Yo Heterodoxo Capítulo 4 Mi primera vez (creo…)
El doloroso día que me rompieron el culito.
Mi memoria me trae remembranzas desordenadas cuando se trata de mi adolescencia y juventud. Como empecé a fijarme en las personas de mi mismo sexo? No estoy seguro.
Sólo recuerdo que junto a un par de amiguitos ya teníamos nuestros primeros juegos sexuales. Nos escondíamos para jugar con nuestros diminutos penes y colas, nos tocábamos, chupábamos, y metíamos nuestras cositas entre las nalgas. Había penetración? No estoy seguro, pero los tres nos encontrábamos sólo para eso.
Siempre buscaba chicos de mi edad, tenía pánico con los adultos pensando que ellos me delatarían y sería el oprobio de la familia. Por mucho tiempo estuve convencido de que mi primer adulto fue un chico que en realidad estaba en el último año de la secundaria sin cumplir la mayoría de edad.
Yo andaba por una de las tantas sendas en el campo, cazando pájaros con la honda como cualquiera de mi edad, cuando al costado del camino vi una bicicleta abandonada. Curioso me acerqué e inmediatamente un grito me paró en seco
– No me robes la bici!! – chilló un muchacho que estaba parado al lado de un árbol intentando orinar cuando aparecí yo. No sé en qué segundo estaba a su lado mirándole la pija, hasta ese momento nunca había visto la de alguien mucho mayor que yo.
– Que grande que es – se me escapó sin pensar.
Él se rió de mí comentario, si tenía ganas de hacer pis, se le fueron completamente.
– Eso no es nada. Querés ver como es de verdad? – me desafió. Por supuesto que le dije que si con mi mejor expresión de engañosa inocencia.
Él se empezó a masturbar, a buscar la erección de esa verga que a mis ojos era gigantesca, y no le costó mucho tenerla dura, apuntando hacia arriba y un poco inclinada hacia un costado.
– Querés tocarla? – me preguntó, moví la cabeza asintiendo y estiré mi mano tocando suavemente el largo de ese palo. Su glande brillaba y era la primera vez que veía uno con tanto vello púbico. Me parecía enorme. Ya tenía gotitas de líquido preseminal que en mi inexperiencia confundí con gotas de orina.
– Chupala – me ordenó, por mi parte estaba algo intimidado. El me volvió a insistir en que la chupe y temeroso me acerqué; torpemente intentaba meterme en la boca esa tremenda cosa, no podía. Más o menos lo hice pero él lo estaba disfrutando y ya tenía otra cosa en mente. Me hizo dar la vuelta y me bajó el short.
– No! Me va a doler! – le dije asustado. Lo más grande que me había metido en mi culo hasta ese momento era un palito fino que supongo perteneció a un plumero y a pesar de que lo había usado bastantes veces introduciendo un poco más cada vez, esa verga era otra cosa.
El juró que no. Que me iba a echar bastante baba en mi culo y en su pija y que me iba a gustar, su calentura era de las bravas. Un poco de saliva en su pija, un poco de saliva en mi orto y sin piedad me la mandó a guardar.
– Me duele! Me duele!! – le grité con mis primeras lágrimas en los ojos. Él no me soltó, me sujetó con más fuerza y me dio con todo. Yo gritaba, chillaba, pedía por favor, sentía que me iba a cagar en cualquier momento. El bombeaba sin parar, yo era como un muñeco de trapo a su merced. Así me tenía, sacudiéndome de un lado a otro hasta que acabó adentro mío, sin soltarme. Cuando aflojó sus manos caí al suelo vencido, el culo me dolía horrores, no me había cagado pero tenía un poco de sangre mezclado con la leche que goteaba de mi agujero.
Él se sacó el trapo que llevaba atado al cuello para evitar las picaduras de los mosquitos, se limpió y me lo dio luego para que me limpiara yo. Tiró el trapo a la basura y me llevó en la bicicleta hasta el pueblo después de cerciorarse que ya no estaba llorando ni moqueando. En el camino no dijimos nada, sólo hablé cuando le dije que me quedaba en tal lugar y después caminé a casa como si estuviera ido.
Días después seguía con mi culo dolorido, disimulando mi aflicción, sintiendo la culpa de homosexual reprimido y creyendo que lo ocurrido había sido un castigo divino; pero cuando pensaba en esa enorme verga, en esos huevos peludos, en su leche caliente en mi hoyito, no podía evitar esa sensación, ese deseo de poder tenerlo dentro mío otra vez.
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