Alicia 22/25
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por evloguer.
Alicia 22/25
Estábamos por escalar la fase de nuestro jueguito.
Alicia estaba esperando que penetrase a Martita pero la vista de esa rubia y abundante cabellera desplegada sobre la cama me hizo ir allí pasándole el pene por todo el pelo, envolvía mi instrumento con su cabello haciendo movimientos masturbatorios para sentir esa deliciosa caricia.
Mi nena se agachó al lado de su cara y me dijo que se la pase por los labios, que tal vez logre meterla un poco en su boquita.
Me gustó la idea pero cuando tuve el pene casi pegado a su carita me quedé mirando esa hermosura, unas delicadas facciones y casi sonreía en su sueño.
Mi nena tomó el chorizo con las manitas metiéndose el glande en la boca para limpiar esa babosidad que le brotaba, luego lo empezó a pasar por esa boquita cerrada, hacía un poco de presión pero la mandíbula no se abría, decidimos que habría que utilizar otro huequito.
Antes de bajar a las profundidades le limpié bien los labios con mi boca, no sea que le quede un sabor extraño cuando despertase; la estaba limpiando o besando, no sé.
Le estaba por meter el dedo en el culito para distender el esfínter pero Alicia dijo que se encargaría, humedeció el suyo con la boca y empezó a masajear en círculos ese apretado y fruncido punto marrón.
No parecía aflojar bastante y se agachó para hacerlo con la lengüita, la vista de mi cielito con el trasero levantado llevó a mi dedo que ya estaba preparado para insertarse en un agujerito oscuro, solamente que ahora era el culito de mi reina el penetrado.
Le gustó la atención que recibía su colita atacando más frenéticamente el anito que ya se abría dejando pasar a la lengua, metió el dedo y al ratito ya estaba agregando otro, por suerte tenía los deditos pequeños.
Cuando estuvo preparada le sacó la almohada que tenía Martita bajo la cabeza pidiéndome que la levantase para meter el soporte debajo así quedaba mas elevada la colita que esperaba ser visitada.
Era una hermosa visión y ni necesitaba separar a mano esos globitos, estaba con las piernas bien abiertas facilitando la operación.
Despacito acerqué el glande a la fruncida entrada dejándolo descansar en al puertita, llamando y esperando que su esfínter abra para dejarme pasar, mi nena se desesperaba queriendo ver yá mismo la barra de carne enterrándose en su compañerita.
Se agachaba queriendo ver de cerquita la intrusión, así doblada nuevamente la consolé dejándole ir un dedo por atrás mientras mi dedo sin uñas se estaba enterrando en aquel pozo marroncito.
La cosa se estaba poniendo linda y comenzó a sonar el teléfono, nos miramos con Alicia que subiendo los hombros resignada se fué para atender, movía graciosamente el trasero que recién estuvo hospedando a mi dedo.
Yo estaba esperando para entrarle a esas apetitosas redondeces cuando mi cielito me informó que era Margarita al teléfono, que siga sólo haciendo lo necesario y que ella se tardaría.
Estaba triste porque me habían dejado abandonado, ahora debía jugar solito cuando suponía que tendría una compañera hasta el final.
Pero al menos tenía otra compañera aunque estuviese durmiendo.
Le cerré las piernas para que se note mejor esa canaleta posterior debiendo que usar ambas manos para separarle las nalguitas y penetrar lentamente en ese culito bien preparado por mi nena, apenas entraba la puntita pero se adivinaba que podría meterle más carne.
No me quise exceder comenzando a bombearla lentamente con la mitad del pene adentro, muy despacito para prolongar la situación todo lo posible, pero ver esa cabellera dorada desparramándose por la sábana me hizo acelerar hasta largar varios chorros dentro de su culito.
Cuando retiré el instrumento salieron unos sonidos de su ano, parecía estar despidiendo peditos o tal vez la había bombeado mucho.
Con gasa húmeda me dediqué a limpiar bien ese trasero esperando que su culito terminase de expulsar los líquidos que recién le había inyectado, mientras masajeaba las firmes carnes de sus nalguitas como si eso acelerase el proceso.
Completé el trabajo con la lengua para asegurarme que su culito no hubiese sufrido daño.
Le puse su bombachita y casi me equivoco tomando la de mi cielito que había quedado sobre la cama, pero esa prenda rosadita y transparente era difícil de confundir.
Al dar vuelta su cuerpo me quedé con la vista de su bultito y ese tajito que mi lengua no había visitado aún, dedicándome a comerle bien la puchita pensando que si estuviese despierta la haría temblar con esos lengüetazos.
Al sentarla en la cama logré ponerle la blusa, pero la pollerita se me hacía más difícil decidiendo terminar de vestirla en el sillón con la ayuda de Alicia.
Pasándole los dedos por la cabellera la dejé arregladita y tuve que besar nuevamente esa boquita, qué labios sensuales tenía esta nena.
Me fui con la carga en brazos mientras con una mano le sostenía bien esa colita enfundada depositándola en el sillón.
Alicia continuaba hablando por teléfono como loro así que me arreglé para ponerle la pollerita tableada con la blusa bien acomodada.
La dejé sentadita para agacharme a calzarla y mirando hacia arriba podía apreciar su tajito através de la transparencia, aparte se le marcaba bien el bultito para facilitar las cosas.
No podía sacar la vista de su tentadora puchita y corriendo de costado la prenda íntima le chupé la conchita desesperadamente, unos pequeños temblores parecían indicar que estaba teniendo un sueño húmedo y temí que despertase arreglándole presuroso la bombachita y pollera.
Aún permanecía quietita aprovechando para besarla mientras mi mano le acomodaba la prendita costándome trabajo sacar la mano de su puchita.
Cuando se empezó a mover un poco soltando tosesitas como aclarándose la garganta, me hice el dormido y fue ella la que me tuvo que sacudir para que despertase.
Estiré los brazos desperezándome y con cara de sueño le pregunté desde cuándo estuvimos durmiendo.
En eso llega mi hijita y comprendiendo la situación confusa le comienza a hablar de muchas historias del colegio y pavadas surtidas.
Al preguntarle quién estaba al teléfono me dijo que luego me contaría, que era mucho para resumirlo.
Siguieron conversando de sus cosas cuando llegó mi mujer y la saludó: "que nena preciosa, cómo te llamás ?".
Hablaron durante un rato y Martita le mostraba los pasos de baile que conocía, cuando se abrió de piernas casi tocando el piso con sus partecitas privadas comentó que le ardía un poquito para sentarse.
Alicia le dijo que tal vez era la pimienta de la comida, confesando que no sabía cocinar y se había pasado con los condimentos.
Dos cosas eran ciertas: mi hija no era buena cocinera y aveces le quedaba el anito ardiendo.
Subimos al automóvil para llevar la visitante a su casa mientras las nenas conversaban animadamente en el asiento posterior, le dije que estaba contento por la visita y que la repitiese cuando quisiera, que una nena tan preciosa siempre era bienvenida.
Cuando se bajó del vehículo la saludé con un beso que casi termina en medio de su boca, quedó en un simple piquito.
Mientras volvíamos me quería prender de la boquita de mi reina, pero ella refunfuñaba que hoy le había dado demasiados besos a Martita, que parecía darle más importancia a un nena durmiendo que a ella.
La convencí de apoco y terminamos abrazados besándonos, aparcados en un callejón oscuro.
Al otro día yo quería saber del llamado telefónico, de las novedades que tuviese para comunicar, pero mi nena solamente sonreía mientras me esforzaba en sacarle todas las miguitas de tostada que se le quedaban pegadas a los labios, mi boca no alcanzaba a hablar y tenía que volver para retirar miguitas, de paso le mordía un poco los carnosos labiecitos para que afloje el relato.
Casi terminando el desayuno me contó un adelanto:
Margarita inició el día saliendo de la cama con carita de enferma informando al papito que se sentía débil y que ayer había pasado por la sala de primeros auxilios para que la vea un médico.
Que el facultativo la encontró demasiada delgada recetándole unas vitaminas y que vaya tomando unas que tenía en el cajón del escritorio hasta comprar las grageas necesarias.
También le comentó que solamente quedaban para criaturas pequeñas, que debería tomar varias al día para llegar a la dosificación, mejor dicho en vez de tomárselas que se las aplicase ya que venían en forma de supositorios.
Para demostrar su extrema delgadez se abrió el salto de cama dejando a la vista su cuerpo solamente cubierto por la bombachita.
Su padre tenía la mirada preocupada hasta que apareció el repentino espectáculo ante su vista, una blanca prendita íntima que marcaba mucho su bultito, un bultito que parecía partido por un hachazo.
Interrumpiendo su relato me tironeó de la mano para que la lleve a la escuela, apenas tuve tiempo para darle una palmadita en la cola y partimos raudamente.
Cuando le estaba dando el besito de despedida me dijo que a la tarde continuaba su relato, que me preparase.
Yo trabajaba con la calculadora mientras con la otra mano estrujaba una bombachita blanca, aquella que me había obsequiado toda mojadita, me la pasaba por la cara y aún conservaba un poco de ese aroma característico.
La más viejita estaba durmiendo en el cajón del escritorio y la de Margarita aún estaba sobre el tablero de dibujo.
Ahora tenía tres, me estaba convirtiendo en un coleccionista de fetiches.
Mientras cavilaba estos asuntos suena el teléfono y nuevamente era Marga pidiendo por mi hija, parecía saber que a esa hora no la encontraba en casa pero me quería comunicar que tenía novedades, solamente que no decía en que consistían.
Lo máximo que logré sonsacar a esa vocecita que venía por el hilo telefónico, fue que ya estaba mejorando su salud, que había comenzado a tomar los medicamentos.
Me dió las gracias por el beso que le había mandado anteriormente (parece que lo escuchó) mandándome otro besito sonado que se metió por mi oreja.
No pude mandarle respuesta: ella ya había cortado la comunicación.
Esta nena ya tenía novedades y ni siquiera me había enterado de todas las anteriores, me tuve que conformar con esperar a que regrese mi reinita.
Apenas entró sus bracitos buscaron mi cuerpo, se le había pasado la rabia y no estaba enojadita como ayer.
Comimos rápido para ir al sillón, allí tuve que agasajar su boquita con montones de besos mientras ella me apretaba el miembro como indicando que era hora de comerse el postre, pero se decidió a continuar el relato:
Margarita se había puesto la bombachita blanca de mi hija, aquella del intercambio, como un talismán para tener suerte en su nueva empresa.
Funcionó de maravillas: era más pequeña que su talla pero tenía un estilo de nenita, le oprimía fuerte el bultito pero a su vez parecía más infantil, más inocente, tal vez más tentador para la mirada masculina.
Al papito se le abría la boca mientras miraba a su chiquita y casi se le cae el cigarrillo que aplastó rápidamente en el cenicero.
Ella se subió al taburete diciendo que tenía las piernas demasiado delgadas, que se las agarrase para comprobar.
Mágicamente el hombre se puso de rodillas para estar a la altura, parecía que la estaba adorando, parecía que estaba naciendo una diosa.
Esa diosa era su nena, la que tenía su tajito a centímetros de su nariz, ese bultito que acaparaba su mirada y no lograba bajar por las piernas que suponía estar revisando.
Con las dos manos le apretó los tobillos y fue subiendo, palpando para sentir esa delgadez que de tan huidiza no hallaba, tocaba la parte de atrás de esas piernitas y pasaba a las rodillas, debía seguir subiendo para hallar esa debilidad mencionada pero nada, no hallaba nada más que unas carnecitas que invitaban a morderlas.
Casi llega al trasero cuando la hijita le dice que esa parte aún conserva carnosidad, que tiene una colita gordota como recuerdo, y para demostrarlo deja caer la desabotonada bata y se agacha.
Trastabilló con la maniobra y unas varoniles manos la tuvieron que sostener de la cola.
Ya era mucho, se dió vuelta y las manos que seguían sosteniéndola sin querer se frenaron en su bultito, un dedo se paseó lentamente por ese tajito para detenerse en una mancha de humedad que le hizo sonreír, esta vez no le mencionó que se estaba haciendo pis.
Fingiendo vergüenza se puso nuevamente el salto de cama informándole al padre que le habían dado unos medicamentos para que tome, mejor dicho para que se aplique ya que venían en forma de supositorio.
Alicia estaba por continuar su relato pero se prendió de mi boca, buscaba algo de acción antes de seguir hablando.
Como buen esclavo le rendí los debidos homenajes y estaba a punto de rellenarle el hoyito trasero cuando empezó a sonar el teléfono.
Llegaba otra tortuosa espera pero con mi diosa era todo hermoso, apenas alcancé a gritarle que la amaba antes de que saliera corriendo para atender la llamada, me quedé pronunciando su nombre varias veces: ALICIA ALICIA
(continuará)
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