Alicia 04/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Nos desperezamos y encaminamos al baño, parecía natural que la ducha sería conjunta, compartida.
Siguiendo atávicas costumbres cerramos la puerta con pasador y nos detuvimos fugazmente cruzando las miradas.
Sería la primera vez que contemplásemos nuestros cuerpos desnudos, que la carne no estuviese escondida por esos trapos que insinúan su interior.
Abrí el agua para que el vapor comenzase a llenar el ambiente, mientras Alicia se sentaba en el inodoro, con la faldita levantada y la bombachita hasta las rodillas, dejaba escapar el líquido con un sonido que me hacía erizar, adivinaba esa partecita abriéndose para soltar molestias acumuladas y produciéndole un suave desahogo.
Al pararse quedamos algo estáticos, venía la decisión de quitarnos las ropas, la reacción natural fue aproximarnos y buscar los brazos del otro, entre caricias y besos le fui levantando el camisón y apreciando aquella ninfa solamente en paños menores, con unas sandalias que descubrían la mayor parte del pié.
La parte más importante era su bombachita, blanquita prenda de algodón que cubría las partes nobles o no tan nobles de esa hermosa anatomía femenina en miniatura.
Debía ofrecer una paridad en la situación por lo que hice volar mi camisa y pantalones.
Solamente en slips no podría ocultar propiamente el estado de excitación, pero eso ya no importaba ahora.
Tratando de prolongar el momento la acariciaba por todo el cuerpo, deteniéndome en su calzoncito y repasando con los dedos unos animalitos que tenía.
Todo eso para llegar al instante de tomar la parte superior, donde está el suave elástico, y deslizar todo con ternura hacia abajo, por partes, como dudando, pero hasta llegar a los piecitos que levantó con gracia para que termine de retirar la prenda.
Viéndola totalmente desnudita, regalándome una mirada entre traviesa y amorosa, no pude resistir el abrazarla con todas las fuerzas y cubrirla de besos.
Así abrazada la alcé y nos metimos en la bañera, yo aún tenía una prenda y debo confesar que cierta vergüenza para quitármela.
Mientras la depositaba con suavidad bajo el chorro de agua podía percibir la alegría que le producía la nueva situación, algo como oficializar un noviazgo, por lo que me bajé la mojada ropa y quedamos en pura piel.
Por suerte la noche anterior había tenido una descarga satisfactoria por lo que lograba mantener una semi-erección, sin ostentar el tamaño que hubiese infundido temores en mi chiquita.
Parece que la parte velluda atraía su atención, ya que sus manitas se dirigían lentamente a explorar esa zona, y sus ojos devoraban las formas de la carne en vivo, que anteriormente había reconocido en forma táctil solamente.
Tomé el frasco de shampoo y derramando un poco en su cabecita inicié el lavado, más que lavado era masajearle los cabellos ahora mojados y más graciosos, que además le obligaba a cerrar los ojitos para que no le entrase espuma.
Esta situación era aun más morbosa por el hecho de que la podía observar por cada rincón sin que ella lo percibiese.
Un ratito así hasta que le enjuagué la cabeza para seguir con el cuerpito, creía que le pasaba una esponja enjabonada pero realmente le estaba acariciando cada pulgada de piel, me deleitaba enjuagando cada parte con la mano, sintiendo ese calorcito de su carne que superaba la temperatura del agua, esa tibieza con grados cambiantes según la zona.
Fue la primera vez que me entretuve mucho tiempo con sus piecitos, repasaba cada dedo con mucha lentitud, como borrando huellas de pasados caminos tortuosos.
Al subir nuevamente me aguardaba el tesoro de su entrepierna, parecía que la situación de tener mi cara a milímetros de su vaginita le resultaba algo embarazosa, por lo que la di vuelta para lavarla desde atrás.
En esa posición, agachado detrás de mi Alicia, podía alcanzar todos los puntos de su cuerpito mientras pasaba la cara por sus hombros y cabecita para aspirar esas deliciosas emanaciones.
Con la mano abundantemente enjabonada fui repasando esa ranurita que había hecho temblar hace unas horas, ella ayudaba abriendo un poco las piernas para que llegue a mayor profundidad en la acariciante higienización.
Su respiración agitada demostraba que mis dedos no eran tan inexpertos como creía, además su colita desnuda y chorreando agua me producía escalofríos que hacían arquear la espalda.
Ese arquearse inconscientemente hacía que me arrimase a su colita, zona que mis manos enjabonadas ya querían recorrer, por lo que con una mano me dediqué a masajear esas nalguitas, lentamente pasaba un dedo por la separación entre montículos y apreciaba esas profundidades divinas, era imposible no terminar con el dedo haciendo presión en la zona central, allí donde se hunde el universo y comienzan las estrellas.
Con una consulta através de la mirada, ya que no hacíamos menciones explícitas, dejé el dedo en esa zona ya con mi chiquita girando para alcanzar mi creciente carne.
Creo que era mutua la urgencia de sentir, ella me enjabonaba el miembro con suavidad mientras mi inquisidor dedo golpeaba las puertas del cielo, quería entrar el pobre y hallar la salvación en esas oscuras profundidades.
El movimiento de su manita me producía una erección cada vez mayor, y como adivinándolo, ella reducía la velocidad hasta límites que no me arrojasen en la indefectible explosión.
Al final nuestros ritmos cedieron a los gritos hormonales, y lentamente fui introduciendo el dedo, un poquito y sacando, un poquito y sintiendo los bordes sensibles, un poquito más adentro y quedando quieto, no podría describir todas las sensaciones agolpadas.
Para descomprimir la situación inminente, le explicaba el funcionamiento reproductor, que de esa puntita sale una cantidad de líquido seminal que fertiliza a una mujer si el órgano está dentro de ella.
Estas palabras parece que la animaban en su tarea exploratoria, ya movía la piel y descubría el glande, ya cubría todo emitiendo una sonrisa por la magia que lograban sus dedos.
Con palabras suaves le decía que ese movimiento era casi masturbatorio, que me llevaría a la eyaculación.
Parece que la curiosidad pudo más, ya que mis palabras no cambiaron su actitud, solamente aceleraba su movimiento expectante de lo que podría ocurrir.
Y lógicamente ocurrió, un geíser en erupción saltó entre su mano, un poco salpicando su cuerpito, mientras mi dedo se internaba aun más en su colita.
Tuvimos que lavarnos nuevamente luego de la batalla, pero esta vez más tranquilizados, más satisfechos.
El proceso de secarla fue casi un acto de adoración, le pasaba la toalla y le cubría a besos cada parte de pielcita, creo que mis labios han recorrido cada centímetro de ese cuerpito, bendiciendo secretamente cada zona.
Así salimos solamente en paños menores, ella hacia su habitación, pero no me soltaba la mano por lo que la tuve que acompañar al cuarto.
Allí me senté en su cama mientras ella revolvía una cajonera para buscar ropa.
Mis ojos pasaban desde esa nena agachada en bombachita y cabello mojado, hasta las paredes conocidas, almenos las creía conocidas ya que ahora cobraban nuevo significado, eran el templo de mi princesa, donde pasaba sus ratos de soledad o de sueño.
Al incorporarse traía una remera larga, no muy diferente a los camisones que llevaba a diario, aquellas prendas algo cortas que mostraban sus atributos al asumir posiciones raras en sus juegos.
De un puntapié se deshizo de las chinelas y subió a su cama con la intención de una siesta reparadora.
Estaba por levantarme para seguir en mis cosas, pero su mano no soltaba, su bracito hacía que me recueste nuevamente como una clara invitación a quedarme y compartir su sueñito.
Así que me acosté y ella de inmediato se dio vuelta, retrocediendo su mano para buscar mi abrazo que lógicamente estaba en pleno vuelo, realmente era volar por un diáfano cielo el llegar a su cinturita y apretarla contra mí.
Parece que le agradaba la situación ya que meneaba su colita y apretaba hacia atrás en busca de un contacto mayor.
Apesar de la descarga reciente, no sentía la apatía característica y la sangre comenzaba nuevamente a llenar los vasos que dan forma a la carne muerta.
Así nos fue ganando el sueño, y creo que estuvimos un par de horas.
Ya era tiempo de tomar la leche, pero mi ángel seguía dormidita en esa posición encantadora, con la remera algo subida que permitía ver esa bombachita y las formas de sus nalguitas que rellenaban la prenda.
No podía dejar de bajar a esa posición y mirar de más cerca, las manos no podían permitir exclusividad a los ojos y también empezaron a acariciar todo eso, hasta que la lengua quiso intervenir y entonces estaba besándola todita.
Con gran cautela y suavidad, no quería interrumpir su sueño mientras mis labios recorrían una y otra vez esas redondeces.
Parecían mas grandes ahora, tal vez por tenerlas tan cerquita y a merced de mi boca, antes solamente le miraba la colita desde lejos cuando se agachaba.
Tenía un irrefrenable deseo de tocarme el miembro mientras estaba en eso, parecía que me masturbaría mirando a mi chiquita dormir, pero recapacitaba pensando que podría resultarle chocante si despertase en medio de ese espectáculo.
Al final nos levantamos, tomamos una merienda, y ella a sus tareas mientras yo me encaminaba a mi oficina.
Realmente estaba resintiendo mi rendimiento habitual, ya no me pasaba el día pegado al tablero, ahora tenía cosas más importantes en mente.
Aquella noche fui a la cama a la misma hora que mi mujer, tenia cosas en la cabeza que me daban vueltas pero ni con ella era posible hablarlas.
Almenos tenía un cuerpo de mujer que haría envidiar a muchas y una disposición que harían envidiar a muchos.
Entre las posibilidades para reanimar antiguas pasiones se encontraba el sexo anal.
Era algo que no habíamos practicado aún, y el blanco hacia el que dirigir una conversación banal.
Creía que habilitando un área inexplorada podría quitarme otros pensamientos de la cabeza, poner un freno a una carrera que ya era desenfrenada.
La respuesta si bien no fue de plano negativa, se iba por las ramas en cuanto a la preparación previa, la higiene, el tiempo necesario y todos esos temas que solamente me bajaban la libido.
Creo que si aceptaba de entrada también tendría alguna clase de frustración, realmente los hombres no sabemos bien lo que buscamos.
Al menos la temática hizo más natural que mis manos pasasen por esas zonas, claro que cubiertas aún, pero insinuando que querían continuar.
Luego de un par de venidas durante el día, no lograba una erección considerable como para concretar el tema ese mismo día, pero la cosa pasaba por otro lado, supongo que por la cabeza, por imaginar situaciones nuevas, por llegar a tener un mayor acceso a esa parte posterior medio abandonada por mis deseos.
Haciendo caso a sus sugerencias de preparación y juegos previos, dejé caer la idea de que podría hacer algo con los dedos sin llegar a la consumación, solamente una prueba para ver si le agradaba.
Supongo que tan mal dispuesta no estaba ya que se dio vuelta dejándome su trasero a la vista y con una sonrisa pícara dijo: "Dale"
Esta nueva situación, si bien no repuso mi virilidad al 100%, al menos la dejó de un tamaño más apreciable.
Creo que crecía mientras abría el cajoncito de la mesa de luz para sacar una crema de manos.
Nuevamente la imaginación sumada a tener un pote de crema cerca de unos glúteos, ayudaron a recuperar bastante de las energías perdidas.
Ahora no podía ir con sutilezas exploratorias, estaba con una persona que sabía bien lo que quería, cuándo y cómo.
Así que acaricié un poco ese trasero enfundado y corrí su pantie para descubrir esa separación, no estaba nada mal realmente, y sobre todo era "mi" mujer, todo legal.
Con el dedo embadurnado debería haber atacado el pozo del premio, pero me entretuve explorando el interior del canal, separando las carnes y dejando que se unan nuevamente, un jueguito que me parecía agradable.
Al final terminé con el dedo haciendo círculos alrededor del agujerito oscuro, distendiendo y generando confianza, pidiendo permiso para entrar allí.
Luego de algunos preliminares de ésos ya no pude más y le dejé ir el dedo, entraba despacito al principio pero luego ya era un guante perfecto, se amoldaba a mi intruso dactilar.
Con la otra mano le masajeaba la parte delantera, como para inducirle mayor excitación, pero recordé que podría pedir una satisfacción total y yo no estaba en condiciones físicas para ello.
Así que dimos por concluida la prueba, con un resultado bastante alentador ya que dejaba abierta la puerta para futuras incursiones.
Me dormí al lado de mi mujer pero pensando en ángeles, en mi ángel particular, en mi Alicia.
(continuará)
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