Violaciones medievales (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Violaciones medievales (parte 1)
La luz se había apagado antes de que pudiera llegar a darse cuenta de la gravedad de la situación. Aikarn había llegado a contar más de una veintena de enemigos rodeándolos a ella y sus dos amigos en el medio del campo de batalla. Habían perdido. La estratagema había sido errónea y los dejaba a merced de soldados del bando contrario que, considerando la pila de cadáveres destrozados a su alrededor, daba la impresión de que nunca tenían piedad con los vencidos. La joven guerrera se quedó aguardando el golpe fatal que jamás llegó, ya que un garrotazo impactó en su nuca para volver totalmente oscura la tarde que supuestamente sería de gloria. Lo último que vio antes de caer fueron los choques de espadas entre sus compañeros y múltiples adversarios.
Despertó con un poderoso dolor de cabeza en una celda atestada de mugre y pestilencia sin saber qué es lo que ocurría. Al recuperar la noción, observó a sus dos acompañantes de toda la vida, con los que se había criado y entrenado para defender a su reino de las salvajes e incivilizadas fuerzas opositoras, insurrectas a la causa del rey. Estaban esposados con cadenas, al igual que ella, en posición vertical, colgados de barras de acero que se alzaban desde el techo, en medio de telas de araña y aparatos de tortura. En una vista más exhaustiva, ayudada por la única luz que entraba por una pequeña ventana con rejas en la puerta, se fijó que tenían además heridas cauterizadas y golpes al por mayor. Al verse en ese contexto, Aikarn comenzó a sentir un terror profundo. Había oído las historias sádicas de lo que sucedía con los prisioneros de ciertos escuadrones de la guardia rebelde, y sobre todo con las mujeres. Por eso había decidido cortarse el cabello y usar una armadura holgada para camuflarse entre los soldados hombres. Intentó olvidarse de las advertencias de sus oficiales y enfocarse en pensar qué es lo que iba a hacer, pero antes tenía que dejar de penar sola.
–Igor. Wendell.—los llamó.
Al no obtener respuesta volvió tratar con mayor énfasis.
–Chicos ¡Chicos!—gritó.
–No creo que te escuchen en un buen tiempo—se escuchó desde afuera.
Un hombre alto, de presencia robusta, cabellera larga desprolija y rostro con cicatrices abrió la pesada puerta de madera ancha.
–Tuviste suerte, caíste enseguida—dijo con una sonrisa macabra—Tus amigos pelearon por un buen rato.
–¡¿Qué les hicieron?!
–Más allá de una golpiza y una serie de torturas, nada. Están vivos, no te alarmes. Les curamos las heridas, nos pueden servir después.
–¿Qué quieren de nosotros? Ya hemos perdido la batalla. No tenemos información que valga algo para ustedes. No sabemos nada.
–Eso ya lo sé. Se lo hemos preguntado–se le escapó una risa tétrica.
–Malditos.
El hombre se le acercó un poco más y tornó con su mano el rostro de la muchacha hacia la luz.
–Felicitaciones. Eres una de las más jóvenes que hemos capturado.
–¿Más que la niña rubia de hace cinco lunas llenas?—entró diciendo otro individuo barbudo un poco más bajo pero igual de corpulento.
–Dudo que alguna vez volvamos a conseguir otra ricura de su edad—su sonrisa se volvió diabólica.
El recién llegado la observó de arriba hacia abajo y le llamó la atención su pelo corto negro como la noche y sus ojos marrones.
–Es hermosa, pero parece un chico—se rió—¿Estás seguro que no lo es?
–Créeme, estoy seguro—carcajearon juntos—Debe querer aparentarlo.
Y le acarició desagradablemente los senos a través de su vestimenta verde de guerra, lo que le ocasionó un profundo asco.
–Pero con esa figura le debe ser difícil.
–Me presentaré—dijo el que la manoseó–Mi nombre es Vessel, el líder del escuadrón Águila del ejército rebelde, y este es mi segundo al mando, Kronos.
Al escuchar eso, la muchacha se estremeció.
–¿Nos conoces?—preguntó Kronos con su voz risueña.
–No, ¿debería?—Aikarn intentó olvidar su miedo y enfrentar la realidad con arrojo. Después de todo, siempre había dicho que moriría de pie.
–Vaya, una chica con actitud—volvió a reírse Vessell—Son las que más me gustan.
–¿Quieres que mi amigo y yo le enseñemos educación?—dijo Kronos, mostrando un látigo de tres puntas filosas.
–No, ya sabes lo que ocurrió la última vez que lo utilizaste.
–Sí, fue una verdadera lástima.
–Ven con nosotros, niña. Nos vas a conocer bien.
Soltaron las cadenas de la barra y la arrastraron a la fuerza hacia la puerta de salida.
–¡Aikarn!—apenas se oyó decir de la boca de uno de sus compañeros dentro de la oscuridad.
Los tres volvieron su cabeza.
–No te inquietes, te la cuidaremos muy bien.
Gritando e insultando, la llevaron de los brazos unos pocos metros hasta el portón contiguo. Lo abrieron con una llave especial y la depositaron en el helado suelo de la habitación iluminada por tres faroles diseminados a lo largo y ancho. Gracias a ellos, se lograron ver algunos maderos grandes puestos en forma horizontal enganchados en las paredes de ladrillos, unos bancos altos y alargados, unas esposas y argollas que colgaban del techo y una especie de lecho improvisado más elevado de lo normal con un colchón a medio descocer.
–Odio las mentiras—dijo Vessel.
Aikarn los miró asustada desde el piso.
–Sí has escuchado antes nuestros nombres, si no, no te hubieras alterado cuando los dije. Sabes quiénes somos y de seguro te habrán dicho qué es lo que hacemos con los que tomamos cautivos.
En todo momento, el líder hablaba en un tono lúgubre, sonriendo con ironía y malicia.
–¡No son más que unos cobardes sádicos hijos de puta! ¡Sólo por eso son famosos! ¡No tienen…!
–Pero nos conocen—interrumpió Kronos.
–Bueno amigo mío, ya sabes lo que tienes que hacer.
El segundo al mando se contentó aún más.
–Cuando usted diga, jefe.
–Puedes ir llamándolos ahora.
Y se marchó cerrando el portón detrás de él, dejando a una Aikarn horrorizada por dentro después de oír tales órdenes.
–Te habrán contado de nuestras andanzas, pero lo que seguramente no sabrás es el detalle de que yo nunca miento y que siempre cumplo con lo que prometo. ¿Sabes por qué?
–No me interesa, sólo eres un patético animal hambriento de sangre. No tienes honor ni palabra.
–Ahí te equivocas, nunca he faltado a mi palabra. Me encanta decirles lo que voy a hacerles a mis prisioneros y luego ponerlo en práctica al pie de la letra—se relamió—Eso…me excita.
Las manos y las piernas de la joven comenzaron a temblar como si tuvieran vida propia, pero ella siguió aparentando valentía.
–Pero en tu caso haré una excepción. Premiaré tu carácter fuerte. Te diré qué es lo que no te haré si negociamos.
–¿Negociar?—preguntó con incredulidad.
–Así es, no te quitaré tu virginidad si aceptas chupármela y tragarte mi esperma sin luchar.
Aikarn se quedó en silencio unos momentos.
–Si te preguntas cómo es que sé que todavía eres virgen, acuérdate que estuviste varias horas inconsciente.
La muchacha no quiso ni pensar en lo que pudo haber hecho con su cuerpo desfallecido.
–¿A eso le llamas negociar, maldito perverso?
–Es la mejor opción que tienes. No, espera, es la única.
–¿Y para qué aceptaría eso? ¿Para que en lugar de ti me violen tus hombres?
Vessel carcajeó malignamente.
–No eres tonta, chica. Me gusta esa cualidad en una mujer. No tienes que preocuparte por eso, les ordenaré que ellos tampoco te la quiten.
–¡¿Y voy a ser tan estúpida como para creerte?!
–Ya te lo dije, yo siempre cumplo con mi palabra. No me importa si me crees o no—y se empezó a retirar el pantalón, dejando al descubierto un enorme miembro–, pero es tu última oportunidad de que no se desprenda de tu entrepierna un río de sangre.
Aikarn estaba destruida por dentro, con el pavor más grande que había tenido hasta ese momento y a punto de acceder a algo que le parecía totalmente repugnante y humillante. No había manera de escaparse de allí y no tenía armas a la vista para usar. Si en algo tenía razón Vessel es en que no existía una elección mejor. Cerró los ojos e inclinó su vista hacia el suelo, lo cual su captor entendió como un gesto de resignación. Se aproximó a ella, la liberó de sus cadenas y le refregó por el rostro su pene duro como una roca. La muchacha se asqueó con el olor e hizo un par de arcadas.
–Te prohíbo que vomites—le dijo con ojos de demente—Al menos por ahora.
Con los dedos de su forzuda mano le abrió los labios y le colocó su cabeza en la entrada de la pequeña boca.
–Y créeme esto que te diré: si llegas a morderme o intentar lastimarme, te violará un ejército completo durante años. Yo mismo me encargaré de mantenerte con vida.
Dicho esto, Vessel invadió lentamente la cavidad bucal de la muchacha, llenándola hasta la mitad con tan sólo un poco más que su palpitante glande. Cuando estaba ella por soportar otra arcada, el líder de los rebeldes empujó su cadera salvajemente contra su rostro, enterrándole por completo el aparato hasta su garganta y dejándole los vellos de la ingle pegados a su nariz. Aikarn apenas podía respirar. Sus ojos desenfocados reflejaban tanto sorpresa como repulsión. Jamás creyó que podría llegar a engullir algo de semejante tamaño. Antes de que se ahogase, su captor decidió terminar con su agonía y liberar su boca.
–Ese es el sabor de un hombre—le dijo mientras ella tosía en repetidas ocasiones.
Sólo pudo tomar un poco de aire, porque unos segundos después, Vessel la agarró del cabello y se lo volvió a introducir, comenzando esta vez a taladrarle la boca violentamente y sin piedad. Testificando los aspavientos placenteros del violador, el rostro de la joven iba y venía, una y otra vez con vehemencia. No parecía sexo oral, sino los intentos de dislocarle la mandíbula por la brutalidad de las embestidas.
–¡Usa tu lengua, puta de mierda!
En una tentativa para que la pesadilla acabara más rápido, la muchacha le hizo caso. Empezó a chuparle el miembro ayudándose con su lengua, tratando de acariciarle el glande en cada una de sus incontables entradas y salidas.
A medida que transcurrían los interminables minutos, y con el mutismo reinante en la habitación, el sonido de succión se volvía cada vez más fuerte y la excitación de Vessel iba en aumento, al igual que los salvajes ataques contra la cara de su pobre víctima, los cuales sólo eran detenidos para satisfacer su morbosidad viéndola en el estado en que se encontraba: llorando en silencio, tratando de buscar oxígeno de cualquier forma.
En uno de esos descansos, observó maravillado por largos instantes el desprendimiento de tres gruesos hilos de saliva que nacían en su miembro y morían en la boca violada, uniéndose con el abundante líquido preseminal que descendía de las comisuras.
–No tragues todavía, espera a que esté llena.
Para luego continuar con la perversa faena nuevamente, pero con mayor brutalidad.
Aikarn trataba ya de defenderse intentando apartarlo con sus manos, resultando en vano ya que Vessel duplicaba su fortaleza física. Como última oportunidad, apretó sus párpados como una forma de pedir clemencia, demostrando el sufrimiento que estaba padeciendo. Pero su victimario no lo entendió así.
–¡Abre los ojos, perra! ¡Quiero que me mires!
Casi en forma sumisa por el miedo que sentía, la joven levantó la vista y sus miradas se encontraron en medio del infierno. Los ojos desencajados de ella fueron la excusa perfecta para que Vessel llegara a la cima de la excitación. Aceleró todavía más sus movimientos y descargó al fin dos grandes cargas de esperma directamente en su garganta, las cuales Aikarn no tuvo otra opción más que tragarlas para no asfixiarse, y otras dos en su cavidad bucal y rostro respectivamente.
–Tiene buen gusto, ¿no?—dijo entre risas luego de respirar y exhalar de manera profunda por el agotamiento.
La muchacha obviamente no le contestó. Estaba aturdida y completamente mareada por la terrible experiencia que había vivido, tratando de recobrar el aliento.
Vessell no la dejó recuperarse demasiado, fue hasta uno de los maderos puestos en forma de estante en la habitación y sustrajo una pequeña vasija de barro. Tomó de las mejillas a Aikarn de forma tal que su boca se abriera a la fuerza, le vació el contenido dentro y se la cubrió con su mano. La muchacha volvió a tragar obligatoriamente ahora el líquido amargo mezclado con el resto de semen que no había llegado a escupir.
–¡¿Qué mierda me diste?!—gritó cuando tuvo aire, luego de toser.
–Es un brebaje de hojas silvestres que he preparado yo mismo—sonrió—Altera los sentidos e impide que te desmayes.
–¡¿Y para qué…?!
No necesitó respuesta a su pregunta no culminada. Si bien Aikarn sabía que no tenía que creer en falsas esperanzas, la confirmación de que iba a seguir siendo violada le había llegado. Y eso terminó de devastar su mente.
–¡¡Maldito hijo de puta!! ¡Me dijiste que…!
–¡¡Yo nunca miento!!
El grito maniático de Vessell la aterró incluso más. Viniendo de un sádico asesino y violador, no le veía propósito a la supuesta lucha para que creyeran en su palabra. Definitivamente se dio cuenta de que estaba tratando con una persona completamente desquiciada.
El victimario abrió la puerta y le dejó observar a una gran cantidad de hombres que se encontraban aguardando afuera, entre ellos Kronos.
–Es toda de ustedes—les dijo.
–¡¡No!!—se alcanzó a oír desde adentro entre el vitoreo y las risas generales.
–Una única condición:–Vessel le tocó el hombro a su segundo al mando—Denle solamente por atrás.
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