Alicia 11/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Fuimos despertando y salimos rápidamente de la cama, la menguante luz que se filtraba por la ventana indicaba que estaba por regresar la patrona.
Manoteé un pantalón y mientras me sentaba ante el tablero de dibujo entraba la madre de mi nena, creo que no se notaba nada sospechoso porque preguntó como se habían portado las chicas, le contesté medio distraído que perfectamente, que no habían molestado para nada y estarían ahora jugando en su habitación.
Me recordó que debería llevar a María a su casa, era tarde y estaba oscureciendo, no podría caminar solita en esas vecindades.
Me peiné y montamos en el coche, claro que Alicia venía con nosotros, ya éramos un trío inseparable.
Mientras se trepaban en el asiento trasero yo me regodeaba mirando carnosos traseros, unos traseritos más bonitos que el tapizado, unos traseritos que ya habían sido saludados por mi soldado.
Durante el viaje las nenas hablaban de sus cosas mientras yo trataba de mantener la atención en el tráfico y en los poco amigables rostros que nos cruzábamos.
Llegamos a una casita desvencijada, parecía hacer juego con la calle de tierra y unos perros que andaban por allí.
Abrí la puerta para que baje Mary pero ella tironeaba mi mano para que venga a saludar a su madre.
Se encendieron unas luces y ya salía un mujer mirando para todos lados, parece que no era común que un automóvil se detuviese allí; le volvió el alma al cuerpo al ver a su hija y corrieron a saludarse.
No sabía si volver a meterme en el vehículo pero ya llegaron y nos instaron a ingresar un ratito.
Entramos algo tímidos, no sabíamos que podríamos encontrar allí, pero el espectáculo era el tradicional: unos aromas que se desparramaban eran el indicador de que estarían preparando la cena, el ambiente era chiquito pero acogedor, era la clásica combinación de cocina-comedor-sala.
En un sillón algo remendado estaba sentada una nenita, nos miraba con curiosidad cuando la madre la llamó: "Sandrita, ven a saludar a la visita".
Con eso sabía que se llamaba Sandra pero no asociaba mucho, fue María que alzándola me dijo que era su hermanita y le susurró que me diese un besito.
Entretanto mi nena estaba conversando con la señora, parece que ya se conocían de antes y se contaban cosas.
Todo muy lindo, pero me quería volver a casa con mi cielito.
Parece que las dos estaban hablando de comida y al final me dejé convencer para quedarnos a cenar.
Había pocas sillas y a Sandrita le tocó comer sentada en la falda de la hermana, conversamos de temas variados y la señora contaba que recién había cobrado el sueldo, que había preparado una rica comida aprovechando la ocasión y que era un honor recibir gente distinguida en su casa.
No sé que cosa distinguida nos habrá visto, éramos unos vecinos comunes, pero dejamos la opinión flotando en el aire ya que mi nena parecía sentirse bien con la supuesta superioridad.
Entre otras cosas contaba que el esposo no venía a casa algunas noches, le quedaba más práctico quedarse a dormir en la construcción que perder tanto tiempo viajando.
Cuando terminamos de comer, las dos mujeres se levantaron para llevar todo a la pileta y poner un café a calentar.
La hija me pasó a Sandrita y la sentó en mi falda, parecía que le venía agarrando fuerte la colita y dejó un instante la mano allí al apoyar a la criatura sobre mis piernas, accidentalmente me apretó el miembro que estaba dormido y su pícara mirada trataba de decirme cosas.
Creo que mi nena se percató pero su cara continuaba de piedra.
Apenas terminaron de lavar vino Mary con una cafetera en la mano y me arrastró al otro ambiente, nos dijo que allí estaba el televisor y la cama nos oficiaría de sillón.
Parece que era un dormitorio colectivo ya que en la penumbra se adivinaba otra camita sobre la pared contraria.
Mi nena ya venía con los pocillos y la señora se disculpó que tenía que planchar unas cosas para el otro día, que nos sintamos en casa.
Nos sentamos al borde de la cama, cada uno con su humeante poción, aunque teníamos espacio de sobra ambas pugnaban por apretarse contra mi cuerpo.
Al ratito entra la criatura buscando con los ojitos un lugar para sentarse ante la tele y Mary la alza para depositarla en mis piernas, parece que ya me tomaban como el asiento oficial de la pequeñaja.
Al sentarla, nuevamente me apretó allí abajo pero ahora sin disimulo, ya no era un accidente, la mano seguía allí esperando que eso se infle.
Mi angelito parece que no conocía aquellos jueguitos y miraba de reojo algo curiosa, tal vez excitándose un poquito con la extraña situación.
El sonido del aparato nos aseguraba que desde la cocina no se escucharía nuestra conversación, y le pregunté bajito qué estaba haciendo, que la nenita podría darse cuenta y pensar cosas raras.
Como toda contestación me tomó una mano y la puso en su pierna, estaba por decir algo pero titubeaba, para inspirarle confianza fui subiendo la mano por debajo del vestido hasta llegar a su puchita y allí movía suavemente los dedos por encima de la bombacha.
Se le soltó la lengua y contó bajito que le encantaba jugar con la hermanita, que a ésta le fascinaban toda clase de cochinadas y que el silencio estaba asegurado, esto venía de tiempo atrás.
La usaba de muñeca vistiéndola y pintándola, la manoseaba por todos lados entre las risitas de la criatura.
Claro que ésta no tenía noción de cosas sexuales o de excitación, pero estaba gordita y tenía las mismas formitas que una nena más grande.
Uno de los jueguitos consistía en que debía tomar un muñeco y meterle la cabeza dentro de la puchita de Mary, pretender que se asfixiaba allí y luchar por salir.
Estos relatos me hacían dudar de la virginidad de la chica, pero tal vez se la introducía apenitas solamente.
La nena mía estaba encantada por el relato y apretaba mi pierna mientras rozaba los muslos tibiecitos de la criatura que estaba absorta en la programación, parece que la estaba midiendo para incorporarse a los jueguitos.
No sé que le encontraría de excitante, la criatura no despertaba apetitos sexuales, solamente era una muñequita que se dejaba tocar sus partes, hasta le debería oler feo la colita.
Mi humanidad estaba despertando alarmantemente, no podía permitirme el lujo de estar con tantas nenas y exhibiendo un bulto que me acusaba de pensamientos ilícitos.
Aplicando el método aconsejado busqué cosas desagradables en qué pensar, en esa criaturita que seguramente usaba el inodoro hace poco, en que antes rondaba la casa usando un pañal que se llenaría de caquita.
El sistema resultó efectivo ya que todo quedó del tamaño normal, el guerrero había vuelto a su reparador sueño.
Me levanté depositando a la criatura sobre la cama y salí con mi bebita de la mano, debía despedirme para volver a casa ya que mi mujer se estaría preocupando por la tardanza.
El retorno fue rápido ahora que ya conocía el camino, mi nenita viajaba en el asiento delantero y aprovechaba los semáforos para acariciarle las piernitas, quería meterle un tremendo beso pero los que pasaban nos podrían ver.
Ella estaba aferrando mi palanca de cambios pero eso quedaba oculto, espero que mi cara no delatase lo que pasaba allí dentro.
Comentábamos que era una familia algo rara pero debí reconocer que la nuestra tampoco era ejemplar, la mirada de mi angelito indicaba que su mente se hallaba en otro sitio, tal vez estaba jugando con una muñeca viviente.
Apenas llegamos, aún antes de apagar el motor, tuve que tomar esa carita y recorrer sus carnosos labios con los míos, terminamos en un beso tan largo que me hacía temer que saliesen a investigar nuestra demora.
Ya en la casa, Alicia corrió a ponerse las cómodas prendas que acostumbraba, mientras le contaba a mi mujer que tuvimos que quedarnos a comer, que Mary tenía una hermanita chiquita, más alguna pavada para rellenar el relato.
Ella estaba a punto de meterse en la cama pero para nosotros era temprano todavía, nos acomodamos en el sillón para buscar algo interesante en la tele.
No lográbamos ponernos de acuerdo y el control remoto recibía órdenes contradictorias, creo que solamente buscábamos el contacto de nuestras manos actuando una situación natural.
Apenas se cerró la puerta del dormitorio nupcial cesaron nuestras diferencias, parece que habíamos coincidido en el canal correcto, aunque lo raro era que nuestras miradas no se posaban sobre la pantalla, estaban buceando en los ojos del otro y nuestras manos reptaban en la búsqueda del mutuo encuentro.
No podíamos hacer gran cosa pero nuestros dedos se entrelazaron y hablaban entre ellos, se decían cosas diferentes que el tema que llevaban nuestras miradas, cada uno tenía su conversación separada, hasta las rodillas que se chocaban tenían su opinión, nuestros labios también querían decir algo pero solamente se fundieron suavemente.
Luego de un ratito así, cobijados por un silencio indicador de que la bruja ya no saldría, aflojamos un poco la tensión acumulada lanzando un pequeño suspiro que nos hizo reír a los dos.
Estábamos juntos como antes, pero ahora parecía que en un clima más privado, podríamos hacernos cositas sin estar vigilando sobre el hombro del otro.
Lo primero fue sentarse encima subiendo un poco el camisón para que esa prenda no molestase, mi mano se disparó a su piernita y fue subiendo atraída por un invisible imán hasta que se depositó cuando ya no podía subir más, estaba tocando las puertas del cielo.
Mi bebita separó un poco las piernas para que pudiese correr esa barrera blanca, esa telita enloquecedora pero que aveces estaba interrumpiendo el camino hacia otras metas.
Me estaba por mojar el dedo para facilitar las cosas pero esos húmedos labiecitos invitaban a mi índice pasear por allí, le metí el dedo en la boca lentamente como si metiese otra cosa allí, ella captó la intención al instante y lo chupaba como si se tratase de una barra de carne diferente, ahora le entraba todo eso y sobraba espacio.
Con movimientos de su colita sobre mi resucitado animal dió a entender que ya quería otras sensaciones, ahora el dedo paseaba suavemente por aquel imberbe tajito, reconocía toda la zona y medía el agujerito del placer, su mirada denotaba ansias de que penetrase allí y obediente a sus órdenes el dedo se fue deslizando por el minúsculo túnel.
Podía palpar la extrema suavidad de esas paredes internas, sabía que tenía un punto de mayor placer algo más adentro, mas hondo y escondido, pero no podría llegar hoy para visitar a ese misterioso señor G.
Tuve que agregar el pulgar para masajear la parte superior de la vulvita mientras bombeaba el índice como si le estuviese haciendo el amor de manera convencional.
Su orgasmo fue inaudible, no porque ella evitase esos ruidosos jadeos, era culpa de mi boca que se estaba comiendo la suya, parecía un monstruo devorando a su presa, hasta ocupaba parte de su naricita impidiéndole respirar.
Quedó hecha un destartalado rejunte de huesitos, y mientras la miraba dulcemente reconocí que yo era el culpable de eso.
Me levanté y pasando un brazo bajo sus piernitas la llevé despacio a la cama, merecía un descanso luego de todo lo que hicimos.
Así en mis brazos parecía más chiquita, no podía resistirme a enterrar la nariz en esos cabellos y aspirar todo su perfume a ninfa, a diosa dueña de mi existencia.
La deposité en la cama y llené esas sonrosadas mejillas con millones de besitos mientras mi mano paseaba por su colita infernal.
Al retornar a mi habitación llevaba una urgencia que no podía aplazar, me acosté detrás de mi mujer, y mientras ella salía levemente de su sueño ya estaba enterrando mi espada entre unas carnes que apenas había destapado.
No tuve que insistir demasiado, al instante exploté en su interior y ella se sentía super feliz por la forma en que lograba excitarme.
No podía entregarme al sueño en una forma tan egoísta, quedamos hablando de las refacciones en el cole de la nena, de la compañerita tan simpática que había traído a casa, y en estas reflexiones se quedaba un poco, como si quisiera decir algo más, me pareció que la animarían unos empujones del guerrero que ya estaba en su etapa moribunda pero que seguía enterrado allí.
Soltándose la inhibición, me contó que en años pasados le atraían mucho las mujeres jovencitas, que sin ser lesbiana lograba una satisfacción muy profunda con alguna niña que conocía bien los puntos de placer y el timing, que una mujer nunca dejaba con las ganas a otra.
Me pareció un poco extemporánea su confesión, pero completó el cuadro al decir que Mary le recordaba mucho a alguien con quien tuvo fogosos encuentros.
Que verla con su pelito corto y ese camisón ridículo le disparaban ganas de abrazarla y estrujar esas nacientes tetitas.
Sus palabras creaban nuevas sensaciones en mi mente, espero que no se diese cuenta ya que el muerto estaba reviviendo y sin salir de su húmeda tumba, le hice notar que la podría invitar a casa las veces que tuviera ganas pero con un pequeño problema: debería venir con la hermanita ya que era la encargada de cuidarla.
Mientras le decía estas cosas ella permanecía ensartada desde atrás y parecía estar deleitada por su capacidad para despertar semejantes reacciones.
Yo también estaba deleitado por la cantidad de posibilidades que presentaba el horizonte, fuí reconociendo que no podría colocarle puertas al mar, me prometí que conseguiría un juguete para cada una de mis mujeres, hasta para mi angelito que quería jugar con muñecas que hablasen, todo sea para complacer a mi reinita, a la portadora de las empalagantes letras : ALICIA
(continuará)
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