Alicia 07/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Cuando despertamos, nos vimos en la prisa de arreglar las cosas y de darse un baño para borrar las huellas de la lucha.
Yo quería ser el que pasase la esponja enjabonada por todas esas partes, pero podría llegar una persona que no vería con buenos ojos la situación.
Acertada medida, nada más oír el agua que se abría en la ducha y la puerta principal se abre, yo estaba tranquilamente sentado pero los recuerdos recientes volvían a inflar el muñeco, claro que ella pensó que era de la alegría de verla, y vino hacia mí con un saludo algo más efusivo que el habitual.
Esa noche cenábamos juntos y el cruce de miradas con Alicia ya no era tan evidente, parece que queríamos extremar las precauciones, eso no quitaba que nuestros pies, ya sin la sandalia, fuesen en lenta exploración por la pierna del otro, pero por arriba de la mesa era todo normal.
Nuevamente me dirigí al lecho conyugal en compañía de mi mujer, tal vez para salvar las apariencias, tal vez porque ciertos pensamientos volvían a impulsar la sangre que despertaba al durmiente.
Casi al unísono tocamos el tema de la penetración anal, ella más decidida, y yo que también quería sentirme dentro de un hoyito marrón.
De la nada pasé a sostener un pote de crema en las manos y ella ya había perdido la ropa inferior, solamente giraba la cabeza un poco como implorando que no le hiciera doler.
Pensé que era conveniente empezar con un dedo, y luego agregar otro, hasta alcanzar la relajación necesaria para la batalla final.
Suponía que ella hubiese querido antes una terapia convencional, pero seguro que sabía que si yo llegaba a término entonces no tendría energías para dar una vuelta por atrás.
Por lo que al primer dedo que ya no tenía dificultades le agregué un segundo, la cosa ya no era tan sencilla pero reduciendo la velocidad me puse a girar el conjunto y parece que eso ablandaba el camino.
Estaba tentado de agregar un tercero pero el guerrero parado ya no quería más demoras, solamente lo enchastré bien con crema recordando una situación similar vivida hace muy poco.
Tal vez ese pensamiento reforzó los ímpetus y acerqué la punta al medio cerrado orificio, la aureola oscura era mucho mayor al que rodeaba el agujerito de mis ensueños pero la imaginación suplía cualquier deficiencia.
Con lentitud fui apretando y aquello que parecía muy estrecho fue recibiendo lentamente al visitante, los sonidos que emitía mi mujer eran una mezcla de placer con algo semejante al dolor, al par de centímetros detuve la marcha para consultar su rostro, tenía los ojos cerrados como aguantando o tal vez esperando, como los mensajes no eran negativos procedí a enterrar el resto de humanidad entre aquellas montañas de carne que apretaba y separaba levemente con las manos.
Parece que ella ahora ya aguantaba más movimientos e inicié un lento bombeo, sintiendo como una funda que apretaba mi enhiesta carne y se amoldaba a cada porción, una sensación nada desagradable por cierto, hasta mejor que el sexo convencional.
Acelerando un poco, sentí el característico hormigueo que precede a la explosión y le dije que estaba por acabar dentro de ella, pensaba que la descarga anterior menguaría las dimensiones de la actual, pero varias convulsiones placenteras me indicaron que había leche para rato.
Tuve que dejar el miembro insertado, y que al perder dimensiones fuese saliendo solito, no quería una extracción violenta, además la somnolencia ya me invadía y solamente unas palabras para comunicarnos que no estuvo nada mal, alcanzaron para arrojarme al pozo de la inconsciencia.
El día siguiente era feriado, mi mujer no trabajaba y mi nena no asistiría al cole.
Tendría a las dos mujeres para mí, pero realmente no tenía ninguna, nos levantamos un poco tarde y Alicia ya estaba preparando el desayuno, cruzábamos furtivas miradas que parecían explicar que algo sucedió con la mayor.
Parecía que los papeles estaban invertidos, yo estaba en falta con mi mujer por haberme acercado a su hija pero en el interior me sentía apenado por haber traicionado a mi chiquita.
Comimos algo en silencio y me dirigí a hacer algunas cosas, era el escape perfecto ante situaciones difíciles de manejar, pero dentro de mi fingida indiferencia sufría por no poder abrazar a mi nenita.
Apenas si lograba meter la mano en el bolsillo y palpar aquella prenda que había robado ayer, era una forma de consolación que mitigaba mi pesadumbre.
Supongo que esta misma situación estaría viviendo Alicia ya que apareció en la puerta con carpetas y libros, de entrada yo no comprendía bien la situación hasta que dijo con desgano que tenía tareas escolares pendientes, y había cosas que necesitaban una explicación detallada.
Sin pedir permiso corrió unas cosas de la mesa haciendo lugar para sus papeles y procedió sin más a treparse a mi falda para que le comience a ayudar.
De a poco fui cayendo en la cuenta que lo que buscaba realmente era el contacto, era el estar juntitos pero sin despertar sospechas.
Nada mala la idea ya que estábamos lejos de la cocina y lavadero donde se escuchaba trastear a mi mujer, abrí un libro en cualquier parte y tomándole la manita trataba de transmitirle un poco de calor, no sabía bien como proceder en un ambiente algo inseguro, tenía cerca su cabecita por lo que me deleitaba con su perfume a nena, tenía sus deditos apretando suavemente mi mano, y me dí cuenta que también tenía al sonido como aliado, que la separación física de oídos indiscretos ayudaba a que hablásemos lo que fuese.
En consecuencia lentamente fui desarrollando el tema de nuestra escondida relación, de que debería seguir una vida marital normal para no despertar sospechas, de que ella era el centro de mis pensamientos mientras estaba con la persona que la gestó, de que me dolía mirarla a los ojos luego de algo que parecía traición.
Sus susurrantes respuestas me dejaban anonadado, ella no veía una competencia en la mujer mayor, por el contrario se alegraba de que hubiese algo de amor entre nosotros, que eso hacía una familia unida.
Me daban ganas de apretarla y llenarla de besos al oír esas cosas, pero me debía conformar con la presión de mis dedos sobre los suyos.
Mi pequeña también parecía feliz ya que sus movimientos de cintura buscaban la conocida dureza que esperaba bajo su colita cada vez que subía a mi falda.
Le dije que debía refrenar eso ya que luego me costaba mucho bajar la erección, que no era algo automático con sólo desearlo.
Muy campante me dijo que debería pensar en algo muy desagradable para lograrlo rápido.
Me pareció que no estaba muy desacertada en su consejo pero se me dispararon toda clase de alarmas, ¿ cómo mi ángel podría saber esas cosas ? , ¿ con quién estaría hablando de esos temas ?
Mis temores, mas bien espeluznantes terrores, sin querer lograron el efecto mencionado, la casi inflada carne que ya azotaba su traserito se redujo a su mínima expresión, Alicia parece que se percató al instante ya que su manito bajaba en busca del animal desaparecido.
Parecía extraño tenerla allí, con sus piernitas casi colgando fuera de un minúsculo vestido, y apretando un trozo de carne muerta.
Como adivinando el sentido que cobraban mis pensamientos pasó a explicarme, siempre con un tono de voz bajito, que estaba hablando de esos temas hace un tiempo con una compañerita de la escuela, que era una nena algo mayor que había repetido cursos y compartía aula con ella.
No sé si eso me tranquilizaba o si me infundía mayores temores, reflexionaba que a esa edad se pueden decir cosas sin pensar mucho en las consecuencias.
Tal vez mi rostro era demasiado transparente, o quizá ella lograba una mayor comprensión de mis gestos, el tema es que estaba por desarrollar una serie de consejos sobre la forma en que debería conservar sus secretos pero me dejó con la palabra a medio iniciar, con una rápida mirada hacia la puerta acercó sus labiecitos a los míos y me plantó un inesperado beso, ya no giró la cabecita y nuestras miradas se encontraron, ahora estábamos buceando en los ojos del otro para buscar esas nubecitas que podrían empañar al tibio solcito que siempre nos había cobijado.
Parece que esta vez eran necesarias las palabras, era difícil codificar solamente con la mirada tantas cosas que teníamos para decirnos.
De a poco me fue relatando pormenores de sus conversaciones, de la vida de la otra chica, parecía que eran amigas por bastante tiempo y la mayor no lograba integrarse al grupo, me pareció no que sería tan difícil pero mi ángel seguía desgranando pormenores.
Resulta que todas las niñas estaban imaginando situaciones y mirando revistas con modelos de ropa masculina cuando la otra ya había pasado esa etapa.
Conocía el formato de la carne erguida y hasta su sabor, esa parte me causó mayor curiosidad por lo que le pedí detalles.
Parece que semanalmente venía un tío a su casa y traía unas botellas, aditamento casi indispensable en esa vida un poco elemental que llevaban en un barrio bajo.
Supongo que los padres esperarían con ansias esos momentos de huir de la realidad, de refugiarse en el alcohol, pero el avispado tío aprovechaba la ocasión para acercarse indebidamente a la nena de la casa.
La tocaba por todos lados, y últimamente la llevaba al fondo y le hacía abrir la boquita para aplacar aquellos oscuros deseos.
Todos esos relatos casi dados en confesión durante bulliciosos recreos, hacían que mi nena se solidarice de inmediato, que comparta algunas de sus propias angustias carnales, pero sin llegar a mencionar las cosas que vivía en casa.
Unos pasos sonaban acercándose y cuando entró mi mujer para llamarnos a comer estábamos muy concentrados resolviendo problemas del libro, un descuidado "ajá" fue toda la respuesta y nos levantamos sonriendo mientras prestábamos atención al sonido que se alejaba en dirección de la cocina.
Disponíamos de fracciones de segundo tal vez, pero eran suficientes para arrojarnos en brazos del otro y sellar con un tremendo beso las grietas que se pudiesen haber producido.
Nuestras expresiones parecían decir que estábamos contado un chiste, era difícil borrar esa sonrisa que nos contagiábamos de sólo cruzar miradas pero atacamos la mesa con toda dedicación; o aquello estaba muy sabroso o nuestro apetito se había activado en la charla.
Claro que mi mujer disfrutaba viéndonos devorar su preparación, creo que hasta sentía lástima que nos tuviésemos que pasar la mañana estudiando.
Al finalizar estaba deseando que mi mujer se retirase a una siesta, y como oyendo mis pensamientos se desperezó y dijo que se iría a dormir un rato largo, que dijésemos que no estaba si la llamaban por teléfono.
Nuestra expresión no se movió ni un milímetro, pero por dentro saltábamos de alegría, y lo digo en plural porque estaba conociendo bien a mi chiquita.
Para aguardar un rato prudencial nos fuimos al sillón y pusimos la tele con el volumen alto, no sabíamos que sucedería pero el ambiente estaba preparado.
No se subió a mi regazo pero nuestras manos se buscaron con desesperación, su faldita estaba algo subida, sea por accidente o por intención, pero dejaba al alcance de mis ojos mucho de aquella tela blanca y todo de esas piernitas deliciosas.
Como no podíamos hacer mucho en aquellos momentos reiniciamos la conversación donde quedó trunca, de la compañerita que llamaban guarra en el colegio porque había comenzado a despuntar los pechitos, de sus inútiles acercamientos a personas mayores que huían de una posible fuente de problemas, de su tío, de ese hombre que al principio le producía asco pero que ahora le tomaba el miembro entre sus manitas con mayor cariño, de cómo su boca ya parecía necesitar ese intruso para aplacar a su dueño.
Al llegar a esta parte del relato se interrumpió y parecía que tenía algo en la punta de la lengua a punto de soltar, no pude resistir esa carita dubitativa y tomé su rostro entre mis manos, subiendo lentamente mis dedos entre su cabello le dí el beso más delicioso que imaginaba, estaba besando a una mujer entera y no a la nena que aspiraba a serlo, creo que la emoción le contagió ya que su lengüita buscaba la mía, era un beso con todas las leyes eróticas en juego, realmente nos estábamos paladeando mutuamente.
Esta inyección de confianza la impulsó a preguntar, con la mirada algo baja quizás por resquicios de vergüenza, la razón por la no le había pedido algo así, decía que si era natural que yo le besase todas sus partes y hasta dejase mis emisiones allí, entonces también era natural que ella se metiese en la boca esa espada del placer.
No sabía responder bien a esa pregunta, pero le confesé que ella era mi princesa, mi objeto de adoración, que hasta comería los restos de su caquita si la hallaba por aquellos lugares, pero que ponerle el pene en la carita me parecía humillarla, que no estaba a la altura del inmenso amor que le profesaba.
Me respondió que no le daría en absoluto ninguna repulsión, que por el contrario deseaba pasar los labios por esa anatomía que aveces acariciaba.
No sé si fue la descompresión de la situación o el exceso de líquidos que tomé en la comida, pero le pedí disculpas para ir un segundito al baño a hacer pis, ya no aguantaba.
La generosa descarga me proporcionó una sensación de alivio y aproveché para sacar todo el miembro y darle una lavadita.
Estaba en ese menester cuando se abre la puerta despacito y unos ojitos divinos se clavan en esa flacidez, en esa carne que ahora no parecía gran cosa.
Preguntó pícaramente si me ayudaba a lavar, y sin esperar respuesta cerró la puerta con su piecito mientras sus manos ya blandían un jabón y estaban lavando cuidadosamente lo que tenía expuesto.
Pensé que su brusquedad salpicaría el pantaloncito y me lo bajé hasta las rodillas, parecía que sus ojos se hacían más grandes mientras palpaba los hermanos colgantes, parece que no tenía mucho conocimiento de su forma pero estos tocamientos hicieron hincharse de orgullo al personaje central mientras arrancaba una sonrisa en mi ángel por la magia que lograban sus manos.
No le asustaba en absoluto el tamaño descomunal (si lo comparamos con sus agujeritos), lo masajeaba tiernamente y enjuagando todo con mucho cariño acercó su boquita a la punta para besarla.
Sentir esos labiecitos allí, en medio del baño y en una situación algo precaria, hizo que se disparen todos los emisores de sangre para proporcionar alimento al gigante en crecimiento.
No le cabía el diámetro total en la boquita pero parecía conocer a la perfección el mecanismo, con solo introducirse la punta del glande y jugar con la lengüita alcanzaba para erizar los cabellos, su manita aun mojada y jabonosa subía y bajaba la pielcita como acompañando los movimientos de su cabeza.
Le dije que a ese ritmo aguantaría poquito sin llegar a eyacular, que ese disparar mi esencia podría mancharle la ropa o carita, pero solamente lograba acentuar su curiosidad y siguió con su faena, por suerte estábamos casi sobre la pileta y podría desviar algunos chorros inoportunos.
Al llegar la erupción parece que estaba esperando el momento ya que abrió más grande y casi engullendo la punta recibió varios disparos en la garganta.
No podía creer de lo que era capaz mi ángel, tal vez había escuchados varios cuentos de esa situación.
Luego que ella se enjuagase la boca me lavé bien todo y la senté en el inodoro, no podía dejarla sin devolverle el favor, al tratar de bajarle la bombachita se volvió a parar y pensé que habría finalizado la sesión, pero ahora dándome la espalda y tomándose del lavabo se agachó levemente como indicando que era la posición que experimentaríamos.
No me hice rogar ni un poquito y levanté la parte trasera del vestidito, allí abajo estaba la consabida prenda blanca, estaba esa colita que se me antojaba más apetitosa cada día.
Estando inclinada no se caía la faldita, quedaba esa bombachita que quería arrancar con los dientes pero la bajé suavemente sin sacarla del todo.
Estaban aquellos globitos que moría por amasar, aquel pronunciado surco que ocultaba el paraíso marroncito, y más abajo ese tajito al que debía dedicar mi lengua.
No me alcanzaba la boca para besar toda esa zona, repasarla una y otra vez como si fuese un delicioso helado, era realmente delicioso, emanaba algo que parecía un fluido y con un saborcito especial, claro que tragaba cualquier cosa que hubiese allí, el comerme toda su cosita era casi literal, incrementaba la velocidad donde parecía causarle más temblores, hasta que se dejó llevar por un paroxismo encantador, verla acabar en mi boca era algo precioso.
Luego de ese corto pero fogoso encuentro nos pareció mejor separarnos para no despertar pensamientos raros.
Es fácil pronunciar la palabra "separar", pero no lo es el intento de soltar su manita, no es nada fácil dejar de zambullirse en esa boquita de miel, no es una misión humanamente realizable el quitar las manos de su cuerpito.
Mi angelito no era algo de lo que pudiese desprenderme, pero sacando mi trofeo del bolsillo le mostré la prenda que me acompañaba en los momentos de soledad, le hice entender en silencio que un pedacito de ella siempre estaba conmigo.
(continuará)
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