Alicia 13/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Alicia 13
Desperté con una mano pasando por mis cabellos, era Mary que venía a buscarnos.
Se suponía que yo estaba en esa faena pero tampoco regresaba, creo que en esa habitación había un vórtice espacio-temporal que se tragaba a la gente.
Lucía un peinado diferente, al final habían surtido efecto las manos de mi mujer.
Su rostro dibujaba unas sonrisas pareciendo delatar que la sesión de peluquería había sido más completa de lo esperado, me mordía por preguntarle pero mejor si ella se soltaba solita.
Ofrecíamos un gracioso cuadro, los tres dormitando abrazados como un trencito.
Si bien la espada no se había incrustado en su vaina porque que el tejido lo impedía, era evidente la intención.
Con ojitos pícaros me preguntó si necesitaba ayuda, que sería muy doloroso tener que mantener al pobre monstruo bajo la tela.
Yo me ponía algo nervioso calculando que podía aparecer la bruja en cualquier momento pero me apaciguó diciendo que estaba preparando la comida, y que lo hacía en un estado de tranquilidad total.
No entendía bien eso del estado de tranquilidad pero su mano intentando sacar al animal de prisión me hizo olvidar el asunto.
Mary realmente era habilidosa para esos menesteres, en un segundo ya lo tenía en la mano y lo obligaba a hacer gimnasia, arriba y abajo, una y otra vez, el pobre bicho estaba transpirando algo espeso.
Mi nena no se quería mover mucho para poder vigilar el sueño de Sandrita pero sabía que a su espalda se estaba desencadenando algo, no le resultó extraño sentir unos dedos que bajaban lentamente su bombachita, sabía que esas manos no eran las mías ya que mi política era correrla de costado para hacer espacio.
Ambas manos de Mary estaban ocupadas, no lograba decidirse cuál estaba sintiendo cosas más placenteras, pero sin dudar el placer era solamente mío, sabía que mi garrote terminaría en ese culito.
Esta vez María quería devolver el favor a su amiga y bajó la cara hasta casi interponerse entre las carnes redondas y la carne puntiaguda.
No podía rechazar una en favor de la otra así que mientras su mano me recorría el miembro, su lengua se enterraba en el hoyito de Alicia.
La espada también debía ser lubricada y recibió la atención esperada, repartía su boca entre ambos manjares y dejaba abundante saliva en los dos.
Tomó la base del tronco y lo apoyó en la puertita posterior de mi nena, no me hice esperar y ayudé a meter mi carne lentamente en el agujerito que ya conocía este tipo de visitas.
Estaba peligrosamente cerca de llenar ese anito con leche y mi nenita quería aplazar el evento, quería probar nuevas cosas aunque cada vez quedaban menos novedades.
Hablando entrecortada por la emoción, o tal vez por sentir un garrote metiéndosele en la cola, le tocó la frente a la bebita y dijo que la notaba un poco afiebrada.
Sus palabras me infundieron la preocupación necesaria para que el compañero se solidarice, reduciendo su tamaño para salirse solito.
Mary todavía sostenía el tronco, había olvidado abrir esa mano, y nuevamente ese comunicarse con las miradas que me estaba comenzando a molestar.
Alicia dijo que mejor me vaya a buscar el supositorio que había sobrado, ese antifebril que le metía por el culito a mi nena hace poco tiempo.
Caminaba hacia el botiquín para cumplir con el encargo mientras mascullaba que eso no podía seguir, solamente yo podía hablarle con los ojos a mi beba, solamente nosotros conocíamos ese lenguaje secreto y tan especial.
O empezaban a decirme las cosas clarito o me tendría que enojar, aunque imaginaba como castigo a mi nena sobre el regazo, la falda levantada y la cola roja por mis palmazos, dudaba si sería un castigo o un premio.
Tomé la cápsula y volvi a la pieza de mi diosa, estaban manipulando a la criatura, parecía que estaba en una yerra, que estaban por marcar un animal.
Mi nena la ponía de pancita, ya no llevaba el calzoncito y Mary le susurraba en la orejita que le tenían que poner una medicina, que así enfermita no podría jugar con nosotros.
La forma en que la trataban no parecía indicar preocupación, creo que la nenita no sufría de nada pero le estábamos por meter el antifebril de todos modos.
Yo traía el supositorio apuntando al techo y Alicia me increpa "que esperás".
Al final me tocaba hacer de enfermero, ya inclinado sobre la cama estaba por insertar la cápsula cuando la hermana me dice "así no, bruto".
Parecía que todas me estaban retando hoy, esta situación se ponía densa.
Mi hijita para explicarme con claridad, se agachó para atacar a lengüetazos ese minúsculo culito, "ves, así se hace, tiene que estar bien lubricado ese anito tan chiquito" , al menos no me estaba retando, era una sencilla explicación y su voz tenía una vibración especial, sonaba excitada, sonaba como mis propias palabras cuando días atrás al supositorio se lo tenía que meter a ella.
Así que mojé el tubito con la boca y me dispuse a introducirlo allí, la criatura parecía estar durmiendo, quietita y relajada, las dos nenas se acercaron para presenciar el trabajo y sus manos no me ayudaban, estaban tocándose las puchitas mutuamente, otra vez dejándome afuera de sus juegos.
El agujerito estaba apretado, aún estando lleno de saliva no parecía muy fácil meter algo allí, pero si eso dejaba salir la caquita también podría entrar algo del mismo tamaño, hice presión hasta que cedió y se fue metiendo la ovalada cápsula hasta desaparecer, mi nena estiró un dedo y se aseguró de que el agujerito no dejase escapar al invasor.
Sus manos se movían frenéticas en la intimidad de la otra pero yo quería intervenir con mis dedos en aquellas zonas, ellas adivinaron mis intenciones y sus manitas saltaron sobre mi casi dormido monstruo.
No tardó mucho en revivir, esos dedos obraban magia y mi nena quería ayudar con su boca, logró engullir una buena parte, estaba aprendiendo rápido a tomar la mamadera, tal vez demasiado rápido.
Yo estaba estaba esperando la explosión, veríamos si lograba mantener todo en la boca como la amiga pero las nenas tenían otro plan, tomaron el trozo de carne y lo pasaron por la rajita posterior de la criatura, decían que la leche era muy buen antifebril.
Apretaban lindo y aunque ese paisaje posterior no era muy excitante largué todo allí, tuve que cerrar los ojos cuando no soltaban el candente fierro y lo refregaban por toda la ranurita, querían aplicar bien la medicina.
Me sentía vilmente ordeñado cuando ellas volvieron las manos a la posición anterior, ya no podía incorporarme al juego luego de mi derrota, quedaba como un simple espectador ante la chicas que estaban muy concentradas dándose placer.
Para completar mi humillación cambiaron posiciones, terminaron en un 69 con la puchita de la otra en la boca, ese 69 que jamás hicimos con mi reina, esa pose que reservaba para alguna ocasión especial.
Me consolaba con ver los cabellos de mi amor y su lengüita que repasaba furiosamente la vagina de Mary, esa Mary era la culpable de todo, tuve que aplicarle un castigo metiendo el dedo en su culito, un dedo así nomas sin lubricar, sin suavidad, una sodomización dactilar para hacerle comprender que aquí mando yo.
Quedamos rendidos y a apunto de hacer otra siesta, ya éramos una multitud en esa camita cuando una voz nos llama a comer.
Con la velocidad del rayo acomodamos nuestras ropas y todo lo que parecía sospechoso, la nenita seguía durmiendo plácidamente y decidimos que luego le daríamos el almuerzo.
Casi no suelto la mano de mi cielito al entrar a la cocina, era normal que un padre lleve a su hijita de la mano pero dentro de la casa quedaba extraño.
Comimos en silencio, parecía que cada uno tenía sus secretos y la voz los delataría.
Eso no era impedimento para que nuestros pies se buscasen debajo de la mesa, pero creo que había más pies que personas, cosa rara.
Mary abrió la conversación comentando algo de la comida y eso abrió un canal entre ellas, los demás parecíamos de madera en esa mesa.
Apenas terminé mi plato me encaminé a la oficina, allí tendría tiempo para pensar en soledad.
Ese tiempo no duró ni un minuto entero, una carita asomaba por la puerta, la carita suplicante de mi ángel mientras mis dedos soltaban la blanca prenda en el fondo del bolsillo.
No se qué suplicaba, esa mirada traía entre tristeza y amor, no pude aguantar la situación y la abracé con fuerza.
Mis emociones se mezclaban con las de ella, casi podía sentir lo mismo que su corazoncito que latía al unísono con el mío.
El dique rebalsó y unas gotas se me resbalaban por la mejilla para caer sobre ella, esto solamente agrietó otro dique y la humedad de sus ojitos lo decía todo.
Una gotita de no sé quién se empecinaba sobre su rostro, se resistía a las leyes de gravedad y tuve que ir en su auxilio, lentamente absorbí la tozuda humedad y me quedé recorriendo toda su carita con los labios.
Necesitaba besar cada poro de mi nenita para borrar las huellas que podrían haber dejado otros dedos, dedos que no eran los míos, dedos que no tenían derecho para tocar a mi diosa.
Le dije que deseaba hacer mucho más, pero que eran dos las personas que podrían venir a descubrirnos.
Sin darle importancia me dijo "Dejalas, deben estar hablando de sus cosas".
Ese "sus" cosas no podría existir, todas las cosas eran "mis" cosas, o tal vez nuestras.
Y así comenzamos a recorrernos la piel, las manos estaban tímidas, como si no conociesen de memoria la geografía del otro, parecían los acercamientos primerizos de otras épocas, o realmente estábamos descubriendo a otros seres que se ocultaban tras máscaras cotidianas.
Nuestros dedos se pasaron aprendiendo de nuevo los senderos que creíamos conocidos, era lindo descubrir que mi reina realmente era Sherezade, tenía un cuento para cada noche, y así miles de ellas.
Esperaba ansioso el próximo mientras le contaba de mi viaje laboral, que había conocido la casa del industrial viudo, que tenía una hija que sabía música.
La historia le fascinaba como todo cuento clásico, pero los cuentos hay que relatarlos en el ambiente apropiado, me sentó de prepo y se trepó de inmediato a las piernas, necesitaba sentirse abrazada mientras escuchaba mi verborrea.
Le conté cosas vagas y dejaba entrever que tal vez viviesen una historia similar a la nuestra, que les podríamos ayudar y de paso impulsar mi empleo.
No le parecía extraña la situación pero dejaba asomar un poco de celos, había una chica y yo la había mirado con ojos poco inocentes.
Daban ganas de comerse a besos a mi beba al advertirle esa transparencia, había cosas que estaban permitidas pero ella siempre debería ser el centro, el motivo de mis actos.
No estaba tan equivocada: ella era la razón de mi vida y yo no hallaba palabras para explicárselo, solamente con un profundo beso en que nuestras almas también se fundieron.
Volvimos a la cocina y parecía que no habían notado nuestra desaparición.
Alicia dijo que iría a darle el almuerzo a Sandrita, casi olvidábamos a la criatura y mi nena partió rauda.
La animada conversación parecía entrecortarse con nuestra llegada, pero mi mujer dijo que quería mostrarle a Mary esas cortinas nuevas que habíamos comprado, esas que todavía dormían arriba del placard.
No me quedó más remedio que buscar la escalerita y bajar la bendita caja que estaba empolvada después de tanto tiempo.
Ya bajando advierto que las dos estaban sentadas en la cama esperando que llegue con la carga.
Estaba por irme cuando mi mujer me hace sentar entre ellas para que vea también, no se qué podría ver, ya las vi y hasta pagué por esas cortinas.
Mostraba los colores y motivos, pero su voz indicaba otra cosa.
Al final, medio cabizbaja me confesó que estuvo hablando con María.
Que le relató épocas en que no podía hallar un hombre de verdad, eran todos muchachitos que buscaban eyacular pronto y retirarse.
Esas frustraciones la acercaron a una compañera de colegio y todo cambió, las dos conocían exactamente los puntos de la otra, sus penurias y sus noches de caliente imaginación.
Pero tocarse sola no era ni remotamente maravilloso como dar placer a una compañera que le retribuía de igual modo.
Esa compañera tenía un pelito muy parecido al de Mary, unas tetitas que parecían calcadas, encontraba la reencarnación de su juventud en esta chica.
Esa conversación llegó a las manos y terminaron encerradas en el baño para demostrar todas las cosas prácticas, había logrado varios orgasmos con los deditos expertos de María.
Yo no sabia si esa era la parte final de su confesión, pero su mirada no parecía acusarme de nada.
Al contrario, quería pedirme algo y no sabía por dónde comenzar.
Mary rompió el hielo completando el relato anterior, la niña le había dicho que pensaba en hombres casi todo el tiempo pero que nunca había tenido uno dentro de ella.
Mi mujer se sentía culpable y quería hacer las paces regalándome la virginidad de Mary, y de paso agradeciéndole a ella con el favor de que no necesitaría pasar por las pruebas de error y acierto.
Yo no estaba seguro de que le hubiese contado algo más, de que ya conocía lo que era una barra de carne entrando por atrás, que si bien no era una defloración completa, fue mía la esencia que se depositó allí dentro, amén de otros jueguitos.
No me quedaba otra opción que ceder y así completar el círculo de apariencias, no estaba muy convencido y miré de reojo la puerta.
Estaba cerrada, parece que esto estaba planificado de antemano.
Vería cómo y cuándo esto se realizaría, estaba iniciando estas cavilaciones cuando mi mujer me aprieta el miembro diciendo "ésta es la barra de carne que me trago cada noche, te animas a probarla ahora ?" .
Estaba azorado, ella parecía estar deseosa de pasar a los actos y además en cuerpo presente.
Mary no pareció impresionarse, miraba impávida a mi señora aflojarme el pantalón y sacar al monstruo.
"vení, tocalo que suavecito".
La niña ya conocía el tacto de ese fierro, además de sus manos tenía otros dos orificios donde ya había entrado, solamente faltaba su puchita, pero con cara de inocente lo agarró y lo movía para verlo desde distintas perspectivas.
"Que lindo, dan ganas de darle besitos" fué todo lo que alcanzó a decir.
Yo no podía demostrar que aquello fuese una situación sexual, se suponía que estaba participando en una fría operación quirúrgica.
Parece que la otra sabía que la niña venía con experiencia en el campo bucal, solamente la animó con "dale, chupalo así se pone lindo y grandote".
Se puso de rodillas en la cama y procedió al agasajo labial, de a poquito estaba engullendo toda esa carne.
Mi mujer no se hizo esperar y levantó su falda por detrás, parecía que no traía bombacha ya que su rostro se estampó en esa retaguardia y estaría haciendo maravillas dado el entusiasmo creciente de las mamadas que recibía mi miembro.
Tomó una almohada y la cruzó en el centro de la cama, "así se te levanta la partecita, duele menos la primera vez" dijo.
Dispuesta al sacrificio se acostó en la posición requerida y flexionó las rodillas, parecía estar en una silla de obstetricia con el tajito expuesto.
Mi mujer me hizo poner de rodillas con el miembro apuntando a la entrada, semejaba una directora de orquesta con músicos novatos, debía afinar cada instrumento.
Nuevamente atacó con su lengua a esa indefensa vagina, inducía temblores que sacudían a Mary y me causaban un poco de gracia, la situación no era muy natural, pero allí estábamos.
Tomando mi garrote lo acercó como si yo no conociese los movimientos necesarios para una penetración, pero quería participar en todo, quería agasajar a la chica que la había hecho gozar horas antes.
Mientras la punta babeante se posaba en la puertita los dedos de la mayor se la agarraron con el clítoris, la tenía desesperada a la chica, con voz maternal me dice "dale, hacela gozar".
Otra vez estaba siguiendo consejos y empecé con una lenta introducción, me choqué con una telita que confirmaba su virginidad y con una mirada a mi mujer entré del todo.
Luego de un minuto quieto inicié un suave bombeo que parecía ser eterno, la piba había tenido varios orgasmos en el día y yo debía proporcionarle otro.
Al final estalló en gemidos indicando que la combinación dedos y pistón había funcionado, había sido su primer hombre y la había conducido al orgasmo, no tan mal.
Lenta y disimuladamente aceleré el pistoneo para llegar a mi propio goce, me costaba lograrlo con mi mujer observando atentamente pero cerrando los ojos imaginé estar en una playa desierta hasta que el volcán lácteo escupía en las profundidades de la puchita de Mary.
Otra vez había traicionado a mi angelito, debería hacer lo imposible para resarcir a mi tesorito divino, a mi Alicia.
(continuará)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!