Acostada con mi hijo.
—¡Mira quien habla! … el hombrecito a diez centímetros de su propia madre con una tremenda erección … No tienes moral para juzgarme ni criticarme ….
—Pero ¿por qué te quejas tanto? … ¡es una cosa fortuita! … ¡Ni tú ni yo elegimos esto! … ¡pero no hay duda de que estamos más seguros y cómodos aquí! …
—No sé … todavía soy de la idea de que estaría más seguro en el auto …
Dijo Daniel.
—Entonces yo no podría dormir preocupada de que estás en el coche sin aire acondicionado y en medio a este barrio que no es muy bueno … ¿eso es lo que quieres? …
—No … pe-pero …
—Nada de peros … no quiero que duermas en el auto y basta … duérmete, por favor …
—¡Ah! … entonces le facilitaremos a los malhechores de este barrio para que nos sorprendan en la misma habitación y nos asesinen juntos, ¿eh? …
—Duerme tranquilo yo puedo gritar muy fuerte y pedir ayuda mientras tú luchas contra el asesino …
—Ja-ja-ja … que divertida que eres, mamá … con el auto allá afuera no tendría necesidad de aire acondicionado … y me sé defender muy bien …
—Mira el lado positivo … puedes decirle a tus amigos que te acostaste con una mujer madura …
—¡Oh, sí! … me alabarán … siempre y cuando no descubran que fue con mi madre … se reirán de mí y me preguntaran si me cambiaste el pañal … a menos que …
Se quedó en un silencio enervante, ¡oh! Cuanto odiaba a mi hijo cuando me dejaba con esas medias opiniones y discursos, nunca lograba entender de que cosa me estaba hablando. Así que curiosa lo insté a continuar.
—A menos que … ¿qué? …
*****
Daniel y yo nos encontrábamos en una ciudad nortina. Nos estábamos mudando a la capital y habíamos cargado el camión de la mudanza con todos nuestros muebles para que se dirigieran a nuestro nuevo domicilio en Santiago. Solo nos habíamos quedado con un sofá cama, un par de cojines y unas sabanas viejas. Desafortunadamente la ciudad estaba llena de turistas y no logramos encontrar ninguna habitación de hotel. No había un lugar ni siquiera en residenciales ni hostales.
Se había desatado una tormenta de arenas en la ciudad y yo preferí quedarme y pasar la noche en nuestra casa ya vacía de todas las comodidades. Debíamos conformarnos con ese viejo sofá y algunas prendas que yo había desechado. Estábamos en lo que había sido nuestra sala de estar iluminados por una débil luz que llegaba desde el exterior.
*****
—A menos que invente algunas cosas que hice y me hizo esa mujer madura …
—¿Cosas? … ¿Qué cosas? …
Dije fingiendo de estar sorprendida, pero en secreto quería que esta conversación no terminara.
—Podría decir que estaba enamorada de mi … que me llevó a su casa, donde me invito a compartir su cama junto a su amiga más joven …
—¿Estás hablando de lesbianas? …
—Sí … es como mi fantasía favorita … además, hay mujeres que son bisexuales y lo hacen tanto con hombres como con mujeres …
—Y con esas fantasías te masturbas …
—¡Ah! … ¿Cómo? …
—¡Oh! … no te hagas … soy yo la que lava tus calzoncillos tiesos … recoge las toallas sucias con esperma pegoteado … así que no lo puedes negar …
—Por supuesto que no lo voy a negar … soy joven … soy sano … y es del todo natural tener ese tipo de actividad … además, no creas que no he escuchado ese zumbido que sale de tu dormitorio … no creo que sea tu cepillo de dientes eléctrico que ronronea a eso de la medianoche … no puedes tirar la primera piedra … eres una pecadora tal como yo …
—¡Oh! … ¡Touché! … tienes razón … ninguno de nosotros volverá a mencionar la masturbación y ninguno de nosotros se masturbará esta noche en esta cama …
—¡Oh, Dios … mami! … me la pones difícil … estás hablando con un adolescente … por si no lo sabes … a esta edad tenemos una erección perpetua …
—Sí, lo sé … lo sé … estoy solo tratando de establecer límites …
—¡Ehm! … está bien … pero no me critiques …
Nos quedamos en silencio en la habitación oscura y yo estaba pensando en que este tipo de conversación entre madre e hijo era del todo inadecuado. Por lo general éramos bastante abiertos el uno con el otro. Daniel es un chico estupendo, disciplinado, estudioso y muchas veces nos reíamos de las mismas cosas, nuestro sentido del humor era similar. Finalmente decidí utilizar un rasgo de mi personalidad que él siempre me criticaba y lo irritaba. Mi incapacidad de dejar que otra persona diga la última palabra.
—Las madres también se ponen cachonda, hijo …
Dije a bajísima voz.
—¿Pensando a lesbianas que se orinan la una encima de la otra? …
—¿Cómo? … ¿Tú fantaseas también con eso? …
—Sí … a veces …
—Bueno … tu no conoces mi mente … tal vez también tenga fantasías sobre eso …
—¡Guau! … si alguna vez decides hacerlas realidad … me gustaría conocer a tu pareja … quizás participar … o tal vez solamente mirar …
—Bueno … mi universo de fantasías no se limita solo a eso …
—Está bien … pero si lo haces … recuerda que mi cumpleaños y la navidad están cerca … sería feliz si me regalaras eso … no necesito más calcetines, ni corbatas, ni otro suéter …
—Ja-ja-ja … te regalaré toallitas desechables y lubricante para tus manos … y no me andarían nada de mal una cajita con baterías …
Dije sonriéndole. Él también se rio sonoramente y me dijo:
—Lo recordaré … ahora creo que deberíamos intentar dormir un poco … no creo que sea una buena idea estar hablando de fantasías sexuales con mi madre en un cuarto oscuro …
—Como quieras …
—Buenas noches, mamá …
Me estiré lo mejor que pude acomodándome, unos segundos después, dije:
—Buenas noches … cobarde …
Lo escuché reírse, luego se retorció buscando una posición cómoda. Varios minutos después, lo sentí voltearse y exclamó:
—Hace muchísimo calor …
—¡Cállate! … al menos tu duermes sin camiseta … yo no podría hacerlo …
Me había puesto una vieja remera de futbol de mi hijo, pensando en que la noche podía ser fría, en cambio la noche estaba temperada y a ratos se sentía mucho calor. Acostumbraba a dormir desnuda, pero estando con mi hijo no me había quitado ni menos las bragas.
—Sácatela si te molesta tanto … prometo no mirar tus tetas de ancianita …
—¡Pechos de anciana! …
Le di un codazo sobre su brazo y añadí:
—Estoy muy lejos de ser una anciana … tengo unos pechos esplendidos y muy dignos de ser admirados …
—¿Y quién te dijo eso? …
—Bueno … últimamente nadie … pero ciertamente no tengo senos de vieja …
—¡Ah! … retiro lo dicho … ponte cómoda y quítate esa camiseta … prometo no mirar tus pechos admirables …
Me sentía sofocar, así que rápidamente me quité la remera y me dieron ganas de quitarme todo, pero como estaba con mi hijo cerca, me contuve.
—Parece una cosa rara …
—¿Qué? …
—Dormir en la misma cama contigo …
—Bueno … tu dijiste que era una cosa necesaria … fortuita … eres una mujer de treinta y seis en la cama con un adolescente de dieciséis … ¿Qué tiene de extraño o raro eso? …
—¡¡Qué soy tú madre!! … ¿no te dice nada eso? … Respóndeme, pero no me mires …
Me senté en la cama acomodándome sin la incómoda remera.
—¡Oh! … no llevas sostén …
—¿Eh? … ¡¡Te dije qué no me miraras!! … y … hace mucha calor para llevar sostén … pero no me mires …
—¡Ehm! … disculpa, pero no pude evitarlo … esas cosas están allí y no se pueden ocultar … son demasiado grandes … además, soy hombre … mis ojos no me obedecen … se van solitos sobre lo tuyo …
—Espero que estés satisfecho …
Le dije sonriendo en la habitación oscura, al mismo tiempo me sentí halagada.
—¡Oh, sí! … lo estoy … al parecer tus tetas son grandes y hermosas …
Le di un fuerte codazo en su costado,
—¡Hey! … más respeto … soy tu madre …
—¡Uhm, sí! … decididamente no tienes tetas de anciana … disculpa, mami …
—Bueno … necesitamos dormir … mañana tendremos un largo viaje en auto …
—Tienes razón … lo intentaré … buenas noches, mamá …
—Buenas noches, hijo …
Estábamos acostados el uno al lado del otro mirando hacia el techo. Cada uno de nosotros con nuestras propias preocupaciones y pensamientos girando en nuestras cabezas. No sé cuánto tiempo llevaba así, pero no había podido conciliar el sueño. El calor se había hecho insoportable, hacía sentir las cosas pesadas y húmedas. Poco antes me había volteado hacia Daniel, sin moverme abrí los ojos, no lo quería despertar, probablemente él había logrado adormecerse. No lo podía creer, había un levantamiento en la sabana más debajo de su cintura, una especie de bulto. Eso no podía ser otra cosa que una erección. No creo que la palabra erección pueda definir esa tienda de campaña que se levantaba desde su estómago, hasta sus rodillas como una montaña. Y no estaba solamente duro, esa cosa se movía con vida propia, tenía pulsaciones ligeras, era alucinante. Al igual que yo, Daniel no llevaba pijama, estaba con sus bóxers. Su polla había levantado una especie de carpa de circo y amenazaba por salir de su encierro. Me preguntaba que tan cerca estará del agujero al frente de sus boxers. Me quedé perfectamente quieta, congelada a mirar el maravilloso espectáculo de esa polla totalmente erecta y endurecida, me preguntaba si él estaba todavía dormido y yacía allí sufriendo sin poder darse un desahogo. Di un respingo cuando él se movió, su mano aferró y apretó fuertemente su polla, pensé que le podía venir una hemorragia cerebral movilizando tanta sangre con un solo apretón. Su apriete fue con tanta fuerza que pensé que había sido doloroso. No pude evitarlo y susurré:
—Daniel, cariño … ¿estás bien? …
Se agitó tratando de esconder su enorme polla, pero eso era prácticamente imposible.
—Sí … estoy bien … ¿por qué? …
—No trates de esconderlo … ya lo vi … y no me molesta …
Dije a baja voz.
—Lo siento … no lo hice a propósito …
—Lo sé … eres joven … las erecciones son una cosa natural en los jóvenes … ¿qué te causó eso? … ¿tuviste algún sueño? …
Me enderecé sobre mi codo izquierdo a mirarlo, no había descendido ni siquiera un poco.
—No … ni siquiera he dormido todavía … hace mucho calor … solo estaba pensando …
—¿En qué estabas pensando? …
—¡Ehm! … nada … en nada …
—¿Y pensar en nada siempre te hace ponerte duro? …
—Digamos que mi mente divagaba y dejémoslo hasta ahí … por favor …
—Me parece justo … está bien …
Nos quedamos silentes. Mis ojos fijos en esas cosa que se movía insólitamente. Me di cuenta de que me invadía una oleada de placer, apreté mis muslos y los restregué juntitos. Improvisamente su mano se deslizó y aferró nuevamente su polla en modo enérgico. La curiosidad no me dejó quedarme callada:
—¿Te duele? …
—No … pero es incomodo … sobre todo porque no puede … ya sabes … salir …
—¿Salir? … ¿Qué significa eso? …
—Que está atrapado en mis boxers … el roce y la presión empeoran el todo, ¿sabes? …
—¡Oh! … tienes razón … ¿necesitas dejarlo salir? …
—No necesariamente … sobreviviré … pero me mantendrá despierto toda la noche …
—Pues entonces déjalo salir … yo no te miraré … lo prometo …
—Eso me suena raro, mami …
—¿Por qué? … nadie lo sabrá … además. Es una función natural del cuerpo humano … sobre todo en los adolescentes …
Le dije volviendo a acostarme en mi espalda. Estuvo quieto unos segundos y luego lo sentí menearse antes de volver a acomodarse sobre el colchón. No me pude contener:
—¿Mejor ahora? …
—Sí … puedo decir que ayuda un poco …
—Bien … ahora duerme …
Casi me pongo turnia tratando de mirar, me dieron unas terribles cosquillitas en mi vientre y jadeé un poco al observar él grueso mástil que sobresalía de su ingle por la parte delantera de sus boxers.
—¿Qué? … ¿Qué te pasa? …
—Nada … solo me estaba acomodando …
Mentí desvergonzadamente.
—No es que me estabas mirando, ¿eh? …
Me preguntó sonriendo.
—¡Nooo! … por supuesto que no …
Volví a mentir descaradamente.
—No te creo … mi cachonda madre es una pervertida …
Dijo riéndose de mí.
—¡Mira quien habla! … el hombrecito a diez centímetros de su propia madre con una tremenda erección … No tienes moral para juzgarme ni criticarme …
—No te estoy criticando ni juzgando … pero si sigues mirándolo … se pondrá más duro …
—¡Dios santo! … ¿Es eso posible? …
—¡Eh, sí! … especialmente si se trata de una mujer con unas enormes tetas …
—Pero no miré fijamente … solo un vistacito de soslayo … en cambio tú has estado fijándote en mis senos, ¿eh? …
—Sí … está bien … me cuesta mucho no mirarte …
—Ves … ves … no deberías mirar a tu madre y ponerte duro … será mejor si me cubro …
—No … por favor no lo hagas … hace demasiado calor todavía … solo necesito pensar en algo más …
—¿Entonces se pone buenito solo? …
Pregunté sin poder abstenerme.
—Bueno … normalmente eso lo hago yo … me encargo de eso casi todas las noches …
—¡Oh! …
Dije sin estar realmente sorprendida, debería haberlo sabido. Un buen orgasmo siempre me ayudó a tener tranquilos y felices sueños. Después de varios minutos y otras tantas miradas no tan subrepticias a la tiesa polla de Daniel, una vez más me moví tratando de acomodarme en el opresivo calor estivo.
—¿Qué tal si abrimos la ventana? … al parecer ha pasado un poco el viento … tal vez hay menos arena … al menos dejaríamos circular un poco de aire fresco …
Daniel se bajó de la cama y se dirigió hacia la ventana, a la luz de la farola fluorescente de la calle, pude ver el contorno de su cuerpo apolíneo y su tremenda erección parecida al portalón de un barco pirata que se movía con el oleaje. Abrió el pestillo y comenzó a abrir la ventana de algunos centímetros.
—Esperemos que esto ayude …
Dijo mientras volvía a la cama.
—No creo que vaya a ser peor …
Cerré los ojos y quise relajarme para dormir, pero sin éxito. Todo lo que colmaba mi mente, eran visiones del tremendo pene de Daniel apuntando perpendicularmente hacia el muro. Probé a pensar en otras cosas, pero mi mente regresaba una y otra vez a lo mismo. Pensé como sería sentir el calor y la consistencia de esa polla gigantesca en mi mano. O presionando contra mi costado. O sentirlo arrastrándose en medio a mis muslos mientras yo le abro mis piernas. O empujar contra los hinchados y resbaladizos labios de mi panocha, empujando hacia adentro hasta sentir sus bolas contra mi trasero.
—¡Joder! …
Exclamé en el silencio del oscuro cuarto.
—¡Qué! … ¿Qué te ocurre? …
—Demasiado calor para mí … no logro adormecerme …
Mentí jadeando. Agarré la almohada y me volteé en la dirección contraria, levanté una pierna y quedé casi boca abajo.
—Al menos puedes darte vuelta … para mi es imposible … podría romper el colchón …
Levanté la cabeza y miré por encima del hombro.
—¿Aún no pones en paz esa cosa? …
—Vino para quedarse … creo que tengo que vivir con eso …
—¿Y qué pasa … digo … ya sabes … si te encargas de ello?
Pregunté con todo mí candor e ingenuidad.
—¿Si me encargo de ello? … quieres decir … ¿Qué diablos quieres decir, mamá? …
—Bueno … aunque parezca una locura … si no desaparece … tal vez deberías … ya sabes … tal vez aliviar la tensión … digo … los chicos siempre duermen mejor después de eyacular …
—¿¿Eyacular?? … ¡Por supuesto que es una locura que mi madre me esté proponiendo algo tan … tan bizarro! … ¿Y como es que sabes lo que les pasa a los chicos después de que … hacen eso? …
—Bueno … no es que siempre haya vivido con consoladores y vibradores … también he tenido mi cuota de buenas y jóvenes pollas … también con tu difunto padre … y si te enoja tanto la palabra “eyacular”, no la diré más … ¿qué te parece si digo “dispara tu salsa”? …
—Eso es aún peor … ¿Dónde demonios aprendes esas cosas? …
—En uno de esos sitios que publican relatos …
Volví a recostarme sobre mi espalda y miré esa enorme cosa todavía apuntando hacia arriba y dije:
—Esa cosa debe ser muy incómoda para ti … ¿no es un problema si está duro por tanto tiempo? … como si hubieses tomado algún medicamento … ¿te gustan esas pastillitas azules? …
—No van conmigo … no las necesito …
—Pues entonces si hay algo que hacer … haz lo que tengas que hacer … así obtendrás un alivio …
—No creo que sea una buena idea …
—No se lo diré a nadie …
A pesar de estar apesadumbrado, su voz sonó diferente y pareció animarse. No me cabía ninguna duda de que mi hijo quería masturbarse. Y la verdad, es que yo quería verlo haciéndolo.
—Pe-pero … yo …
Lo interrumpí y no lo dejé hablar.
—¡Vamos! … ¡Hazlo ya! … necesitas aliviar esa tensión … eso te ayudará a dormir … uno de nosotros debería descansar lo suficiente para guiar el auto …
—Solo quería decir que combinaré un desastre …
—¡Oh, sí! … es verdad … no lo había pensado …
Pero ahora comencé a pensar en ello. ¿Se correría varias veces? ¿O dispararía un potente chorro y después varios menores? ¿Cuál sería su olor? ¿A cosa sabría el semen de mi propio hijo? ¿Cómo se sentiría si aterrizara sobre mi piel? ¿Qué se sentiría si disparara dentro de mí, bombeando varios filamentos calientes contra las temblorosas paredes de mi panocha?
—¡Esto! … ¡Aquí! …
Dije tironeando la sabana que nos cubría.
—Dispara tu salsa en una esquina … así podremos ocupar el resto si necesitamos cubrirnos …
Tomó la sabana y la desplegó un poco, luego la doblo y cubrió su vientre y muslos, dejando su dura polla al descubierto. En la penumbra del oscuro cuarto, vi que sus ojos estaban fijos en mis senos, repentinamente me excité pensando que mi hijo estaba a punto de correrse a solo unos centímetros de mí.
—¿Quieres darte vuelta? …
—¿Quieres que lo haga? …
Respondí inmediatamente casi sin darme cuenta de que le estaba ofreciendo a mi hijo mi propio cuerpo como estimulo para su actividad masturbatoria.
—Solo si tú lo quieres … esto puede llevar un largo tiempo …
—¿Un ratito? … ¡ Pero si estás a punto de estallar! …
—Bueno … cuando la tensión se acumula … siempre lleva más tiempo … y luego queda un gran desastre …
Envolvió su polla con la mano derecha y comenzó a magrear y ordeñar lentamente, hacia arriba y hacia abajo, miré al techo un poco escéptica.
—Bueno, cariño … avísame si puedo hacer algo por ti … ahora te dejaré en paz …
—Si te mantienes así, es perfecto … me gusta mirar tus pechos …
—Entonces las tetas de anciana todavía funcionan para ti …
—Tus senos son hermosos, mamá …
Lo miré y nuestros ojos se encontraron, solo dije:
—Gracias …
Solo se encogió de hombros mientras continuaba a acariciar su polla a ritmo lento, pero constante.
—¿Siempre lo haces así tan lento? …
Pregunté en un susurro.
—Al inicio siempre lo hago así lento … cuando me acerco al momento cúlmine, comienzo a aumentar y cada vez más rápido … hasta cuando viene el desastre …
—¡Oh! … está bien …
Dije estúpidamente a sabiendas de que yo hago lo mismo cuando restregó mi clítoris. Seguí mirándolo fijamente para no perderme nada. Se me ocurrió que si me sentaba estaría más cómoda y podría ver mejor. Me senté y me sujeté las tetas para él.
—Déjame darte una mejor vista, cariño …
—Gracias … me encanta mirar tus pechos, mamá … tus pezones se ven deliciosos …
Sentí como mi guatita se hundía al escuchar los halagos de mi hijo, sentí una repentina necesidad de acercar mis senos y empujar uno de mis duros pezones en su boca, pero me abstuve. Entonces los enrollé con mis dedos.
—Son muy sensible cuando estoy cachonda …
Dije sin siquiera pensarlo.
—Se ven tan paraditos y duros, mami … deben ser muy sensibles ahora mismo …
—Así es … lo son …
Dije masajeando mis tetas y pellizcando mis pezones para levantarlas y mostrárselas mejor, mi coño palpitaba con ansiedad y necesidad.
—¡Dios Santísimo! …
Dijo. Su mano se movía aún más lento y pude percatarme de que estaba saboreando y disfrutando la experiencia. Y por alguna razón, eso me puso tan cachonda que casi se me escapan unos gemidos.
—¿Se siente bien eso? …
Le pregunté, mirando su polla emocionada.
—Sí … Se siente muy bien … Pero estoy furiosamente duro … Diría que en cualquier momento podría suceder algo …
—¿Y si te ayudo? … ¡Mi mano es más suave que la tuya! …
Le dije en un ronco susurro. Sin esperar respuesta me incliné hacia su pene y él inmediatamente lo soltó y yo lo envolví con mis dedos.
—¡Oooohhhh! … ¡Ummm! …
Gemimos casi al mismo tiempo.
—Se siente tan dura tu hermosa polla, Daniel …
Parecía que mi mano quemaba, lo apreté y lo solté un par de veces, me pregunté ¿Qué diablos estaba haciendo?, pero no había nada al mundo que me pudiese detener. Y entonces mi instinto de mujer se hizo presente y comencé a jalarlo suavemente hacia arriba y hacia abajo en un movimiento constante. Ajusté un poco más mi apriete continuando con el rítmico movimiento y aumentando poco a poco la velocidad; aflojando y aferrando, aferrando y aflojando, viendo su rostro deformado en una máscara de puro éxtasis y placer. Lo miraba a los ojos lucientes con que me miraba sin dejar de subir y bajar mi mano, ambos gemíamos en la oscura y caliente habitación.
—Eso se siente muy bien, mami … me estás haciendo enloquecer …
—Lo sé, cariño … esto me está poniendo muy cachonda …
—¡Oh! … Lo siento …
Dijo con una voz casi gutural.
—No … No lo hagas … Me encanta sentirme mojada ahí abajo … Me hace sentir viva …
—¿Estas mojada? …
—Empapada … tu dura polla me pone así …
—¡Oh! … Ojalá pudiera ayudarte, mami …
—¿Lo estás diciendo en serio? …
Le pregunté ansiosa. Daniel no me respondió, pero asintió vigorosamente con su cabeza y sentí las rápidas pulsaciones en su pene.
—Puedo hacerme correr demasiado rico, tesoro …
Le dije metiendo mi mano en mis bragas.
—¿Quieres correrte con mi polla, mami? … así tú y yo tendríamos un desahogo …
—Iba a hacerlo con mis dedos, cariño …
—¿Acaso no te gustaría hacerlo con mi polla? … Podríamos corrernos juntos …
Sentí las salvajes pulsaciones de mi clítoris contra la yema de mi dedo mientras lo acariciaba rápidamente. Luego dijo algo que hizo vibrar todo mi cuerpo.
—Por favor, mamá … Quiero que también tú te sientas bien …
Sin decir palabras, solté su polla y rodé sobre mi trasero quitándome mis bragas, luego monte a horcajadas a mi propio hijo. Agarré su rígida erección y la paseé sobre mis labios mojados, la alineé con mi apretado orificio y me empalé con sollozos de placer y alegría. Comencé a bombear su polla con mi estrecha vagina, inclinándome hacia adelante para poner mis tetas al alcance de su boca, levantó su cabeza y apresó uno de mis pezones entre sus labios y me chupó.
—¡Jesús mío! …
Gemí sin dejar de saltar sobre su verga. Por varios minutos estrellé mi pelvis contra la suya, arriba y abajo, abajo y arriba, sintiendo su polla que empujaba y estiraba deliciosamente mis paredes vaginales como si fuera un fuelle, roté mi caderas sobre su exquisita polla.
Podía sentir las embestidas presionando las paredes estrechas de mi femineidad mientras su lengua lamía mis areolas y su boca succionaba mis pezones endurecidos y mojados con su saliva. De vez en cuando echaba su cabeza hacia atrás temblando de lujuria, deseos y ansiedad por alcanzar su orgasmo.
Lento y sin pausa, follamos acariciándonos, él me tomó por mis caderas para tirarme contra su polla y enterrarla profundamente en mí encharcada conchita, al mismo tiempo que chupaba mis senos. El único estridente sonido, era el acompasado chirrido del somier metálico del sofá cama, mientras mi propio hijo me follaba exquisitamente.
Finalmente, mi placer alcanzó la cúspide y no podía crecer más, mi cuerpo se tensó y presentí las vibraciones de mi inevitable y poderoso orgasmo, me incliné sobre su cuello para esconder mi lujurioso rostro y le susurré.
—Me voy a correr …
—¡Hazlo, mamá! … ¡Córrete con mi polla! … ¡Córrete para mí! …
Escucharlo llamarme “mamá” disparó en mi cabeza un tremendo click, sentí las convulsiones espasmódicas en lo profundo de mis entrañas y apreté mis músculos vaginales alrededor de su polla. Un grito ahogado y espontaneo escapó de mi garganta y me estremecí temblando de pies a cabeza, con fuertes tiritones y escalofríos. Mi orgasmo me golpeó como una bola de demolición y me hizo explotar.
—¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Hmmmmmm! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Oooohhhh! … ¡Ummmmmm! …
Olas de placer sacudían todo mi cuerpo, sentí la explosión de mi clítoris, moví rápidamente mis caderas en un exquisito vaivén de lujuria, mientras gritaba, sollozaba y reía enloquecida con la polla de mi bebé.
Sentí las poderosas manos de Daniel en mis caderas, me apretaba y me embestía vigorosamente con su ímpetu de adolescente. Su polla pulsaba y punzaba dentro de mi maravillosamente gruesa y tiesa mientras él gruñía y se agitaba empujando su ingle hacia arriba contra los empapados labios de mi chocho. Entonces todo su cuerpo se entiesó y vibró.
—¡Urgh, mami! … ¡Urgh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaahhh! …
Gruño mientras borbotones de cálido semen llenaban mí matriz y mí útero. Me desplomé sobre su cuerpo aplastando mis tetas en sus fornidos pectorales. Estábamos él y yo sudados respirando agitadamente. Mis cabellos enmarañados con mi sudor y el suyo. Me abrazó como si fuera lo más natural del mundo, me atrajo hacia sus labios y me besó, metí mi lengua caliente en su boca y sentí como la suya se flexionaba y jugaba con la mía, sentí todavía las pulsaciones de su polla que disparaba ligeros chorros de esperma en lo profundo dentro de mí. Su polla no se había reblandecido ni siquiera un poco. Continuaba dura y tiesa estirando mis pliegues empapados con su esperma.
Puse mis dedos en su rostro y dibujé sus facciones acariciándolo tiernamente, luego me incliné y lamí sus labios.
—Todavía estás duro, bebé … ¿Quieres volver a correrte en mí? …
—¿Y tú también lo quieres? …
—Quiero todo lo que tu quieras, cariño … hazme todo lo que quieras …
Me hizo voltear sobre mi espalda y se puso encima de mí, abrí mis piernas para que se acomodara y lo agarré por los hombros sintiendo las palpitaciones de mi coño que se aferraba a su dura verga. No pude evitar las contracciones que se produjeron en mi coño sintiendo su polla moviéndose dentro de mí. Si en principio había estado haciendo el amor tiernamente con él, ahora de repente me había convertido en una puta que quería devorar su polla con mi chocho.
Apoyó su peso en un codo y con la mano libre masajeó mis tetas, atrapando mis pezones entre sus dedos, yo gemí y empujé hacia arriba, estrellando su cuerpo contra el mío. Su polla hinchada embestía mis entrañas como un pistón en movimiento perpetuo, deslizándose hacia arriba y hacia abajo dentro de mi ajustado coño. Deslizándose salvajemente, provocándome deliciosos hormigueos dentro y fuera de mi vagina con su cabezota amoratada que entraba y salía de mis entrañas.
Su polla tocaba hábilmente todas las fibras de mi chocho, sin pensarlo clavé mis uñas en sus hombros y lo tiré contra mí, gimiendo y envolviendo mis piernas alrededor de su cuerpo.
—¡Oh, Daniel! … Si sigues así vas a hacer que me corra de nuevo …
Jadeé susurrando junto a su oreja.
—¡Adelante, mami! …
Levantó su torso para mirarme y aproveché para apretar mis sudadas tetas, luego se dejó caer sobre mis pechos y comencé a chillar y gruñir, sintiendo como se formaba dentro de mi un orgasmo como un tsunami, poderoso y mucho más intenso que el primero.
—¡Oh, bebé! … ¡Me voy a correr duro! …
Sollocé aferrada a sus hombros.
—Sí, mami … córrete …
—¡Oh, Daniel! … ¿Qué me haces? … ¡Me voy a correr realmente duro! …
—Solo hazlo … Hazlo para mí …
—¡Oh, Dios Santo! … ¡Ahora! … ¡Ahora! … ¡Ahora! … ¡Jesús! … ¡Jesús! …
Me atacó con su polla profundamente. Sentí sus manos en mis glúteos mientras me embestía martillando su polla caliente violentamente dentro de mí.
—¡Oooohhhh! … ¡Oooohhhh! …
Gemí sintiéndome atravesada por su verga, pensé que me iba a desmayar. Miles lucecitas brillaban ante mis ojos. Mis sienes palpitaban al ritmo de mi corazón. Volé empalada en su verga. Su polla me llevaba a los cielos. A la cima de un orgasmo que jamás había experimentado.
—¡Aaahhh! …. ¡Aaaahhhh! …
Sollocé mientras el follaba las olas orgásmicas que sacudían mi cuerpo, rozaba mi cuello y acariciaba mi teta izquierda amasándola amorosamente sintiéndome temblar bajo su peso. Replicas electrizantes hacían vibrar mi cuerpo como pequeños mini orgasmos.
—Mami …
Susurró dulcemente en mi oído.
—Me voy a correr pronto …
Puse mis talones en sus nalgas y lo taloneé empujándolo dentro de mí vulva caliente, moví mis caderas y succioné su pene con mis vigorosos músculos vaginales.
—¡Vamos, hijo! … Quiero tu orgasmo … Lléname de ti …
Empezó a follarme con renovados bríos, ya no solo golpeándose contra de mí, sino follándome a un ritmo demencial y casi sin control, necesitaba liberarse y su cuerpo se hizo cargo.
—¡Vamos, bebé! … Deja que suceda … Déjate ir y lléname …
Le dije acariciando sus cabellos.
—Estoy cerca, mami … Ya no puedo aguantar más …
—Ya no te detengas, cariño … Lo necesito … Dámelo todo, tesoro …
—¡Ohhhh, mamááá! … ¡Maamaaa! …
Él gruño contra mi cuello resoplando y bufando acalorado. Su polla se infló y se puso más dura cuando comenzaron a fluir sus candentes chorros de semen llenándome por completo. Un aluvión de esperma se versó dentro de mi coño y yo estaba feliz. Sentí una plenitud física, emocional y espiritual que jamás antes había sentido mientras continuábamos a compartir un placer ilícito e incestuoso.
Se estremeció, jadeó afanosamente y se flexionó contra mí, empujando su pelvis contra la mía y su polla seguía pulsando y disparando chorros de esperma más suavecitos. Ambos gritamos celebrando nuestra liberación y desahogo, disfrutando nuestro goce. Lo sentí pulsando y saltando dentro de mí y supe inmediatamente que daría cualquier cosa para volver a follar con él. Después de esta noche mi hijo sería mi hombre.
—¡Oh, Dios! …
Gimió mientras sacaba su grueso pene de mi vagina, para luego colapsar resoplando a mi costado. Me acerqué a él y tome de su mano mientras sentía mi coño hirviendo con su cálido semen que comenzó a derramarse por mi entrepierna, mis nalgas y sobre la cama.
—¡Oh, mami! … Eres la mejor y te amo …
Ladeé mi cabeza, le di un besito en su hombro sudado y apreté su mano.
—Yo también te amo, tesoro …
—Bueno … al final de todo no respetamos tu regla …
—¿Cuál regla? …
—La de no masturbarnos en esta cama …
—¡Oh! … pero si ni siquiera nos masturbamos mucho ninguno de los dos …
—¡Ehm! … Bueno … Sí … Tal vez tengas razón …
Dijo, sin dejar de sonreír. Estuvimos tranquilos durante varios minutos. Ambos agradablemente agotados y sudorosos por nuestro placentero esfuerzo recién compartido.
—¿Estás bien? …
Preguntó luego de una larga pausa.
—¡Estoy estupendamente bien! … Disfruté todo y cada momento … Estoy feliz de que tú y yo podamos cuidarnos mutuamente …
—¿Y podremos hacerlo de nuevo? …
—¿Sabes qué … Me estaba preguntando exactamente lo mismo …
—Yo creo que deberíamos hacerlo, mami …
—¡Uhm! … Bueno … Haremos lo siguiente … Nos levantaremos, nos vestiremos, pondremos todas las cosas que nos restan en el auto y luego conduciremos a la ciudad más cercana, buscaremos un buen hotel con una hermosa habitación con aire acondicionado, nos bañaremos en una reponedora ducha y luego lo volveremos a hacer una y otra vez y otra vez y otra vez …
Rodó a mi lado y se metió entre mis piernas, su poderosa polla se apoyó y separó mis labios embadurnados de semen, preguntándome.
—¿Ahora mismo, mami? …
—No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy … Aprende, hijo …
—Sí … Ssiii, mamá … ¡Vamos! …
Fin
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
Que buen relato me gustaría saber si sigue la historia sigue así que relatas muy bien