Alicia 10/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Pasado un tiempo indefinido que debería ser el resto de la mañana, vino Mary a la oficina para llamarme a comer, asiento con la cabeza pero sus pies siguen en el umbral de la puerta; presiento que quiere hablarme a solas por lo que la tomo del brazo y hago entrar.
Le agradezco que haya sido tan comprensiva de nuestras situaciones caseras y reafirmo mis palabras con un beso que me pareció bastante dulce.
Estas acciones derrumbaron las barreras que la chica traía y me dijo, (otra vez usando ese tono confidencial) que ella no era una cualquiera, que había tenido muchas experiencias eróticas pero sin llegar a la consumación, que era una virgen aparentando mucho mundo y experiencia, pero que temblaba al imaginar algo entrándole.
Sus palabras me enternecieron y tuve que obsequiarle otro beso, esta vez tomando dulcemente su cara y permaneciendo con los labios unidos durante más tiempo.
Casi volvemos tomados de la mano, entrando al comedor recién aterricé tomando conciencia de que yo me debía a mi bebita, que no podría haber alguien entre nosotros, pero parecía que que no existía tal "entre", era "con" nosotros.
Así se palpaba el ambiente durante el almuerzo, no mencionábamos nuestros secretos pero estaban a la vista, no era necesario verbalizarlos, o casi.
Mi chiquita quería aparentar que era la gran experta, tal vez sabiendo que la otra no conocía visitantes humanos en sus huecos le contaba muy naturalmente que ella ya podía alojarme en su colita, que su anito lograba distenderse para que penetre la punta de una carne voluminosa.
Estas palabras hacían que Mary se moviese nerviosamente en su silla, tal vez su vívida imaginación reproducía cada detalle de aquel relato que sonaba casual, tal vez esa imaginación producía una humedad que buscaba encharcarse en la fría madera del asiento.
Pidiéndole que le pase el salero, deslizó como pregunta si se animaba a probar eso, que le ayudaría en cada paso y que no era doloroso en absoluto, contra los chismorreos del cole que lo pintaban feo o un acto penoso.
No hubo una respuesta sonora pero ya eran tres pares de ojos que se pasaban mensajes, la mirada de María gritaba un "siiiii" mientras nuestras caras permanecían impasibles.
Ya era una integrante del grupo, era lógico sellar el ingreso a la hermandad tomándonos todos de las manos y jurando silenciosamente que lo que sucediese en el círculo, allí debía permanecer.
Quedaba establecer el momento y lugar, un relámpago de memorias recientes me hizo proponerles que mejor nos dábamos una ducha antes, sin mencionar que ese preparativo quizás fuese el momento buscado.
Muy naturalmente nos encaminamos al lugar, ya no parecía tan amplio el ambiente con tres personas y abrí la canilla para que el vapor fuese acondicionando el clima que viviríamos.
El iniciático ritual de desvestirnos, de quedar tres cuerpos en traje de Adán y por primera vez contemplarnos mutuamente la piel quedó en manos de las niñas, sus manos volaban a la ropita de la otra para sacársela primero.
Parecían preparar ansiosamente una vestal para entregarla al sacrificio sagrado.
No me quedó alternativa que dedicarme a mis propias ropas, pero la camisa estaba saliendo por la mitad cuando cuatro bracitos llegaron en su auxilio, no traían las prisas anteriores y parecían deleitarse al desvestirme lentamente.
Lucían orgullosas así enfundadas en sus bombachitas que no habían tenido tiempo de perder, cada una me agarraba de un brazo como ostentando a su hombre que tenían para ellas solitas.
El pobre pantaloncito que deseaba quedarse hasta lo último para esconder las vergüenzas, sufrió el ataque de las manitas que se aferraban al elástico para iniciar el fatídico descenso.
El guerrero ya no podía ocultarse, se desplegó en una casi perfecta escuadra del cuerpo tembloroso y parecía latir lentamente.
Las manitas que estaban aprisionándome los brazos se soltaron para aferrarse del nuevo juguete, parece que había espacio suficiente para que cuatro conjuntos de deditos se dedicasen a apretar todo eso.
Yo pensaba introducir a mis juguetonas nenitas a la bañadera, pero fueron ellas las que me llevaron, casi me arrastraban asidas de la tibia manija que no querían soltar.
Ya bajo el agua eran demasiados los brazos queriendo hacer demasiadas cosas, parecía una pelea callejera donde cada uno quería un pedacito de cuerpo del otro.
Era gracioso ver a las damitas con sus bombachitas mojadas, con sus tajitos marcándose mucho en la tela que goteaba.
Mis manos volaban a recorrer aquellos traseritos enfundados y las dí vuelta para apreciar esas prometedoras redondeces, era espectacular la cola de Mary sin ese camisón que parecía esconder sus formas, tuve que dejar las manos pasear por esos paisajes antes de bajar las prendas.
Apreté el pote de shampoo dejando caer un chorro sobre cada cabeza, el sonido de ese espeso líquido mientras era escupido sobre el pelo casi me hace reir, lo asociaba a demasiadas cosas eróticas mientras masajeaba despacito esas dos cabelleras.
Dos sensaciones diferentes ya que la mayor no denotaba esos cabellos finitos que mis manos reconocían en la bebita, debían cerrar los ojitos ante la espuma cayendo pero eso no impidió que sus dedos buscasen la piel de la otra, parecía que se estaban lavando mutuamente pero esos recorridos eran caricias, estaban felices por disfrutar del cuerpo de su amiga, todo un show exclusivo para mi vista.
De espectador pasivo pasé a investigador, necesitaba usar mis manos enjabonadas para recorrer esas espaldas que oficiaban de cataratas para la ducha llorando sobre ellas, una espaldita era muy conocida al tacto pero la otra ofrecía misterios por descubrir.
Los inquisidores dedos luchaban por conservar la simetría, debían estar exactamente en la misma zona de cada una.
Ambas colitas eran preciosas pero la de Mary estaba más grande, esas blandas montañas eran voluminosas pero también ocultaban un valle más profundo.
Un valle donde no habría llegado el sol pero mis dedos estaban preparando el descenso, bajarían a rappel colgados de esos hilos de agua que se escurrían invitando a seguirlos.
Los dedos entre mojados y jabonosos se metieron en ese surco, en ambos surcos realmente ya que cada mano tenía el suyo y reconocieron cada recoveco, cada pliegue, hasta descansar jadeantes sobre un pozo marroncito.
Las nuevas sensaciones despabilaron a las nenas que ya no querían jugar y cada una dirigió una manita hacia el soldado que hacía guardia en posición de firmes.
Ese soldadito que no sabía cuál campo de batalla elegir, ese valeroso soldado que estaba por entregar la vida en una guerra que superaba sus capacidades.
Me tocaba el turno de ser enjabonado pero las rápidas manitas que me recorrían daban mayor importancia al centro, ese centro que deseaba ser apretado y retorcido de mil formas, ese centro que deseaba morir dentro de otro centro.
Alicia quería demostrar de lo que era capaz y se dedicó a enjabonar vigorosamente aquella barra de carne, le ocultaba la coloración dejándolo blanquito por la espuma hasta que se dió vuelta agachándose y tomándose de la amiga para conservar el equilibrio, se afirmaba a esas tetitas como si fuesen manijas mientras meneaba la colita esperando al invasor.
Mi enjabonada humanidad se acercaba por detrás deseando zambullirse en ese anito pero debía rendirle pleitesía a todo el surco, no era cuestión de entrar sin llamar a la puerta.
La paciencia de mi pequeña no era tan grande y movía el trasero buscando el contacto con su cerrada entrada, pero mi garrote se dedicó a pasear por sus labiecitos vaginales mientras un dedo hacía sus primeras incursiones, debía agrandar ese pasaje antes de que llegara el visitante gordo.
Al apretar con la punta de mi babeante miembro sacó las manos de la anatomía de su amiga y se apoyó en el borde de la bañera.
Estaba más bajo ese soporte y al quedar tan agachada parece que destacaba su colita, Mary no quería perderse ese espectáculo y se agachó abrazando la piernita de mi nena, su mano subía despacio buscando tocar ese tajito y llegó a destino juntamente con el invasor que hacía su entrada triunfal por el pequeño orificio.
Mi chiquita emitía gorgoritos que acompañaban las sensaciones producidas por los dedos de Mary en su vaginita y las que le producía el imperceptible bombeo que hacía introducir lentamente el tubo del enema.
Esto no podía durar mucho antes de reventar dentro de mi nena por lo que me retiré lentamente, ella comprendió la situación y estaba feliz por haber demostrado que podía, que ella ya era un mujer grande.
Podríamos haber comentado lo que venía pero nuestras miradas eran más elocuentes, ya sabíamos a quién le tocaría agacharse ahora, quién debería demostrar que estaba a la altura de las circunstancias.
La carita de mi ángel era más que un poema, era una sinfonía ante la expectativa de atestiguar desde cerquita la desfloración de su amiga, bien podía aplicarse el término ya que aquella entrada posterior parecía una flor esperando ser polinizada.
Tomando amorosamente mi virilidad procedió a enjuagarla con cuidado, pensé que seguiría la terapia del jabón empleada anteriormente pero ella decidió que era mejor la saliva, y nada mejor para aplicarla que esa boquita que emitía suspiros hace segundos.
El trasero de su amiguita también fue bien enjuagado en lo que me pareció una medida errada, sería mejor si quedaba resbaladizo; pero mis dudas fueron resueltas al instante en que su boca aterrizó allí, mis ojos no daban crédito a la imagen de mi nena chupando el culito de la amiga.
Con la intención de preparar la zona se estaba dando un banquete lésbico, su mano extendía un dedo que entraba frenéticamente por la vagina de Mary y su lengüita hacía un maravilloso trabajo en círculos atacando aquella puertita que ya no parecía tan inexpugnable.
Creo que todo eso lo hacía para evitarme el desagradable trabajo de meter mi lengua por esos lados.
Tenia razón: mi lengua solamente servía para los orificios de mi angelito, tenía limitaciones y necesitaba permisos especiales para lamer otras cosas.
Cuando todo estaba preparado tomó con parsimonia mi babeante erección que palpitaba furiosamente y la fue acercando al hoyito que también latía, ambos combatientes pulsaban al unísono, sabían que la batalla se estaba iniciando.
Las armas se tocaron, ambas mojadas en saliva, una abriéndose y la otra empujando para entrar, la mano de Alicia se aceleraba en la puchita de Mary tocando esos puntos anatómicos que conocía exactamente, yo miraba desde arriba como el glande estaba desapareciendo dentro de ese agujerito que estaba acostumbrado al tránsito en sentido inverso, una parte del pene estaba oculto entre esos cachetes y los separé un poco para apreciar mejor esas profundidades, una manita suave sostenía el tronco y dirigía la velocidad, el ritmo, todo lo necesario para que su amiguita lo pase bien.
Los deditos que jugaban traviesos en la otra entrada lograron su cometido, la arqueada espalda se dobló más todavía, unos temblores recorrían todo su cuerpo pero la boca no se permitía gritar el intenso orgasmo, solamente débiles quejidos hubiesen sugerido a un ciego que se estaba produciendo la divina explosión.
Entre los estertores me incrusté más a fondo en esa colita, no porque lo desease, fue el resultado de los movimientos involuntarios de la niña, más que dolerle parecía que prolongaba esa tan esperada culminación.
No quise arruinarle el hermoso momento por lo que inicié un cadencioso bombeo, la mano de mi chiquita bajaba la velocidad en la ranura de Mary mientras sus ojitos se ponían grandotes y casi apoyaba la nariz en el culito que estaba siendo penetrado casi salvajemente, la manguera comenzó a escupir su contenido a gran profundidad mientras sentía el abrazo mortal que la envolvía como un guante.
Nos volvimos a duchar y tomados de las manos caminamos hacia el dormitorio de la nena, se imponía una siesta y esta vez tenía una chiquita a cada lado para abrazar.
No encontraron mejor almohada que mi pecho y mordisqueaban despacito mis tetillas mientras sus manos entrelazadas cuidaban el sueño del monstruo, hacían de cobertor para el gigante dormido.
Yo estaba amamantando a mis bebitas con todo el amor que fluía de mi pecho y con una mano desacansando en cada colita, pero la mano que acariciaba la bombachita de mi nena era la privilegiada, estaba adorando a mi ángel mientras caía en el reparador sueño.
(continuará)
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