Yo Heterodoxo Capítulo 16 Mi primera vez como hetero
Por primera vez estoy con una mujer.
Debo decir que no sé cómo logré iniciar mi carrera universitaria. Con dos compañeros de la secundaria conseguimos alquilar un departamento en el segundo piso de un edificio cercano a la facultad. Estábamos en otra ciudad, mucho más grande que la nuestra, más gente alrededor, nuevas personas por conocer, un nuevo comienzo.
Éramos tres provincianos con sueños y expectativas de triunfar. Y yo por supuesto decidido a calmar mi homosexualidad.
Por ser de primer año en la facultad, tuvimos que asistir a un curso de ingreso, aunque no era obligatorio. Desde febrero ya estábamos instalados y conociendo la universidad y a otros chicos de diferentes lugares y también de esta ciudad. Ellos fueron quienes nos comentaron que existía una zona roja, un lugar donde encontrar prostitutas y habitaciones para ir a culiar. Esperamos hasta recibir la mensualidad siguiente de nuestros sacrificados padres y fuimos los tres.
Era un mundo nuevo ver a las mujeres paradas en las puertas de las habitaciones, vestidas sólo en bombacha y corpiño, en sandalias o con ojotas, llamándonos al placer. Hombres en auto, en moto en bicicleta o a pie, preguntando precios, cuál era el servicio, regateando dinero. Recorrimos el lugar de arriba a abajo hasta que nos sorprendió un menor que pasó corriendo por nuestro lado, detrás venía un tipo gordo gritando que le había robado. Caímos en cuenta que no era un lugar para andar paseando, decidimos entrar rápido, hacer lo que íbamos a hacer y encontrarnos en un punto donde hubiera gente y no descuidarnos. A los tres nos llamó la atención una prostituta joven, de buen cuerpo y que al parecer era rápida con sus clientes, el detalle era que había una larga fila en su puerta.
Uno decidió ir con ella, otro iría con la prostituta de al lado y yo dije que buscaría sin demora por donde antes habíamos pasado. En realidad era una forma de escapar, no había estado antes con una mujer y no me sentía seguro de lo que iba a hacer; delante de una casilla que antes había estado cerrada había un hombre en bici hablando con una chica, se notaba que estaba borracho y ella le dio un elevado precio para estar con ella. El desistió y se fue, yo me había acercado lentamente y le pregunté si eso era lo que cobraba.
Ella respondió que no, le dijo eso para que se alejara, no le gustaban los clientes alcoholizados. Me preguntó si iba a entrar, y mis pasos me llevaron hasta el interior de la pieza iluminada con una luz roja.
Me hizo lavar mi pene en un lavatorio que estaba en el suelo, ella estaba sentada en la cama y al tomarlo entre sus manos y ver que seguía dormido le dije que estaba nervioso y era la primera vez que estaba con una mujer (lo cual era verdad). Ella no dijo nada, se lo metió en la boca y buscó excitarme, demoró un poco pero lo logró. Se puso un preservativo en la boca y hábilmente me lo colocó.
– Es grande – me dijo. Y se acostó con sus piernas abiertas, con una mano se echó saliva en su vagina y me guió hasta el interior de su cueva. Era una sensación diferente, la sentía viscosa, no tan apretada como un ano, ella me apuró, quise acariciar sus senos pero no me dejó. Otra vez me pidió que me apure y me preguntó si me había masturbado antes de estar con ella. Claro que no lo había hecho, ella seguía pidiendo que acabe pronto y molesto por su insistencia fingí que había terminado. Rápidamente se despegó de mí, me sacó el forro y descubrió la mentira.
– No acabaste – se sorprendió
– No importa. No te quiero hacer perder tiempo – le dije sinceramente
– En serio no hiciste nada antes de venir?
Nuevamente le comenté que era la primera vez que debutaba con una mujer y me puse nervioso y por eso no pude llegar al clímax. Me ofreció hacerme acabar por un módico precio
No espero mi respuesta, me agarró la pija, se acostó de nuevo y se la metió. Me hizo aumentar el ritmo y ella se meneaba al mismo tiempo con vehemencia. Cada segundo era más rápido que el anterior; así dándonos con todo llegué al clímax. Un detalle, lo hicimos sin protección.
Por suerte no me pesqué ninguna enfermedad. Le pagué y cuando volví con mis amigos, uno de ellos, aburrido de esperarme, volvió a entrar con su prostituta. Después salió contento contándonos que había chupado su vagina. Nos reímos de él, haciéndole ver que esa mujer debió estar con 200 tipos antes por lo que indirectamente había chupado 200 penes, incluído el suyo al ir por segunda vez. Desde ese día le quedó «200» como apodo.
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