AVENTURAS SEXUALES DE UN DOCENTE AFORTUNADO
Maestro y alumna acuden a un cine a disfrutar de todo, menos de la película. La situación sube de temperatura cuando una menor de seis años se les une a la “fiesta”..
La docencia te ha dejado grandes experiencias, algunas dignas de recordar y otras, de plano mejor las olvidas.
Eres un hombre de 54 años de edad, bien conservado, pues eres disciplinado en tu alimentación, en tu descanso y en el ejercicio; por lo que no aparentas tu edad. Tu estado civil es Casado, pero hace tiempo que tú y tu esposa decidieron vivir ya separados, y a ella no le importa lo que hagas, a ti tampoco te importa lo que ella haga. Además, tus hijos ya se independizaron.
Te llama la atención una alumna, no le eres indiferente y, al paso de algunos meses, los dos se encuentran en un duelo de lenguas, con mucha saliva y caricias de por medio.
Durante las pajas y mamadas que tu alumna te regala, te confiesa que es hija de una mamá soltera, que tiene que trabajar todo el día y que es escasos recursos. Contactas a la mamá, para ganarte la confianza, lo logras; hasta al grado de permitir —porque le quitas un gran gasto en la manutención de su hija— que pase contigo muchas horas del día, en las que le das de comer, la llevas al doctor y la regularizas; por ello, su salud y sus calificaciones han mejorado.
Cierto día…
Te encuentras sentado en tu escritorio, abierto de piernas, entre ellas se encuentra Kendra chupando tu trozo de carne.
—Kendrita, sabes que siempre estaré contigo y te ayudaré desinteresadamente, no quiero que pienses que tienes que hacerme esto para agradecer mi auxilio.
Kendra lleva uno de sus dedos índices a tus labios, te señala que te calles.
—Sólo disfruta, papi —así le gusta decirte, y tú se lo permites, pues eso te pone más firme—, esto te lo hago por que a mí también me gusta, ya me he convertido en esclava de tu deliciosa verga.
—Ok, mi amor, entonces, sigue, no pares hasta que termine.
No te has atrevido a tanto, sólo han existido masturbaciones y sexo oral entre ella y tú. Una penetración es otro nivel, y, por el momento, no piensas en usar sus estrechos agujeros inferiores.
—¿Me vas a llevar al cine, para comer palomitas con harta salsa?
—Uffffff, sí, bebita, pero sigue, sigue chupándomela.
Después de una buena venida en la carita de ángel de tu alumna, la llevas al cine. Eres listo, ya que siempre eliges la última fila y un horario en el que no hay tanta gente. Además, la haces pasar por tu hija, pues no quieres desatar sospechas.
Ya en la sala de proyección, sabes que te seguirá consintiendo la verga. Te llevas las tijeras, para hacerle una perforación a la parte inferior del cartón de palomitas, de tal manera que quepa tu miembro.
Después de que se acaba la mitad de palomitas, cortas la base, introduces tu miembro discretamente —no quieres que nadie sospeche—; la nenita te podrá hacer la paja, con los dedos pulgar, índice y medio, acariciará tu glande.
Pero, te acuerdas que comió palomitas llevando la boquita directo hacia la caja, y haces que alterne pequeñas mamaditas y caricias a tu cabecita.
—Qué rico mijita que te gusten las palomitas que te compré.
—Gracias, papi, me gusta mucho venir contigo al cine —te lo susurra al oído mientras te masturba.
A seis butacas de la tuya, se encuentra una pareja con su hijita. Alcanzas a oír el reclamo de una señora a su marido
—Deberías de aprender de ese señor, mira se ve que él y su hijita se llevan bien — el marido, acongojado, intenta abrazar a su hijita, pero ella lo rechaza; la señora se da cuenta—. Ya ves, eso te pasa por que no le dedicas tiempo a tu hija.
«Pinche vieja, si apenas tengo tiempo para mí, trabajo todo el día como un burro; y esta se atreve a compararme» —piensa el papá de la niña.
«Ah, que señora tan pendeja, habla puras burradas; si supiera que esta niña no es mi hija, si supiera que es mi alumna y que me la está mamando y acariciando; entonces, tendría a su esposo como a un santo» —pensarías mientras tu glande es lengüeteado por tu putita.
Estás bastante concentrado recibiendo las caricias y mamaditas de tu alumna, que no te diste cuenta que ella, con su mirada, invitaba a acercarse a la nena de a lado; sí, a la hija de la señora que comparó a su marido contigo, que ya se encontraban discutiendo.
La niña aprovechó la distracción de sus papás, se acerca a tu lado izquierdo, tu putita está a tu lado derecho. Como te estabas concentrando en las caricias, cerraste los ojos por unos breves minutos, dos o tres si acaso.
En ese lapso del cierre de tus ojos, tu alumna hizo que se acercara la otra nena, que tiene seis años de edad. Tu estudiante, sólo con miradas, gestos y señas, convence a la nenita a jugar con tu verga. Tus ojos se abren algo asombrados pues sientes dos manos, una acariciando tu cabecita y la otra jalando la base del tronco de tu verga.
Es que tu alumna ya había desarmado la caja de palomitas, aprovechando que su cuerpo y el de la pequeña cubrían la escena del placer.
Estás a punto de decirle a la niña que se dirigiera con sus papás, pero, tu alumna te hace una seña para que te calles. Te susurra al oído…
—Déjala que juegue con tu pene, disfrútalo, papito.
Interrumpe sus palabras para mostrarle a Katia —así se llama su amiguita de ocasión— cómo debe mamarte la verga.
Claro, estás exitadísimo y a la vez nervioso, no sea que te vayan a cachar los papás de tu pequeña y nueva putita. Te tranquilizas un poco al notar que siguen discutiendo.
—Mira, ve a tu hija, prefiere irse a ver la película con la otra niña y su papá, que estar contigo. ¡No puede ser posible! —dice la señora, tratando de no hacer mucho ruido para no incomodar a los espectadores.
—Pero, mujer, sí quiero a mi hija, pero me es imposible dedicarle tiempo, ya que trabajo todo el día —dice el marido, se alcanza a escuchar su voz, que interrumpe el disfrute de la película.
La pareja, al ver la incomodidad de los espectadores, decide salir de la sala de proyección.
—Katia, ya vámonos —le dice, desde su butaca, el papá a su hija, que ya se encuentra, muy gustosa, mamando tu miembro, que tu estudiante tuvo el buen tino de embarrar de chocolate, para evitar el reflejo vomitivo de la nenita—. Dale las gracias al señor y a su hija por convidarte de sus palomitas.
—No te digo, no entiendes —la esposa reprocha a su marido—. Déjala que se quede al ver la película completa; encárgasela al señor, no le arruines su momento, se ve que le está gustando, no hace ni ruido, ha de estar bien concentrada.
«Ciertamente, está bien concentrada chupando y chupando el borde de mi cabeza, ya que en esa zona se concentró mucho chocolate» —piensas.
Tu estudiante está bien preparada, por si le ordenan irse a Katia, sabrá cubrir de inmediato tu pene, sólo bastaría alzar dos caras de la caja de palomitas.
El señor da dos pasos, pero no se percata del juego sexual que protagonizas tú y su nena, te dice..
—Señor, le encargo a mi hija; es cuestión de unos 20, máximo 25 minutos. Usted comprenderá por qué lo hago.
—Descuide, señor, cuente conmigo, cuidaré a su hija como si fuese mia.
Y tienes 25 minutos para que te sigan llevando al cielo este par de niñas.
—¿Te gusta, Katia? —sabes que sí, por como te hace sentir, sólo que te calentaría escuchar su vocecita diciendo que sí.
—Sí, señor, está muy rica su paletita, primero me supo a chocolate, después a jamón y a salchicha, se siente suavecita —su voz era tierna, característica de las nenas de su edad.
—Te dije que te iba a gustar la paleta de mi papá, amiguita —le dice tu alumna a la menor de seis años, mientras te masajea los testículos—. —Disfrútalo papito, te mereces esto y más —te dice Kendra, tu alumna, haciéndose pasar por tu hija.
—Señor, ojalá mi papi jugara así conmigo, que me diera de su paletita.
Qué caliente se escuchó eso, y más viniendo de la boquita de una niña de seis tiernos años. Pobre inocente, pensaba que esto era un juego, no se daba cuenta que su boca estaba siendo profanada por tu enorme verga erecta y estaba a pocos minutos de provocar una exquisita y saludable eyaculación.
—Kendra, quiero verte las tetitas mientras Katia me la chupa —obediente, alza su blusa y la atora detrás de su nuca, se quita su corpiño. Libera sus pequeñas y nacientes tetitas. Aprovechas para acariciarlas, Katia, ya te masturba, pues quiere descansar de la mamada que te dió.
Como Katia te está masturbando, se da cuenta que Kendra está con sus tetas al aire libre. Ella hace lo mismo, no se agüita aunque no tiene, por su edad, senos. Para motivarla, le dices…
—¡Qué bonitas tetitas tienes Katia!
Le acaricias sus pequeños pezones, mientras con la mano tomas a Kendra por la nuca, la acercas a tu pene para que siga con la mamada.
—Aaaay, señooor, qué rico, siento muchas cosquillitas.
—Qué rico, Katita, pero habla más bajito, no te vayan a escuchar los demás, hay que dejarles ver la película.
—Sí, perdón.
—Kendrita, mi amor, ya casi me haces eyacular, quiero que las dos deslicen sus lenguas en mi glande hasta hacerme venir.
Katia deja de mamarte la verga, le dice a la nenita…
—¿Sabes? La paleta de mi papá ya está a punto de sacar su relleno cremosito, que es como yakult, pero más durito —Katia la escucha atenta, mientras tú te masturbas, pues ya no quieres retardar más el chorro de semen—. Mira, amiguita, vamos a usar nuestras lenguas como si estuviésemos chupando un helado —Katia, asiente, te das cuenta que, de reojo, le encanta ver cómo te la estás jalando.
—¿Te gusta cómo jalo mi paleta?, hermosa princesita.
Notas que antes de contestarte traga un poco de saliva. Su respiración se percibe agitada. Casi, casi, puedes escuchar sus latidos de su tierno corazoncito.
—Sí, señor, hasta siento cosquillitas y comezón en mi cuquita.
—¿Cuquita?, a ver señala tu cuquita —tú sabes que se refiere a su vaginita, pero lo haces para incitar a que se toque. Kendra procede a lengüetear el borde y el frenillo de tu cabecita.
Katia lleva los dedos índice y medio de su mano derecha, con éstos señala su vagina. Tú puedes notar que su mayón te permite ver su rajita. Se comienza a frotar para aliviar su supuesta comezón.
«Ufffff, mejor de lo que esperaba: una adolescente mamando mi verga; una niña viendo cómo me la mama, mientras dedea su vaginita» —piensas. Sabes que ya es cuestión de dos o tres minutos para soltarlos todos. Tomas con fuerza, pero con cuidado, la nuca de Katia, la acercas a tu cabecita.
—¿Listas?, ha llegado el momento de que las dos chupen la paleta al mismo tiempo. Esmérate, Katita, pues el relleno cremosito será para ti.
Ya las dos se encuentran llevándote al cielo, esas lenguas traviesas parecen darle brillo a la suave piel de tu glande. Una que otra vez, las pequeñas lenguas chocan entre sí, lo que causa algunas risitas de ambas putitas; eso que a ellas les da risa, a ti te causa gran morbo, es casi un beso lésbico. De reojo, Kendra, tu “hija”, nota lo excitado que estás y te pregunta…
—¿Te gusta?, papá —la putita sabe que ya te vas a venir, por eso le dice a Katia—. Más, más rápido.
Le das una palmada a la espalda a Kendra. Ella deja de lengüetear, se aparta; de manera premeditada deja sola a su amiguita seguir el lengüeteo. El chorro de leche sale expulsado del meato uretral, impacta la frente de Katia, tan fuerte, que deja de chupetear; Katia toma tu verga y se la dirige a su propia boca, para recibir la segunda y tercer descarga; luego dirige tu verga a la boca de Katia, antes de introducirla, tu cuarta descarga impacta en el ángulo izquierdo de los labios de la menor de seis años; la quinta, sexta y séptima, se depositan en la garganta de Katita —así le dices de cariño, pues ya sientes que la quieres.
Sacas tu verga, la última descarga la destinas al pecho sin tetas de Katia.
«Qué bueno que ella sola descubrió sus pezoncitos, hubiese estado en problemas si mi semen le cae en su playerita» —piensas, mientras ves cómo escurre tu leche por el pecho y el vientre de la niña, y se detiene, un poco, en su ombliguito.
Katia, con lagrimitas en los ojos —pero no de dolor sino de sensación extraña y viscosa en la garganta—, está a punto de expulsar la leche de su boca; pero, al ver que tú “hija” se la traga, ella, con algo de esfuerzo, hace lo mismo.
—Rico el relleno de mi papá, ¿verdad? —le pregunta Kendra a Katia.
—Siiiiiiií —contesta la inocente de Katia. Presume, con su boca abierta, el haberse pasado todo. Kendra hace lo mismo. Estrechan sus manos para felicitarse.
Le dices a Kendra que, con su lengua, limpie la leche de la frente y del vientre de Kendra, así lo hace tu aliada, tu querida noviecita y amante.
Terminaste a tiempo, calculas que faltan como seis minutos para que los papás de Katia vengan a recogerla.
Te acomodas la verga ya flácida, pues fue felizmente drenada por dos hermosas niñas, te acomodas tu camisa, te sujetas el cinturón. Te cercioras que no quede alguna pista de tu semen en el cuerpo y carita de Katia, que amorosamente le acomodas su playerita, la sientas en tus piernas y le das un beso en la frente.
Le susurras al oído: “estuviste estupenda, princesita, eres hermosa y te viste bellísima chupando mi paletita”.
—¿Paletita? Dirás: ¡paletota! De verdad, ¿te parezco bonita? Mi papá nunca me ha dicho eso.
—Te aseguro que si le chupas así de rico su paletita, te querrá mucho —te da un beso en la frente, en agradecimiento a tus palabras.
Kendra recoloca su corpiño, se acomoda su playera y se sienta a tu lado, repega su costado a tu costado y tú la abrazas cariñosamente.
—Señor, no sé cómo agradecer el haber cuidado a mi hija —se acerca el papá y la mamá de la niña—, es usted muy amable —dice el papá.
La niña se despide, de beso en la mejilla, de tu “hija” y de ti.
—Señor, le felicito, se ve que usted y su hija se llevan muy bien. Ojalá, que la mía se llevara así de bien con el suyo. Mire le paso una tarjeta con el número de mi marido. Hemos hablado, y lo convencí para que charle, si usted lo permite, con usted.
Tomas la tarjeta, ves sin darle importancia al número y agradeces la confianza depositada en ti.
—En verdad, fue un enorme placer cuidar de su princesita; se portó muy bien durante el tiempo que ustedes estuvieron fuera. Por cierto, me alegro que hayan encontrado una solución a sus problemas.
Otra vez, Katia te da un beso en la frente, y sujeta tu fuerte brazo.
—Mira, te dije que este hombre tiene carisma para llevarse bien con su hija, hasta la nuestra ya le ha tomado confianza, no se quiere ir; te urge hablar con el señor.
—En otra ocasión será, señora, en otra ocasión.
Ves alejarse a la pareja con su hermosa hijita, mientras Kendra y tú se lanzan una mirada y una risita maliciosa y cómplice.
¿Fin?
Excitante relato. Merece varias partes más. Que alfin pueda penetrar a su alumna y siga viéndose con la niña del cine. Que su papá no la toque. Que solo acepte ser mimada por su nuevo amigo. Se espera un trío con posible embarazo de su alumna. Ojalá se lo considere.