AMA DE CASA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
AMA DE LLAVES
Carmen, la empleada de mi hogar, me hizo sentir por primera vez lo que era ser hombre cuando todavía era un niño.
Tenía entonces doce años cuando se aprovechó que no estaba mi familia en casa para tener relaciones sexuales conmigo…
Yo de hecho ya no era un tan inocente como pretendía demostrarlo a mi familia, había visto películas eróticas y, producto ello, salpicaba en mi cuerpo enardecidas ganas de sexo.
No lo comenté a nadie, claro está, pero mi curiosidad por materializar dichos deseos era enorme.
Del otro lado estaba Carmen, mi empleada, que había llegado aproximadamente cuando tenía nueve años y luego de haberse ganado la confianza de mis padres pasó a ser como parte de nuestra familia.
Ella era muy bonita, tenía unas dos largas trenzas que los últimos días me excitaban en demasía, también una viva faz sonrojada en todo momento, unos pezones que se notaban grandes cuando se agachaba, y finalmente un hermoso culito, curveado por sus dos anchas caderas y agradables para cualquiera masturbación precoz.
Siempre desde la ventana de mi cuarto la aguardaba con atención, esperando el momento en que ella se agachara a recoger cualquier objeto y poder notar, así, ese semejante culito que día a día cambiaba progresivamente a más bonito.
Fue un domingo lo recuerdo con toda claridad que mis padres y mis tíos decidieron ir de paseo a la playa de Huanchaco.
Yo desanimado, les dije que no iría con ellos, a pesar que me encantaba la idea de la playa, puesto que me traía algo ocultado tras mi manga.
Sabía muy bien que Carmen, todos los domingos aprovechaba para bañarse a la vista de la naturaleza sin paredes ni duchas que pudieran encerrar ese riquísimo cuerpo.
Y efectivamente, así fue, mis padres salieron de la casa y yo me encerré en mi cuarto, junto a la ventana que daba al patio.
Aguardé casi dos horas con presurosa ansiedad, angustiado por lo que iba a presenciar, cuando repentinamente Carmen apareció con dos tinas llenas de agua.
La vi cargándolas hacia el centro del patio de mi casa, sonriendo alegremente.
Tenía todavía la ropa puesta cuando de pronto, dejando en su lugar el jabón y el champú, se comenzó a desnudar.
Inició quitándose lentamente su blusita rosada, desabrochándose con parsimonia cada uno de los botones pequeños y ello me excitaba; luego prosiguió con su sostén blanco, se lo quitó rápidamente sin timidez alguna, percibí sus tetas, no esperaba menos, estaba como los imaginaba, grandes, redondas, erguidas, tumultuosas.
Siguió después con su emocionante faldita negra.
Se lo quito sacudiendo sus tambaleantes caderas de un lado para el otro hasta que quedara a la altura de sus pies.
Y finalmente su inquieto calzoncito blanco, que al parecer quería daño y dolor.
Ahí estaba, calatita a cinco metros míos, y yo, al borde de la eyaculación.
Tuvo que pasar tres minutos para que ella se volteara a recoger el jabón y yo aprovechara a ver su inmenso culo calatito, eyaculé.
¡Que excitante, nunca había visto algo semejante! Esa rayita en su sexo se abrió cuando recogió dicho jabón y yo, empapado en la ventana como idiota.
Tenía, en ese momento fugaz, unas vehementes ganas de ir al patio y violarla, pero era imposible jeje porque ella de una violenta cachetada me volvería al cuarto jeje.
Cuando de súbito, mientras pensaba eso escuché el grito de una voz
– Hey Silvio ¿me estás espiando? – dijo de pronto Carmen al verme empapado junto a la ventana
No respondí nada solo atiné a esconderme debajo de esta.
– Sé que estás ahí Silvio, te acabo de ver desde acá, así que no te escondas – dijo alegremente como queriendo reír– Pero hay algo que no entiendo ¿por qué me ves? ¿acaso crees que tengo bonito cuerpo?
No respondí en absoluto a lo que me preguntó, solo pensaba temeroso en lo que iba a suceder si lo contaba a mis papás.
Me aturdía de una manera infinita los hechos acontecidos, mientras pensaba tercamente en una solución.
<< Ya me fregué por dios, sabía que era una mala idea espiarla por la ventana, debiste ir a la playa como todos los de la familia ¡Porqué Silvio, porqué! ¿Y si te haces el dormido? No mala idea, ella me ha visto mirándola desde esta ventana, es imposible ¡Maldita ventana! Por culpa de esta me vio.
¿Y si voy y la pido disculpas? No, ello es más estúpido que lo otro…>>
Todo ello se consumió en un inesperado minuto, cuando de pronto resonó fuertemente la puerta de mi habitación.
Era Carmen.
– Oye ábreme la puerta, está muy mal lo que hiciste niño – me dijo reprimiéndome, pero presentía que lo hacía con el tono más amical habido.
Si no fuera por el tono que me lo dijo, nunca le hubiera abierto la puerta.
– ábreme la puerta, niño, no te regañaré.
Palabra.
Abrí medroso la puerta y entró a la habitación en toalla de baño.
Le iba a pedir disculpas cuando, de manera repentina ella me interrumpió.
– Haber niñito, sé que tienes enormes ganas de sexo porque es propio de tu edad, pero no es para que me estés viendo calata a escondidas.
No, no niñito nunca hagas eso, nunca me mires a escondidas, porque más fácil es hacerlo directamente…
Ni bien dijo esto, de un suave empujón me aventó hacia la cama.
Yo caí lentamente y la quedé mirando espantado.
Se comenzó a sacar la toalla rosada que tenía puesta.
No lo podía creer.
Una vez fuera su toalla rosada, se inclinó y se recostó sobre mi cuerpito con sus tetas al aire.
– ¿Querías verme calata? aquí me tienes, niño.
Coge bien fuerte mis pechos y asfíxialos.
No lo hice, estupefacto por lo que estaba sucediendo.
Sin embargo, Carmen, muy amable ella, cogió con delicadeza mi mano y las posó sobre sus senos.
Estaba excitada al igual que yo.
– ¿Te gusta niño? – me preguntó con una risita sensual que denotaba un alto grado de ansiedad.
– Sí – le respondí medrosamente.
– ¿Ah sí? Entonces ahora disfrútame.
Soy todo tuya patroncito…
Al escuchar ello, mi pene se irguió bien derecho.
Al parecer ella se dio cuenta y entonces deslizó su preciosa mano sobre mi cuerpo hasta llegar a coger mi pene.
Lo cogió fuerte y mientras ello, me besó.
Yo estaba aún inmóvil, todavía no asimilaba plenamente lo que estaba sucediendo.
Mis manos se quedaron en sus tetas, tal como Carmen me los posó momentos atrás, de ahí no los moví ni un centímetro.
Cuando de pronto, me desabrochó el cierre de mi pantalón jeans y junto con ello me sacó a medias la trusa, cogió mi pene y lo chupó.
A partir de ese momento me transformé en un feroz animal experimentado y sabido de sexo que nunca ella se lo imaginó ni en sus más recónditos sueños.
– ¿Te gusta cómo te lo mamo, nene? – Me preguntó airosa de su triunfo.
– Cállate y sigue mamando.
A partir de ahora eres mi perra.
– Sí papi soy tu perra, soy todo tuya patroncito.
– Chupas bien rico, quien lo iba a imaginar que tú Carmencita… Sin embargo, no es suficiente…
Me levanté de la cama con vehemencia y me desnudé.
Luego le di la vuelta a Carmencita, y posterior a esto, le tiré una palmada en su nalga derecha.
Ella lanzó un chillido.
– Hay! Que rico, me encantó tu golpecito, patroncito.
– ¡Ponte rápido en cuatro, perra!
– Sí como usted diga, patroncito.
Se puso en cuatro al borde de la cama tal como lo ordené, y le inserté con ansias infinitas mi miembro.
Le di, aparentando fortaleza, una primera samaqueada.
– Ah, ah, ah, ah que rico, la tienes bien grande – le seguí penetrando veces seguidas – Ummm, ah, ah, ah, sigue, sigue dame duro papi
– Toma, toma perra.
Tienes la mejor concha mi perrita.
Hoy te voy a hacer mía.
– Sí ah, ah, ah.
A partir de hoy ah, ah, todita tuya Ummm
Le daba duro cuando ella estaba en cuatro patas y mientras ello le cogía sus tetas desde atrás.
– Así te quería ver calatita entregándome tu culo, Carmen.
A partir de hoy te calatearas las veces que yo quiera.
– Ummm como quiera usted patroncito.
Esto – me dijo golpeándose la nalga izquierda – es tuyo las veces que quieras
Dicho esto, me di cuenta que mi pene ya no iba a aguantar más, decidí, entonces, eyacularla.
La cogí muy fuerte de sus cabellos y la dirigí a mi pene.
– Abre tu boca
– Ya… nomás no vayas a eyacular en mi boca, niño – me dijo introduciendo mi pene en su boca.
Eyaculé.
– No niño, no.
Te dije que no… – chilló con la boca llena de semen.
– ¡Trágatelo y deja de chillar, perra!
– Está bien, niñito – se recogió los cabellos y pasó a sorbos mi semen.
Cuando se lo pasó todo, exclamó – que rico patroncito, tenía razón.
Luego de esto se enrollo con su toalla de baño y salió sonrientemente de mi habitación
– Ninguna palabra a tus papás, no seas sonso – advirtió con una risita burlona.
No respondí, solo atiné a sonreírle sarcásticamente.
Al día siguiente a eso de las nueve de la mañana, cuando mis papás salieron al trabajo, sorprendí a Carmen en la cocina.
Estaba ella volteada, lavando los platos cuando le enrosqué por atrás, mis dos brazos alrededor de su cintura y posterior a esto le di un suave golpecito en su culito y una samaqueada en ropa.
Luego le agarré por el cuello y le susurré al oído:
<<Carmencita, ¿eres mi perrita, lo recuerdas?>>
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