A los 16 me enamoré de mi padrastro
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Karen, pero de cariño me dicen Mimi.
Mi madre me tuvo muy joven, tenía 20 años, y mi padre se desentendio por completo de nosotras.
Somos venezolanas y estábamos muy mal en todo sentido, hasta que un tío de mi madre nos trajo a España.
Ahí las cosas empezaron a cambiar.
Mamá conoció un hombre muy bueno, que nos fuimos a vivir con él.
Este señor se llama Guillermo, es uruguayo pero vive en España hace muchos años.
Yo tenía en ese entonces 14 años.
Mi mamá 34 y Guillermo 36.
Un hombre tan bueno, que me daba lástima que estuviera con mi madre.
Nunca supe si mi madre lo había engañado alguna vez, pero no me hubiera sorprendido.
Nos dio lo que nunca nadie nos dio, un hogar, una estabilidad, pero sentía que ese hombre no era para mi madre.
Cuando cumplí 15 años, nos fuimos a comer a un lugar muy especial, empecé a sentir algo más que cariño por Guillermo.
Mi madre seguía bebiendo como cuando estaba sola, Guillermo le decía que deje de tomar, y ella se ponía como una fiera con él.
Poco a poco me fui enamorando de Guillermo, hasta que un día en que mi madre dormía la borrachera me senté a su lado y le conté la historia de mi madre, ya que desde que tengo uso de razón, la recuerdo borracha y trayendo hombres a mi casa desde que estábamos en mi país.
Ver como la desnudaban riendo, la manoseaban, como ella tomaba agua ardiente mientras la cogían, escuchar sus risas y gemidos mientras uno le metía la verga por la cuca y el otro por la cola.
O ella estaba de rodillas mamando las vergas de sus amigos hasta que se venían en su boca, ya que ella los pedía, «en mi boca, la leche en mi boca», se decía.
Verla venir a casa con chicos algunos años más que yo, pero que bien podían ser sus hijos, y coger con ellos.
Esas cosas nunca se olvidan.
Guillermo me escuchaba sin decir nada.
Cuando vinimos a España, fuimos a casa del tío Luis, yo pensaba que mamá iba a cambiar, pero no, seguía bebiendo y me di cuenta que el tío Luis se la llevaba al galpón del fondo de su casa y se la cogía ahí.
Los seguí sin que se dieran cuenta y mi madre se arrodilló frente al tío y le mamaba la verga, veía a mi madre bajar sus pantalones y dejar que él tío la coja, escuchar como le decía al tío que se la meta por su cola.
Estuvo saliendo con un colombiano que conoció en el pueblo y empezaron a salir, hasta que un día me dijo que nos íbamos a vivir con él.
Ese colombiano la manoseaba delante mío, sin importarle que los estuviera viendo, como sacaba su verga y la pasaba por entre las nalgas de mi madre.
«Plinia, vamos a la cama que te la quiero meter en la cola», recuerdo que me decían que empiece yo a cocinar y se iban, mi madre con su cola al aire y él pasando su verga por sus nalgas.
Cuando ella venía a la cocina, veía sus calzones todos mojados.
Una vez cuando salgo de mi dormitorio, la puerta del baño estaba abierta y mi madre de rodillas mamando la verga del colombiano, cuando nos miramos los tres, mi madre sin sacar la verga de su boca, simplemente cerró la puerta.
Yo le contaba a Guillermo y lloraba, dejando que me abrace.
«Mimi, por qué me contás esto?», me dijo acariciando mi cabeza.
«Mi madre te miente mucho, no es la persona que quiere que creas que es», le dije casi sentada en su falda de lo pegada a él que estaba.
«Y vos pensas que me mete los cuernos?», me dijo con la cara ensombrecida, como pensando.
«No lo sé», le dije pegando más mi cuerpo al suyo.
«No quiero perderte Guillermo, eres un hombre muy bueno, mi madre no te merece y no se que hacer para que sigamos juntos», le dije con los ojos llenos de lágrimas.
«Mimi, lo que me contaste es muy fuerte, no se que hacer», me dijo acariciando mi cabeza.
Yo estaba con mi pijama de pantalón corto y con mis piernas y mis pies recogidos bajo mi cola.
«Me tienes a mí, sabes que te quiero mucho, mucho más de lo que imaginas», le dije mirando su cara.
«Que me quieres decir, que tenga sexo contigo y siga con tú madre?», me dijo mirando fijamente mis ojos.
«Sí», le dije levantando mi cuerpo y buscando su boca con la mía.
«Pero Mimi, vos sos virgen, no te gustaría perder la virginidad con quien vaya a ser tú marido», me dijo con toda inocencia después de basarnos.
«Usa mi cola, enseñame a mamar tu verga», le dije volviendo a besar su boca y pasando mi mano por sobre su verga dentro de su pantalón.
«Estoy enamorada de ti», le dije con mi mano sobre su verga.
«Enseñame como mamar tú verga», le insistía sin sacar mi mano de entre sus piernas.
«Mira que tetas que tengo», le dije poniéndome de pie delante de él y levantando la camiseta de mi pijama y el sujetador, dejando mis tetas al aire.
Guillermo me quedó mirando las tetas, poco a poco fue pasando sus manos acariciandolas, dando suaves pellizcos en mis pezones haciendo que me estremezca de gusto.
«Chupalas, chupa mis tetas», le dije acercándolas a su boca.
Cerré mis ojos, levanté mi cabeza y di un largo suspiro cuando cuando Guillermo me empezó a chupar los pezones, sentí sus manos acariciar mi cola, como me bajaba el pantalón y apretaba mis nalgas.
Yo gemia apretando la cabeza de Guillermo contra mis pechos, sentí su dedo pasar por mi ano, «quieres romper mi cola?», le pregunté entre gemidos mientras Guillermo chupada una y otra teta.
«Queres que te la rompa?», dijo pasando su lengua por mis pezones, «hazme lo que quieras, rompeme la cola, te la mamo, lo que tú quieras», le dije sin poder dejar de gemir.
Guillermo sacó su verga y me dijo que me arrodille entré sus piernas, agarré la verga con mi mano y empecé a subir y bajar el prepucio.
La miraba, bien blanca, con una cabeza bien rosada, tímidamente pasé mi lengua, la empecé a lamber, le daba besos en la cabeza, Guillermo no me decía nada.
Abrí mi boca y la metí, tenía una extraña sensación al tener su verga en la boca.
Me empezó a decir como mamarla, yo hacía todo lo que me indicaba, subía y bajaba mi cabeza, haciendo que su verga entre y salga de mi boca.
Mientras la estaba mamando, Guillermo bajó sus manos y me acariciaba las tetas, gemia, movía su cintura mientras yo mamaba su verga.
Con sus movimientos que hacía, sentía su verga casi en mi garganta, notaba como gemia cada vez más fuerte y se movía más rápido, me agarra de la cabeza, se movía más rápido, hasta que dando un fuerte gemido, siento como salían chorros de algo caliente, espeso, que se deslizaba por mi garganta.
Guillermo me tenía agarrada de la cabeza y no me dejaba que saque su verga de mi boca y sólo se me ocurrió tragar la leche que salía de su verga.
Para ser sincera, mucho no me gustó haber tragado así la leche, de sorpresa, pero si quería demostrarle a Guillermo que quería estar con él, tenía que hacer eso sí a él le gusta.
Nunca tuve relaciones sexuales con nadie en ese momento, pero me imaginaba que cuando Guillermo me rompa la cola, cuando me meta la verga por el ano, me va a doler, pero lo quiero y tengo que aguantarme y darle todo el placer que no le da mi madre.
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