Yo Heterodoxo Capítulo 7 En la peluquería
Mis recuerdos afloran sin un orden específico.
Penúltimo año de la secundaria, mundillo gay; ya dije que mis recuerdos vuelven sin un orden en concreto y hasta me rebasan. Estaba en la peluquería de una chica travesti, creo que la única que no tenía problema en salir a la calle vestida de mujer y aguantar las reacciones de la gente pacata de mi pueblo en aquellos años. Llevábamos un tiempo de conocernos y compartir nuestras experiencias, si bien yo ya había usado ropa de mujer, ella me hizo lucir otras prendas eróticas que nunca había vestido; además me maquilló por primera vez.
Me vi tan hermosa frente al enorme espejo del salón que me emocioné, ella me dijo que me veía espléndida, una diosa. Ella se puso un mono sexy de fiesta, con lentejuelas y la espalda descubierta, se hizo un maquillaje bonito y exagerado y lució unas pestañas enormes.
Puso algo de música, brindamos con cerveza y bailamos haciendo poses sensuales mirándonos en el reflejo del espejo; dentro del local cerrado era nuestra noche de chicas.
Entre charlas, alcohol y melodías pusimos una canción romántica y bailamos abrazadas sacándonos los tacos, dejando encendida sólo una lámpara de pie. Nos mecíamos lentamente, mis manos rozaban la parte descubierta de su espalda y las suyas se apoyaban en mis nalgas sobre la falda corta con vuelos que llevaba. Nos miramos, nos dimos un beso, después otro, más largo cada vez, más apasionado; ella tocaba mi sexo mojado y se metía los dedos lascivamente en su boca, después se agachó para tragar mi verga que ya rebalsaba dentro de la diminuta tanga mientras clavaba esas enormes uñas en mis piernas. Se bajó la parte de arriba del mono para dejar sus tetas libres pidiendo que se las chupara, en el espejo se reflejaban las oscuras figuras de dos mujeres amantes.
Tenía un sofá largo, de cuero negro, me llevó hasta ahí, me lamió el pene, le puso un lubricante, después me coloco un preservativo, echándole más aceite aún y subida al sofá me abrió su culo pidiéndome que la cogiera. Era mi primera vez. No había sido activo hasta ese momento. Mi glande ya se había soltado hace mucho, miles de pajas y experimentos se habían encargado; pero eso de dar en vez de recibir nadie me lo había pedido, ni siquiera yo lo había deseado. Estaba sorprendido y excitado penetrando mi primer culo, de a ratos miraba de reojo al espejo para ver a ese par de minas teniendo sexo. Era mi debut viril y me gustó.
Ella me dijo que tenía un pene de buen tamaño capaz de hacer gozar a cualquier hembra o puto. Me enseñó la amplitud que abarcaba la homosexualidad, que no era sólo blanco o negro. Se podía ser activo, pasivo, o las dos cosas a la vez, se podía ser masculino, afeminado, travesti todo el día o sólo en la intimidad, me aconsejó como cuidarme y la importancia del preservativo. En resumen ella abrió mi limitada mente en una época y en un pueblo donde la palabra tolerancia no se aplicaba a todas las personas por igual.
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