Vis a Vis 1 | Requisa en el Penal
Sergio es un muchacho que visita a su tío en el penal todos los domingos, llevando comida y articulos para que se encuentre mejor cumpliendo su condena. Aquel lugar que retiene a los hombres más peligrosos de la ciudad, será el lugar en el que Sergio descubrirá su lado peligroso también..
Aquel viaje en bus se había vuelto rutinario para Sergio. Ya habia memorizado a detalle todas las calles y edificios que pasaban rapidamente por la ventana del auto donde viajaba hacia el penal de San Juan de Lurigancho. La vista se volvía menos atractiva al acercarse al lugar, puesto que quedaba en una de las zonas más humildes de la ciudad.
Cuando Sergio cumplió la mayoría de edad hace dos meses atrás, su madre le encargó la tarea de visitar a su tío, quien debía cumplir una condena de doce años por robo y estafa. ¿Pero porque no acudía ella misma?, se preguntarán. Pues, la mamá de Sergio era una mujer mayor que empezaba a sentir el peso de los años en los huesos y músculos. Tal trajín solo ocasionaría que su salud disminuyese, por lo que Sergio aceptó la tarea principalmente por el bienestar de su mamá. La madre de Sergio empacaba alimentos no perecibles, artículos de aseo, ropa limpia que le lavaban durante la semana y, en ocasiones, alcohol y cigarros para hacer más llevadera su permanencia.
Sergio entendía que la familia era lo más importante, pero nunca le agradó su tío. Era un hombre arrogante y grosero, el cual solo daba preocupaciones y fastidios a sus familiares. Cuando lo condenaron a pasar el tiempo en prisión, la abuela de Sergio no pudo soportar tal desdicha y angustia, falleciendo tan solo a los tres meses. Durante las primeras visitas, siempre se sentía muy incómodo por la manera en la que su tío abordaba temas tales como la falta de sexo en la prisión, sobre como extrañaba la compañía de una mujer, y también si Sergio había conocido alguna hembrita que lo tuviera contento. Él daba respuestas vagas intentando evadir la conversación, y su tío parecía entenderlo porque comía y permanecía sentado con él en silencio la mayoría del tiempo de visita.
Sergio siempre se sintió atraído por los hombres, desde que era muy pequeño. Nunca conoció a su padre, por lo que no hubo oportunidad de explorar actividades masculinas con una figura paterna. Dentro de las necesidades que tenían, su madre logró sacarlo adelante con mucho cariño y esfuerzo. Nunca hubieron golpes, ni lisuras u ofensas hacia él. Aquella crianza lo habian hecho un joven amable, ingenuo y generoso. Sin embargo, conforme iba creciendo no podía evitar sentir mucha atracción por los hombres. A menudo se descubría a si mismo observándolos por la calle, pensando como lucirían debajo de la ropa que traían puesta o pensando en el bulto de sus pantalones.
La mayoría de chicos de su edad solían molestarlo mucho. Sergio medía un metro con setenta y seis centímetros, tenía la piel trigueña clara y era bastante delgado. Su cabello negro corto y liso combinaban muy bien con los ojos marrones claros que había heredado de su mamá. Tenía facciones muy delicadas, como el redondo de sus ojos, el rizado natural de sus pestañas largas y los labios gruesos que afirmaban eran los mismo de su padre. Su apariencia poco masculina y su personalidad calmada eran motivos suficientes para soportar los insultos y acosos de sus compañeros de instituto y trabajo.
Y Sergio, tan amable y lindo que era, aún se encontraba aconstumbrándose al ambiente que se veía y sentía en el penal. No podía evitar sentir temor y nervios al ver a la mayoría de reclusos; hombres con miradas fijas y atemorizantes, cicatrices visibles de crímenes y peleas pasadas, aspectos perdidos y de alguna forma imponentes a la vez. Ninguno de ellos era parecido al policía que estaba acostumbrado a ver durante la requisa previa al ingreso al área de visitas. Era un hombre de la estatura de Sergio, pero era de contextura media. Piel bronceada, ojos negros y unos labios gruesos rodeados por un bigote corto. La camisa beige y el pantalon verde militar se le ceñian muy bien al cuerpo, por lo que se le marcaba mucho el bulto. Sergio, más allá de sentirse nervioso por la requisa y que pudieran quitarle algo de la maleta que preparaba su madre, se sentía excitado cuando ese hombre se le acercaba y requisaba todo su cuerpo con sus manos. Desde la primera vez que lo vió, hacía bromas mientras revisaba que no llevara nada, preguntando si debía revisar la maleta que llevaba dentro, o preguntándole porque estaba tan nervioso cuando lo revisaba. Sergio solo mantenía su mirada al frente, sin saber que responder mientras escuchaba la risa del policía y este lo debaja pasar cada vez.
Aquella vez fue diferente. Una vez que llegó al penal, notó que había llegado más temprano de lo normal. Normalmente los familiares llegaban horas antes para poder hacer fila y entrar antes, pero esta vez era el primero de la fila. Se puso en posición junto a la puerta, y espero de brazos cruzados. Inmediatamente, la puerta peatonal se abrió y salió el policía encargado de las requisas, intentando encender un cigarro. Cuando terminó de encenderlo, volteó hacia la dirección donde estaba Sergio y soltó una risa burlona.
- Se nota que has madrugado- dijo el oficial mientras daba una pitada a su cigarro.
- Buenos días, parece que sí- respondió Sergio de forma cordial, evitando mirarlo a los ojos. Pudo ver como el policía se le acercó y sintió el olor a tabaco.
- Está haciendo mucho calor, te vas a sofocar. ¿No prefieres pasar? Vienes todos los domingos, ¿no?- preguntó, causando sorpresa en Sergio ya que al parecer lo recordaba.
Sergió asintió y agradeció que le permitiera esperar dentro. Ambos ingresaron por la puerta, y dentro Sergio pudo ver a otros tres policias dando vueltas por la entrada. Se sorprendieron al verlo ingresar con una maleta, por lo que el policía que había invitado a ingresar a Sergio les dijo que venía con él. Ambos no prestaron mucha atención, y continuaron con sus tareas. Sergio pensó que esperaría en aquella entrada, sentado en unas sillas que tenían un techo para protegerse del sol.
- Sígueme- le dijo el policía con voz autoritaria. Sergio solo pudo ver que el policía traía una placa que decía. M. Bernal, por lo que supuso que era la inicial de su nombre y su apellido.
Siguió un poco desconfiado al oficial Bernal a través del patio delantero, llegando a la puerta que llevaba dentro de la prisión. El oficial Bernal le hizo una seña, pidiéndole que ingrese a una habitación donde acababa de abrir la puerta. Aquello puso muy nervioso a Sergio, ya que no esperaba tanta hospitalidad de parte de un policía y no estaba seguro si aquello era solo una buena acción o desencadenaría en algo malo para él. Claramente, no se sintió en posición de negarse a la orden del oficial, por lo que caminó despacio y entró a la habitación. Era un lugar angosto, lo cual daba la impresión que se trataba de un depósito. Habían lockers de metal oxidados, una repisa con archivos que acumulaban mucho polvo y un escritorio pequeño de madera, junto con una silla de oficina.
- ¿Qué traes en la maleta?- preguntó el policia mientras parado se apoyaba en el escritorio.
- Ehm, cosas para mi tío que le manda su familia- respondió titubeante Sergio, sin saber si aquello era una buena respuesta.
- ¿Si sabes que no pueden meter cualquier cosa aquí, o no?- preguntó tajantemente el policía, mientras terminaba de fumar su cigarro-. ¿Cómo se yo que no estás metiendo un arma, droga o algún objeto no permitido?
Sergio se arrepintió de haber aceptado pasar con el policía. En ningún momento se le ocurrió pensar que algo así podría pasar, por lo que lo primero que pensó fue que el policía estaba teniendo un buen gesto con él. Lo primero que pensó fue que encontrarían cualquier objeto que pudiera decir que no estaba permitido, y que pudiesen pedirle alguna coima para hacerse el de la vista gorda. ¿Pero que dinero podría dar? Solo traía consigo el dinero suficiente para volver a casa. No pudo evitar sudar, y empezó a temblar.
- Pon la maleta encima, quiero revisar- dijo el oficial Bernal. Sus palabras parecían haber sido electricidad para Sergio, ya que inmediatamente puso la maleta encima del escritorio-. Ábrela.
Sergio abrió la maleta, y el oficial empezó a sacar poco a poco lo que parecia ser ropa interior, polos y pantalones cómodos, tápers de comida preparada por la mamá de Sergio y algunos artículos de limpieza como papel higienico, pasta dental, jabon y shampoo. Nada parecía estar fuera de lo permitido, hasta que en el fondo de la maleta encontró una pequeña botella de ron y una cajetilla de cigarros. El oficial Bernal sacó ambos objetos lentamente y fulminó a Sergio con una mirada y una sonrisa.
- ¿Tú sabes que esto no puede ingresar?- preguntó con una sonrisa burlona. Sergio estuvo a punto de responder que varios familiares entregaban alcohol y tabaco a reclusos a vista de los policias sin ningun tipo de restricción, pero prefirió quedarse callado mirando al suelo-. Me voy a tener que quedar con toda la maleta.
- Jefe, por favor, si no entrego la maleta mi mamá se pondrá mal. Ella se esfuerza mucho por preparar todas las semanas esto para mi tío; si le digo que no pude entregarlo, se angustiará.
- Ese no es mi problema, muchacho. Acá la culpa no es mía, ojo. Es responsabilidad tuya y de tu mamá saber que pueden traer y que no- respondió serio mientras se acercaba a Sergio y se ponía frente a él-. ¿Pero sabes qué? Si fuera uno de mis compañeros el que hubiera visto esto, ahorita no tendrías maleta y te mando de vuelta a tu casa, pero no soy malo pues. No te quiero perjudicar, pero tampoco me puedes perjudicar a mí, ¿así que como solucionamos esto?
Aquello que tanto habia temido finalmente pasó. Sergio no tenía manera de pagarle al oficial para que se haga el de la vista gorda. Empezó a sentir el cuerpo pesado, las manos adormecidas y empezó a temblar de los nervios.
- Jefe, por favor, tengo que llevarle la maleta a mi tío, pero no tengo que darle a cambio- dijo Sergio casi al borde del llanto. En su mente cruzaban imágenes de él siendo golpeado por el policía, o encerrado en una carceleta.
- ¿Y ahora que hacemos? Ponte creativo, muchacho, sino el que va a terminar perdiendo eres tú.
Sergio mantenía la vista hacia el suelo, pero pudo sentir como el oficial Bernal daba un paso hacia el frente, muy cerca de él. Se acercó a su oido, y le dijo que estirara los brazos hacia los lados tal y como lo hacian en requisa. Sergio estiró los brazos y sintió como el oficial Bernal empézó a pasar sus manos por su cuerpo a una velocidad muy lenta, cuando en las revisiones lo hacian bastante rápido. Sergio se estremeció al empezar a sentir la presión de las manos fuertes del policía recorriendo sus hombros, bajando por su torso y rodeando su cintura. El oficial Bernal tenia la vista fija en su rostro, mientras que Sergio continuaba mirando al suelo. Sergio no pudo evitar ahogar un grito cuando las manos masculinas del oficial se posaron en sus nalgas, presionándolas con fuerza. El oficial soltó un gemido, mostrando una sonrisa pícara. Sergio alzó la vista y pudo ver como él lo miraba. El oficial Bernal empezó a pasar su lengua por los labios, mientras continuaba apretando fuerte las nalgas de Sergio. Sergio no pudo controlarlo, y empezó a sentir como su pene se ponía rígido. El oficial lo atrajo hacia sí, y aquello fue un golpe de placer para ambos. Sergio pudo sentir lo rigido que era su cuerpo, y tambien sintió una dureza en la entrepierna del oficial. Su aroma a colonia de hombre y tabaco embriagó a Sergio, quien lo miraba con la boca entreabierta.
- ¿Seguro que no se te ocurre cómo podemos arreglar?- dijo el oficial Bernal, mientras empezaba a golpear su pelvis con la pelvis de Sergio.
Por instinto, Sergio levantó su mano y la colocó sobre el pene grueso y duro del oficial, por encima del pantalón verde, presionándolo ligeramente. El oficial gimió despacio, liberando todo su aliento en el rostro de Sergio. El oficial Bernal sonrió, y lo tomó de la mano y lo llevó hacia la silla pequeña que había en el lugar. Él se sentó, abriendo las piernas y dejando expuesta su entrepierna. Sergio se arrodilló frente a él, y volvió a tocar la verga dura del policía. Este lo miraba fijamente, expectante de saber que haría Sergio después. Sergio nunca habia tenido sexo con un hombre, pero habia fantaseado lo suficiente para saber bien que era lo quería hacerle al macho que tenía frente a él. Sergio inclinó su rostro y lo hundió en la entrepierna del policía, restregando la firmeza de su pene con su rostro. Con sus manos, Sergio habia empezado a presionarse la verga que estaba caliente y rígida tambien. Empezo a darle pequeños mordiscos, cuando de repente el policía le puso la mano de forma brusca golpeando a Sergio en el rostro.
- No me manches el pantalón, que tengo que trabajar después- dijo con seriedad y autoridad el oficial Bernal.
Sergio se sintió extrañamente excitado por la autoridad que estaba ejerciendo aquel hombre, por lo que sus manos fueron hacia la correo del oficial y empezaron a desabrocharla. La sacaron por completa, y pudo ver com el oficial desabotonó su pantalón. Algo que no había notado Sergio fue que tenía un anillo de matrimonio, lo cual le hizo cuestionarse si aquello era correcto. El oficial Bernal pudo ver que Sergio observaba la alianza en su dedo y procedió a quitársela de inmediato.
- A ti no te importa esto, ¿me entendiste? Cuando uno trabajo en una cárcel de hombres, cualquier hueco es trinchera.
El oficial deljo el anillo encima del escritorio, mientras que Sergio le bajaba el cierre del pantalón y podía ver el slip gris que traía puesto el oficial. El oficial Bernal le ordenó a Sergio que le quitara los pantalones y los zapatos por completo y que doblara los pantalones correctamente y los colocara en algun lugar donde se ensuciaran. Cuando lo hizo, Sergio volvio a arrodillarse y volvio a hundir su rostro en los slips del policía, Por primera vez, sintió el olor a testosterona del pene del oficial. Sergio sentía que no se pertenecía a si mismo en ese momento. Su cuerpo se estaba dejando llevar, podía sentir la urgencia de desvestirse y abrir las piernas, de abrir sus nalgas, de llenar su boca con aquella verga que pedía ser liberada de aquella ropa interior que la aprisionaba. Sergio empezó a besar las piernas gruesas y velludas de su macho policía, lamiéndolas de arriba a abajo causando gemidos en el hombre que estaba buscando complacer.
Súbitamente, el oficial Bernal dijo que ya no aguantaba más y se sacó la verga del pantalón con una mano, mientras que con la otra tomaba a Sergio de la nuca y lo atrajo hacia su verga. Sergio sintió una inundación de olor en su nariz, y automáticamente abrio la boca, sintiendo como la verga oscura y gruesa le entraba por la boca hasta el inicio de la garganta. Se atoró un poco, pero el sabor a presemen que estaba botando el policia le pidio saborear más aquella verga. Abrió su boca lo más que podía para evitar que sus dientes lastimaran la verga de su macho, y empezo a lamer la cabeza brillante por el pre semen que habia empezado a botar. El sabor no era desagradable, y le dejaba una sensación pegajosa en la boca. El oficial Bernal le preguntaba si le gustaba su pinga, a lo que Sergio respondía que sí mientras su lengua rodeaba ávidamente la punta y la metía dentro de su boca de manera tímida. El oficial se paró de la silla y volvió a tomar de la nuca a Sergio, y empezo a embestirlo clavando la verga profundamente. Sergio no se esperaba ello, y con sus manos quiso apartar al oficial Bernal pero este era más fuerte que él. Sergio supo que aquello no serviría, por lo que intentó respirar por la nariz mientras aquel macho se daba placer con su boca. El pene del oficial Bernal medía veinte centímetros aproximadamente, y era bastante grueso, por lo que Sergio estaba pasando un mal rato. Sin embargo, lo excitaba pensar que aquel macho estaba sintiendo mucho placer por su boca. Aquello lo excitó mucho, por lo que la embestida dejó de ser tan dura.
Cuando el oficial Bernal sacó su verga de la boca de Sergio, estaba empezó a toser mientras recuperaba el aliento. El policía empezó a masturbarse mientras ordenaba a Sergio que se quitara la ropa. Sergio se desnudó rapidamente, volvio a arrodillarse. El oficial Bernal lo miró perplejo, ya que Sergio tenía un cuerpo delgado y bastante lindo. Sus nalgas eran bastante redondas, sin ningún vello visible.
- Métete el dedo mientras me la sigues chupando- dijo el oficial.
Sergio obedeció rápidamente, y llevo un dedo hacia la entrada de su trasero. Para sorpresa de él, pudo sentir como este se encontraba muy dilatado. Por lo que meter un dedo no fue problema. El oficial Bernal se excitó mucho al ver como aquel muchacho inocente del cual supo que podía aprovecharse fácilmente lo miraba fijamente con aquellos ojos marrón claros mientras su lengua recorría una y otra vez la longitud de su falo y a su vez su mano invadía su trasero con facilidad. ¿Adonde había ido aquel chico? Frente a él se encontraba una zorra ávida de sexo y placer.
La sola idea hizo que el oficial Bernal sintiera una explosión creciente dentro de sus testículos Entre jadeos, ordenó a Sergio que abra la boca. Sergio supo que pasaría, y empezó a masturbarse mientras no dejaba de insertar ya no solo uno, sino dos dedos dentro de su trasero.
- Dame tu leche, jefe por favor- pidió Sergio sin quitarle la vista al oficial. El oficial abofeteó ligeramente a Sergio, y este abrió la boca sacando la lengua.
La sola imagen de aquel muchacho ansioso por su semen hizo que el oficial Bernal soltara una gran carga de semen que fue a dar hacia el rostro de Sergio, su cabello y su pecho. La electricidad de la eyaculación del oficial hizo que su cuerpo se estremeciera, y pudo sentir como él tambien eyaculó una gran cantidad de semen en el piso. A pesar de ello, Sergio pasaba su lengua por todo su rostro para poder tragar cada gota del semen de aquel macho. Estaba en la gloria, aquello habia sido mucho mejor de lo que habia pensado.
El oficial Bernal saco de la maleta que habia traído Sergio un rollo de papel higienico, y empezó a limpiarse el sudor del rostro. Todo el resto de leche que habia en su pene estaba siendo tragado por Sergio, quien daba delicados y pequeños lametones al pene aun erecto del policia.
- Limpiate y limpia el piso- dijo el oficial mientras lanzaba el rollo de papel higienico al piso-. No creo que tu tío se moleste por haber agarrado uno de sus rollos.
Sergio se limpió completamente, mientras observaba como el oficial Bernal se cambiaba en silencio. Sergio tambien se vistió rapidamente, y pudo ver como el oficial estaba pulcro y bien vestido, como si nada hubiera pasado. Sergio pensó que pasaría de ahora en adelante, ya que cada domingo que él iba a visitar a su tío él estaría ahí, en las requisas.
- No se te ocurra decirle esto a nadie, ¿me entendiste? Esto en la cárcel es muy común, pero tampoco quiero que se sepa y que piensen que soy maricón. Nada de decirle esto a tu tío.
Sergio asintió, entendiendo que aquello debía mantenerse enteramente en secreto. El oficial Bernal salió de la habitación un momento y dijo a Sergio que esperara. Pasaron quince minutos hasta que regresó y le pidió que lo siguiera. Cruzaron juntos nuevamente el patio delantero de la prisión, pero esta vez le pidió a Sergio que espere sentado en las sillas techadas. Aun faltaba una hora para las visitas, por lo que el oficial Bernal le indicó que lo mejor era que esperara ahí.
Uno de los policias que andaban por ahí lo llamó ya que debía atender unos asuntos dentro. Lo llamó por el nombre de Manuel, Manuel Bernal. Sergio se quedó esperando sentado en las sillas a que iniciara la hora de visita, ansioso por saber que pasaría el siguiente domingo de visitas.
***
Los aullidos de dolor se podían escuchar en todo el pasillo, pero todos los reos y policías hacían caso omiso. Carlos, tío de Sergio, esperaba que pronto cesaran los golpes que estaba recibiendo de los matones del Sanchez. Golpes en el pecho y en el vientre que se puedan ocultar, asi nada de eso había pasado.
- Mira imbécil, o se te ocurre una forma de pagarnos o a la próxima viene Sanchez a arreglar contigo, y tú sabes que él no es de negociar.
Los tres hombres fornidos salieron de la carceleta, dejando a Carlos tirado en el suelo sin poder levantarse. Se oyeron unas pisadas acercarse, y de repente ingresó una figura policial a la carceleta, ayudándolo a levantarse.
- No sé como le voy a pagar al Sanchez, Manuelito. Ese me va a terminar matando pronto.
El oficial Bernal ayudo a Carlos a sentarse en su cama. Notó que tenía un poco de papel higiénico que le habia sobrado de hace un momento, y se lo dió para que se limpiara. Sabía que la situación estaba fuera de control, y que Carlos debía actuar rápido para que Sanchez se diera por bien servido por los objetos de contrabando que le habia ayudado a meter a la prisión.
- Al Sanchez no lo visita su mujer hace meses, creo que ya lo dejó porque ese huevón nunca va a salir de los malos pasos. Así que consíguele un culito y mira que pasa.
- ¿De donde le voy a sacar un culito yo, si no conozco a nadie?- preguntó Carlos adolorido.
Manuel Bernal tenía la respuesta a ello, pero no respondió y le indicó a Carlos que se aliste porque habia visto que su sobrino estaba haciendo cola para la visita.


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