Alicia 03/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Llegando al final de aquel día glorioso aún debía finalizar unas cosas de trabajo luego de la cena.
El problema era que la tarea de enfermero superó el umbral de sub-pensamientos soportables, esos pensamientos que nos rondan la cabeza mientras hacemos otras cosas, pero están allí como vigilando subconcientemente nuestras faenas rutinarias.
Un psicoanalista lo hubiese llamado simplemente excitación, para mí era un hito importante en una vida que se tornaba casi aburrida, era estar a las puertas de una nueva aventura, era sentir nuevamente la sangre golpear en las sienes.
Ardía en deseos de ir hacia la habitación de mi pequeña para verla una vez más, para tal vez escalar los acontecimientos, pero una fugaz ráfaga de entendimiento me encaminó hacia el dormitorio conyugal.
Después de todo allí había una mujer, mi mujer, una persona que tendría las mismas necesidades que ahora me carcomían, una persona que jamas me decía "hoy no".
Claro que casi siempre estaba entregada a su sueño, volvía cansada de un trabajo largo y agotador, pero aún así entre voluptuosa somnolencia solíamos tener un rato de intimidad.
Esos encuentros nocturnos tal vez ya no tuviesen la fogosa espontaneidad de tiempos anteriores, cuando nuestras manos buscaban refugiarse en el cuerpo del otro, pero satisfacían todas las urgencias biológicas.
La mayor parte de las veces utilizábamos sistemas clásicos, llámese posición del misionero y resultaba más que suficiente para lograr los efectos deseados.
Pero esta vez mi imaginación corría a gran velocidad, ya no buscaba la simple emisión de fluidos para relajar el sistema nervioso, no, necesitaba algo más.
Creo que ese "algo más" era una construcción mental, una fantasía, algo que solamente tenía entidad en mi mundo artificial por lo que esta vez decidí no despertarla.
Tomé la cobija y suavemente la fui destapando, solamente una parte para que pareciese accidental, para que el objeto de deseo simule ser una víctima a punto de caer en manos de un depravado.
Esto puede sonar tonto, pero la visión de una mujer acostada de lado con su parte posterior algo destapada, dejando a la vista su pantie llamativa (llamativa si la comparamos con la blanca prenda de algodón que cubría la colita de mi Alicia), puede despertar pensamientos morbosos, o tal vez fetichistas, la cuestión es que me agradaba la visión y ayudaba a complementar las líneas de pensamiento que traía.
En esta ocasión no necesitaba de las sutilezas utilizadas hace unas horas, no podía lastimar a una persona adulta en lo mental o en lo físico solamente por tener sexo normal con ella.
Entre estas cavilaciones, y creo que imaginando una diferente persona bajo aquellas sábanas, es como corrí lentamente su bombacha hacia el costado dejando a la vista un espectáculo bastante digno para el momento.
La verdad es que ella tiene unas hermosas y crecidas nalgas, tal vez sea de allí la herencia que dotó a mi chiquilla con ese precioso trasero, tal vez fuese la razón de que en esa ranura posterior se me antojaba ver otra similar, más chica pero no menos apetecible.
En esa posición fui acercando mi virilidad que estaba a punto de explotar, pensaba que ella no tendría la lubricación adecuada pero mi babeante garrote pareció suplir todas las deficiencias ya que se fue insertando cual hierro candente en manteca.
Tal vez ella sentía entre dormida la penetración, pero mi extrema suavidad y lentitud lo convertía posiblemente en un sueño húmedo; tal vez ella también tuviese sus fantasías inconfesables y se dejaba llevar por el momento.
Momento que duró poco ya que mi persona traía una gran carga previa, estaba a punto de explotar cuando luego de algunos suaves bombeos hizo erupción el volcán, erupción mas violenta y copiosa de lo que recordaba, tal vez incentivado por duendes jugando en mi cerebro que proyectaban el cuerpito de mi pequeña en esas carnes recién ultrajadas.
Esta catarsis me sumió en un profundo letargo, como si hubiesen apagado el televisor en medio de una hermosa película, como si ahora solamente contemplase un gabinete de plástico y vidrio; la cuestión es que el sueño venció todas las barreras y me arrojó en un profundo y negro pozo.
Solamente las luces de un nuevo día hacían recobrar la conciencia y evaluar los hechos pasados, cuando otra jornada de rutina iniciaba.
En el camino hacia el colegio llevando a Alicia de la mano, mejor dicho tomados ambos de la mano, apretaba aquella manita tratando de sentir su tibieza, su suavidad, su entrega y aceptación que eran perceptibles através de la presión que sus propios deditos ejercían.
Era como un lenguaje dactilar, una forma de conversación que los transeúntes no podían percibir, una comunicación secreta donde nos intercambiábamos mensajes que no podríamos articular en palabras.
Exteriorizar verbalmente aquellas cosas hubiese roto el encanto, la sensación de aventura prohibida, la ilusión de explorar cosas desconocidas.
La dejé en el cole con un beso en la mejilla, un beso que tal vez duró más de lo convencional pero de cualquier manera demasiado corto para nuestras expectativas.
El trabajo durante aquella mañana se deslizaba de modo natural, como si las ansias de una espera infructuosa estuviesen algo aplacadas, sabía que el desarrollo de los acontecimientos llevarían una senda que ambos recorreríamos.
El trazar líneas sobre un plano arquitectónico me impulsaba a tomar un papelito y dibujar tonterías, quería plasmar las emociones que me invadían pero mi habilidad es para el trazado lineal, no podía hacer que el lápiz exteriorice su figura, o tal vez ya no era su contorno físico, era el torbellino de sensaciones que hacía crecer nuevas cosas dentro mío.
Al final el papel terminaba exhibiendo su nombre, decía Alicia con diferentes caracteres, hasta ser casi surrealista e ilegible.
Al mediodía su retorno fue glorioso, como siempre llegó corriendo a mis brazos, aunque ese "como siempre" tenia un agregado inexplicable, nos dirigíamos a un abrazo mutuo como entrando en un sitio inexplorado, sintiéndonos actores de un film de aventuras.
Esta vez nuestras manos ya no eran tan discretas como en tiempos pasados, era una necesidad arrolladora el recorrernos sintiendo la piel del otro bajo nuestros dedos.
Ahora que rememoro aquellos instantes, no percibo que buscase un acercamiento sexual, era mayor la urgencia de tomar su carita y enredar el cabello entre mis dedos, también era mayor la necesidad de que nuestras bocas se acercasen, de besar suavemente aquella frente, aquella carita entre divertida y cómplice, para acercarnos despacito a la fusión de nuestros labios.
Esos primeros besos sabían a gloria, no tenían la voluptuosidad convencional que precede una relación sexual, eran más tiernos, más exploratorios.
Estábamos aprendiendo a reconocernos, a sentir las vibraciones de la otra persona y buscando las formas de incrementar ese temblor que deseaba una consumación yá mismo, pero simultáneamente estirando cada segundo hacia la eternidad.
Creo que en esa oportunidad nuestras lenguas no llegaron a tocarse, pero pude aprender de memoria el formato de esos labios, apretando sin llegar a morder cada pliegue de piel, saboreando ese labiecito inferior que se me antojaba mas grande que lo que la vista indicaba.
Cuando mis manos inquietas la tomaban por el talle y mi boca se acercaba a su cuellito, decidí tomar las cosas con mayor calma y le sugerí que preparásemos algo de comer.
Claro que ya lo tenía todo preparado, pero eran excusas para tenerla cerca y comerla con los ojos.
El almuerzo transcurrió conversando de temas triviales, creo que ninguno se animaba a mencionar la situación, algo extraña si consideramos que una nena viviendo una aventura con un adulto no es muy convencional.
Pero sabíamos que la sobremesa no tendría televisión esta vez, que el noticiario sería una pavada inexistente comparada con las vivencias que ansiábamos proporcionarnos.
Ya en el sillón, mudo testigo de tantas aventuras inconfesables, fue automática la postura, parecía que hubiésemos ensayado hasta la perfección la forma en que al sentarme ya estaba encima mío, el modo en que nuestros brazos desaparecían en la geografía del otro.
Claro que esta vez nuestros labios parecían magnéticos, se buscaban aunque la luz no era la adecuada para medir los movimientos, nuestras bocas se encontraban en un ansia de devorar al otro pero se medían en un roce, en un acercamiento lento, en un preanunciar cosas que no podríamos explicar.
Al convertirse los besos en manifestaciones apasionadas, mis manos se deslizaban por sus pechos, por sus inexistentes pechos claro, por esa zona donde saldrían lentamente montañitas de carne para enloquecer a los muchachos.
Pero ahora solamente era mía esa anatomía, solamente mis manos tenían permiso para apretar suavemente aquellas minúsculas aureolas, para tomar entre los dedos cada pezoncito y retorcerlo arrancando nuevas sensaciones en mi chiquita.
La tácita aceptación de aquellos masajes me llevó a pasar la mano por debajo de su camisón, ya podía palpar la piel desnuda, ya podía sentir la tibieza de aquella piel en directo, ya podía subir hacia aquellos montes en cierne.
El contacto directo creo que exacerbó su libido ya que la respiración indicaba otro nivel, una escalada en la profundidad de sensaciones, algo que hizo natural que alzase lentamente su ropa e iniciase a besar su pancita, su plano vientre que algún día sería receptáculo de futuras generaciones.
Su ombliguito que recibía alimento materno mientras flotaba antes de venir al mundo, ombliguito olvidado por años, que ahora era centro de atención para mi boca, para mi lengua, parecía un agujerito que había que adorar antes de merecer el resto del cuerpo.
Al poco rato no fue suficiente recorrer esa zona y creo que las urgencias de mi pequeña se demostraban en sus entrecortados suspiros, algo que me impulsaba a continuar por todo su vientre y subiendo, subiendo lentamente hasta vislumbrar aquellas invisibles tetitas, aquellas zonas con muchas terminaciones nerviosas que llevarían placer a su cerebrito.
Mis labios recorrían suavemente la periferia rozando solamente los pezoncitos, hasta que la desesperación fue incontenible y tuve que chupar esas protuberancias, parecía que deseaba comer esa carnecita, desde apretar con los labios hasta casi morder y meterme en la boca la mayor cantidad posible.
Ocupado en estos menesteres mis manos no podían mantenerse quietas, y entre recorrer su piernas y subir lentamente aterrizaron en su centro delantero, despacito, como sin querer, pero mis dedos ya masajeaban lentamente la zona.
Esta acción no hizo más que disparar la biología de mi pequeña, ya emitía quejidos o suspiros que indicaban algo más que placer pasajero, y mi dedo índice trataba de hallar aquellas zonas que más respondían, no sabía exactamente si sentiría placer en el clítoris, o era una zona amplia sensible a las caricias.
Mojando mi dedo con saliva, retornaba a dibujar aquellas maravillas, dibujar casi literalmente ya que parecía que lograba crear una gigante zona de placer con mis yemas, lo que serían sus labios mayores apenas se insinuaba y cada centímetro acariciado parecía crecer desde la última pasada.
Todo esto transcurría con su bombachita puesta, solamente la corría un poco de costado ayudado por la suavidad de la tela y su holgura, parecía entre más decente y a su vez más morboso de este modo, no la desvestía pero llegaba a sus partes íntimas que me llamaban en silencioso grito.
Lástima que aquello duró menos de lo pensado ya que unos temblores y quejidos me indicaron que había alcanzado su clímax, tal vez su segundo en la corta vida sexual que iniciaba.
Quería dejar mis dedos en aquella zona que ya denotaba humedad, pero también deseaba que el camino le resultase lo más fácil y agradable posible, por lo que luego de un ratito para recuperar la respiración normal le acomodé las prendas pero quedamos fundidos en un abrazo que se me antojó eterno.
Luego del fogoso encuentro y repuestos de la aventura, nos pareció correcto darnos un baño para restablecer los olores naturales, ya se respiraba un ambiente casi sospechoso y era natural borrar las huellas.
(continuará)
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