APOYAR A LA EMPRESA RESULTO SER UN PLACER
Como su esposa tiene los detalles, quedo pendiente para firmar mañana, por qué ahora nos tenemos que despedir». Se levantó dándole la mano a mi esposo y un beso a mí en la mejilla.
Mi nombre es Sandra y mi marido Alberto tenemos una empresa de manufactura textil. Con la crisis, la empresa estaba cuesta abajo, los pedidos habían caído drásticamente. Estábamos a punto de cerrar, pero un cliente muy importante que maneja grandes volúmenes se puso en contacto con nosotros para tramitar un pedido que podría ser nuestra salvación. Se fueron definiendo los detalles de la negociación, el cliente solicitó visitar las instalaciones de la fábrica y si le daba confianza, firmaría el contrato. Entonces pusimos todo el empeño con la ilusión de concretar el pedido.
Después de la visita a la empresa, fuimos a un restaurante y durante la comida hablamos muchas cosas con nuestro potencial cliente de asuntos relacionados con la operación y ya casi al final después de haber brindado varias deliciosas copas de vino sentí que un pie desnudo tocaba mi pierna. Intente apartarlo, pero el pie siguió subiendo hasta que se metió entre mis muslos. Mire a mi marido para ver si se estaba dando cuenta de lo que sucedía bajo la mesa, pero él estaba tan concentrado en su negociación que no se percato de nada. Metí la mano por debajo del mantel, y tome el pie para que no subiera más. Luis nuestro cliente, me miró y sonrió.
– «Excúsenme, regreso en un momento», y me fui al baño.
Luis dejo a su socio hablando con mi esposo e hizo lo mismo y al encontrarnos en el corredor camino a los baños le dije…
– «¿Qué hace usted? ¿Por quién me ha tomado?».
– «Discúlpame, pero eres una mujer muy atractiva». Y me tomó la mano.
– «Y también casada», respondí apartando su mano.
– «Estoy en el Hotel Hilton, mañana te invito a almorzar y firmo el contrato».
Luego regresamos a la mesa y haciendo de tripas corazón le sonreí, mientras que ellos departían amigablemente.
– «Entonces, ¿podemos contar con su pedido?», preguntó mi esposo.
– «Solo queda un pequeño ‘trámite’ que es revisar el texto final y firmaré el contrato».
– «Como su esposa tiene los detalles, quedo pendiente para firmar mañana, por qué ahora nos tenemos que despedir». Se levantó dándole la mano a mi esposo y un beso a mí en la mejilla.
Cuando salieron del restaurante, mi marido hizo un gesto con la cabeza para que le dijese en qué consistían los detalles.
– Le dije…»Vamos a casa y hablamos».
– «¿No puedes decírmelo aquí?».
– «Me duele un poco la cabeza y quiero hablar con tranquilidad».
– «Bueno, pues vámonos».
Pagamos la cuenta y nos dirigimos a casa. En todo el camino me fui mirando por la ventanilla, sin mediar palabra. Mi esposo me miraba, pero no le dio mayor importancia. El sabía que cuando tenía jaquecas, lo mejor era no hablarme. Ya en su casa, nos pusimos cómodos en la sala, y él me volvió a preguntar.
– «Bueno, y esos detalles ¿en qué consisten?».
Lo mire y le conté que la condición para la firma del contrato era que yo fuera a almorzar al otro día con él.
– «¿Solo eso?».
– «¿Y te parece poco?».
– «Mujer, si solo es una almuerzo…».
– «Inocente, ¿acaso no ves, que es lo que pretende?».
– «Claro que lo veo, te quiere conquistar… ¡Pero si perdemos este contrato será el cierre de la fabrica!».
– «¿No esperarás que me presente a ese almuerzo y…?».
– «Sólo digo que…».
– «Te estoy entendiendo perfectamente, quieres que haga lo que sea para conseguir el contrato». Y me marche a la habitación.
A la mañana siguiente mi esposo se fue temprano a la fabrica y yo me quede alistándome para ir al almuerzo, el dio por sentado que iría y me deseo suerte, agregando…
«Es por el bien de nuestra empresa».
Antes del medio día salí, iba vestida con una falda negra ceñida al cuerpo, una blusa que permitía dejar abiertos los botones que deseara y su textura hacia marcar mis pezones porque decidí no llevar sujetador, unas medias oscuras de liguero que remataban una imagen de infarto, todo acompañado con una chaqueta sobre los hombros.
Al salir de casa pensé: «Si Alberto lo que quiere son cuernos, los va a tener”.
Llegue al hotel y ya me estaba esperando Luis en la recepción. Nos saludamos con beso en la mejilla.
– «Gracias por venir, no me gusta almorzar solo y en esta ciudad no conozco a nadie».
– «¿Vamos a la mesa?», le dije en tono amable pero un poco forzado».
– «Sí, sí vamos».
Mientras cenábamos, estuvimos hablando de temas intranscendentes. Poco a poco me fui animando hasta estar completamente relajada, resulto que Luis era un hombre encantador culto, muy cortes y la conversación resulto ser muy amena. Ya a la conclusión del almuerzo, él se levantó de la mesa. Y me dijo…
– «Te invito a una última copa y firmamos el contrato. Vamos a un sitio más tranquilo».
– «De acuerdo».
Puso su brazo para que me sujetara a él y subimos a su habitación. Tomamos varias copas, conversando animadamente sentados en un sofá que había en la suite.
– «Dame el contrato te lo firmo».
Lo saque del bolso y se lo entregue, él lo firmó y me devolvió dejando una copia para él. Lo guarde y el se volvió a sentar en el sofá, muy cerca de mí,
puso su mano sobre mi pierna la que fue subiendo hasta llegar a mi tanga. Yo no hice oposición.
– «Eres una mujer muy bella, tu marido es un hombre con mucha suerte».
Y luego pasando su mano por mi nuca me dio un besó apasionado, al cual yo le correspondí ardientemente. A continuación sus caricias se intensificaron en mis senos, abrió mi blusa dejando al aire mis turgentes pechos y comenzó a besarlos y chuparlos generándome una excitación que fue creciendo, luego él se puso de rodillas frente a mí y metiendo las manos por debajo de mi falda me bajó la tanga quedando al descubierto mi pubis totalmente depilado.
El empezó a besar mi concha y yo cerré los ojos, echando la cabeza hacia atrás empecé a gemir. Ya no pensé en mi marido, porque lo que había empezado como algo tedioso, se fue convirtiendo en una pasión desenfrenada que no quise detener.
Luis se puso de pié y se desnudó. Su miembro erecto de buen tamaño, más grande que el de mi esposo, apuntaba hacia mí. Lo mire y lo agarre con suavidad.
– «Qué maravilla, pense extasiada mientras lo masturbaba. ¡Es más grande que el de mi marido!».
El me tendió la mano para ponerme de pie y al hacerlo se quedo observándome de arriba abajo y dijo…
– «Eres espectacular, hacía tiempo que no veia una mujer tan especial como tú. Tienes un cuerpo de diosa».
Nos dimos un beso apasionado y al juntar nuestros cuerpos desnudos sentí un corrientazo cuando su verga se acomodo en medio de mis piernas rozando mi concha y al mover Luis sus caderas me excite más de lo que ya estaba. De manera que cuando me invito a pasar a la cama ya estaba deseosa de experimentar una penetración. Nos sentamos en ella, me invito a que me acostara y él empezó a darme sexo oral. Yo respiraba profundamente por la enorme excitación que percibía.
Después se subió sobre mi y con mucha suavidad, empezó a penetrarme, fue una sensación nueva, porque desde años atrás solo había estado con mi esposo, y el siempre fue de poca iniciativa. Comenzó lentamente un bombeo delicioso que poco a poco se fue convirtiendo en embestidas con mucha fortaleza que me excitaron al nivel de disfrutar un exuberante orgasmo.
Yo daba alaridos. Mi marido, el único hombre con el que había estado hasta ese momento, nunca me había hecho sentir algo así. “Más, más” le pedía entre gemidos, “Por favor” decía agarrándome el pelo por el placer que estaba recibiendo. Él resoplaba por el esfuerzo realizado hasta que con un fuerte gemido se corrió dentro de mí, derrumbándose sobre mi cuerpo. El me acariciaba los cabellos mientras recuperaba su aliento.
– «Nunca antes tuve dos orgasmos seguidos, fue maravilloso, mi marido nunca me dio tanto placer».
– «Y esto solo fue el principio».
Nos quedamos tumbados un rato, y yo me di media vuelta y me subí sobre él, cogí su pene y lo introduje en mi concha. A su vez, él empezó a comerme los senos. Ambos nos esmeramos en darnos placer mutuamente, hasta que, comencé a cabalgar dejándome clavar su verga hasta la raíz y pronto los dos alcanzamos nuevamente el clímax. Abrazados descansamos al menos media hora hasta que llego el momento que yo creí debía regresar a casa, y dije…
– «Tengo que irme».
– «Aún no hemos terminado».
– «¿Todavía te quedan fuerzas?».
– «¡Tú no me conoces!».
Él me invito a que me acomodara de perrito y acomodándose detrás de mi puso su verga a la entrada de mi concha, que estando tan lubricada con mis flujos y su semen entro de un solo golpe.
Empezó a aumentar el ritmo rápidamente, mis gemidos se convirtieron en gritos controlados. Mis pechos se balaceaban, él me tenía agarrada por las caderas para lograr mayor fuerza en su penetración, hasta que resoplando se volvió a correr dentro de mí. Yo seguí moviéndome hasta alcanzar otro orgasmo.
Cuando nos recuperamos, nos fuimos juntos a la ducha».
Nos vestimos en silencio y cuando fui a salir me volteé hacia él y le dije…
– «Ha sido un placer hacer negocios contigo, espero que sea el principio de una larga y fructífera relación comercial».
– «Estoy seguro que sí, y si alguna vez vas por mi ciudad hazme una visita. Será un gran placer atenderte».
Yo regrese a casa y mi marido seguía en la empresa, cuando regreso en la noche se acercó a saludarme le estire el contrato diciéndole…
– «Toma, aquí tienes tu contrato. Y me voy a dormir porque estoy muy cansada y mañana temprano tengo que estar en la fábrica para preparar todo y comenzar la producción del pedido.
«La empresa te va agradecer lo que has hecho por ella», me dijo él finalmente cuando ya me iba para la habitación.
Esa noche antes de dormirme recordé lo sucedido y sentí que mi concha se humedeció y desee que pronto Luis nos hiciera un nuevo pedido o tal vez me inventaba una asesoría a la ciudad de Luis para que me atendiera como él me lo había ofrecido. Todo por la empresa.
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