Viviendo un infierno (Ángel | parte 2)
Sandro comparte las fotos de Ángel por el instituto y eso sólo trae problemas, ya que los amigos de Sandro también quieren probar….
Después de que Sandro hubiera abusado de mí, falté a clase durante unos días fingiendo que estaba enfermo, necesitaba recuperarme de las heridas que él me provocó.
Durante los días que falté no pude pensar en otra cosa, sólo podía recordar la sensación de debilidad mientras Sandro me violaba en su propia cama, los golpes que me daba, y su gran verga llegando hasta lo más profundo de mi culo virginal. Recordé las fotos que me tomó después, y deseé con todo mi corazón que nadie las hubiera visto. Esas fotos podrían hundirme.
El lunes siguiente volví a clase recuperado casi del todo, al menos ha podía caminar bien, incluso me sentía bien, con ganas de dejar esa mala experiencia atrás y continuar con mi vida, pero ese bienestar no me duró mucho… Al llegar al instituto supe al instante que absolutamente todo el mundo había visto las fotos, Sandro se había encargado de ello.
Curiosamente nadie sospechó en ningún momento de Sandro, y al ver las fotos sólo pensaron que yo era un adolescente de 15 años depravado al que le gustaba que le rompieran el culo en sus días libres. Ya no tenía escapatoria. Sentía las miradas de todos los alumnos clavándose en mi, juzgándome… Escuchaba las risas, los insultos y las bromas que hacían a mí costa. Cuando llegué a mi clase vi mi silla rallada con la palabra «maricón» escrita, y no me quedó de otra que sentarme en ella… Me sentía tan mal que quería morirme.
Pasaron varios días así, Sandro se las ingenió para no volver a sentarse a mí lado. Ahora era el único de mi clase que no tenía un compañero, e incluso mis amigas habían dejado de hablarme. La gente sólo se dirigía a mí para insultarme, y algunos chicos me agarraban el culo a forma de broma, lo que me asustaba mucho y me enfadaba aún más.
Una semana después de volver a las clases, hubo un día en que los chicos que más solían molestarme no me dirigieron la palabra en todo el día, tampoco me tocaron, tampoco hubo empujones… Era algo extraño. Ese día hice como siempre y salí el último de la clase, y casi del instituto, así que para mí desgracia, nadie podría salvarme de lo que estaba a punto de ocurrir.
Cuando estaba cerca de la salida del instituto, dos chicos de los que solían molestarme me pararon y se pusieron a hablarme, querían que fuera con ellos al almacén. El almacén es un pequeño cuarto dentro del instituto donde se guardan todos los utensilios del gimnasio, como colchonetas, cuerdas y pelotas.
Yo sabía que eso era obviamente una trampa, y que ellos no tramaban nada bueno, menos siendo ellos amigos de Sandro. Así que me negué y rechacé educadamente su oferta, pero ellos insistían, decían que querían pedirme perdón, y mi voz pasaba de la educación a la desesperación, les pedí que me dejaran ir, y justo cuando ya iba a empezar a huir llegó el golpe.
Un puñetazo igual que el que me dió Sandro aquel día, justo en el estómago, hizo que las piernas me fallaran de nuevo. Caí de rodillas al suelo agarrándome el estómago, con los ojos humedecidos. La desesperación se apoderó de mí de nuevo. Sabía lo que estaba a punto de pasar. Ellos me levantaron diciendo que yo estaba muy débil y que me iban a llevar a descansar, y me cargaron con ellos al almacén, que a esta hora estaba siempre vacío.
Cuando abrieron el almacén me tiraron al suelo y cerraron la puerta, y por el olor a tabaco supe que había alguien más esperando dentro. Cuando pude observar vi que eran 3 chicos más, y que uno de ellos era Sandro. Los 3 tenían un cigarrillo en la mano, y Sandro actuaba como líder. Se acercó a mí y se agachó, ya que yo estaba todavía en el suelo, mirándolo con rabia y temor al mismo tiempo.
S: Hola Ángel, los chicos y yo queríamos pasarlo bien un rato, y ellos sienten curiosidad por ti, así que se un buen chico y pórtate bien.
En ese momento los otros 4 chicos empezaron a quitarme la ropa de forma descuidada, mientras Sandro, con su cigarrillo en la boca, buscaba algo por el almacén, volviendo a mí con varias cuerdas en sus manos.
Yo intentaba escapar de las garras de los otros 4 chicos, moviéndome desesperadamente, y ahí llegó el primer golpe. Un puñetazo a mi cara que me dejó mareado, quedando más a la merced de los 4 secuaces de Sandro, que me desnudaron del todo y me ataron pies y manos con dos de las cuerdas que trajo Sandro, y con la tercera me amordazó él mismo, diciendo que sería mejor así, ya que no quería que mis gritos alertaran a nadie.
S: Así estás mejor putita, ¿Te gusta verdad? Estar de nuevo a mí merced, desprotegida y sumisa, con cinco hombres a punto de hacerte gozar, pero antes vamos a comprobar que la cuerda de tu boca está bien puesta.
Justo después de decir eso apagó su cigarrillo en mi pecho, haciéndome gritar más que nunca, o eso fue lo que yo sentí, porque el grito a penas se escuchó. Sandro y sus colegas se reían viendo la marca negra de la quemadura en mi pecho, y mis ojos llorosos.
Me levantaron y me pusieron de rodillas. Yo ya sabía lo que me tocaba ahora. Me aflojaron la cuerda de la boca mientras Sandro me avisaba de que lo mejor para mí sería que no gritara ni hiciera ruido. Le hice caso y me quedé callado por miedo a lo que me pudieran hacer si me revelaba. Estaba de rodillas, con mis manos atadas a mi espalda, y mis pies unidos por otra cuerda, mirándolos fijamente, con terror, mientras ellos se bajaban sus pantalones dejando a mí vista 5 pollas gruesas y morenas, con algunos pelos en la base, excepto por la de Sandro, que no sólo era la más grande, sino que también estaba depilada.
Uno por uno se fueron acercando a mí y metiendo sus pollas en mi boca, agarrando mi cabeza y follándome la garganta sin ningún cuidado. Yo lloraba en silencio mientras les dejaba usarme, ya había aprendido que eso era lo mejor si no quería acabar lleno de golpes. Sentía el olor y el sabor de algunos de ellos y me daban arcadas cuando entraban en mi boca. Yo salivaba mucho, pensando que así tal vez ese sabor a sudor y a sucio desaparecería antes, pero lo único que conseguí fue provocarles más placer, lo que hice que me follaran la boca más rápido.
Estuvieron así por unos 30 minutos, al rededor de mí usando mi boca por turnos, cuando Sandro les dijo que me levantaran, y me volvió a amordazar con la cuerda. Entonces me agarró y me empujó contra unas colchonetas amontonadas que había en un lado del almacén, tal vez las habían ordenado ellos o tal vez fue pura casualidad, pero quedaban justo a la altura de mi cintura, haciéndome inclinarme hacia delante en ellas, dejando mi culo totalmente expuesto a mis 5 violadores.
Todos ellos de acercaron a ver cómo Sandro me azotaba sin pierdas, dejándome las nalgas de un color rojo intenso. Yo lloraba y gritaba, pero la cuerda ahogaba mis gritos haciendo que nadie más escuchara nada salvo mis captores. Entonces fue cuando empezaron, de nuevo por turnos, a usarme, esta vez por mi culo, penetrando sin preparación ninguna y haciéndome bastante daño en el proceso.
Se turnaban para usar mi culo, follándome de forma rápida y dura. Alguno agarraba mi pelo y tiraba hacia atrás levantando mi cabeza, cosa que a mí me dolía mucho pero que a ellos aparentemente les gustaba mucho.
Después de lo que me pareció una eternidad, mientras uno me follaba el culo, otro se subió en la montaña de colchonetas y quedó sentado con las piernas abiertas justo en frente de mi, con su polla cubierta de mí saliva y fluidos apuntando al techo, y varias venas recorriéndola de principio a fin. Tenía bastantes pelos en la base y cubriendo sus huevos que no eran nada pequeños. Si no fuera porque era uno de mis violadores hasta me hubiera gustado esa polla, que era más pequeña que la de Sandro, como de unos 16cm, y ellos lo notaron puesto que se vio reflejado en una leve erección que tuve en el momento, lo que desató sus carcajadas.
El chico me aflojó la cuerda de la boca dejándome libre, y levantó mi cabeza por los pelos. Antes de yo poder decir nada, ensartó su polla en mi boca y agarraba mi cabeza con ambas manos, moviéndola como si fuera un juguete sexual y riéndose con sus compañeros. Yo aguantaba las arcadas e intentaba relajar la garganta y respirar por la nariz. Mis lágrimas se juntaban con mi saliva en la base de su polla húmeda. Varios minutos después sentí como su polla se ponía más dura y empezaba a palpitar con intensidad justo antes de explotar en varios chorros de semen que disparaba dentro de mi boca. Sentí sus huevos en mi barbilla mientras él presionaba mi cabeza con fuerza contra su polla, obligándome a tragar su semen.
Mientras esto pasaba, sus amigotes seguían usando mi culo, y justo después de que el primero terminara en mi boca, otro empezó a moverse más y más rápido en mi culo, hasta que la sacó y empezó a eyacular sobre mi culo mientras sus colegas se reían. Así fueron todos acabando hasta que sólo quedó Sandro, que tardó un poco más en terminar, haciéndolo dentro de mi. Cuando sus huevos quedaron vacíos en mi interior, se inclinó y me susurró.
S: Para que no me olvides, puta.
Y se salió de mi culo, agarrando el nudo de mis manos y tirando con fuerza, haciéndome caer de nuevo al suelo.
Una vez todos acabaron conmigo se vistieron y me hicieron varias fotos, tirado en el suelo y desnudo, cubierto de semen y atado de manos y pies, con lágrimas bajando por mis mejillas, y saliva saliendo de mi boca, mezclada con algo de semen.
Mientras se reían, salieron todos del almacén y uno de ellos desató mis manos antes de salir. Me quedé allí tirado un rato, llorando y sin fuerzas para levantarme, pensando incluso en quitarme la vida y acabar con todo.
Cuando finalmente me puse mi ropa, que estaba algo rota por la brutalidad con que me la quitaron, y salí de ahí, comprobé que era por la tarde, y habían pasado varias horas desde que entré en ese almacén.
Caminaba lentamente por la calle intentando disimular, pues el dolor que sentía en mi interior era superior al de la primera vez. Cada paso me hacía sentir un dolor y un ardor absolutos.
Mientras caminaba por la zona del parque de mí pueblo en un atajo para llegar a mi casa, pasé por delante de un banco donde había un chico sentado, no le presté atención y seguí caminando como podía, a duras penas. El chico se percató de mí, y se dio cuenta de que no estaba bien.
C: Oye, ¿estás bien?
Escuché su voz acercándose a mí, y cuando sentí su mano posándose delicadamente en su hombro me fallaron de nuevo las piernas, o tal vez me dejé caer, al mismo tiempo que no pude soportarlo más y empecé a llorar desconsoladamente, como un niño que ha perdido de vista a sus padres. Él se puso frente a mí de rodillas, intentando calmarme y preguntando qué me pasaba. Yo sólo pude abrazar a ese desconocido y seguir llorando, a lo que él no tuvo ningún problema en devolver mi abrazo y darme unas palmaditas en la espalda delicadamente. Así estuve unos minutos hasta que entre sollozos se susurré una única palabra.
A: Ayúdame.
Pues aquí está el segundo capítulo, espero que os haya gustado y que me deis vuestra opinión en los comentarios. Votad positivamente si os ha gustado y queréis saber cómo continúa la historia de Ángel.
PINCHES VIOLADORES ABUSIV9S VE Y DENUNCIALOS QUE PAGUEN TU DALES VERGA
Si que me gustaría saber cómo continua esta historia y no quede en el olvido