Yo Heterodoxo Capítulo 10 Con mi primo otra vez
Una nueva oportunidad para gozar en familia.
En esa época sentí que debía explotar la situación con mi primo, el restaurante había cerrado y su dueño ya no vivía en el pueblo, después de él no tenía un “amante” fijo. Desde mi punto de vista era difícil andar por ahí y encontrar un hombre que le gusten los putos (es decir yo) y peor aún conseguir tener sexo las veces que quisiera. Mi primo era la presa perfecta para mis lascivos intereses.
Aprovechándome de aquella deuda sexual que había quedado pendiente, insistí en un nuevo encuentro para saldar cuentas. Él se negaba sistemáticamente, pero en cada ocasión yo ponía el tema sobre el tapete, así fue la cosa hasta que llegó el día en que aflojó a mis reclamos ante la promesa de que sólo iríamos a masturbarnos y él no sería penetrado. Yo, durante el tiempo que le rogaba había encontrado otra obra abandonada donde puse un viejo colchón de espuma que encontré tirado ahí; también llevaba en la mochila una sábana robada a una anciana tía que pensó que el viento se la voló del tendedero.
Nos acomodamos, el sacó la misma revista, sólo que estaba hecha un rollo y ajada; lo que me sirvió para un nuevo reclamo. Me dijo que nunca la había devuelto y le era imposible conseguir otra. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y esta ocasión era una muestra de ello; pasábamos las hojas sin ningún interés, seguramente él ya se conocía de memoria cada imagen y ni siquiera estábamos excitados.
– Qué vamos a hacer – le pregunté, a él le daba lo mismo.
– Hagámonos la paja – propuse. No había onda, cero ganas, nada resultaba de mi plan y lo que era peor: hasta yo me estaba desanimando. Sentimos un ruido, un crujido, alguien se estaba acercando, nos pusimos tras una pared para observar sin ser detectados; era un perro que miraba desorientado hacia donde estábamos. Respiramos aliviados, inconscientemente él se había colocado detrás mío para espiar quien se aproximaba, la puta en mí se dio cuenta de inmediato y le apoyé mi culo para que sintiera que esto no había terminado.
Le moví mi culo encima de su bulto e inmediatamente di un giro para buscar su verga, le sobe un poco los huevos y al liberar su pija salió disparada. Mi primo se estaba por enterar de cuales eran los gustos de su primo en realidad.
Chupaba su miembro, me lo tragaba, lamía la abertura de su glande; le lanzaba mis libidinosas miradas moviendo mi cabeza para que cayera en cuenta de cuanto yo gozaba. Al fin su verga estaba al palo, dura y caliente como a mi gustaba, yo ya me desataba mostrándome espléndida, glamorosa, divina.
Que hermoso es sentir cuando te clavan con ganas, cuando un pene no sólo irrumpe en tu culo sino que también invade tus sentidos, te sofoca, te marea, te hace quejar con gusto. Me gusta ser así, desatada, cachonda, feliz. Me gusta cuando me acaban, llegar al final y hacer volar mi imaginación fantaseando que todo ese esperma viaja a través de mi cuerpo y me transforma en una diosa del sexo y el placer. En fin, tontas ideas de un adolescente.
Después de ese día, mi primo ya sabía lo que tenía a su disposición; por supuesto no desaprovechó la ventaja de esta situación y me buscaba cuantas veces me deseaba. Por suerte era tan calentón como yo y nos hicimos muy unidos.
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