Alimentando mis fantasías
Ya he comentado mis fantasías de tener sexo con mi padre (“Desde la noche”) y cómo iniciaron. Sin embargo, en mi adolescencia hubo un suceso que motivó mayor deseo de realizar ese incesto..
Cuando estaba próxima a salir de la secundaria, hubo cambios drásticos en la conducta de Amelia, una amiga de la escuela con quien platicaba sobre nuestros deseos sexuales. Coincidíamos en practicar tocamientos con nuestros respectivos primos y nos contábamos las experiencias.
También, ambas habíamos visto cómo hacían el amor nuestros padres, en quienes cocimos por primera vez un pene en plena erección y realizando la faena hasta el agotamiento, tanto de nuestros padres como el propio al masturbarnos viendo las escenas de amor. Coincidíamos en desear que nuestro padre nos penetrara.
Amelia y yo coincidíamos en la comunión el primer viernes de cada mes. Pero un día Amelia no fue a comulgar. Al lunes siguiente le pregunté por qué no había ido a la iglesia a recibir la comunión y me confesó llorando que ya no iba a ir jamás, porque había caído en un pecado mortal del cual no se había arrepentido y seguiría pecando porque así ella era feliz. Me contó que ya tenía casi un mes de estar fornicando con su padre.
–¿Cómo ocurrió? –pregunté con suma excitación.
–Mi padre se dio cuenta que yo me estaba masturbando cuando él se cogía a mi mamá y, al levantar la cara después de chuparle las tetas, me vio en trance, con una mano en mi pezón y la otra con los dedos dentro de mi cuca.
–¿Te regañó por haberte sorprendido? –le pregunté queriendo saber el desenlace.
–No, él sólo sonrió y se relamió los labios al verme desnuda y arrecha. Se quitó el condón y así se la volvió a meter a mi madre, continuó el movimiento hasta venirse y gritó “¡Qué linda estás, mi amor…!”, con la mirada fija en mi cuerpo y desbordando su semen en mi madre. Yo, en lugar de asustarme más por la sorpresa tomé mis tetas con ambas manos e hice un movimiento para ofrecérselas –dijo esbozando una sonrisa maliciosa.
–¿Qué más? –pregunté urgiéndola a continuar sintiendo que mi panocha empezaba a escurrirme pues imaginaba que era mi padre quien me veía a mí.
–“Tienes unas tetas hermosas” –dijo sosteniendo la mirada en mí y se puso a mamarle las chiches a mamá y yo salí huyendo al escuchar a mi madre preguntándole “¿Por qué te quitaste el condón?” cuando sintió la inundación de amor en su vagina.
–¡Qué bonito, tu papá te quiere para coger! –exclamé gozosa.
–Pues sí, así lo entendí. El asunto es que, al tercer día, cuando mi mamá había salido a misa y yo traía una bata para meterme al baño, al salir de mi cuarto, sentí las manos de mi padre en mi espalda, tratando de quitarme la bata. “Estás hermosa, mi niña”, dijo al voltearme para observarme detenidamente. Yo, estaba ardiendo en calentura y tomé mis tetas para ofrecérselas. “¿Quieres…?”, le dije. “Sí, mi amor, están hermosas y ya grandes tus tetas”, me dijo poniéndose a mamar, tomándolas con una mano y a acariciarme el vello de mi pubis con la otra.
–¡Qué rico…! –exclamé imaginando a mi padre conmigo.
–¡Sí, fue muy rico! –dijo y continuó la narración–. Al sentir en sus dedos los labios mojados con mis flujos, me cargó, llevándome a la cama matrimonial. “Llegó el momento de que sientas el amor completo de papá”, dijo al acostarme boca arriba sobre la bata de baño. Y se desvistió como un relámpago, dejándome ver, ostentosamente cómo brillaba una gran gota del presemen que coronaba al glande con un falo al que veía con un tronco enorme.
–¡¿Qué más?! –pregunté llevándome una mano a mi pubis bajo la falda escolar, y noté que ella hacía lo mismo: acariciar su cuquita y cerrando los ojos para continuar contándome su recuerdo.
–Se puso a chuparme la panocha, haciéndome venir de inmediato con su lengua. Yo quería que me penetrara y se lo dije exigiendo: “¿Métemelo ya papi!”. Se incorporó, y poco a poco fue abriéndose paso entre mis labios. “¿Te duele, mi niña?”, preguntó al ver mis muecas de dolor. “Poco, pero sigue, ¡mételo todo!” dije tomando sus nalgas para empujarlo más hacia mí. Sentí un ardor intenso, pero sólo por un segundo y luego una gran felicidad de tenerlo todo adentro y nos movimos de manera desesperada hasta que ambos llegamos al orgasmo.
–¿Qué sentiste? –le urgí nuevamente.
–Me inundó una ola de calor en el interior de mi vientre y besé a papá, moviendo mi lengua como había sentido ya a su verga. Tomó una de mis bubis en cada mano y volvió a mecerse sobre mí. Sentí contracciones en mi vagina apretándole el falo y ¡otra vez la oleada de calor dentro de mí!
–¡Qué delicioso! –exclamé cerrando los ojos para disfrutar el orgasmo que, en plena clase de química, estábamos teniendo, mientras avanzaba el video que la maestra había puesto sobre la composición y la nomenclatura de los alcoholes…
En la noche, mientras mascullaba “metanol, etanol, propanol…”, me masturbé pensando en que mi papá me cogía.
Cuando nos dieron el certificado del ciclo, le pregunté cómo se sentía en sus relaciones incestuosas. “Mi mamá y yo estamos embarazadas”, me contestó y me dio un beso en la mejilla al despedirse, pues su mamá había ido por ella. Nunca supe en qué terminó el asunto, pues se cambiaron de domicilio y ya no la volví a ver. Me quedé envidiándola por haber ella cumplido un deseo que yo tuve secretamente: tener coito con mi padre y quedar con un hijo-hermano en mis entrañas…
¡Está caliente! No imagino en que haya concluido el asunto del crío hijo-nieto: ¿abortaría?, en caso contrario, ¿cuál sería el cuento (¿o la aceptación?) para la mamá de la niña?
Claro, si son tan «persignados», en La Biblia encontrarían varias justificaciones para tenerlo, a ése y a otros más.
Ishtar, de haber tenido tú el valor para seducir a tu padre, y que él te preñara, ¿qué hubieras hecho? ¿Y tu mamá? Yo creo que te habrías ido a los EE.UU. con tu mamá, a «visitar a una tía» y arreglarlo como lo estilaban en tu familia en esos casos «vergonzantes».
Después de leerte, tienes rezón. En mi familia, cuando el fruto era del padre o de algún hermano, no había discusión: aborto y silencio. Sin importar con cuanto amor se haya hecho.
¡Oye, qué cosas! Está bien que quieras que te cojan, pero ¿embarazarte de tu padre? Sí que has de estar loca.
Por otra parte, al leerte, pensé en que quizá mi papá me hubiera cogido más rico que los otros tres que lo han hecho, pero por mucho que lo quisiera, no es debido tener un embarazo así.
Sí, la gran mayoría piensan como tú, aunque amen a su padre. En mi caso no tuve esa oportunidad, ¡Dios mío, no sé qué hubiera hecho!
¿La verdad? Me pareció un relato «x». Tú sí aceptas el incesto al máximo y no es extraño que desearas a tu padre. Esa coincidencia de gustos con tu amiga Amelia, reforzó tus ganas de coger con tu papá, pero no hubo más.
Ahora, que él ya murió, te gusta idealizarlo, pero siempre temiste acercarte más. Nada nuevo bajo el sol.
¡Eres muy fría! ¿No entiendes lo que es el amor, a pesar de tu amplia experiencia? Tú misma lo has dicho, te quedabas prendada de quien fornicaba contigo.
me gusto el relato .sigue escribiendo.
¡Qué bien que te agrade lo que escribo, Miguel! He seguido escribiendo y espero no dejar de reportar lo que voy sintiendo.