Baño de Mar 3
Vacaciones con mi hermano en la capital. .
Amor de hermanos.
Como les contaba, nos dimos una rica ducha de agua caliente, me gusta sentir como al agua caliente deja mi piel. Cerreamos la llave y comencé a lavarme el pelo mientras mi hermano enjabonaba mi espalda con sus manos suaves que son como caricias para mi. Al final de mi espalda están mis nalgas, con las que se dió un festín, sentí el cosquilleo agradable de sus dedos en el esfínter de mi ano. Después de un juguetéo introdujo un dedo que me sorprendió. Muchas veces había coqueteado con mi ano, pero nunca me había introducido nada.
– Te dolió – me preguntó quedamente al oído sin sacar el dedo.
– No, está bien, me gusta – le respondí sintiendo como mi ano se movía.
Comenzó a sacar su dedo y a meterlo lentamente hasta el fondo. En realidad no era hasta el fondo, era hasta que sus nudillos chocaban con mis nalgas. Mi ano apretaba y soltaba su dedo. Después sacó el dedo e introdujo 2 dedos. Éso me dolió un poco, al principio, pero poco a poco el dolor fue desapareciendo.
– Quieres que te lo meta – me dijo al oído.
– Si, métemelo, pero que no me duela – era mi primer vez anal. Antes habían sido sólo coqueteos. Jugando me abrazaba por atrás, o caía sobre mi espalda apretando su bulto contra mis nalgas y aveces incluso con su pene desnudo. Lo más común era que me tomaba de las caderas y me sentaba en su » falda » cuando estaba sentado en el sofá. No le veía ningún problema a eso, además me gustaba. Incluso lo hacía sin que me lo pidiera, hasta con mi papá lo hacía, me gustaba sentarme sobre su bulto y que el me hiciera cariño. Era su hija regalona, su única hija, me adoraba y yo a él. Al principio mi mamá insinuó una protesta, pero después no le daba importancia. No tenía ningún sentido sexual, yo por lo menos lo sentía así, de chica me sentaba entre sus piernas.
La verdad que a medida que fui creciendo, el sentido sexual fue creciendo, pero nunca desee una penetración, sólo me gustaba esa sensación de sentir la presión contra mis nalgas. Mi hermano, muchas veces había jugueteando con mi ano, aunque me gustaba, no pensaba en sexo anal.
Ahora si, deseaba la penetración, y cuando sentí su glande abrir mi esfinter y entrar, a pesar del dolor, fue una sensación agradable, realmente me gustó.
– Te dolió? –
– Si un poco – le respondí. Lo sacó y lo dejó haciendo una suave presión contra mi ano. A pesar de su dureza, era suave y cálido.
– Ahora, mételo de nuevo – le dije cuando el dolor se me pasó. Y lo metió de nuevo, con mucho amor, besos y cuidado, pero me dolió de nuevo, no igual que la primera vez, pero me dolió.
– Quieres que te lo saque? –
– No, estoy bien, sigue – no podía decirle que me dolía, además que quería que lo metiera todo, aunque me doliera, y lo metió todo y me dolió. Le dije que no se moviera y me quedé con su miembro adentro, me llegaba hasta el estómago, estaba ensartada. A medida que fueron pasando los minutos, el dolor también fue pasando, y aunque me dolía un poquito cuando se movía, la sensación que me producía, era mayor que el dolor.
– Hermanita quieres que siga metiéndotelo? –
Esa pregunta me gustó, me puso más caliente.
– Si hermanito, mi culo es tuyo, culéame rico – yo nunca uso ese lenguaje y mi vida cotidiana, pero es ése momento no podía ser formal, tenía que ser vulgar.
– Yo también soy tuyo, hermanita –
– Dame más, quiero más – en ese momento su miembro entraba y salía, me dejaba en puntillas cuando llegaba a fondo, aveces quedaba en el aire, mis pies no tocaban el piso de la tina, me aferraba a los grifos del agua para no golpear la pared con mi cabeza, los quejidos, los bufidos y el claro chocar de su pelvis contra mis nalgas llenaban la sala de baño.
– Finalmente, después de los últimos estertores…todo acabó. Vino el silencio y la calma, seguíamos pegados como los perros, su pene inmenso en mi interior que llenaba todo, hasta mis pensamientos.
– Acabaste? – le pregunté.
– Si, estuviste muy rica hermanita, te amo. Tu también acabaste? – me preguntó. No supe qué responder, no sabía si había acabado o no. Nunca había tenido un orgasmo anal.
– Si, estuviste muy rico hermanito y todavía lo estás – dije pensando en lo que tenía adentro. Para que se haga una idea, mi hermano lo tenia de un tamaño promedio, de unos 3,5 por 18 de largo. En ese momento no sabía, pero después lo supe, cuando conocí más hombres. El de mi papá era muy parecido al de mi hermano, talvez un poquito más grueso, pero ricos los dos. Pero eso es otro tema.
– Quieres más – me dijo él. Quería más? No, no creo, sólo quiero ir a la cama a descansar, las piernas me temblaban y si no fuera por sus manos en mis caderas y su miembro duro adentro, hubiera caído dentro de la tina.
– No, estoy bien sólo quiero irme la cama –
Lo sacó lentamente, lo que fue un doble placer, uno por sentir cómo su glande agrandada las paredes de mi vagina al salir, que se sentía delicioso y el otro por el descanso que me proporcionaba.
Después de sacarlo completamente, me dió vuelta y me abrazó. Sentía como mi ano entre pedos se deshacía de su semen, que corría como lava entre mis piernas hasta los tobillos.
– Te amo hermanita y te voy a amar toda mi vida – me decía mientras me llenaba de besos. Respondí todos sus besos en la boca.
– Yo también te amo, hermanito y te voy amar siempre –
Después de eso abrió los grifos y no quedamos abrazados bajo la ducha. Terminamos de bañarnos, nos secamos y me llevó mi cama, en sus brazos, tipo coala, con sus manos en mis nalgas, mis brazos por su cuello, mis piernas por su espalda y su erección, que aún la mantenía, en mi vagina.
En la cama me acostó de espaldas y el encima mio, sin sacar su pene de mi interior.
– Te dejo descansar un rato? – me preguntó.
– Si, quiero descansar un rato, pero quédate así, no lo saques, abrázame –
No sé cuánto rato estuvimos así, me sentía tan bien en sus brazos, que me relajé y me dormí.
–
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