Yo Heterodoxo Capítulo 5 El sereno
De regreso a mis relatos.
Con mi culito roto y dolorido me aferré aún más al prejuicio de no meterme con personas adultas; mi debut en ese sentido fue violento, salvaje, lastimoso. Lejos estaba aún de conocer al señor del restaurante (en forma íntima, claro), así que me abstuve de aventuras por un tiempo.
A pesar de mi recelo deseaba tener una verga grande de nuevo adentro de mi agujero, fantaseaba con los litros y litros de leche derramándose en mi interior y el placer de quedar satisfecho. Fue por eso que busqué mejorar mi consolador casero aunque no supe cómo. Después descubrí un pepino con el tamaño ideal que me proporcionó momentos de placer y creo más expectativas.
Ya estaba mi cola hambrienta por una verga real de nuevo, aunque no sabía que hacer para conseguirla, aún no aprendía las artes necesarias para ir seduciendo. Como el ladrón que vuelve al lugar del crimen fui algunas veces a la senda donde fue mi encuentro con ese muchacho que abusó de mí, pero obviamente no me volví a cruzar con él. En mis búsquedas sin sentido, un domingo de verano, pasé por un galpón enorme donde un cuidador estaba sentado del lado de adentro con la radio a todo volumen.
– Hola amigo, que hacés – me saludó detrás del portón de alambre tejido. Estaba completamente borracho, sentado sobre un pequeño banquito, una jarra de aluminio con vino a un lado y por el costado de su short asomaba un testículo enorme.
– Don, estaba rebotando mi pelotita de tenis contra la pared y se metió por arriba. Puedo pasar a buscarla?- inventé. El me dejó colarme por el medio de las hojas del portón que estaba atado con una cadena no muy tensa, me recomendó tener cuidado de no lastimarme con los fierros que allí habían y quedó sentado sobre la parte alta del piso de cemento que se elevaba sobre el resto del suelo del galpón, mirándome sin ver.
Me hice de buscar meticulosamente algo que no existía en la leve oscuridad de la chatarrería, de a ratos lo miraba de reojo pensando que diablos haría, pero la visión de ese huevo colgando me atraía. Cuando al fin desistí de mi estúpida idea y decidí irme, él ya no estaba en su asiento; había ingresado a la garita y se había echado sobre un camastro que allí había. Estaba profundamente dormido, no recuerdo si roncaba, en un pie aún tenía su chancleta. Lo toqué para ver si despertaba pero no hubo reacción; ya no se veía su testículo, aun así, con el miedo a flor de piel, metí mi mano para sacarlo pero no pude. Podía tocarlo pero no dejarlo libre, con minuciosidad bajé un poco el elástico de su short y por la entrepierna de su calzoncillo de tela saqué su pene flácido.
Olía a vino, su sabor agrio no me detuvo, había un trago de Fanta que usé para endulzar el gusto, él estaba inconsciente y yo aprovechaba para meter en mi boca su verga y sus huevos. Puse mi culo desnudo sobre él, buscando el placer de sentir su sexo, también use sus manos y hasta su pie para rozar la entrada a mi agujero que deseaba ansioso tener algo adentro.
No conseguí nada ese día pero sin darme cuenta estaba traicionando a mi convicción de esquivar a los adultos con sus vergas grandes.
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