Yo Heterodoxo Capitulo 17 Mi novia universitaria
Mi homosexualidad queda de lado, dando paso a mi desconocida vida de hetero.
Ya dije que vivir en otra ciudad era un nuevo comienzo y hasta un cambio de vida para mí. Mis acciones daban un giro de 180° sin darme cuenta, sin proponerlo. La única regla que me había impuesto era la de no delatar mi ¿oculta? homosexualidad con mis compañeros de alquiler, en teoría ellos no sabían de mis aventuras en nuestro pueblo natal, ya que a pesar de todo yo me consideraba discreto, y mi meta era estudiar para ser alguien en el futuro.
Después de un tiempo y como todo universitario que se respete decidimos hacer una joda; no era algo grande ya que en un monoblock tienes que respetar al resto de los inquilinos y sus reglas. Una reunión con quienes eran más cercanos, música y bebidas.
Entre las chicas que llegaron estaba la compañera de uno de mis amigos que desde el momento que nos presentaron no disimuló su interés en mí. Esa noche bailamos juntos, congeniamos en nuestra charla y en la madrugada la acompañé a su casa; fuimos caminando ya que no estaba lejos de los departamentos donde yo alquilaba. Íbamos despacio hablando de tonterías y riéndonos por nada, cruzamos en diagonal la plaza del barrio, bajo la sombra de un árbol se detuvo delante mío y me preguntó si no iba a besarla.
– Sos medio lerdo – me encaró
No hizo falta más nada. La besé profunda y apasionadamente, un beso francés, mi lengua experta sabía lo que hacía, ella no se quedó atrás, me lo devolvió con la misma pasión. Cada beso era más largo que el anterior, mi miembro estaba excitado y apretando su cintura la traje hacia mi bulto y lo sintió… Me dejó hacer, ya no era un momento romántico sino más bien erótico, caliente; apoyados contra el árbol no dejábamos de besarnos, quise bajar el cierre del pantalón para liberar mi miembro pero ella no me lo permitió, iríamos a su casa.
Ella también alquilaba con unas amigas un departamento interno que tenía entrada independiente, sus compañeras se fueron a bailar y no volverían hasta que llegara el amanecer. Entramos furtivamente, apenas cerró la puerta no me hice esperar, no quería que ella se vaya a arrepentir de lo que iba a pasar; seguíamos con los besos apasionados, mis manos ya se atrevían a ir más allá, nuestra ropa volaba por todas partes hasta quedar completamente desnudos. Sus tetas eran enormes para ese cuerpo tan delgado, en contraposición su cola era pequeña pero primorosa.
No lamí su vagina, ella no chupó mi pene, desde un principio lo agarró y lo frotaba en su entrada mojada. Ahí fue cuando me dijo que era su primera vez, que tuviera cuidado por favor. Empujé una vez, dos, no podía atravesarla; besé su cuello, le di mi lengua, mis dedos jugaban en su vagina procurando aflojarla, volví a intentarlo y entró. Ella arqueó su cuerpo hacia atrás, dio un profundo suspiro clavando sus uñas en mis brazos al punto de hacerme sufrir.
– Ya estás adentro – me dijo. Me moví despacio, enseñándole el ritmo, aplicando mi experiencia de mis tantas cogidas para que su debut fuera placentero, orgásmico.
Le acabé dos o diez veces porque nunca quisimos parar, y en algún momento nos quedamos dormidos desnudos. Nos despertó un golpe ahogado en la pared que se repetía como si alguien estuviera molesto.
Nos vestimos rápidamente y fuimos hacia la puerta, el día daba paso a la claridad y sus amigas borrachas, enojadas y sorprendidas por mi presencia entraron entre reclamos hacia ella. Llevaban largo tiempo golpeando la pared ya que tocar la puerta de chapa delataría su hora de llegada ante la dueña de casa que era muy estricta en ese sentido.
Nos despedimos con un corto beso. Volvimos a vernos, me contó que descubrió que había sangrado al ser desflorada, que sus amigas le preguntaron mil cosas sobre mí, que se burlaban del olor a sexo y los rastros de semen, y finalmente acordaron prohibir hacer la porquería en el lugar donde vivían. Algo que ninguna respetó.
No fuimos novios, más bien fuimos amigos con derecho; no pasábamos todo el tiempo de la mano, citándonos a cada rato ni escribiéndonos cosas cursis. No todos los fines de semana eran nuestros ni tuvimos sexo en cada encuentro. Quizás era por mi incipiente vida de hetero, quizás era porque las mujeres no están todo el tiempo pendiente del sexo, quizás era porque así nos entendíamos mejor, no lo sé.
En retrospectiva pienso ahora que sí, que dentro de todo ella si fue mi primera novia y que también se convirtió en un dulce y lindo recuerdo de los que llevo en el corazón.
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