Yo Heterodoxo Capítulo 8 Juegos sexuales
Consolando mis ansias con un articulo erótico.
Un consolador prestado, de esos de silicona con sopapa y bien adherido al suelo: un espejo de pie largo, enorme, para no perderme detalle de la acción; mi cuerpo adolescente completamente desnudo, ya encendido, ardiendo ante la expectativa de lo que va a ocurrir en esta lujuriosa intimidad; y mi brillante culo lubricado, jugoso, ansioso. El lascivo juego de la masturbación, de la autosatisfacción, de la complacencia en solitario, la diversión y el placer aumentados con una verga postiza, erecta, dura, siempre lista para el sexo.
Comencé rozando la entrada de mi ano con la cabeza del dildo, deslizándolo por todo el largo de mi raya, intentando apretarlo cerrando los glúteos, el prisionero de buen largo y grosor, escapaba de mis pequeñas nalgas; iba y venía a gusto todo aceitoso, cremoso, reluciente. Yo imaginaba o mejor dicho estaba convencido de ser culón, de buenas y apetecibles curvas traseras, un culazo de diosa pagana y erótica, sodomizada de todas maneras y posiciones. Era el momento de sentir esa cosa adentro, no aguantaba más, el deseo había superado a la expectativa; me acomodé mejor frente al espejo para verme entero, ver cada fragmento de mi reflejo, las cámaras digitales y los smartphones aún estaban lejos de existir por lo que inmortalizar ese momento para revivirlo o compartirlo después, era sólo un deseo imposible de cumplir.
Poco a poco el pene de goma se iba abriendo paso, mi agujero cedía ante la presión de ese glande artificial, que me entraba cada vez más. Cerré los ojos, imaginando que un macho desconocido me tenía ensartada hasta lo más profundo de mi ser, acariciaba mi cuerpo, mis pezones, me manoseaba entera, me enloquecía con sus palabras. Aumenté el ritmo de mi movimiento, subiendo y bajando desesperado, desatado hasta correrme, desparramando mi esperma por mi piel. Por qué en este momento no tenía un tipo aquí, que me gozara? Por qué yo era tan putito, tan calentón? Por qué ese consolador no me eyaculaba, no me llenaba de leche deliciosa y abundante? Que pena tener que conformarme con ese juguete púrpura que no me daba todo aquello que yo quería, pero últimamente pasaba por un periodo de sequía carnal. Nadie caía en la tentación frente a esta pasiva pecadora, esta diosa sin seguidores.
Seguí satisfaciendo mi calentura agitándome, saltando entre gemidos, buscando nuevas posturas o repitiendo las que más placer me daban, no podía con mi genio. Estaba sentado de espaldas a la entrada, con el consolador clavado en mi culo cuando la puerta se abrió repentinamente.
Era mi amiga travesti, después de todo este era su cuarto, era su casa, era su consolador. Me atrapó abierto, ensartado, todo sudado y divertida me manifestó:
– Uy, amiga! Cómo estás!!!
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!