Yo Heterodoxo Capitulo 13 Mi primo se puso de novio
Mi adolescencia sigue siendo aprovechada por mi primo y por mi .
Cuando mi primo se puso de novio, pensé que mi cuota de sexo bajaría a cero, pero fue todo lo contrario. Venía a buscarme caliente y frustrado. Con su novia solían llegar al límite de la excitación entre besos, franeleos y palabras de deseo; más de ahí no pasaban. Ella tenía el miedo de toda adolescente con sus dudas y culpas, eran otras épocas; entonces, para mi primo, estaba yo siempre dispuesto a coger.
Solía contarme lo que hicieron minutos antes de verme, mientras yo sacaba su pija del pantalón, mencionaba como metía sus manos bajo la blusa para acariciar sus pequeños senos, adoraba la enorme aureola de sus pezones negros, hundía sus dedos en la raja húmeda de su vagina, intentando meterlos en su cueva; allí es donde ella ponía su límite, asustada de dar un paso más, de ir más allá. Él a veces comprendía, a veces rogaba, a veces forcejeaba impaciente, hasta se peleaban por culpa de esas ganas frustradas. Un par de veces logró que ella lo masturbe sin llegar a hacerlo acabar. Coitus interruptus yo pensaba. Él siempre estaba mojado con mucho líquido preseminal, su slip manchado, el aroma a sexo golpeaba fuerte en mi nariz. Escuchando sus desventuras con ella, me sentía un psicólogo, sexólogo, la doctora del amor. Chupando su pene empezaba mi terapia, el soltaba alguna mala palabra como para liberar su estrés , a veces acababa rapidísimo en mi boca de tan excitado que había quedado con su novia, hundiendo mi cabeza en su pubis por el empuje de sus manos yo tosía ahogado por su esperma, aún así tragaba su leche como toda buena ramera. Lamía sus huevos con gusto, mi lengua era muy juguetona, presta a dar placer.
Su verga siempre seguía dura, de acero. Mi boca fue el preludio, ahora era el turno de mi cola que reemplazaría en su deseo a esa esquiva vagina que se le negaba. Mi culito ansioso lo recibía palpitando, esa muchacha no sabía lo que se perdía, imitando una voz femenina yo le pedía que fuera suave, le decía que era su novia virgen, que no me fuera a dejar embarazada. Sabía el efecto que le causaba, sabía que su calentura se transformaría en ardor, puro fuego, su miembro era un palo al rojo vivo buscando violarme, partirme en dos.
Su ritmo infernal me sacudía entera. Sí, soy hembra, soy puto, mi culo es para hacer gozar a cada hombre que me busque, que me acepte, que no tenga miedo ni culpa de cogerme.
El hecho de que ya había acabado antes en mi boca hacía que su segundo polvo fuera más largo. Me daba hermoso y fuerte mi macho, con mi ano vagina cumpliendo sus sueños de placer, yo era la única dueña de esa verga, la loca en mí fantaseaba con ser su mujer amante.
Ya estaba por eyacular, se notaba en su frenesí, mis gemidos aumentaban, mi voz de nena imploraba:
– Así! Así! Dame!
El volvía a lanzar improperios al aire, puteando a su chica por no entregarse a sus deseos lascivos de macho ansioso.
– Quién soy papi! Quien soy bebé!
– Putaaaa! Putaaaa! Aaaaaaahhh…
Me inundaba con su leche caliente, mi esfinter apretaba succionando toda su virilidad, mi culito desbordado no se despegaba de su presa. Esa polla es mía y ninguna mujer, ninguna novia, ni siquiera una amiga con derechos le daría el placer que esta perra con su culo brindaba con devoción y lujuria.
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