YO 28, OTROS RECUERDOS DELICIOSOS (Relato 15)
Otro lindo recuerdo, que gracias a ésta página he reflotado para mi deleite y el de mis lectores. Les reitero absoluta realidad en todo mi relato..
YO 28, OTROS RECUERDOS DELICIOSOS (Relato 15)
Revisando una red social, me encontré el perfil de un chico que conocí hace años. No sé por qué motivo se me había eliminado que recuerdo haberlo tenido como contacto antes. El tema es que le pedí amistad y al aceptarme, me encontré que era su día de cumpleaños, por lo que aproveché de saludar y de paso recordar cómo le conocí.
Él tenía 15 o quizás 16 años cuando lo empecé a ver cuando yo visitaba a un tío, cuya casa estaba pareada con la casa de Daniel Cristian, un chico apuesto, alto para su edad, de tez muy blanca, deportista y con unos increíbles ojos azules que le daban un brillo especial a su rostro.
Varias veces me lo encontraba a la pasada, y empezamos a saludarnos, siempre con una sonrisa fresca mostrando sus dientes blancos que más hacían resaltar sus ojazos de lago profundo.
En cierta ocasión, a varias calles de su domicilio, iba yo en mi automóvil, cuando me fijo en una persona que caminaba cojeando notoriamente de su pierna derecha, iba vestido con jeans, una sudadera y colgado de su cuello un par de zapatos de futbol, llevaba puestas unas zapatillas livianas.
Al acercarme, pude ver que se trataba de Daniel Cristian, por lo que me detuve y le ofrecí llevarlo dada la dificultad que mostraba. Aceptó aliviado y me contó que se había torcido el tobillo jugando futbol y había tenido que abandonar el juego. Miré su pie y se notaba levemente hinchado, ante lo cual le dije que debería irse a casa y que su madre le pusiera un poco de hielo y un masaje para aliviar su dolor, y yo mismo le llevaría.
Se lamentó inmediatamente que en su casa no había nadie, su madre y padre habían ido a Santiago la capital de Chile y seguramente llegarían a altas horas de la noche, o quizás incluso al día siguiente.
Le sugerí entonces que podía llevarlo a mi casa y ahí aliviarse del dolor y más tarde lo acercaba a su domicilio, invitación que aceptó encantado. Por mi parte también me gusto saber que aceptaba y enfilé a mi casa, y, amigos lectores, sepan que AUN no tenía otra intención que solo ayudarle en su aflicción.
Llegamos a casa y me acerqué a ayudarle a bajar del vehículo y luego a que se apoyara en mí para no pisar con fuerza con su pie adolorido, y así hasta llegar a un sillón donde se sentó. Acerqué un piso para poner su pie en altura y le retiré la zapatilla y la calceta. Me fui en busca de hielo que en una bolsa lo apliqué en la zona hinchada y enrojecida por el golpe.
Al sentir el hielo en su piel afiebrada dio un pequeño salto, que nos hizo reír, y ahí le empecé a mover la bolsa con hielo mientras con una mano le iba haciendo un suave masaje en la zona afectada.
Poco a poco se fue relajando, lo que mostró al reclinar su cabeza hacia atrás y cerrar los ojos, yo dejé la bolsa de hielo a un lado y seguí masajeando con ambas manos, subiendo un poco por su pierna, labor que era incomodada por la estrechez del pantalón que no me dejaba hacerlo a plenitud. Daniel Cristian se dio cuenta de ello, y me señala que se siente bien así, pero un poco más arriba sería mejor, a lo que repliqué que para ello debería sacarse el pantalón, y ante la invitación llevó sus manos a su cintura para aflojar un botón y bajar su cremallera.
Disimulé mi sorpresa, que nunca imaginé que lo iba a aceptar así de fácil, y pues, llevé mis manos a su ropa y la empecé a bajar, ayudado con sus movimientos para que saliera rápidamente y ahí tuve a la vista, no solo un par de hermosas piernas con vellos muy finos casi amarillos, sino un buen bulto apretado por sus slips, que dejaban salir unos pelos rubios y mostraban parte de grandes huevos de adolescente.
Todo lo que acabo de detallar lo observé en una mirada rápida, ya que traté de disimular la tremenda excitación que me produjo ver tamaña fruta y que estaba casi a mi alcance, y digo casi porque hasta ese momento no sabía hasta donde podía llegar con el “masaje”.
Seguí entonces con ambas manos acariciando su tobillo y suavemente subiendo por la pierna. Le preguntaba si estaba bien lo que hacía y me miraba muy serio y me decía “si, está bien, pero me duele más arriba”, y yo no me hacía de rogar y subía otro poco, y a la vez miraba su bulto que a cada rato se hinchaba más producto de la erección que estaba teniendo, y que a todas luces me indicaba de que su dolor se estaba transformando.
Así seguí hasta que ya llegué a la rodilla, y mientras le acariciaba volví a preguntar si estaba bien o seguía más arriba, y el casi susurrando me dice “más arriba” ante lo cual ya me voy sin miramientos y le agarro el paquete que luchaba por escapar del estrecho slip, y saqué su húmedo miembro, grueso, muy blanco y que nacía de una mata de pelos casi amarillos que envolvían dos grandes huevos que ya adivinaba llenos de juvenil néctar.
De una me lo metí a la boca, sentí esa carne húmeda, algo salada por su precum que lo humedecía y me lo metí hasta las amígdalas y empecé a masturbarlo furiosamente mientras mi boca chupaba y chupaba. Daniel empezó a gemir y decirme “córreme la paja, córreme la paja”, acomodándose en el sillón quedando así acostado, mientras yo me ubiqué entre sus piernas para poder seguir chupando y lamiendo, pasando desde su pene a sus huevos uno tras otro. Yo sentía a ratos algunos pelos que quedaban en mi boca los que escupía para seguir en mi golosa felación, mientras el chico seguía pidiendo “córreme la paja, córreme la paja”.
Sin aviso sentí cuando mi boca fue llenada de un líquido espeso y salado, el que me apresuré a tragar a lo más que podía mientras algunas gotas caían de la comisura de mis labios. Al unísono con esa acción, un gemido o suspiro de desahogo, seguido de unos exabruptos me indicaron el brutal placer que le había hecho sentir, mientras su pene en mi boca seguía latiendo y escupiendo chorros del tibio néctar que yo me esforzaba en tragar.
Unas gotas de sudor corrían por mi frente y cuando lo observé, me fijé que él estaba en similar estado, aunque con una cara de lujuria y una sonrisa que hacía innecesario comentar lo que había disfrutado pues estaba a la vista.
Cuando ya me recuperé de terminar de deslechar a mi amiguito, lamiendo las ultimas gotas de su pene que poco a poco retornaba a la flaccidez, pero con aquellos huevos tan apetitosos como al principio, le pregunté si aún le dolía el tobillo, y su risa me indicó que ni se acordaba de aquel intenso dolor que lo aquejaba minutos antes. Fue el momento en que observamos que sus slips habían sido destrozados en la lujuria del momento compartido. Me dijo que no me preocupara que nadie lo notaría que se desharía de ellos para que su madre no lo notara.
Ya se había hecho tarde, y me pidió le llevara a su casa. Lo llevé y al despedirnos pregunté “¿todo bien?”, con una hermosa sonrisa respondió. Sí, Todo bien.
Pasaron unos días, sin saber nada del chico, y una tarde que regreso a casa me encuentro la sorpresa que Daniel estaba esperándome en la puerta. Lo saludé con una sonrisa, y sin decir palabras abrí el acceso y entramos. Tan pronto cerré la puerta llevé mi mano a su entrepierna sin previo aviso, lo que debido a la sorpresa le arrancó un “ufff” y a mí un escalofrío al sentir nuevamente aquel apetitoso bulto en mi mano. Sin decir palabras y sin soltar su paquete, nos dirigimos al dormitorio, saboreándome desde ya imaginando lo que venía.
Nunca he descrito mi dormitorio, al vivir solo sin mayores compromisos, me compre una cama grande de dos plazas, con un respaldo en media luna enlacada con un color rojo intenso, brillante, dos veladores a los costados en el mismo tono junto con una cajonera con un gran espejo. Las paredes de la habitación estaban pintadas de negro y al medio del cielo una ampolleta roja. Todo ello daba un ambiente que para algunos podía ser tétrico, pero también podía ser erótico, que es lo que a mí me producía, en especial al poder mirarme en la penumbra en el espejo lateral, mejor aún al estar en compañía masculina.
Ingresamos, cerré la puerta y encendí la luz. Me tiré sobre la cama invitando a mi caliente amigo a acompañarme, y sin esperar invitación bajé la cremallera de su pantalón y saqué aquel delicioso miembro, que ya estaba a plenitud, húmedo, como roca, y me lo metí a la boca sintiendo su sabor y calor intenso, mientras él ayudaba bajando sus pantalones y ropa interior, yo me deleitaba mamando, lamiendo, amasando sus huevos y ya mas descubierto, acariciando sus nalgas, piernas y todo lo que mis brazos alcanzaban, y escuchando su respiración acelerada acompañada de gemidos y gruñidos de placer.
Lo invité a desnudarnos y rápidamente lo hicimos, pudiendo en esa forma no solo lamer su sexo, sino subir a sus tetillas, cuello, y seguir el famoso “camino a la felicidad” pelitos que bajaban de su ombligo hasta su verga, lamiendo y succionando arrancando con ello más y más gemidos de placer, bajando hasta sus huevos que introducía en mi boca una y otra vez, apretándoles suavemente.
Ya a máxima temperatura, Daniel me dice “quiero meterlo” por lo que me acomodé de costado, alcancé un frasco de lubricante íntimo que me apliqué abundantemente en mi zona anal como en su pene duro como roble, y me preparé a recibir su ataque, el que no se hizo esperar, empezando a penetrarme sin compasión. Me mordí los labios para soportar el dolor que se iba profundizando a medida que me entraba en su totalidad. Lo bueno es que, al ser un pene de forma perfecta, es decir tan grueso al principio como al final, el dolor se atenúa que es parejo, diferente a lo que ocurre con vergas que se engrosan al medio o al final, por lo que, ya acomodado a su tamaño, se subió sobre mí y empezó a cabalgar.
El dolor inicial se transformó en placer cuando ya completamente empalado, inició el mete y saca, sentía su respiración en mi cuello y nuca, sus manos en mis hombros me atraían hacia él para conseguir penetración plena.
Mucho rato así, de pronto se sale y se arrodilla pidiéndome me gire. Ya entendí lo que venía. Tomó mis piernas y las acomodó en sus hombros, apuntó su verga húmeda en mi entrada posterior, y en un solo envión me lo incrusto hasta los huevos, sacándome un pequeño quejido, mientras él sonreía y yo disfrutaba viendo esos hermosos ojos que también parecían reír.
Deliciosa posición, pero no fue demasiado extensa, ya que a poco iniciar su movimiento sexual, exclamó “oh” y sin mayor aviso empezó a inyectarme su joven y caliente liquido íntimo, dentro de mi culo, cual jeringa de carne yo sentía como lanzaba chorro tras chorro y también algunas gotas de sudor caían desde su frente en mi cara. Su rostro, indescriptiblemente placentero.
Esa experiencia se repitió muchas veces, disfruté de su juventud como él de mi madurez, pero, así como empezó se terminó. Me cambié de ciudad y ya perdí su contacto.
Hace un tiempo lo encontré, intercambiamos números y en una noche recordamos esos tiempos. Me envió fotos desnudo, sorprendentemente mostrando su rostro y hablamos de reunirnos y hacer un “remember” pero no se ha dado. Quizás ahora pueda resultar………ya les contaré. Al menos el contacto se ha reanudado.
Estimados lectores, espero les haya gustado este recuerdo tanto como a mí el traerlo desde el baúl de los recuerdos. Todo es real, como mis anteriores relatos.
Si gustan me escriben a [email protected] y me comentan lo que gusten, y si creen lo merezco, una estrella en la página para señalar que les gustó. Hasta pronto.
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