Yo robot
Décimo episodio. Los traficantes de semen me sorprenden, pero yo sé combinar el placer con la astucia.
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Episodios anteriores de esta serie: (1) La suerte de una buena carta – (2) Los juegos que la gente juega – (3) Todo tiene su precio – (4) La dorada obsesión – (5) Ojos de serpiente – (6) Ya no quiero volver a casa – (7) El as de espadas – (8) Nada que perder – (9) Un sueño dentro de otro sueño
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El video porno que los gemelos habían filmado conmigo (“Ladrones y violadores”) y que después compartieron con sus contactos, terminó despertando el interés de la policía. Los otros chicos tenían 16 años y yo 13, así que a nosotros, los “actores”, no nos pasó nada.
El que llevó la peor parte fue el padre de los gemelos. Además de perder definitivamente la custodia de sus hijos, fue preso por producción y distribución de pornografía ilegal. El comisario intentó que yo lo denunciara por abuso, pero insistí en que solo era un juego y que a mí no me importaba que esos videos anduvieran dando vueltas por Internet.
No le hizo gracia, pero yo no quería que la policía supiera cómo me ganaba la vida: el padre de los gemelos me había contratado a través de la «empresa» que teníamos con Marcos.
Esa noche dormí mal. Cuando sonó la alarma de mi celular, intenté levantarme pero fue como nadar a la superficie desde el fondo del mar. Bostezando, arrastré mi mochila de debajo de la cama y la coloqué sobre una silla.
¿Voy al colegio o no?
Me di cuenta de que mi teléfono ya casi no tenía batería. El único enchufe que funcionaba en mi habitación era el del baño. Lo dejé ahí, cargándose.
A mí tampoco me quedaba batería. Lo decidí: no iba a ir al colegio. Me dejé caer sobre la cama.
Pasó algún tiempo. Yo estaba echado boca abajo, durmiendo. Sentí entre sueños que alguien me estaba quitando el slip. Mamá no podía ser, ella se había ido a pasar la semana con un cliente. ¿Quién estaba en casa?
Una mano fría se apoyó en mi nuca.
-Ahora vas a quedarte calladito o voy a tener que lastimarte y sería una pena. Date la vuelta.
Giré y me encontré a un hombre, vestido de negro, con una máscara horrible pegada a la cara. Arrojó mi slip a un rincón.
-Ya sabés para qué estoy acá. Podemos hacerlo de la manera fácil o de la manera difícil.
-¿Hacer qué?
-Quedarte quieto, rubio. Eso es lo único que vos tenés que hacer. Quieto. Yo me ocupo de lo demás.
Sentí sus dedos jugar con mis testículos, acariciar mi pene. Cuando finalmente logró mi erección, me colocó un preservativo y comenzó a masturbarme. Usaba guantes de látex.
Yo estaba acostumbrado a que mis clientes me pajearan. Lo disfrutaba mucho. Esas caricias eran apasionadas y sensuales, pero esto era diferente. El enmascarado parecía un autómata. No me hablaba, no me miraba. Estaba concentrado en su objetivo: llevarse algunos mililitros de mi semen.
Por pura mecánica alcancé el orgasmo. El enmascarado sacó con cuidado el preservativo con mi esperma y lo guardó en una caja metálica.
-No voy a poder eyacular otra vez. No soy un robot.
-Tenemos mucho tiempo. En realidad, todo el tiempo del mundo.
El hombre sacó su celular y entonces me acordé que el mío estaba cargándose en el baño.
-Tengo ganas de mear. ¿Puedo ir? En bolas no me voy a escapar.
Asintió. Alguien con autoridad le estaba hablando.
Entré al baño. Mientras orinaba, le envié un rápido mensaje a Santiago, el hijo del fiscal: “Están en casa”.
Cuando salí, el enmascarado seguía escuchando a quien le daba órdenes. Me miró y puso el teléfono en alta voz.
–Hola, lindo –dijo una voz femenina. Ya había oído esa voz alguna vez, pero, ¿dónde? – Ya tenemos una primera lechita. Pero queremos más, mucho más.
-¿Por qué no me lo pidieron? ¿Por qué todo eso de las fotos y las amenazas?
-Me gusta combinar los negocios con el placer.
-¿Qué placer?
–¡El del control, criatura! Bueno, que tengas buenas pajas…
Y cortó.
El enmascarado me ordenó tomar de una botella. Con desconfianza probé un primer trago, pero era agua mineral. Mi cerebro buscaba en sus recuerdos, tratando de identificar la voz de la mujer. ¿La había escuchado en el colegio? ¿O en otro lado?
-Gracias.
-Tomáte esto.
Era una cápsula blanda, color miel.
-¿Qué es? ¿Para eyacular litros y litros?
-Sin comentarios.
Tragué la cápsula, mientras pensaba cuánto tardaría Santiago en ver el mensaje que le había enviado. Tenía que hacer algo para entretener al enmascarado.
-¿Por qué no hacemos lo que dijo tu jefa?
-¿Qué dijo?
-Lo de combinar los negocios con el placer. Ya que me vas a tener acá, haciéndome pajas… disfrutemos, ¿no querés?
Intenté tocarle la entrepierna, pero me rechazó con un manotazo.
-¡Nada de trucos…!
-Soy un bombón rubio de 13 años, estoy en mi cama, solo y completamente desnudo. ¿A qué le tenés miedo?
-No soy pedófilo.
-Pero ya que estamos solos, la podríamos pasar muy bien. Además, es más fácil para mí eyacular si me mimás. No soy un robot, ya te dije.
Hice otro intento por tocar su entrepierna. Esta vez se dejó y al sentir mis caricias, suspiró.
-Vos también estás estresado, amigo. Sacate todo y vení a la cama a gozar conmigo, dale.
Logré vencer su desconfianza y se quitó la ropa, dejándose solo la máscara. Era robusto, muy peludo y su miembro empezaba a excitarse.
-Tocame. Vas a ver lo suave que soy.
Sus manos se deslizaron por mi pecho, después acariciaron delicadamente mi estómago y mi pelvis.
Cuando sus dedos recorrieron la curva desde la cintura a mis muslos, en mi memoria apareció la dueña de la voz. ¡Ya sabía quién estaba detrás de los traficantes de semen! ¡Era Karen, la de la agencia publicitaria!
Ella también había deslizado su dedo desde mi cintura hacia abajo, siguiendo la línea de mi muslo mientras decía “Sus fosas ilíacas son muy sensuales. Este chico es perfecto”. ¡Esa era la voz!
-Sos como una nena, pero sin tetas… -decía el enmascarado. Sus manos rozaron mis mejillas: -Tenés carita linda también.
Sonreí, tomé uno de sus dedos y lo metí sensualmente en mi boca.
-No hagas eso…
-¿Por qué?
-¡Porque me calentás demasiado!
Mi lengua jugó con sus gruesos dedos. Él ya no aguantó y se arrojó sobre mí, abrazándome y besándome el cuello. De la máscara asomaba su lengua, lo que le daba una apariencia de reptil. Nuestros labios se juntaron y nos besamos apasionadamente.
-¡No vayas a eyacular sin avisarme!- me advirtió, tomándome por la garganta.
-Tranquilo, no te voy a fallar. Disfrutá.
Ya totalmente fuera de sí, me puso boca abajo, me abrió de piernas y, tomándome por las caderas, empezó a penetrarme con entusiasmo.
¿Cuánto faltaba para que llegara la policía? Ahora no tenía tanta urgencia. Yo estaba combinando el placer con la astucia. Suspiré complacido.
-Tenés un hermoso culito rosado, pendejo…
Me hizo arrodillarme y chupársela, mientras él jugaba con mi pelo. Si algo había aprendido en mi trabajo era a dar el mejor servicio de sexo oral posible a mis clientes. Lo hice gemir varias veces hasta que eyaculó. Me cubrió la boca con su mano y echó mi cabeza hacia atrás para que me lo tragara todo.
-El placer estuvo bien -dijo, levantándome por las axilas y tumbándome otra vez en la cama-ahora vamos a trabajar, criatura.
Esta vez la masturbación fue más tierna. Mientras una de sus manos se ocupaba de darle placer a mi pene, la otra acariciaba mis muslos. Y no solo sus manos trabajaban. También sentía su lengua lamer mis testículos. En cuanto logró mi erección me colocó el preservativo.
-Si me besás mientras me pajeás, va a ser muy rápido.
-Con mucho gusto, zorrito.
Nuestros labios se pegaron. Yo no puedo resistir la combinación besos-paja: volví a eyacular.
-¡Lindo espectáculo!- dijo una voz ronca desde el marco de la puerta.
El enmascarado me soltó, desconcertado. Ya había dos policías en la habitación. Quiso escapar, pero un puñetazo lo derribó.
-¿Estás bien, pibe?
-Sí. ¡Busquen a Karen, de “Teen models”, es la jefa!
Mientras un policía pasaba el dato que yo les había dado, el otro me asistía.
-¿Te violó, hijo?
Asentí.
-Vamos a llevarte al hospital. ¿Dónde podemos ubicar a tu mamá?
Les dije que estaba en un lugar sin señal. Me ayudaron a vestirme. Uno de los policías me alzó en sus brazos y me acostó en una camilla. En el hospital me hicieron los estudios de violación. Después me llevaron a una habitación y me puse un pijama limpio. Tomé el calmante que me dieron y dormí.
Esa tarde apareció el papá de Santiago, el fiscal.
-Ya tenemos a Karen. Con su agencia contactaba chicos y seleccionaba a los que le parecían más… lindos. Vendía su esperma en el mercado negro. Las fotos en ropa interior eran su catálogo para clientes. Ya no podrá hacerlo más.
-Me alegro, señor.
-Mi hijo te aprecia mucho, quiere venir a visitarte. Él te admira, pero me parece que no conoce toda tu historia…
-Su hijo es muy bueno.
-¿Y qué pasa si se entera de lo de tu video porno con los gemelos?
Yo quería a Santi, era alguien en quien podía confiar. Cambié de tema: -Usted es un buen padre, se preocupa por su hijo. No quiere que nadie lo lastime. Me habría gustado tener un papá.
-Sé que no tenés una vida fácil. También sé sobre tu mamá: prostitución, drogas…
-Yo nunca probé las drogas, señor.
El fiscal me miró, esperando que yo le dijera más.
(Continuará)
Buenardo :v
¡Muchas gracias por leer y comentar, El Baneado!
Un comentario corto: No tuve que leerlo para darle 5 estrellas: y al terminar de leer no me arrepentí; tan bueno como siempre.
¡Muchas gracias, amigo! ¡Me alegro de que te haya gustado!
esta super buenísimo tu saga de relato siempre espero con ansias el siguiente capitulo tu historia cada ves que la leo me atrapa de principio a fin y siempre espero con ansias un nuevo capitulo pero quería preguntarte en que capitulo es el de los gemelos y si no esta publicado el capitulo de los gemelos puedes Aser un capitulo de los gemelos por favor amigo
¡Gracias por leer, amigo! El capítulo de los gemelos es «Nada que perder». Link: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/nada-que-perder/
gracias por pásame el link del capitulo de los gemelos están muy buenísimos todos tus relatos pero me gustaría un capitulo con dos gemelos menores que el protagonista y menores que Kevin eso seria super genial amigo
A veces mi personaje se vuelve muy rebelde conmigo, ¿puedes creerlo? Pero tal vez pueda convencerlo. ¡Saludos!