo que hablábamos todo el tiempo, por momentos se nos escapaban risas porque las cosquillas en el cuello eran aún difíciles de controlar pero aún así todo era muy serio, una escena de amor digna de ver, según mis recuerdos, puro amor.
Subí suavemente su remera hasta quitársela, luego metí mi mano por sobre el elástico de su pantalón, acariciando su cola, recorriéndola completamente pasando a su parte delantera para tomar su verga por sobre el boxer. Quite también muy lento su pantalón y su bóxer, dejándolo completamente desnudo para luego desnudarme yo también y así piel con piel nos metimos en una de las bolsas de dormir los dos abrazados y comiéndonos la boca.
Me recosté sobre él y metí mi mano entre sus piernas recorriendo con mi dedo mayor desde el comienzo de sus huevitos hasta su culito, mojaba mi dedo y volvía a recorrerlo.
– Te gusta mamita, querés que te coja?
– Si mi amor, si cojéme.
– Te gusta la verga?
– Si, pero la tuya mi amor la tuya.
– Queres que te coja en cuatro patitas mi vida?
– Si, despues patita al hombro tambien.
– Dale, ponete.
Apretados dentro de la bolsa de dormir, se acomodó un poco pero era demasiado apretado e incómodo, así que nos salimos un poco y ahí si se colocó bien y yo detrás.
Salivé mi dedo y con el su cola varias veces, el gemía suavecito y me decía que le gustaba mucho, que siguiera así, hasta que fui metiendo un dedo despacio, muy despacio hasta que entró todo, lo giraba suave, metiendo y sacando, luego metií apenas la mitad de otro dedo pero le dolía así que lo saqué y seguí con uno solo por un rato, mientras nos besábamos hasta que me dijo:
– Ponémela….dale….porfis.
Hice que me la chupara un poco mientras lo dedeaba para que me la salivara, me acomodé detrás, apoyé la cabecita en su culito, presioné suave muy suave y comenzó a entrar, fruncía un poquito su cola y con cada fruncida mi verga se iba un centímetro mas a dentro como si fuera que me la estaba comiendo con su boca, nunca había experimentado esto y se sentía bárbaro.
Nunca gritó, se quejó o expresó dolor alguno, realmente lo recuerdo como el momento mas sexualmente sublime por todo ello.
Al tocar con mis huevitos sus cachetes, me di cuenta que había entrado toda y comencé a entra y salir despacito primero y aumentando el ritmo poco a poco y a medida que mi “hembrita” me lo pedía, con un ¡¡Mas..mas…mas!!
Lo decía casi murmurando pero con una dulzura extrema, como si fuera una nena.
Así lo coji por largo rato cambiando posiciones, en cuatro patitas al principio, patita al hombro, cucharita, el montado sobre mi, por momentos se la sacaba y le chupaba el culito, a el eso le encantaba y me pedía mas y mas y mas.
No acabé, solo recuerdo que los dos al mismo tiempo nos detuvimos, ahogados en transpiración y casi sin aire y riéndonos suavemente, locos de felicidad.
– Woooow, loco, me rompiste la cola, que afrecho jajajajajajaja
– Jajajaja Te gustó mi amor????
– Mas vale que me gustó !!!!
– Bueno, cuando quieras mas avisame asi te la pongo. – decía yo mientras me tocaba la verga.
– Me dejaste el ojete ardiendo guacho.
– Te duele en serio?
– Naaaaa, es broma, me re gustó.
– A mi también me encantó.
Ahí nos comimos la boca, nos fundimos en un abrazo y nos dijimos todas esas cosas que nos decíamos a solas, solo palabras de amor, puro amor casi inconsciente.
Debemos haber estado en ese estado una media hora, besándonos, abrazados, deciéndonos cosas lindas, hasta que volvimos lentamente a la realidad y era que a algunos metros estaban nuestros padres y hermano. Nos vestimos, arropándonos bien y nos dirigimos al “campamento vecino”, de visita. Allí pescamos con ellos y compartimos el fogón, entre risas, bromas, anécdotas e historias que siempre nos contaban acerca de otros viajes de pesca.
Aquella segunda noche de este viaje apenas comenzaba….mas tarde el fuego y el amor volverían a encenderse en “nuestro campamento”, pero……esto será parte de la tercera entrega que pronto haré.
Gracias por leerme y espero y acepto sus críticas que sirven también como motivación para continuar relatando mis historias de vida, abrazo y hasta la próxima.
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