Historia de Ciencia Ficción erótica: En un mundo post-apocalíptico, los y las jovencitas llegando a la pubertad son preparados para iniciar sus funciones reproductoras y así repoblar el planeta. Capítulo 5: Preñación.
Capítulo 5
Pasados como un mes y medio, Jan recibió un mensaje del CRP para informarle que su primer servicio como preñador había sido exitoso: su hembra había resultado embarazada. También lo invitaban a un nuevo servicio para el siguiente fin de semana. Como ya ambos tenían experiencia, Jan ya no pasó la noche entera con la hembra: simplemente fue un encuentro de una tarde. Así como ese vinieron varios más: aproximadamente cada mes o mes y medio, Jan recibía el llamado, se dirigía el día y hora acordados al Edificio 2 del CRP, le entregaban la llave con el número de habitación, ahí se conocían, charlaban un rato, se desnudaban y hacían la penetración e inseminación natural. Aun así, Jan siempre se preocupaba de tratar bien a la hembra y ayudarla a que ella también tuviera su orgasmo y lo disfrutara.
Habrían pasado unos 8 meses, cuando Jan recibió un mensaje distinto del CRP: ¡Lo invitaban a ser parte del selecto Grupo de Desfloradores! Ya cumplía con los requisitos: ya había cumplido los 15 años, ya había preñado al menos a 3 hembras (5, de hecho), y había resultado muy bien calificado por ellas. En sus reportes, todas las hembras habían dado buenas referencias: “Me trató muy bien”, “Me cuidó mucho”, “Se preocupó por mi y por no lastimarme”. Además, de todas las que inseminó, sólo una no se embarazó, un record bastante alto. Por lo tanto, los evaluadores del CRP consideraron que sería un desflorador ideal.
Los desfloradores eran los machos designados para desflorar, o “desvirgar” a una hembrita novata. Eran los encargados de romper su himen y, de ser posible, dejarlas preñadas el mismo día. Por eso buscaban jóvenes que ya tuvieran experiencia, demostraran ser altamente fértiles, pero al mismo tiempo que fueran cuidadosos para no lastimar en exceso a la hembrita. Jan excedía en mucho los requisitos, por lo que fue elegido por unanimidad por los evaluadores del CRP.
Así como los machitos preñadores eran evaluados en su respuesta sexual y en su fertilidad (N del R: leer capítulos 1 y 2 de esta historia), las hembritas también eran evaluadas antes de ser entregadas a su desflorador: las pesaban, las medían, les hacían una prueba de respuesta sexual (entre 2 jóvenes -un varón y una hembra mayor- la estimulaban sexualmente para asegurarse que su cuerpo ya respondiera correctamente), y a través de entrevistas se aseguraban que la menor ya tuviera una regla (menstruación) regular por al menos 6 meses. Por último, con un ultrasonido se aseguraban de que la hembrita ya estuviera ovulando normalmente, y lista para ser preñada.
Sofía apenas había cumplido los 12 años cuando fue llamada al CRP para su primer examen. Al hacerle su entrevista, confirmaron que había empezado con su regla desde los 11 años. Aunque era pequeña de estatura y muy delgada, sus niveles hormonales indicaban que ya estaba lista para cumplir su función como hembrita. El ultrasonido confirmó que sus óvulos ya maduraban normalmente, y que justamente estaría ovulando alrededor del siguiente viernes. Fue entonces cuando el personal del CRP llamó a Jan, y concertaron la cita para el viernes por la tarde.
Jan llegó a la hora acordada al Edificio 2 del CRP. Como siempre, abrió la puerta de cristal y pasó al mostrador. Ahí lo saludaron los jóvenes de recepción, que ya lo conocían por las múltiples veces que había ido a hacer servicios. Le explicaron que en la sesión de desfloración, sólo estaría 4 horas con la hembrita, ya que siendo tan jovencitas, el CRP había observado que pasar más tiempo juntos podría estresar a la menor, y ese estrés podría evitar el embarazo., además de que no era tan conveniente que las hembritas tan jóvenes se desvelaran. También le informaron que por lo general las hembritas vírgenes no se embarazaban en el primer intento, pero al romper su virginidad y exponer su útero por primera vez al semen de un hombre, su cuerpo quedaba listo para ser preñada por otro macho al mes siguiente. Por eso -le explicaron a Jan- era muy importante que se asegurara de dejarle la mayor cantidad de semen dentro, y asegurarse de romper su himen, sin preocuparse si la dejaba preñada o no. También le dijeron que, aunque sabían que él era un muchacho tierno y cariñoso, no tuviera miedo de forzar ligeramente a la pequeña hembra si fuera necesario, ya que algunas por miedo se resistían un poco.
Le entregaron la tarjeta de la habitación asignada. Era una tarjeta de un color distinto, asignada únicamente a los desfloradores. Junto con la tarjeta, le entregaron un paquete dentro de una bolsa de plástico. Le explicaron que el paquete incluía un uniforme temporal del CRP, el cual debería vestir para la desfloración (así como lo vestía la chica que lo estrenó a él). También incluía un pequeño tubo de lubricante, para que lo pudieran usar en caso de que la hembrita no lubricara lo suficiente. Por último, venía un paquete de gasas y algodón, para poder atender a la nena si sangraba mucho en su desfloración.
Una vez dadas las explicaciones, lo invitaron a pasar al vestidor detrás de la recepción, para ponerse el uniforme antes de subir a atender su llamado. Jan pasó al vestidor, y ahí abrió la bolsa y sacó el uniforme. Este estaba hecho de la misma tela ligera, elástica y casi trasparente con la que estaba hecho el uniforme de las chicas. Consistía de un short ceñido, similar a las lycras que usan algunos deportistas o ciclistas, y una playera de manga corta y cuello en V, que también quedaba entallada sobre el cuerpo del adolescente. Por último, incluía unos zapatos tipo “tenis”, sin agujetas y sin calcetines, para que fuera muy fácil ponérselos y quitárselos. Todo el conjunto estaba diseñado para la máxima eficiencia: era muy sencillo de quitar en el momento necesario, destacaba el cuerpo del machito para hacerlo más deseable a la hembra, y la tela permitía que al tocarlo se transmitieran todas las sensaciones, el tacto, el calor y los olores (feromonas) entre los cuerpos.
Jan se quitó la ropa que traía y se vistió con el uniforme. Al verse en el espejo, le gustó lo que veía: A sus 15 años, ya medía un poco arriba de 1.70. La parte baja de sus piernas ya estaba totalmente cubierta de vello, y los shorts pegados resaltaban sus muslos musculosos y marcados gracias al fútbol que jugaba desde niño, y al basketball que había iniciado hace 2 años cuando empezó a crecer más. Entre sus piernas, el short estaba diseñado para que se le marcara bien el paquete, pero sin ser obsceno. Era la única parte que tenía tela doble, para que no se transparentara, pero si se viera bien el bulto que formaban su pene y sus testículos. La playera ceñida ayudaba a que se notara su abdomen plano, sus músculos pectorales, y la delgada tela dejaba que se transparentaran sus pequeños pezones masculinos, que levantaban la tela como unos puntitos muy elegantes. La manga, también elástica y ceñida, llegaba hasta el codo, ayudando a resaltar los músculos del biceps, que también se habían desarrollado bastante por los lanzamientos del basketball. El cuello en V de la playera acentuaba su manzana de Adán, haciéndolo ver más varonil. El joven se acomodó el cabello un poco, guardó su ropa original en el locker proporcionado y llevando el paquete pequeño con el lubricante y gasas, se dirigió a la habitación asignada.
Viendo que le había tocado la habitación 102, en lugar de esperar el elevador, Jan decidió subir por las escaleras. Llegando a la habitación, la abrió con su tarjeta-llave. Al igual que todas, la habitación tenía una temperatura agradable, luz suave, un pequeño baño, pero en esta ocasión, la cama era un poco más alta y tamaño matrimonial, a diferencia de las camas king size que estaba acostumbrado. Entrando dejó el paquete sobre la mesa de noche, se miró al espejo para asegurarse que todo estuviera bien, y esperó por unos minutos a que llegara la hembrita virgen que le tocaría desflorar esa noche.
No habrían pasado ni 5 minutos, cuando escuchó que tocaban tímidamente la puerta. Siendo el caballero que era, Jan se levantó y fue a abrir la puerta. Al hacerlo se encontró con la pequeña Sofía.
—¡Hola!— dijo Jan alegremente.
—Hola…— dijo tímidamente Sofía, volteando hacia arriba para poder ver la cara de Jan.
—¡Pasa pasa, no tengas miedo!— respondió el muchacho sonriente, mientras señalaba hacia el interior de la habitación con la puerta abierta. —¿Cómo te llamas?—
—Soy Sofía— respondió ella —pero mis amigas me dicen Sofi. —¿Y tu cómo te llamas?—
Jan cerró la puerta mientras respondía —¡Hola Sofi! Yo me llamo Jan—
Sofía seguía viendo con admiración a Jan. La nena de 12 años apenas medía como 1.50, lo cual hacía que el 1.72 de Jan se viera enorme junto a ella.
—¡Estás muy alto!— dijo ella, y luego añadió, riendo tímidamente —…y muy guapo!—
—Gracias, tu también estás muy linda, Sofi— respondió el joven, amable y seductoramente. —Ven, siéntate aquí conmigo—
Jan ayudó a la pequeña Sofía a sentarse en la orilla de la cama, y él se sentó junto a la nena, rodeándola con uno de sus brazos, abrazándola de lado contra su cuerpo, como si fueran viejos amigos, mientras con esa mano acariciaba ligeramente el hombro de la chiquita. Eso ayudó a que la menor se sintiera protegida por el macho, y se fuera relajando poco a poco.
—Dime, Sofi, ¿Te explicaron lo que vamos a hacer hoy aquí? ¿Qué te dijeron?— preguntó el joven Jan, sin dejar de acariciar el hombro de Sofía mientras la miraba a los ojos.
—¡Si! Nos explicaron a todas en el curso. Tu vas a meter tu pene en mi vagina, y vas a echar tu semen o “lechita” adentro de mi para hacerme un bebé.— respondió emocionada la nena.
—¡Exacto!— respondió Jan. —¿Y tu quieres que yo te haga un bebé?— preguntó mirándola fijamente a los ojos.
—¡Claro!— respondió la pequeña Sofi. —¡Si me lo haces tu va a ser un bebé muy bonito!—
Jan se sonrojó ligeramente, sonriendo ante la ternura de la pequeña Sofi y siguió mirándola a los ojos, mientras con una mano continuó acariciando el hombro de la nena, y con la otra mano empezó a acariciar el muslo justo a la altura donde terminaba su faldita.
—Dime, ¿ya te han besado?— preguntó Jan
—¿Así como en las películas?— respondió Sofía.
Jan asintió, sin quitar su mirada de la tierna cara de la niña.
—No, nunca. Sólo la maestra me da un besito en la frente cuando respondo bien en clase— respondió ella inocentemente.
—Ven, acércate— respondió el adolescente, al mismo tiempo que subió el brazo que rodeaba los hombros de ella, hasta poner su mano de hombre en la nuca de la pequeña, para jalarla hacia él. Y así, frente a frente, el joven Jan empezó a besar a la pequeña Sofía. Ella no sabía qué hacer en su inexperiencia, pero el machito poco a poco fue separando los labios de la nena con su lengua e introduciendo su lengua en la boquita de ella. Mientras con una mano sostenía la nuca de la menor, para poderla besar, con la otra mano continuó acariciando suavemente los muslos de la nena, subiendo con su mano varonil poco a poco, levantando la faldita de ella. Poco a poco su mano fue llegando hasta la vulva de la nena, que ya empezaba a humedecerse.
Jan separó su boca de la nena, mirándola a los ojos. La pequeña ya tenía la mirada perdida por el beso tan intenso. Sin decir nada, el jovencito empezó a desabrochar la blusa de la nena cuidadosamente. Al hacerlo, observó que abajo traía un pequeño sostén de copas muy pequeñas, casi de niña. Para hacerlo más fácil, el adolescente le pidió a la nena que levantara sus bracitos, y así poderle quitar el sostén por arriba, dejándola totalmente desnuda de la cintura para arriba. Acostumbrado a estar con mujeres mayores que él, el jovencito se sorprendió al ver unos pechos tan chiquitos, tan tiernos. Ella se dio cuenta de la mirada.
—¿Te gustan mis chichitas?— preguntó la nena.
—Si, claro, están muy lindas— respondió Jan
— Mis amigas dicen que las tengo muy chiquitas, ¿sabes? Ellas las tienen más grandes— comentó Sofi.
—A mi me gustan así— dijo Jan amablemente. —¿Las puedo besar?—
—¡Claro!— respondió la pequeña, feliz de que a alguien le gustaran sus pequeños pechos.
Y así, sentados uno junto al otro, el joven Jan empezó a besar con toda suavidad los pechos de la pequeña Sofi. Primero besó uno, jugando al mismo tiempo con su lengua experta en el pezoncito de la nena, sintiendo cómo se estremecía en sus brazos. Luego besó el otro pechito, muy suave y cariñosamente, lo cual hizo que la nena soltara un leve gemidito, con su voz aún de niña. Con la otra mano, el adolescente continuó acariciando sus piernitas, cada vez más cerca de la vulva cálida de la menor. Poco a poco, sin dejar de besar sus pechitos, Jan fue ayudando a Sofi a recostarse en la cama. Las rodillas de la nena quedaron justo en el borde de la cama, por lo que sus piernitas colgaban de la orilla de la cama, y el resto de su cuerpo quedó recostado. Así quedaron libres las 2 manos del jovencito. Con una de ellas continuó acariciando uno de los pechitos de la nena, y con la otra mano acariciaba sus piernas, cada vez más arriba, levantando la faldita. Mientras usaba sus 2 manos y su boca para estimular a la menor, Jan sintió que la nena estiraba tentativamente uno de sus bracitos, tratando de alcanzar su pene ya erecto, dentro del uniforme.
—¿Lo quieres tocar, linda?—
La pequeña Sofi asintió, mirando a Jan a los ojos. El joven acercó su cuerpo a la nena, para que pudiera alcanzarlo, y con su mano tomó el bracito de ella para acercarlo a su entrepierna. La nena empezó a frotar tímidamente el pene de Jan sobre la ropa.
—Así, así, lo estás haciendo muy bien— la animó el joven. —¿Nunca habías tocado uno?—
—Sólo cuando me hicieron la prueba la semana pasada, pero no estaba tan grande como el tuyo— dijo inocentemente la nena, haciendo que Jan sonriera orgullosamente.
—Ven, levanta tus piernitas, te voy a ayudar a quitarte la ropa, ¿puedo?— le preguntó Jan
—¡Claro!— respondió la nena.
Con mucho cuidado, primero Jan le quitó los zapatos a la nena, y luego los calcetines, dándole un besito en la planta de los pies, haciendo que Sofi se riera con las cosquillas. Jan sabía que hacerla reír un poco la relajaría para lo que seguía. Luego, levantó sus piernas para quitarle la faldita y el pequeño calzoncito, dejando totalmente desnuda a la menor. A pesar de que ya tenía 12 años, la vulva de Sofi apenas empezaba a cubrirse de pelo. Entre esos vellitos ralos se alcanzaban a distinguir sus labios vaginales, ya ligeramente hinchados por la excitación que le había provocado los besos del adolescente en sus pechitos y las suaves caricias en sus piernitas.
—¿Y tu no te vas a quitar la ropa?— preguntó Sofi al muchacho mayor con su voz infantil.
—¿Quieres que me la quite?— respondió Jan, viendo traviesamente a la nenita.
—¡S! ¡Si!— respondió ella, feliz y entusiasmada.
Jan se paró a un lado de la cama, para que la nena pudiera verlo acostada, sin tenerse que levantar. Primero se quitó la playera, permitiendo que la nena viera su fuerte pecho, su abdomen plano, el hilito de pelos desde el ombligo hasta el short. Al mismo tiempo, al levantar sus brazos permitió que la menor viera sus axilas ya peludas de hombre y los músculos marcados de sus brazos. La niña estaba boquiabierta.
—¿Te gusta lo que ves?— preguntó Jan seductoramente.
La pequeña Sofi nomás asintió con su cabecita.
Sin agacharse, usando un pie sobre el otro, Jan se quitó un zapato y luego el otro, aprovechando que los zapatos del uniforme del CRP no usaban agujetas ni calcetines, lo cual facilitaba que se pudieran quitar. Luego, de frente a la nena, se quitó el short, dejándolo caer al piso, con lo que su pene erecto y sus testículos quedaron totalmente expuestos. La nena sólo soltó un breve gemido de sorpresa al verlo. Ya totalmente desnudos ambos, Jan se acercó a la cama, y tomando un bracito de la nena, lo acercó a su pene.
—Anda, tócalo, no tengas miedo— animó Jan a la pequeña, que estiró su bracito y con su manita empezó a tocar el pene erecto del adolescente. —Así, muy bien, acarícialo suavecito.—
La pequeña Sofi continuó acariciando el pene de Jan con una de sus manitas, y con la otra empezó a tocar los testículos del machito, sopesándolos, explorándolos con curiosidad.
—De ahí de esos huevitos salen los espermas que te van a hacer un bebé— le explicó Jan.
—¡Si! ¡Eso nos explicaron en la clase!— respondió Sofi. —Y luego con este— dijo señalando el pene del adolescente —tu vas a poner los espermas dentro de mi vagina. Oye, pero está muy grande, ¿no me va a doler?—
—Yo te voy a cuidar y te lo voy a hacer suavecito, para que no duela tanto. Para eso tengo que prepararte bien—
Y así, mientras la nena exploraba los genitales del adolescente, que estaba parado junto a la cama, Jan comenzó de nuevo a acariciarla con sus manos fuertes. Con una mano acariciaba suavemente los pequeños pechitos de la nena, usando las yemas de sus dedos para estimular los pezones, y con la otra mano acariciaba su abdomen, sus piernitas, cada vez más cerca de la vulva de la nenita, pero aún sin tocarla, para así provocar más deseo en la pequeña. Poco a poco y sin darse cuenta, la pequeña Sofi se olvidó de seguir acariciando el pene del adolescente, y simplemente se relajó y se entregó totalmente a las sensaciones que las manos de Jan provocaban en su cuerpecito. A Jan no le importo eso, ya que su objetivo era justamente hacer que la nena se relajara, se excitara, y se entregara totalmente, para así provocarle menos dolor al desflorarla.
Y así, la pequeña Sofi fue cerrando sus ojitos, entregándose totalmente a las nuevas sensaciones que estaba descubriendo en su cuerpecito, y depositando su confianza ciega en el joven Jan, que seguía acariciándola y estimulándola con sus manos. Viendo eso, el adolescente tomó el frasco de lubricante que le habían entregado, se puso un poco en las yemas de los dedos de su mano izquierda, y así con toda suavidad empezó a frotar la vulva casi lampiña de la niña. La pequeña se estremeció al sentir la mano del machito en sus genitales. Con esa misma suavidad, Jan empezó a frotar los labios vaginales de la nenita con sus dedos totalmente lubricados, sintiendo cómo se contraía todo el cuerpecito de la menor. Poco a poco fue usando toda su mano para frotar la vulva completa de la pequeña, feliz viendo como la nena disfrutaba totalmente esa nueva experiencia. Mientras con una mano acariciaba los pequeños pechos de la nena, con la otra seguía estimulando su vulva, cada vez con más intensidad. La nena empezó a soltar sus propios jugos, que al combinarse con el lubricante químico, hicieron una mezcla tibia y más resbalosa, permitiendo que el joven pudiera estimularla con más presión y velocidad, usando el dedo medio de su mano para buscar el clítoris de la pequeña. No le llevó más que unos segundos encontrar el botoncito caliente y duro de la menor y empezarlo a frotar con el dedo, mientras el resto de su mano acariciaba los labios vaginales y con la otra mano acariciaba los pechitos de la nena.
—¡Jan! ¡JAN! ¡¡JAAAAN!!— gritó la pequeña Sofi. —¡Me voy a …!—
Y ya no pudo continuar hablando, ya que todo su cuerpecito empezó a contorsionarse, a estremecerse, en un intensísimo orgasmo que la dejó sin palabras, sin voz. Fue tan intenso que hasta parecía que le estaba dando un ataque a la nena. Sus ojitos se pusieron en blanco. Todo su cuerpo se estremecía y temblaba. Las expertas manos del joven Jan siguieron estimulándola durante el orgasmo, para alargar el placer de la pequeña.
Jan entendió que ese era el momento, así que suavemente jaló de las piernitas a la nena hasta dejar sus nalguitas en el borde trasero de la cama. Ahora entendía por qué la cama era un poco más alta de lo normal: el borde superior del colchón quedaba exactamente a la altura de su pene, por lo que estando él parado y la nena acostada en el borde, podría penetrarla de pie con toda facilidad. Así, acomodó a la nena en el borde de la cama, y separó suavemente las piernitas de la menor, y con su lengua empezó a estimular de nuevo la vulva de la niña. Ella reaccionó instantáneamente, empezando a estremecerse de nuevo de placer al sentir la experta lengua del adolescente en su pequeño clítoris. Aunque había tenido su orgasmo unos minutos antes, al estar ovulando, su cuerpo pedía más y más. Poco a poco, el joven Jan fue acercándola al climax, pero sin dejarla llegar. Aunque su pene ya estaba húmedo y lubricando por la excitación, el muchacho tomó el lubricante que le habían dado y cubrió todo su pene con él, principalmente el glande. Cuando vio que la pequeña ya estaba en el límite, se levantó totalmente, se acercó a Sofi, y puso la punta de su pene erecto en la entrada de la vagina de la nena. Al estar casi lampiña, y dilatada por la excitación, fue muy fácil para Jan encontrar la entrada. Poco a poco metió la punta, con suavidad, lentamente, hasta que el glande quedó totalmente dentro. La pequeña gemía un poco, quizá por placer y quizá también por un poco de dolor. Poco a poco fue entrando, hasta que pudo sentir un “tope”, que nunca había sentido, ya que todas las mujeres que Jan había preñado ya eran mayores y ya estaban desfloradas. Sabiendo que había llegado al himen virgen de la nena, trató de empujar un poco su pene, pero Sofi gritó de dolor.
¿Qué hacer? pensaba Jan. Por un lado, tenía el compromiso de desflorarla, pero por otro lado no quería lastimar a la nenita. Se sentía muy mal por provocarle dolor, y mas viendo que la nena se había entregado totalmente y tenía toda la confianza. Así que pensó que si lograba romperla durante el orgasmo de ella, sería mucho menos doloroso. Además, recordó que cuando le ponían una inyección, o le quitaban un “curita” (bandita) de una herida, era mejor que se la quitaran rápido, para que el dolor sólo durara un instante, ya que si lo hacían poco a poco el dolor duraba más tiempo.
Así que moviendo su pene dentro de ella, pero sin llegar al himen, siguió estimulándola, mientras que con la mano tomó más lubricante y empezó de nuevo a frotar el clítoris de la nena. La pequeña sentía el glande del adolescente frotando su vagina por dentro, y su mano frotando sus labios vaginales y clítoris, haciendo que cada vez se excitara más y más, preparándose para su segundo orgasmo de la tarde. Jan vio cómo de nuevo el cuerpecito de la nena se empezaba a estremecer, sus ojitos se iban poniendo en blanco, mientras su mano de hombre se movía rápido sobre los genitales de la nena, provocando que ella empezara de nuevo a venirse intensamente
—¡JAN! ¡JAAAN!— gritó ella.
En ese momento, sintiendo cómo empezaba el orgasmo de la menor, el muchacho sacó casi totalmente su pene, y tomando vuelo y fuerza, lo empujó hasta dentro de ella, rompiendo su himen. La chiquilla literalmente aulló de dolor y placer simultáneo.
— ¡AY! ¡AAY! ¡¡AAAYYY!!— gritaba la pequeña Sofi mientras las lágrimas se le salían. —¡Me duele! ¡Me duele!—
— Ya, linda, ya pasó— le respondió Jan, tomando un pañuelo para secar las lágrimas de la pequeña Sofi, pero dejando su pene dentro de ella, para que se fuera acostumbrando a sentirlo dentro.
— Me dolió mucho— dijo la nena, aún sollozando un poco.
—Pero mira— respondió el —¡ya estoy adentro de ti!—
Y para mostrarlo, el joven Jan empezó a moverse, sacando ligeramente su miembro y volviéndolo a meter, despacito y suavemente.
—¿Y ya me echaste tu lechita?— preguntó ella inocentemente.
—No, linda, aún no, ¿ya la quieres?— respondió el, mirándola a los ojos.
—Si, si— respondió ella, ya más tranquila.
—OK— comentó Jan —Para eso tengo que moverme de nuevo, ¿está bien?—
La pequeña Sofi asintió con su cabeza, apretando sus manitas preparándose por si le volvía a doler.
Y así, el adolescente empezó a meter y sacar su pene dentro de la apretada vaginita de Sofi, teniendo cuidado de no sacarlo totalmente, y moviéndose primero despacito, suavemente, mirando a la pequeña nena a los ojos para ver si lo estaba disfrutando o si le estaba doliendo. Poco a poco, Sofi se fue excitando de nuevo. Su carita de dolor por haber perdido su virginidad unos minutos antes, empezó a convertirse en una cara de placer, de satisfacción. Eso animó a Jan a moverse un poco más rápido. Sin darse cuenta, la misma nena llevó sus propias manitas a sus pequeños pechitos y empezó a acariciarse a si misma y a jugar con sus propios pezoncitos ya duros por la excitación.
—¿Te gusta, linda? ¿Sientes rico?—
La nena sólo asentía. Jan fue acelerando su movimiento, entrando y saliendo cada vez más rápido y con más fuerza.
—¿Te gusta tenerme dentro de ti, Sofi?— preguntó Jan, ya con la voz entrecortada
—¡Si! ¡Si!— respondió ella.
—Mírame a los ojos, Sofi, mírame.— la invitó Jan sin dejarse de mover. La pequeña nena lo miró fijamente a los ojos, mientras sus manitas seguían acariciando ya más fuerte sus pechitos, apretando ella misma sus pezones para sentir más placer.
— ¿Ya estás lista para recibir mi lechita? ¿Quieres sentirla dentro de ti?— dijo Jan, sintiendo que su orgasmo ya era inminente.
—Si, si, ¡dame tu lechita!— respondió la pequeña Sofi. —¡Damelaaaa!—
Y así, la pequeña nena de 12 años empezó a tener su tercer orgasmo de la tarde, aún más intenso que los 2 anteriores. Ya estaba desflorada, así que ya no tenía miedo ni dolor. En ese mismo momento, Jan sintió como su propio cuerpo se estremecía, y su pene empezaba a tener fuertes contracciones lanzando sus fuertes chorros de semen dentro de la pequeña. Sólo alcanzó a meterlo lo más adentro que pudo, y ya sin moverse, sintió las fuertes pulsaciones de su pene dentro de la vaginita de la nena. Aunque evidentemente no lo veía, pudo sentir claramente cómo se deslechaba una y otra vez hasta el fondo de la pequeña.
—¡Ya la sentí! ¡Ya sentí tu lechita, Jan!— dijo la pequeña Sofi emocionada.
—¿Te gusta?—
—Si, si— respondió ella.
—Bueno, ahora me voy a quedar así, dentro de ti, para que no se salga la lechita, y así puedas tener un bebé mío— le explicó Jan, mientras la levantaba ligeramente de la cadera, sin sacar su pene, para asegurarse que todo el semen se fuera hacia dentro de la nenita. Poco a poco, el adolescente fue perdiendo la erección, hasta que su pene terminó por salirse. Entonces levantó aun más a Sofi de las piernas y cadera, y le puso una almohada abajo, para que el poco semen que aún quedara terminara de irse hacia dentro.
Jan vio que los ojitos de la pequeña Sofi se empezaban a cerrar…
—¿Me abrazas?— dijo ella, regresando a su voz infantil.
—¡Claro, linda!— respondió el muchacho, ayudándola a acomodarse de nuevo en la cama, con su cabeza en la almohada. Jan se acostó junto a ella, abrazándola. Después de haber perdido su virginidad y haber tenido 3 intensos orgasmos, todo el cuerpecito de la pequeña estaba relajado, agotado, así que poco a poco se fue quedando dormida en los brazos del joven, sintiéndose cuidada y protegida.
Un rato después tocaron a la puerta del cuarto. Jan se puso rápidamente el short y la playera del uniforme y abrió la puerta: era el personal del CRP (un chico y una chica), viniendo a confirmar que todo estuviera bien. El joven les explicó que todo estaba bien, que ya había realizado la desfloración e inseminación de la nena, pero que se había quedado dormida. Los jóvenes mayores sonrieron, y entraron al cuarto. Mientras la chica recogía la ropa de la pequeña Sofi, el chico felicitó a Jan, y luego envolvió con una manta a la pequeña niña que aún estaba desnuda y completamente dormida. Una vez envuelta, la cargó, mientras ambos se despedían y se la llevaban.
Jan quedó solo en la habitación. Pasó al baño y se duchó, y luego se vistió de nuevo con el uniforme del CRP, arreglándose frente al espejo. Salió de la habitación y bajó por las escaleras a la recepción del Edificio 2, donde lo invitaron a pasar al vestidor. Ya en el vestidor, cambió su uniforme por su propia ropa, vistiéndose apropiadamente, y entregando en una bolsa el uniforme usado en la recepción. Su primera misión como desflorador había concluido.
(Continuará…)
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