Yo de nueve años empalado en Alfredo, mi primo mayor
Dentro de una camioneta junto a toda la familia.
Cuando un niño está creciendo, lo menos que le gusta son las comparaciones, y sin decirlo, siempre mi papá me hacía notar su admiración por mis primos, por el lado de ambas familias, le gustaba hacer actividades con ellos, todos de entre siete y un año mayor que yo; iban a pescar, a andar a caballo, y por supuesto a la única cancha del pueblo a jugar futbol, yo a veces lo seguía, solo tratando de complacerlo, pero ni yo me llevaba bien con ellos, ni ellos conmigo.
Un día, recuerdo que era viernes, una delegación del pueblo fue a una especie de “intercambio cultural” con otra localidad que se llama Quebrada de Marquesa, iban algunas camionetas y una micro (bus) con gente del pueblo, nosotros fuimos en una camioneta del tío Pepe, vieja, grande y doble cabina de un tío, eran casi dos horas de viaje. Después de la jornada con diversas actividades, bailes folclóricos, un desfile de la escuela, asados, y por supuesto el partido de futbol y mucho trago llegó la hora del retorno, ya medio oscuro y empezando a llover.
En la camioneta del tío, se acomodaron adelante él manejando, mi prima chica molestosa y mi tía Lucha; atrás de derecha a izquierda mi mamá, mi papá, un señor que se bajaba a mitad de camino y mi primo Alfredo. Él tenía en ese entonces entre quince y dieciséis años (yo nueve) Por culpa del señor que se embarcó con nosotros yo tenía que venirme en la falda de mi mamá, pero al poco rato le dio un tirón en la pierna, a lo que voluntariosamente mi primo, que cumplía con el patrón de macho en el que quería mi papá que yo me convirtiera, se ofreció a llevarme “tíreme al Nico pa’ ca tía, es flaquito y no me molesta” y ahí me encontré, sentado en las piernas de mi corpulento primo mayor. Mi papá venía medio borrado por el vino y el señor que me tocó al lado también, mi mamá y mi tía no dejaban de parlotear y mi prima de hinchar las pelotas por cualquier cosa.
Alfredo venía aun con su short y polera deportiva y todo sudado después del partido de futbol, yo con un buso y un polerón ancho, apenas me ubiqué entre sus piernas sentí su bulto enorme que me presionaba el culo, traté de zafarme moviéndome un poco, pero fue peor, solo sirvió para que se acomodara mejor su pico entre mis nalguitas, Alfredo me dice al oído que me quede quieto, sino capaz que “me lesiones” al momento que me sujetaba pasando su mano por mi cintura, justo debajo de mi vientre. No recordaba haber sentido alguna vez la radiación de calor que emanaba del cuerpo de Alfredo, hizo en mi un tipo de embriaguez que actuaba como imán que impedía rechazar algo que era nuevo para mí, aunque uno sabe de esas cosas, pero otra es estar viviéndolo.
En términos simple me entregué, acomodé mi culo y me dejé llevar por ese rico contacto, que fue subiendo de intensidad a medida que la camioneta avanzaba por un camino pedregoso, ante cada bache era un pegar saltito sobre su pico cada vez más duro, pude intuir por el roce que se había bajado su short en uno de eses vaivenes, sin soltar su mano de mi vientre, la deslizó hacia mi pecho, yo tiré hacia atrás la cabeza a lo que el aprovechó de decirme el oído “bájate un poquito el buzo” como hipnotizado le hice caso, al próximo salto de la camioneta le di un tirón hacia abajo y quedamos en contacto piel con piel, la sensación era riquísima, sentir toda la dureza de si pico entre mis piernas. Con el andar su pico se fue acomodando, pasando de entre mis piernas a la entrada de mi culito, haciendo presión, aun así no había posibilidad que entrara por su tamaño, se sentía húmedo, lo mismo que mi hoyito que había empezado a sudar, en una de esos movimientos siento que la mano de mi primo se mete entre su pico y mi poto y luego la sensación de frescura, me acababa de embadurnar con alguna crema, se sentía ahora todo más resbaloso, su pene ya no tenía oposición del roce, estaba todo lubricado, sentí pánico de que esa cosa entrara en mi culo.
Ubicado justo a la entrada, el esfínter empezó a ceder y yo sentía como la cabeza del pico de Alfredo me estaba dilatando, había comenzado a entrar y sentía un dolor y un ardor soportable, me mordí un brazo para evitar que se me escapara un grito, pero no contaba con un nuevo salto de la camioneta. En cámara lenta siento como me despego de Alfredo saliendo su pico los milímetros que había avanzado para después caer con todo mi peso, la gravedad hizo el trabajo y sentir el contacto de su pico en mi esfínter y ensartarme casi completo fue una sola cosa. El dolor fue inmenso y mi brazo pudo apenas contener el grito que se ahogó en un mordisco, pero mis lágrimas brotaron todas de una y hasta los mocos saltaron de mis narices. Alfredo me abrazó fuerte como para evitar que me moviera mucho, así nos quedamos un rato quietos, completamente ensartados, de a poco comencé a respirar dándole a entender a mi primo que estaba cediendo el dolor, lo que en parte era verdad, seguía doliendo mucho, pero la sensación de tener lleno el culo y la presión que ese pico hacía en mi cuerpo comprimiendo todo el colón y apretando mi próstata resultaba extrañamente placentero.
Me solté un poco, lo que Alfredo sintió y comenzó a bombear de a poco, se sentía muy rico, raro, pero rico, el dolor pasó a segundo plano y podría decir que hay un límite en el cual el dolor es placentero, y mentalmente disfrutar de la sumisión de la entrega a ese cuerpo que me doblaba en masa (así lo sentía yo) su calor y su piel era superior a cualquier dolor que pudiera sentir. A partir de ese minuto gozaba cada bombeada del pico de Alfredo en mi culo, sintiendo como entraba y salía alternadamente con la complicidad de la camioneta y el camino, me retorcía en mi posición arqueándome hacia adelante y hacia atrás al ritmo de las enculadas de Alfredo, después de media hora aún estaba ensartado cuando sentí que mi primo daba unas especias de contracciones en su cuerpo que se transmitían como un látigo a su pico, me sujeta fuerte y me da una última estocada inundando mi intestino con algo que se sentía tibio y viscoso. Supe lo que era una acabada de un macho dentro de uno y supe lo que era dar placer. Me sentí satisfecho de haberlo hecho, nos relajamos ambos, justo en el momento que oigo que mi tío despierta al señor que traíamos de pasajero que ya estaba pronto a llegar donde él se bajaba.
Como pudimos acomodamos nuestros pantalones, el short de Alfredo y mi buzo, segundos antes que la camioneta se detuviera. Abrimos la puerta y nos bajamos, al ponerme de pie siento como los jugos que Alfredo había dejado dentro de mí, escurrían por mis piernas, dentro del buzo. El señor se despidió con una sonrisa extraña y nos dio las gracias por el mejor viaje que había tenido. Reanudado el viaje ya no iba sentado sobre Alfredo, sino que a su lado, él paso su brazo detrás de mi nuca y yo me acurruque en su pecho quedando dormido por el resto del viaje.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!