Amanecer
En mi relato anterior, “Cuéntame quién es y qué hicieron”, describí cómo me fue cuando mi marido se supo cornudo. Contra lo que pasa en muchos casos, mi esposo se sintió feliz y me dio una cogida más antes de caer rendido por tanta ordeña. Aquí cuento cómo me amaneció al día siguiente..
Me despertó mi marido con su trepidante mañanero justamente, estaba soñando que me cogían, no supe si era Miguel, Mario o algún prospecto, pero antes de esa escena hubo otra donde yo estaba dando unas lamidas a una verga que acababa de eyacular por una masturbada que se dio otro y, aún saboreaba la rica crema cuando el sujeto de mi sueño me abrió las piernas y me penetró con urgencia… Así fue como empecé a despertar mientras que en la resaca de mi duermevela buscaba mi caramelito con relleno. (Más tarde, cuando me preguntaba por qué estaba tan clara la imagen del pene, circuncidado y fluyendo la leche, que mamaba en el sueño; caí en cuenta que era la del dueño de un video que recibí y se me antojó para limpiarlo.)
–¿Cómo amaneció mi puta chichona? –escuché la voz de mi marido y sonreí.
–Muy cogida, cornudo –contesté abrazándolo para besarlo mientras me penetraba–Quiero que cuando te vayas a venir, lo hagas en mi boca, exigí intuyendo que ya iba a eyacular.
–¡Toma tu desayuno, putita! –gritó Miguel separándose y prácticamente saltando hacia mi cara.
Abrí la boca y sentí la tibieza y el rico sabor del semen que chupé golosamente. acaricié los testículos para estimular más el flujo.
–¡Mama más, mi amor! –exclamó mi esposo –¿Cuál lefa es más rica: la de Mario o la mía? –preguntó exprimiendo el tronco.
–Voy a tener que probarlas juntas, una después de otra, para decidirlo –le contesté al dejar de mamar.
–¿Aguantarás dos vergas juntas, sin morirte, putita? –preguntó golpeándome la cara con el miembro exangüe.
–¿Lo intentaremos alguna vez? –pregunté retándolo.
–Dile que venga a dormir con nosotros el sábado –contestó.
–¿A dormir? Mejor le digo que venga a coger con nosotros –y sonreí– Pero no tan pronto, déjame tener más confianza con él para proponérselo…
–¡Ah, qué chistosa!, como si no hubiese confianza después que te lo llevaste a coger –profirió.
–Aún no repasamos el Kama Sutra, apenas empezamos…
–Pues tengan sesiones intensivas desde hoy para que se lo propongas cuando ya te haya perforado de todas las formas posibles, ¡pero me las cuentas, reproduciéndolas conmigo! –exigió mi cornudo poniéndose muy caliente.
Obviaré decir que llegamos tarde a trabajar porque me volvió a coger, ni pudimos desayunar…
Al llegar al trabajo, Mario me preguntó “¿Qué pasó ayer? Avisaste que no vendrías, pero no contestaste mis mensajes”. “Si a la salida me llevas a comer, te lo cuento”, contesté antes de comenzar mi trabajo y vi que se quedó serio, por lo que le dije “Yo pago”, y él sonrió aceptando con un movimiento de cabeza.
Afortunadamente pude terminar pronto los pocos pendientes que había del día anterior, más lo que salió este día, así que pudimos escapar pronto. Pasamos primero al restaurante a tomar algo rápido, donde iniciamos la plática sobre el motivo de mi ausencia.
–Lo que pasó fue que antier en la noche mi marido supo que tú y yo fuimos al hotel –dije en voz baja.
–¡¿Cómo lo supo?! –exclamó subiendo el tono de voz, mostrando un gesto de asombro y preocupación –. ¿Qué te dijo?
–Hicimos el amor con mucha pasión y se cansó a la segunda eyaculación y me dijo “Ya no aguanto más, parece que necesitaré un relevo pues aprendes mucho en los videos”. Le contesté “El día de hoy aprendí presencialmente, con práctica incluida. También estrené esto, para recordar esta fecha”, y le mostré el dije de mi pulsera en el tobillo –Miguel me veía incrédulo–. Así fue como lo supo.
–¿Qué hizo?, ¿qué te dijo? –preguntó apretándome la mano mostrando Mario su nerviosismo.
–Me gritó “¡Puta!”, al saber que estrenaba cornamenta”, mientras me zangoloteaba –le precisé a Mario, omitiendo que el zangoloteo era en el “chaca-chaca” al meterme el pene con gran enjundia.
–No era para menos… ¿Qué más…?
–Ayer, desde que amaneció me abrazó fuerte preguntando “¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Qué pasó ayer?, preguntó ávido de saber más moviéndome agitadamente –expliqué callándole a Mario que Miguel me estaba cogiendo desaforadamente por la lujuria que éste sentía.
–¡Qué mal que te estrujara! –dijo Mario con enojo– ¿Y qué te decía?
–Dijo que yo era una puta, pero le contesté que sólo lo había hecho con él y contigo, que eso no era ser puta, aunque me hubiera gustado mucho y volviera a repetirlo –continué diciendo la verdad, pero callando las circunstancias–. Por eso quiero que vayamos ahora al hotel tú y yo.
–¿Se trata de una venganza o de veras tienes ganas de estar conmigo? –preguntó, mientras discretamente examinaba su cartera.
–No te preocupes, yo pago –le dije, obligándolo a guardar su cartera–. No es venganza, lo que quiero es que tú y yo, saciemos las ganas de caricias y fantasías sexuales que hemos deseado desde hace años. Quiero que en mi cuerpo hagas realidad tus antojos –le pedí tomándole la barbilla y lo besé. Abrazados, caminamos a un hotel cercano.
–¿Te lastimó mucho? –me preguntó preocupado, cuando ya estábamos desnudos, al mirar los moretones que aún me quedaban en los brazos.
–No precisamente, aunque sí me desmayé dos veces –le confesé, y Mario abrió los ojos desmesuradamente.
–Venimos a amarnos, no a estar tristes –le dije moviendo su falo que estaba completamente flácido–. Vamos a lo nuestro –dije antes de meterme su capullito a la boca, pero seguía sin reaccionar.
–¡No es justo! ¿Crees que sólo me gustas para coger y mamarte las hermosas chiches que tienes? –exclamó, separándose de mí.
–No quiero que eso perjudique nuestros deseos. Lo que no te he contado es que, desde que se supo cornudo, lo invadió la lujuria. Ayer, a petición de Miguel, lo llevé al cuarto donde tú y yo cogimos, y me dio una fornicada como nunca me había dado, por eso me desmayé, mi amor –le dije y ante su gesto de incomprensión, le comencé a contar todo.
Inicié contando las fantasías maritales, y las caracterizaciones que hacíamos y cómo en ellas me dejaba ver las ganas de Miguel por ser cornudo, aunado a mis ganas de concedérselo con la calentada que me puse al ver las fotos “photochopeadas” que Mario hizo de mí. Le conté por qué mi marido y yo no fuimos a trabajar al siguiente día, pues quiso cogerme en la misma cama, y lo hizo con lujuria y mucho amor. También mencioné que le mostré las fotos que nos habíamos tomado. “Así que él ya te conoce desnudo y chupándome la panocha”, le dije sonriendo. Mario bajó a chuparme la pepa y lo hizo con mucho deleite.
–¡Qué rico me mamas la pepa! ¿Te conté por qué no desayuné hoy? Seguro que ya supiste… Miguel estaba muy caliente y no hubo tiempo para el desayuno –le dije apretando su cabeza a mi pubis, tallándome labios y clítoris en su cara.
–Sí, ya probé el atole, les quedó muy rico. ¿Qué hizo cuando las vio? –preguntó con el pene ya erecto y acariciándoselo.
–Lo mismo que tú ahorita: se jalaba la verga bien parada y decía “¡Qué rico te mama la pepa, putita!”. “Y las tetas también” cuando le mostré otra foto donde tu boca se abre mucho al meterte mi teta. Ahí me tocó otra cogida más.
–¿Así te cogió tu marido, putita? –dijo Mario y me metió la verga que resbaló toda, deteniéndose hasta que los huevos golpearon en mis nalgas.
A partir de allí todo fue lamidas, besos y palabras soeces dichas con cariño. Venida tras venida pasó más de una hora sin sacarme su miembro de la vagina. “¡Qué rica es la esposa del cornudo!” gritó al venirse por última vez, al soltar de su boca la teta en medio de mis orgasmos. Enseguida, sin separar nuestros sexos, dormitamos abrazados, con narices y bocas a pocos milímetros mezclando respiración y aliento.
–Tu esposa es muy bonita, ¿Te ha hecho cornudo? –pregunté al separarnos un poco, cuando el pene extenuado, pero muy brillante y húmedo, salió de mí
–Sí, es bonita y tiene un vientre plano, además de una cadera con las nalgas hermosas que atraen a muchos, y no sé si me haya sido infiel, pero como mi esposa tiene tu misma edad, pondré mis barbas a remojar –expuso lúgubremente, con la vista en lontananza.
–¿Ella coge rico? ¿La satisfaces plenamente? –dije mirando y acariciándole los vellos del pecho y la panza.
–Sí, a mí me satisface plenamente…
–¿Y luego? ¿Por qué cogiste conmigo? –pregunté incomodándolo.
–¡Por tus chiches, vaquita! –dijo antes de ponerse a mamarlas como becerrito
–Aún no me dices si la satisfaces. También quiero que me digas si ella te ha contado sus fantasías, o tú a ella las tuyas –exigí, sabiendo que le pedía demasiado.
–Ya se nos hizo tarde, “putita”, vámonos. Mañana te lo cuento –prometió.
–¡Sale! En este mismo lugar y “a calzón quitado” –precisé y Mario asintió.
Waw! ¡Eres una manipuladora! Pobre Mario, estaba tan apenado que no se le paraba. Me lo imaginé sintiéndose culpable del atroz (al menos eso creía él) trato que te dio Miguel, con moretones incluidos.
A ver qué te contó al día siguiente, sí, «a calzón y sostén quitados», y yo lo añadiría «con pene adentro, envuelto en vagina y labios»
¡Huy!, te haya contado lo que te haya contado, se me antojó. ¿Lo llevarás al trío?, o de plano a un intercambio con los cuatro presentes. Chan, chan , chan, chaaan…
Hice lo que Sherezada, dejaba pendiente algo para que al día siguiente siguiéramos «platicando». Cogimos varios días hábiles seguidos al salir del trabajo y, al llegar a casa, mi marido estaba ansioso de que le contara cómo cogimos, mientras él me chupaba la panocha llena de semen. Pero lo lindo es que Mario empezaba con mamarme las tetas y bajar a tomar los resabios del mañanero que me daba Miguel.
¡Claro que haremos trío!, eso estamos planeando (los tres).
¡Vaquita, dijiste que me invitarías a un trío! Recuérdalo. Quiero disfrutar tus tetas mientras te cojo, aunque no sea en trío.
Calma, Ber, ya llegará tu turno, te lo prometo. pero te quiero con los huevos rasurados. ¿Sí?
¡Vas rápido, Vaquita! Haces lo que quieres con tus hombres, ¡así debe ser! Hay que traerlo pegados a las tetas y que sólo el «perrito» les pueda competir en deseo. Si tu marido quiere ver cómo te cogen, dale gusto. Además, eso de que «tengan sesiones intensivas desde hoy», es porque quiere probar frecuentemente el atole, les fascina chuparte bien cogida, lo sé por amplia experiencia.
Eso era lo que Miguel quería, tomar atole hacho por otro, pero también Mario se aficionó a lo mismo. Las tetas sí jalan más que las carretas.
Me gusta cómo eres, Vaquita. Sólo tengo dos años menos que tú, ¡pero las tetas me fascinan! Es delicioso ver cómo se quitan el brasier para ofrecérselas al amado…
¡Creo que me voy a volver tan puta como Tita!, pues, al igual que Ber, tú también estás en la lista, no desesperes.
¡Hey, cuidado, Vaquita! Yo no soy puta. Cierto es que cuando tenía tu edad me tiraba al que se me antojaba, para eso son las chiches, para atraerlos, pero eso se daba después de una inspección que daba a quien se me antojaba para el apachurrón. Tú los anotas sin antojo ni verlos (quizá sólo en foto y sí, unos de esos huevos se antojan para saborearlos).
Lo que quise decir es que sí quiero probar más variedad de hombres, como lo hiciste tú en su momento. Me digo «puta» porque sí quiero probar muchas vergas, por puro gusto.
Adminístrate bien, no te vaya a pasar como a mí que no me da tiempo para atender la casa y a mis amores. Bueno, eso me pasa porque cojo sin que mi marido se dé cuenta, en cambio Tita y tú pueden coger sin problemas pues a sus cornudos les gusta serlo.
¡Tienes razón! Es una dicha coger con otro sin que el marido se enoje, es más, mi esposo está deseoso de ver cómo me coge otro y luego cogerme enfrente de él.