VIDA DE PERVERSIÓN Y LUJURIA – A MIS 9 AÑOS MI PADRINO ME HACE SU PUTITA 2.
Soy un chico bisexual adicto al sexo desde los 9 añitos..
Hola a todos, perdón por la tardanza pero he estado un poco ocupado; esta es la continuación de mi primer relato; si no lo han leído se los dejo aquí para que entren en contexto: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/vida-de-perversion-y-lujuria-a-mis-9-anos-mi-padrino-me-hace-su-putita-1/
Pasaron un par de semanas y yo seguía con mi vida normal, era un sábado común y corriente cuando de repente mi madre entra a mi habitación y me avisa que mi tía y mi padrino vendrían a visitarnos en la tarde. Mis ojos se iluminaron y de inmediato me fui a duchar; estaba tan caliente pensando en mi padrino, que tenía mi verguita súper dura, entonces mi mente empezó a volar, me acurruque y como pude comencé a jugar con mi culito, rozaba mi anito con mis dedos; imaginaba que el que me tocaba era mi padrino, a la vez que con mi otra mano, acariciaba y pellizcaba mis tetillas…estaba alucinando, cuando de repente mi padre toca la puerta y con un grito me dice que no me demore. Como era de esperar, me corto todo el rollo y termine de ducharme. Ya en mi habitación me propuse vestirme de manera tal que pudiese calentarlo, así que busque una pantaloneta negra que me quedaba ajustada y hacia ver mi culito muy provocativo.
Para disimular me coloque la camiseta del equipo que todos seguíamos y que jugaba ese sábado. Como a eso de las 2 de la tarde sonó el timbre; eran ellos, yo estaba muy nervioso. Al verme mi padrino se dirigió rápidamente hacia mí, me alzo y me saludo dándome un tierno beso en la mejilla. Sentí como sus gruesas manos apretaban mis nalgas mientras me llevaba alzado a que saludara a mi tía.
La tarde transcurrió con normalidad hasta la hora del partido. Estábamos todos en la sala y al final de primer tiempo, nos dispersamos; mi mama y mi tía se fueron a charlar a la cocina, mi papa se dirigió al computador a revisar cosas de trabajo. Entonces le pregunte a mis padres si podía llevar a mi padrino al cuarto a mostrarles mis juguetes. Ambos dijeron que si, sin pensarlo lo tome de la mano, subimos las escaleras y lo arrastre a mi cuarto.
Apenas entramos asegure la puerta y nos fundimos en un apasionado beso. Él me decía lo mucho que me deseaba y me extrañaba, cosa que me encendía aún más. De repente mete su mano en el bolsillo de su chaleco mientras me dice: – Te traje un regalo. Era una pera de limpieza anal y un lubricante. – Esto es para que estés preparado cuando sepas que nos vamos a ver. Entonces me separe de él mientras le daba las gracias escondiendo el regalo en un cajón de armario y me dirigí a mi cama al tiempo que me contoneaba y bajaba mi pantaloneta; me puse en cuatro dejando mi anito expuesto mientras volteaba a verlo con una mirada picara y mordiéndome los labios. El no perdió tiempo y de una se pegó a mi hoyito, me daba lengua con tanta desesperación y lujuria que de inmediato mi verguita comenzó a ponerse dura; se me escapo un pequeño gemido pero rápidamente me tapo la boca y me dijo: – Solo disfruta en silencio nene mío.
No podía más, iba a explotar de placer cuando noto que mi padrino se levanta se dirige a mi oreja, la comienza a lamer, luego la muerde y me dice: – Es tu turno. Sin decir nada me baje de la cama, quede de rodillas frente a él, desabroche su jean, baje su bóxer, y pude ver aquel trozo de carne que me fascinaba; pude notar ese olor fuerte a macho, sin dudarlo metí lo que pude en mi boca, el solo suspiraba y miraba el techo. Se la estaba mamando como si mi vida dependiera de ello, cuando escuche que mi padre grito que ya iba a comenzar el segundo tiempo. Yo no pare y mi padrino solo dijo; – Haz que termine mi niño, quiero darte tu lechita. Al escuchar eso aumente el ritmo mi padrino empezó a jadear y me tomo fuerte la cabeza, y me metió la verga de tope hasta donde alcanzo y sentía como tres chorros de su abundante semen inundaban mi garganta. Como ya había hecho antes la saque hasta la última gota; rápidamente se subió el pantalón, me beso y me dijo que nos veíamos en la sala, abrió la puerta, se percató que no hubiera nadie, y paso directo al baño para esperar que se bajara su erección.
Yo me vestí rápidamente, no sin antes tomar una bolsa de dulces para disimular y me dirigí a la sala. Mi padrino llego unos cuantos minutos después. Mientras veíamos el partido surgió el tema de que yo jugaba un partido de la escuela el sábado siguiente por la mañana, así que sin pensarlo les dije a mi tía y a mi padrino si iban a verme ya que mis padres no podían. Mi tía no podía como siempre, pero mi padrino dijo que si de inmediato. Los dos sabíamos que era la ocasión perfecta para poder desatar nuestra lujuria. Entonces acordamos que mis padres me llevaban al colegio y que mi padrino me llevaba a la casa.
Paso la semana y el gran día llego. Me había aseado muy bien como él me había enseñado y se me ocurrió no ponerme calzones e ir solo con el uniforme puesto, lo que me generaba mucho morbo. Mis padres me llevaron al colegio, al llegar no vi a mi padrino y pensé que no iría. Pero al comienzo del segundo tiempo, lo vi junto a los padres de mis amigos, me invadió una alegría inmensa y esperaba ansioso el pitido final. Cuando el partido termino me dirigí directo a él, charlamos brevemente con otros padres de familia y nos dispusimos a ir a su camioneta.
Al entrar, puso seguro y me beso apasionadamente. Me asuste, me retire inmediatamente y le dije: – Padrino aquí no, nos pueden ver. A lo que él respondió: – Tranquilo mi niño son vidrios polarizados, ellos no nos pueden ver. Pero si quieres vamos a otro lugar para que no te asustes. Me sonrió, me toco la pierna y arranco. Como siete u ocho cuadras más adelante encontramos un parque en el que había poca gente, así que lo rodeo y estaciono en sentido contrario al que llegamos.
Desabrochamos los cinturones e inmediatamente me beso; movía su lengua con tanta pasión que me robaba el aliento. Desesperado corrió su silla un poco hacia atrás, me arranco la pantaloneta, los tenis y la camiseta ferozmente, me alzo y me acomodo en su cintura; pude percibir su gran erección mientras me apretaba muy fuerte las nalgas. En la camioneta solo se escuchaba el sonido de nuestros besos cuando de repente, me abre las nalgas e introduce su dedo medio en mi culito.
No puse resistencia y un pequeño gemido salió de mí. – ¡Cómo te gusta! ¿no?, putita. Me dijo al oído mientras aceleraba el ritmo de vaivén de su dedo. – Si padrino no pares por favor. Le respondía con voz entrecortada y fatigada. Al escuchar eso me dio una nalgada muy fuerte con la otra mano, saco su dedo y me lo acerco para que lo lamiera. Lo metió en mi boca y observaba como yo lo chupaba mientras lo veía a los ojos.
Sin pensarlo me llevo al asiento de atrás y se quitó el pantalón. Para mi sorpresa tampoco se había puesto ropa interior; podía contemplar aquella jugosa verga que me hacía suspirar. Se veía mucho más grande, más rosada y más venosa de lo normal.
Se dirigió hacia mí, me volteo, me acomodo en cuatro y comenzó a mamar mi culito; sentía como su lengua invadía todo mi ser, provocando contracciones en mi anito lo cual le encantaba y lo incentivaba a adentrar su lengua cada vez más profundo. Mi respiración era agitada, sentía un calor inmenso, no podía contener mis gemidos, me sentía tan vulnerable pero a la vez tan deseado, que jadeaba de placer.
De repente él se detuvo, me unto un poco crema lubricante en mi anito y al voltear mi cabeza para ver qué pasaba, sentí como me hundió toda su verga de golpe. Pegue un grito, pero me sostuvo fuerte mientras me decía el oído que me tranquilizara. Comenzó a morder mi oreja y besar mi cuello, cosa que me enloquecía, pero en ese momento el dolor no me dejaba disfrutar.
Me dejo su verga metida unos minutos para que me acostumbrara y así no sintiera tanto dolor. Lentamente inicio con un movimiento de vaivén y poco a poco comenzó a bombear incansablemente mi culito hasta que la camioneta fue invadida por el vigoroso sonido de sus huevos chocando contra mis nalgas.
El ritmo era tan frenético que sentía como me hacía pis y mojaba todo el asiento. Fue inevitable; otra vez me había provocado un orgasmo anal, no podía salir del trance que me había provocado aquel macho; la saliva se escapaba de mi boquita, mis gemidos eran cada vez más fuertes y mis piernas no dejaban de temblar. ¡Estaba en el paraíso!
Él se percató de eso, así que se detuvo, se sentó a mi lado en aquel asiento húmedo con mis fluidos y me dijo que se la chupara. Como pude me repuse y me acomode entre sus piernas, acariciaba sus muslos mientras lo miraba fijamente a los ojos, y sin dudarlo me metí su pene en la boca, quería tragarlo todo pero era imposible.
El tomo mi cabecita y la arrimo con fuerza a su verga, lo cual me produjo arcadas; me limpie mis ojos llorosos y me dispuse a seguir mamando, recorría con mi lengua desde la base hasta su prominente glande, subía y bajaba mientras hacíamos contacto visual. Yo estaba fascinado; lamia y succionaba sus enormes testículos mientras con mi manito lo masturbaba; podía ver como sus ojos se ponían en blanco y oía como sus ardientes gemidos eran cada vez más fuertes, lo que me indicaba que lo estaba haciendo bien.
Después de un rato me detuvo, me subió y me hizo sentar en aquel trozo de carne duro, palpitante y ardiente. Me deje caer. Para mi sorpresa choque de una contra su pelvis, mi saliva había cumplido su función, así que me tomo fuerte de mis nalgas y fue guiando mi movimiento. Poco a poco fui yo el que imponía el ritmo, iba cabalgando cada vez más rápido y más fuerte; estaba poseído, empoderado y podía sentir como nuestros corazones y nuestra respiración se aceleraban.
Disfrutaba cada milímetro de aquella verga, nuestros gemidos casi al unísono solo eran interrumpidos por el sonido de una que otra nalgada. Ya bañados en sudor y con los vidrios empañados por el calor de nuestros cuerpos, mi padrino me sujeto con fuerza y me hundió su verga lo más que pudo.
Pude sentir como aumentaba su tamaño y llenaba mis entrañas con 6 potentes chorros de su semen. Disfrutaba como explotaba dentro de mí, como me llenaba con su dulce néctar. – Te quiero mi nene, para siempre vas a ser mi putita, vas a ser mi amante, ¡me encantas! Eso fue lo que dijo mientras me levantaba poco a poco y contemplaba como su ardiente pedazo de carne salía de mí.
Cuando finalmente su verga abandono mi culito, se derramo sobre su abdomen toda la leche con la que me había llenado. El solo dijo: – Límpiame bebe. Acto seguido comencé a comerme toda su leche mientras lamia su abdomen y acariciaba sus enormes huevos. Cuando termine de lustrar su enorme verga me beso y me dijo: – ¿Te gusto amor? A lo cual respondí: – Claro que si padrino.
Nos tomamos un tiempo para descansar abrazados, charlamos un rato mientras nos acariciábamos y besábamos. Nos vestimos nuevamente, nos dispusimos a ir a una tienda por algo de tomar para refrescarnos, repusimos energía y luego nos fuimos. Al llegar a casa sorprendentemente nos percatamos de que mi padre todavía no había llegado, entonces me dijo que me duchara y se despidió de mí dándome un gran beso. Justo antes de salir me dijo que la próxima vez que nos viéramos me iba a volver su mujer. Nunca creí que fuera tan literal porque la siguiente vez que nos vimos me básicamente me feminizo. Pero eso se los contare en otro relato.
Muchas gracias por leerme, espero les haya gustado y si desean hablar de incesto, compartir experiencias, fantasías, fetiches o charlar de cualquier otro tema morboso pueden escribir a mi telegram @xbz69 soy full mente abierta. Espero más adelante poderles compartir varias experiencias que tuve con mi tío, profesores y vecinos. Bendiciones.
Fua, qué morbazo de relato! Ya quisiera yo haber tenido estas experiencias de pendejo! Riquísimo! Muero por leer los que siguen! Saludos