Yo heterodoxo
Confieso que he vivido una vida imperfecta.
Es el primer recuerdo que vino a mi memoria y no pude evitar sentir un deseo perdido en el tiempo.
Ni siquiera estoy seguro de la edad que tenía pero mi boca y mi culo ya sabían de penes y el sabor del semen. No me consideraba un putito promiscuo, más bien era tímido y lleno de culpas por mis deseos y aventuras secretas.
Vivía en un pueblo pequeño del norte, de inviernos secos y veranos demasiado calurosos; un pueblo de esos en que todo gira alrededor de la plaza: tiendas, banco, iglesia, mercado, municipalidad, restaurante… Yo solía repartir un par de diarios temprano a la mañana durante las vacaciones escolares y luego no hacía nada.
Una de las personas a quien le dejaba el periódico era el dueño del restaurante, un español o hijo de españoles que quien sabe cómo había recalado en este lugar perdido del mundo. Era de baja estatura, con la típica barriga de los maduros y velludo. De vez en cuando solíamos cruzar algunas palabras mientras le entregaba el diario, ese día me preguntó si había desayunado y le dije que no, recién daban las ocho de la mañana y él estaba sentado en la puerta desde temprano. Me dijo que por el calor no había podido dormir y se había acomodado en una silla en la entrada del negocio.
Me invito a tomar un café, entramos, cerró la puerta y nos fuimos a la cocina. Él vivía al fondo del local, mientras desayunábamos comenzamos a hablar de todo un poco hasta que en algún momento llegamos al tema del sexo. Él no tenía mujer, me contó que de vez en cuando veía a una loca (así le decían a las prostitutas en esa época) y me mostró su colección de revistas porno.
Ahí fue cuando algo se despertó en mi interior, comencé a sentir que la lujuria comenzaba a rondarnos sin darnos cuenta, sin proponérnoslo, sólo estaba comenzando casualmente. Yo estaba con mis shorts y mis piernas de mujer como siempre pensé que las tuve; instintivamente miré su bulto, se notaba que se había excitado.
– Te gusta cómo cogen? – me dijo señalando la revista
– Tiene ganas de cogerme? – le dije sin vueltas y con mi vista aún fija en su entrepierna.
El me agarro por detrás y me apoyó su pelvis, yo movía mi cadera para calentarlo más. Sacó su verga corta y gruesa por el cierre del pantalón y la acaricié con mis finas manos, empecé a lamerla, la cabeza se estaba mojando, abrí mi boca para chuparla como era debido y el lanzó un gemido
– Así putito, así – susurró
Se bajó el pantalón, se abrió la camisa, su torso velludo me excitó; le lamía los huevos, el glande, succionaba su pene y volvía a empezar. Fuimos a su habitación, me puso en cuatro para rozar mi ano con su verga, su dedo gordo y tosco quería abrirse paso en mi agujero, no lo logró; entonces decidió usar su lengua.
Empiné el culo mientras me lamía, me abría con las dos manos, me sentía mojada entera, que rico, no dábamos más, era el momento perfecto. Intentó una vez… dos, tres, la cuarta fue la vencida; entraba despacio, con dolor hasta que calzó toda, yo chillaba, gemía en ese instante que él se quedó quieto, pero no quería que la saque. Comenzó el vaivén, el ritmo del sexo; ya estaba adentro, el dolor ya se disipaba, me decía cosas sucias que me excitaban; me sentía más perra, más puta, me sentía una hembra que volaba de calentura, todo mi cuerpo ardía, le pedía más, era una puta en celo complaciendo a su macho, mis piernas, mi cuerpo, mi mente solo anhelaban gozar, volar, sentir. Era una loca, una prostituta, una diosa del placer; la más deseaba y hermosa.
Más rápido, más fuerte, mi cabeza daba vueltas, más, más… Hasta que explotó, acabó con un bramido, su leche llenando mi culo, mi ano exprimiendo su verga; se tiró sobre mí con todo el peso de su cuerpo y aunque me sentía un poco asfixiado me encantó sentir el roce de sus vellos en mi espalda, el cansancio de mi macho, mi hombre, que gozó con el culo de su hembra, de su puta.
Me cogía cuantas veces quería, me hizo vestir de mujer, me dio mis primeras medias pantis y tacos. En su casa restaurante di mis primeros pasos como crossdresser, no era una relación diaria pero cuando iba me sorprendía con algo nuevo. Fue poco más que un año hasta que él se fue, no recuerdo si a otra ciudad o a su España natal.
Y hoy vino a mi mente dejándome excitado y mojado, tantos años después.
Bonito recuerdo, quizá el primer amor…