Alicia 09/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Como relataba anteriormente, ahora había dos mujercitas en la cama de mi nena, y la que venía de visita parecía disparar acontecimientos extraños.
Realmente no había tales acontecimientos, eran solamente percepciones o conclusiones en mi afiebrada cabeza.
Si veía a Mary con ojos cargados de lujuria era por que me habían contado cosas de ella, y el resto lo había edificado por mi cuenta.
O lo estaba edificando al momento de dormirme con esos pensamientos.
Tal vez proyectaba el cuerpito de mi reina en esas carnes de mayor edad, así sería la transformación de mi nena en una.
digamos nena más grande.
Todo esto me fue sumergiendo en el sueño mientras trataba de dormir dando muchas vueltas.
Creo que estaba inquieto ya que no caía en el oscuro pozo tan rápidamente como otras noches, había varias manitas que me tiraban de vuelta hacia la realidad, o tal vez era todo parte de la ensoñación.
Me desperté con los movimientos de mi mujer que buscando sus chinelas seguía sentada al borde del lecho, con los párpados dejando entrar apenas un rayito de luz observaba a aquella mujer, muy joven ciertamente, pero una mujer adulta.
Era la imagen real que proyectaría mi angelito en algún momento y no lograba imaginar un cuerpo tan grandote sobre las piernas de un hombre que bebía las palabras emanadas de una boquita imposible.
Se despidió cariñosamente como acostumbraba y antes de que azotase la puerta principal la podía oír hablar, aconsejaba a su hija y compañía que se portasen bien, que no ensucien, que no hagan mucho bullicio para permitirme trabajar en paz.
Parece que las nenas se habían levantado temprano, estaban ya en la cocina y preparando algo para sus pancitas.
El clásico sonido de la puerta grande me hizo levantar como un resorte y peinándome a manotazos me dirigí adonde estaría mi ninfa.
Ambas sentaditas y conservando sus ropitas de dormir me saludaron muy afablemente, parecía que ahora tenía dos hijas en la casa.
No me dejaron tocar nada y se desvivían para traerme el café, mi angelito me aseguraba al asiento con un abrazo por detrás, estaba trepada al refuerzo que traen las sillas y sus manitas pasaban por mi cuello, hacían recorridos rápidos por todo mi pelo y volvían a unirse sobre mi pecho, jugando con los botones de mi camisa y desprendiendo el superior para enredar sus deditos en la pelambrera.
No podía decir que me disgustase la situación, pero me alarmaba un poco que la otra podría sacar conclusiones falsas.
Realmente sus conclusiones serían verdaderas pero no la imagen que deseaba proyectar, yo era el padre seriote y responsable; no quien chupaba todos los juguitos de su hijita.
Yo observaba a la otra ir y volver de la mesada, parecía que ya necesitaba algo para sostener o tal vez ocultar aquellos pechitos en ciernes, tal vez para ir al colegio se ponía algo.
Esas tetitas parecían hacer presión desde el interior de la fina tela, tenían pezoncitos que cambiaban de tamaño según las palabras que decíamos, o según los pensamientos le inducían esas palabras.
Antes de sentarse parecía que sus ojos estaban en comunicación con los de mi nena, a éstos no podía verlos ya que ella estaba a mi espalda con sus manos juguetonas haciéndome de todo, pero brillos de picardía me hacían entender que algo pasaba allí.
Como no queriendo la cosa, mi bebita le dijo que su silla preferida era aquel regazo, mis piernas apenas cubiertas con un shorcito temblaban ante la confesión pero mi adorada criatura le dijo que por hoy le prestaría el lugar, que pruebe ese asiento con sorpresas.
Me extrañó esa mención de "sorpresas", tal vez se refería a las carnes que se despertaban debajo del trasero visitante, tal vez se refería a los brazos que aseguraban la estabilidad, que más que asegurar apretaban las zonas importantes.
El tema es que Mary se sentó con toda tranquilidad en mi falda, como probando ese asiento calentito y el confort de unos pelitos rozando sus descubiertas piernas.
Esos vellos haciendo cosquillas en su piel parece que le gustaban, movía su cuerpo para buscar diferentes puntos de contacto y con eso también movía su trasero sobre mi atormentada carne.
Esa posición me brindaba el espectáculo de sus pechitos, desde arriba podía ver absolutamente todo exceptuando los pezoncitos que parecían enterrarse en la tela.
Las risitas que se desgranaban en mi oreja eran indicadores de que mi beba tenía la misma perspectiva, que le excitaba la situación al punto que sus dientitos casi me hacían doler mientras ella jugaba a mordisquear mi nuca.
Medio displicente, con una voz que no denotaba mi estado, le pregunté a Mary si estaba cómoda, que tal vez preferiría una silla.
Me dijo, (o confesó dado su tono de voz), que en casa aveces usaba un asiento parecido, que desayunar con su primo no era tan diferente, o que tal vez las pequeñas diferencias consistían en las manos masculinas que la sostenían apretando sus pechitos.
Emití un sonido que debió sonar dubitativo, ya que procedió a explicarme tomando mi mano y colocándola sobre un bultito.
No podía estar sosteniendo una tostada con la otra mano y soltándola raudamente completé la imagen de las dos cubriendo esa zona, más que sosteniendo debía hacer presión y masajear aquellas tetitas, creo que imaginaba que así serían los bultitos de mi pequeña cuando el tiempo hiciese de las suyas.
Esas imaginaciones hacían crecer durezas debajo de la cola de Mary, durezas que cambiaban de forma y que ella amoldaba a sus carnes, parecía saber lo que estaba ocurriendo al mover despacito sus caderas para que aquello se aloje cómodamente en su valle posterior.
Para distender un poco el ambiente le pedí que cuente cosas de ella, de cómo era su vida de más chiquita, si era feliz con todo.
Ella describía vivencias cotidianas de una nenita, o no tan cotidianas cuando rememoraba los juegos con su primito.
Parece que jugar con muñecas no era muy divertido para el varoncito pero no le quedaba más remedio, tomaba una que representaba un esposo y hacía cosas con la esposa que era sostenida y manejada por la inocente niña.
Claro que los muñecos no representaban atributos sexuales, pero la imaginación cubriría todas aquellas falencias, los trapitos cosidos a mano se convertían en sensuales ropajes para quitar lentamente, las manos de duro plástico con dedos apenas visibles se convertían en pulpos hambrientos en el cuerpo del otro muñeco.
Parece que estos jueguitos no eran suficientes y los alternaban con "visita médica", jugar al doctor quizá era más emocionante que insuflar vida a muñequitos inanimados.
Permitía que reales manos pudiesen auscultar, pudiesen tocar la piel en zonas que normalmente estaban fuera de los límites.
La ocasional paciente podía sentir cómo eran investigados sus agujeritos, cómo era natural hablar de diferencias anatómicas y las curiosidades infantiles por ver eso que el varoncito decía tener entre la piernas.
Una nena creía natural tener tajito en ése sitio, cómo se podría hacer pis de otro modo ? , pero sus pequeñas manos reconocían ese también pequeño cosito que sobresalía de su compañero de juegos.
Una lengüita que se metía por mi oreja casi tapaba las palabras que entraban por ese lado, parece que dividían todo en dos esferas, las sensaciones que me prodigaba la chiquita desde atrás y las otras sensaciones, casi prohibidas sensaciones que goteaban entre las palabras de la mayor.
Los movimientos sobre mi falda no pasaban desapercibidos por la diosa, y le pidió que contase similares situaciones con su adulto tío, cuando eso que le pinchaba la colita debía ser aplacado de otro modo.
Mary no parecía muy buena relatando esas cosas y decidió que era mejor una demostración práctica, bajando su mano se aferró al hierro candente que yo creía escondido y ausente en esa reunión, ese hierro que solamente podía ser agarrado por mi chiquita y me sentía algo molesto, pero mi bebita solamente animaba a su amiga con un "dale, dale".
Con un grácil movimiento se bajó para arrodillarse en el piso, sus manos tomaron con maestría aquella punta que ya asomaba de mi pantaloncito extrayendo toda la humanidad carnosa, solamente quedaban tapados los callados y peludos hermanos.
Acariciando y admirando aquel aparato lo apretaba y movía disparando la libido de mi pequeñita, que se descargaba através de sus manitas tironeando mis vellos pectorales.
No se hizo esperar la boca que se abría en el camino para encontrarse con el monstruo, parece que estaba decidida a matarlo mediante ahorcamiento y ahogo.
Esa boca se abría mas de lo que esperaba, esa boca sabía posicionar los dientes para no lastimar el trozo de carne que solamente recibía la presión de los labios, recibía la humedad de mucha saliva que era desparramada por una experta lengua, su mano acompañaba todos estos ajetreos subiendo y bajando lentamente, haciéndome ver las estrellas aún bajo el techo de la cocina.
Las manos que se desesperaban a mi espalda jalaban y se enredaban en mi cabeza, estaban expectantes de una inminente explosión, sabían que yo no podría durar mucho más en esa situación, y cuando mis espasmos empezaron a servir leche tibia en la boca hambrienta sus tironeos me hacían doler, un dolor que parecía animar la interminable eyaculación que era prolijamente recibida por aquellos labios que solamente mostraban gotitas escapándose por las comisuras.
Quedé despatarrado en aquella silla y mirando el reloj con preocupación, pero mi angelito me tranquilizó contando que hoy no tendrían clases, que estaban reparando el agua o algo así en el colegio, que estos vagos lo podrían hacer un domingo sin impedir que se dictasen clases.
Mi recién derrotado atacante estaba volviendo a su tamaño reducido pero mi chiquita quería sentir sus moribundos estertores en la colita, a gran velocidad se vino a sentar y a tratar de acomodar sus carnecitas para dar un póstumo alojamiento al desfalleciente que se amoldaba a sus nalguitas.
Pícaramente me dijo que yo ahora debía ser obediente y también tomar la lechita, yo no entendía bien a qué se refería pero la mayor al incorporarse pasándose la lengua por los labios enchastrados, me arrimó una tetita a la cara dejando claro el sentido de las palabras.
No podía negarme a la dulce petición de mi angelito, y tuve que hacer el sacrificio de apretar esos bultitos, reconocer un poco con la mano aquellas formas antes de descubrirlas totalmente por el amplio escote.
Mi boca se adueñó de aquellas protuberancias que ya conocían otras caricias, no importaba, el sufrimiento que me imponía mi chiquita sería soportado y ofrendado a su personita divina.
Esa carnecita estaba realmente tierna y suave, mis evoluciones parecían gustar a la dueña ya que cerraba los ojos echando la cabeza hacia atrás.
Mi mano se posó en su retaguardia para mejorarle la estabilidad pero los dedos se aburrían de estar quietos, se paseaban y apretaban aquellos glúteos que se dejaban sentir claramente através del delgado tejido.
Me dijo tímidamente que en los brazos de algún familiar se le dificultaba conseguir un orgasmo, y mediante una mirada cómplice y sin soltar el pezón que tenía entre los dientes le otorgué un tácito permiso para que ella misma se tocase.
Su brazo bajó dejando de tirar mi oreja, aunque no extrañaría esa atención ya que mis ojos ahora se podían posar en unos danzantes dedos que habían levantado un poco el camisón para dedicarse a esa zona aún cubierta por la bombachita, a ese tajo que se dibujaba claramente através de la tela, y como perdiendo un poco la vergüenza corrió el borde para acariciarse directamente.
Yo esperaba la aparición de una mata de vellos púbicos, pero solamente asomaban unos casi transparentes pelitos que aspiraban a convertirse en una futura selva.
Era agradable la vista, un habilidoso dedo se movía ayudado por la creciente humedad, la vulvita brillaba como preanunciando futuros resplandores, mientras ese huequito alojaba hasta dos dedos en algunas de las pasadas.
El clímax le llegó entre disimuladas sacudidas y traté de acompañar el instante chupando más fuerte y amasando esos globitos.
Estaba rendido pero contento, le dije a mi reinita que los dos ya habíamos tomado la leche cumpliendo con la voluntad de su majestad, que le pedía permiso para tomar una ducha y realizar algunos trabajos.
No hubo respuesta verbal, aunque la respuesta vino de su boca.
Estrelló sus labios con los míos y su lengüita parecía querer llegar a mi estómago, estábamos realmente juntos ante una presencia extraña, ya no tan extraña porque sentía unas manos desde atrás que amasaban mis cabellos.
Tomé un rápido duchazo y mientras me enjabonaba estaba pensando que la esponja se deslizaba sobre dos cuerpitos mojados, que jugaba a hallar los puntos más sensibles de esas criaturas que jugaban salpicándose y riendo.
Luego mientras hacía unos trabajos, escuchaba las ahogadas risitas de mis princesas que se estarían relatando las sensaciones mutuas, tocaba un poco la prendita en el fondo del bolsillo pero ya no tenía la urgencia de estrujarla, esa furia que la hacía refregarse por mi cara en días pasados.
(continuará)
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