Anita
Un viejo amor.
Al ver a Anita María entrando por el portón, se me encogió el corazón.
Salí caminando a su encuentro, nos abrazamos y la besé en la boca.
– Está la niña –
Me agaché, la tomé en mis brazos y la besé en la mejilla.
– Hola, cómo te llamas? – le pregunté.
– Jessy – me respondió.
– Que lindo nombre –
– Él es el tío Erick, del que te había hablado – le dijo Anita.
Ella asintió con la cabeza y me dio un beso en la mejilla. Al bajarla la sostuve de sus nalguitas ya que traía un vestido cortito. Pero ella no le dio importancia ni yo tampoco.
– Vamos a la casa – le dije tomando a Jessy de la mano y Anita la tenía de la otra. Ella caminaba feliz, hasta daba saltitos.
– Que linda es, se parece a ti – le dije a Anita.
Tenia sus hermosos ojos, su pelo castaño, no tan negro como el de Anita, su carita hermosa y su piel más clara que la de Anita.
Me extrañó un poco porque Francisco tiene la piel más oscura que Anita y la Jessy tenía la piel más clara que la de Anita.
Anita había cambiado físicamente, aunque estaba más alta, seguía siendo baja, poco más de 1.55. Además, seguramente por el embarazo, había perdido la cintura y le habían crecido las caderas, tenía un evidente sobrepeso. Pero seguía siendo ella.
– Abuela, mira quién vino a vernos – le dije a la abuela que estaba en la cocina.
Ella salió secándose las manos. Miro a Anita con cara de interrogación.
– No se acuerda de mí, yo era una niña – me dijo Anita.
– Ella es la hija de la señora María, la que venía a ayudarte –
– Ah, sí, no te había reconocido, que grande que estás – le dijo la abuela.
– Ella es su hija, Jessy – le dije
– Ah, qué linda niña, es igualita a ti – le dijo la abuela a Anita.
– Le puedo ayudar en algo? – le preguntó Anita.
– Necesito algunas cosas del huerto – dijo la abuela.
– Yo voy, quieres ir conmigo? – le pregunté a Jessy y ella dijo que si.
Llevé el canasto de la verdura y la llevé de la mano al huerto.
Mientras sacábamos zanahorias, cebollines y otras verduras, me recordó mucho a Anita, sus mismos vestidos cortos, sus mismos piernas, si hasta usaba los mismos calzones que usaba Anita.
Volvimos a la casa con las verduras y después fuimos a sacar fruta.
La levanté y ella se afirmó de una rama, la empujé un poco más y ella rápidamente se afirmó de otra rama y quedó parada arriba del árbol.
De ahí se estiró y comenzó a sacar fruta y tirármela. Yo la iba juntando en el pasto. La ayudé a bajarse y quedó sentada en mi hombro. La tomé la bajé con cuidado.
Recogimos la fruta y nos fuimos a la casa. Después de almorzar no quedamos sentados en el living viendo televisión.
Jessy estaba encantada ya que ella no tenía televisión. Mientras por u lado abrazaba a Anita, por el otro lado a Anita.
– No te gustaría ir a la laguna? – le dije al oído a Anita.
– Si, me gustaría, pero está la niña –
– Si, lo sé, sólo era una pregunta – le dije.
Ella me abrazó por la cintura y puso la cabeza en mi hombro. Le di un beso en su cabeza y otro beso en la cabeza de jessy, que levanto la cabeza y me miró sonriendo.
– Nadie le hace cariño, mi mamá está siempre ocupada, yo me encargo de la casa y tengo poco tiempo, sólo en la noche, antes de acostarnos le hago un poco de cariño – me dijo Anita.
– Tu mamá sigue lavando ropa ajena? – le pregunté.
– Si, lo que gana Francisco apenas alcanza, mi papá es cero aporte. Anda en la temporada de la fruta, después viene la uva y quizás cuando lo vamos a ver.
– Y porqué no vienes a ayudarle a la abuela, ya está vieja y cansada. Además de que ella te va a pagar bien, así tu mamá no tiene que trabajar y se dedica a la casa –
– Ella te dijo que necesita una persona? –
– No, pero se que la necesita, puede ser mediodía, en las mañanas –
– No sé, si ella quiere, yo por mi encantada –
– Déjamelo a mí –
En la tarde tomamos once, la Anita se preocupó de todo, si hasta hizo panqueques con manjar.
Después las fui a dejar a su casa. Nos despedimos con un beso en los labios con Anita y Jessy que venía atrás también me dio un beso en la boca.
De vuelta hablé con el abuelo, le dije que Anita María era hija de la señora María y que ella podía ayudarle a la abuela con la casa, que era mucho trabajo para ella.
– Si, ya me había dado cuenta de éso. Pero es tan difícil encontrar una persona para eso, que además sea de confianza y que viva relativamente cerca – dijo el abuelo.
– Ella me parece bien, conozco a su padre y a su hermano, son honrados y trabajadores –
– Tiene una hija de 7 años, puede mandarla al colegio y venir a trabajar – le dije
– Pregúntale si quiere trabajar –
– Si ya le pregunté, está dispuesta y necesita el dinero para su hija –
– Cuando puede comenzar? – yo creo que mañana mismo –
– Me parece bien, encárgate tú de éso –
Al otro día fui a buscarla, justo la señora María iba con una bolsa grande de ropa que tenía que entregar.
Fuimos a donde debía llevar la ropa, no era cerca, más de 10 minutos en vehículo.
– Señora María, ellos deberían venir a buscar la ropa, está lejos para venir caminando –
La señora María venía atrás con la bolsa de ropa y la Jessy. Anita venía al lado mío.
De vuelta le conté a la señora María la conversación con el abuelo.
– Así usted no tendría que trabajar tanto – le dije para convencerla.
– Bueno, patróncito, como usted diga, si es mejor para patrona, que sea así como usted dice –
Siempre me decía patroncito, de que era un niño. Si hasta la Anita me decía patroncito, yo le dije que no me dijera así. Que me llamaba Erick.
Dejamos a la señora María en la casa y Anita bajó a buscar algunas cosas.
Me di vuelta para preguntarle a Jessy cómo estaba.
– Bien – me dijo y me dio un beso en la boca. Como veía que Anita me besaba en la boca, seguramente ella debía besarme igual. Y así fue desde ese momento en adelante. Cuando llegaba y cuando se iba me besaba en la boca. Y también cuando tenía ganas. De repente sin ningún motivo aparente, me daba un beso en la boca.
Mientras la abuela y Anita estaban en la cocina, ella se me sentaba encima y me besaba.
Había una conexión especial con ella, había una empatía entre los dos.
– La Jessy está enamorada de ti – me dijo Anita un día.
– No digas eso, es una niña todavía –
Mientras Anita le ayudaba a la abuela, yo andaba con la Jessy para todos lados. Incluso si iba al baño, me esperaba en la puerta.
Un día la llevé a dar un vuelta a caballo.
Me monté arriba de Rayo, la tomé de una mano y la senté delante mío. Anduvimos harto rato. Incluso tuve que bajarme y bajarla para que descansara.
– Voy a hacer pipí, no me mires – le dije.
Fue lo primero que hizo
– No puedo hacer si me estas mirando – realmente se me había cortado y no podía hacer, así que lo sacudí y me lo guardé.
– Yo también quiero hacer pipí – dijo.
– Bueno, yo te voy a mirar para que veas que no se puede hacer –
Se bajó los calzones, se agachó, se levantó el vestido y comenzó a hacer pipí. Le salía el chorro de sus labios.
– Con qué me seco? – preguntó
Saqué un pañuelo de mi bolsillo y se lo pasé, se secó y me lo devolvió.
Ése pañuelo es de gran utilidad. Cuando ando a campo abierto, lo uso en el cuello, si se levanta un polvareda, me cubro más narices y si trasnpiro mucho, me seco con el.
De vuelta a casa no hubo ningún problema salvo que la montura era muy dura para ella y le dolía su cosita.
De vez en cuando dábamos una vuelta a caballo. No muy larga para que no le doliera su cosita.
Además de que salíamos con el abuelo en la mañana y volvíamos a almorzar.
Me despedía de Anita con un beso cuando el abuelo no estaba y otro beso de Jessy.
Volvía y un beso de Anita y otro de Jessy.
– Nos tienes locas – dijo Anita un día riendo.
– Jessy me dijo que quería que fueras su papá – me dijo Anita.
– Pero si ya tienes un papá – dijo Anita que le había dicho.
– No puedo tener dos papás? –
– No, no puedes, además que Erick es el patrón, cómo va a ser tu papá –
– Entonces ella me dio: el patrón no es tu novio? –
– No, no es mi novio – le dije.
Esta conversación con Anita me dejó pensando, cuál era mi relación con Anita María?.
Era algo que tenía que pensar.
Antes de volver a casa y de vuelta a la universidad. Le pagué a Anita su sueldo.
– Nunca había tenido tanto dinero en mis manos – dijo Anita.
Está claro, lo que recibe la señora María es para comprar cosas. Lo de Francisco era para pagar cuentas, así que por las manos de ella pasaba poco y nada.
– Agregué un bono aparté para el uniforme y los útiles del colegio de Jessy. –
Anita me abrazó y me besó con ganas.
– Me hubiese gustado haber ido los dos solos a la laguna, para otra vez será –
– Si, para otra vez será –
De nuevo nos abrazamos y nos besamos. Ella abrió la puerta para bajarse. Jessy me abrazó y me besó como su mamá.
– Te amo – me dijo igual que su mamá.
– Yo también te amo – le dije.
Después de otro beso en la boca se bajó. Antes de entrar se despidieron con una seña de manos.
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