Ácel y yo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ácel y yo nos conocimos en la secundaria. Yo en ese entonces era muy hostil y solitaria con todo el mundo, así que nunca pensé en llevarme bien con alguien como él, que era "desmadroso" en todos los sentidos. Y yo, pues a mi no me interesaba ni siquiera entablar una conversación con él, por que pensaba que diría las mismas cosas estúpidas y superficiales de las que que se hablan hoy en día, sin embargo, a raíz de un trabajo en equipo en el que nos emparejaron, comenzamos a tener más comunicación. Me di cuenta de que era dulce y meloso, también que tenía un buen sentido del humor y por esas razones me comencé a interesar por él. Nos volvimos más cercanos y él se comenzó a apegar a mí. Se sinceraba conmigo y me contaba sobre él, su situación amorosa con una chica llamada Vianey (lo cual me irritaba) Sobre sus aspiraciones para ser chef, etc… A mí me costaba un poco no ser hostil con las personas, así que a pesar de que nos acercamos, seguía siendo… hasta cierto punto, cruel y fría con él, cosa que también me dolía hacer, pero lo hacía sin pensar.
Pero aún así, él me comenzó a dar muestras de cariño que me sorprendían y me enternesían con locura (aun que tampoco lo demostraba) Cuando estabamos sentados en bancas vecinas, él se acercaba y recostaba su cabeza en mi brazo sin hacer nada, sólo cerraba los ojos y descansaba, o acariciaba mi cabello cuando se sentaba detrás de mí. También era directo, y en momentos súbitos, me decía en voz baja "Eres muy bonita" a lo que yo respondía hostilmente (como siempre) "Gracias"
Cierto día, él se me confesó, y yo acepté eufórica (aun que tampoco lo demostré) Comenzamos a salir.
Al año, nosotros ya habíamos hecho muchas cosas (como los fajes y la masturbación mutua por ejemplo) pero no habíamos tenido sexo. Yo cada vez lo deseaba más. No tenía mala figura, era completamente mi tipo: espalda amplia con hombros anchos, cintura y cadera reducidas (algo así como un triángulo invertido) de complexión delgada, muy fuerte y con los músculos ligeramente esculpidos. Su rostro era muy varonil y atractivo. No sabía qué me había visto, yo era prácticamente normal, nada especialmente guapa o "buenota". Era delgada, ojos grandes un poco rasgados, cabello café, desarrollada en términos estándar. Mi cintura estaba delineada, sí, pero hsta ahí.
Yo pensaba en esas cosas mucho y seguido tenía sueños eróticos con él, al grado de despertar aún muy excitada. Entonces decidí que tendría sexo con él, no tenía miedo aun que mis primas me decían que era algo doloroso la primera vez, pero no me fijé en eso.
Un día, su hermano y sus padres habían ido a pasar la navidad con sus abuelos, pero él se había quedado para estar conmigo, la oportunidad perfecta.
Entramos a su habitación y vimos películas por un rato, después nos comenzamos a besar lo que siguió con un faje muy intenso. Él me tocaba por debajo de la ropa; besaba mis pechos y rozaba con su mano mi vagina por encima de la ropa interior, yo también tocaba su pecho y besaba su abdomen. Deslizé la mano derecha por su pantalón y lo desabroché con la intención de rozar su pene sobre sus bóxers. y excitarlo de manera muy erótica con toques leves, a lo que él respondió sentándome sobre él, cara a cara. Mis piernas rodeaban su cuerpo y nuestros sexos quedaban muy cerca, distancia que se acabó cuando sentí su pene ya erecto presionando contra mis íngles.
Comencé a mover las caderas, frotando mis labios vaginales contra su pene, primero leve, y después él también se movió, pero con mucha más fuerza. Desúés me quité la camisa y el pantalón, y Ácel hizo lo mismo. Supe que si seguíamos así, pronto llegaríamos a lo que estaba esperando, y de nuevo en la misma posición, saqué su pene de su ropa interior y lo comencé a manipular como ya había hecho en anteriores ocasiones. él me besó con mucha fuerza y me mordió la parte interior del labio superior, por lo que comencé a sangrar un poco y él lamía las gotitas rojas, mientras yo seguía trabajando con mi mano, pero casi enseguida, en un arrebato de pasión, me acostó en el colchón y me quitó la ropa interior, quedando ambos completamente desnudos. Me sentí con miedo al dolor rumorado por primera vez, aun que ya no había vuelta atrás. Nos besamos y tocamos mutuamente unos momentos antes de que él parara y sacara un sobre pequeño color plateado de un cajón de su buró. Era un condón, pensé con pánico que no había tomado esa precausión y que había estado al borde de un embarazo accidental. Suspiré del alivio sorprendida de Ácel, pues según mis primas, a los hombres les gusta hacerlo sin condón y que ellas tenían que insistir mucho para que se pusieran uno, pero me impresionó lo cuidadoso y suave que él estaba siendo. Probablemente también había pensado en eso antes de llevarme a su casa y ya se había preparado. Se lo puso rápidamente y volvimos a lo que estábamos, pero después de un minuto más, él se hincó frente a mí y abrió mis piernas. Estaba algo avergonzada, pero era tonto pensar así en una situación como esa.
"¿Quieres que lo haga?" Me preguntó
Yo dudé… pero lo deseaba tanto..
Asentí levemente, y cerré los ojos. Sentí cómo su pene se abría paso entre mis labios vaginales y di un respingo de sorpresa. Era muy excitante pero también el sentimiento físico era nuevo y extraño para mí. De pronto, por fin lo sentí en la entrada de mi vagina. Apreté los dientes. Ácel esperó un segundo, y después me comenzó a penetrar lentamente. Solté un grito entrecortado. El cuerpo extraño entrando dentro de mí, y mi cuerpo reaccionando al dolor. Su pene me llenaba poco a poco, y yo enterré las uñas en su espalda conteniéndome para no gritar. Al principio no sentí el placer, sólo el dolor, pero conforme me acostumbré a él, comencé a sentir mi vagina palpitar, y su pene había llegado al punto exacto, ahora lo comenzaba a mover dentro de mí; yo sentía un hormigueo ardiente en mi vientre que me encantaba. Él fué suave al principio, pero tampoco quería aguantar más. Una vez relajada, sentí cómo me daba embestidas cada vez más fuertes, mientras yo soltaba gimoteos y gritos sordos. Algunos de placer, y otros de dolor.
Pasamos así un buen rato, hasta que él se corrió, y sentí que el condón se ponía caliente en mi interior. Él se acostó y tiró el condón. Ambos dormimos muy satisfechos (claro, yo aún tenía la sensación dolorosa en mí) pero habia valido la pena. Después de esa vez, ambos continuamos nuestras vidas sexuales, lo hacíamos siempre que teníamos la oportunidad, y así seguimos.
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