Bernabé, Dalita y yo
Llevé a mi novia Dalita con mi amante Bernabé para que hiciéramos un trío MHM..
Acostumbro a verme con mi amante Bernabé los lunes en la mañana. Él me pide que, desde el viernes coja con mi esposo para ordeñarlo de todas las formas posibles y soltarlo hasta el mañanero del lunes para llegar con él salpicada y escurrida de lefa por todo el cuerpo, además del rico atole inundando mi panocha. La razón es que le gusta lamerme toda y saborear el semen, oler mi cuerpo sudado por el ejercicio conyugal y navegar el camino usado por mi marido. Ya he platicado que adquirió esos gustos con su primera esposa quien era muy puta y, desde la primera vez que ella quiso humillarlo haciendo un 69 después de llegar a su casa habiendo cogido con su amante, él quedó encantado con el sabor y la disponibilidad de su mujer para dejarse coger por él.
Dalita sugirió que nos tiráramos a nuestros consortes el fin de semana para llegar el lunes con mucha leche a visitar a Bernabé, con quien ya habíamos quedado de hacer el trío.
Así que el sábado y domingo la pasamos en casa mi marido y yo en pleno recogimiento con Dalita y su marido. Cuando ellos llegaron, nosotros ya habíamos desayunado, aunque aún no nos habíamos bañado, pero eso no fue problema pues tanto a Pedro, el esposo de mi novia Dalita, como a Ramón, mi cornudo, les gusta el atole recién hecho y lo compartimos: Pedro tomó en mi panocha el que hice con mi marido, y Ramón saboreó el que traía Dalita. Lo hicimos sin desvestirnos, sólo nos bajamos los calzones las damas y recibimos las lenguas en los labios interiores y las manos en las nalgas. Los gemidos que dábamos fueron subiendo de volumen conforme la cantidad de flujo que soltábamos por los orgasmos de esas lenguas y las caricias y apretones de nalga que nos daban las manos recias de nuestros hombres. Lo último que gritamos fue “¡Qué rica mamada!”, yo a Pedro y “¡Putooo…!, Dalita a mi esposo, antes de quedar despatarradas en los sillones.
Los caballeros se encueraron y nos llevaron cargando a la recámara, donde nos quitaron toda la ropa, incluidos los calzones que portábamos en una pierna. Dalita y yo quedamos frente a frente. Nos besamos y acariciamos las tetas, a veces yo le chupaba los pezones, a veces ella a mí. Estaba caliente el entretenimiento, pero luego estuvo mejor, pues nuestros maridos nos penetraron analmente de cucharita para no interrumpir los besos y abrazos que Dalita y yo nos prodigábamos.
Me di cuenta que Pedro me cogía a mí por el culo, pues ese animalote que tiene es muy grueso y me hizo mover las nalgas para que lo disfrutara a plenitud. Era sumamente emocionante ser poseída por un macho enjundioso que me lamía la espalda, el cuello y las orejas, y, al mismo tiempo, besar y abrazar a mi novia (no podía chuparle los pezones, porque mi marido la presionaba de las tetas para moverse mejor, al igual que yo estaba tomada por Pedro), tan enérgico fue el fragor que poco faltó para cercenarle la lengua a mi querida con el orgasmo que tuve al sentir el baño de semen en mis tripas, ¡parecía que Pedro me había puesto una lavativa!
Enchufadas por el trasero y compartiendo el aliento, primero a bocanadas amplias y frecuentes, hasta el apacible ronroneo, salpicado de eventuales sollozos. Dormimos casi una hora. Al despertar, me moví un poco y salió el pene magro de mi culo y sentí un chorrito de lefa escurrir pos mis nalgas.
Me levanté rápido para evitar manchar las sabanas de la mezcla con mis heces. Tomé de la mano al esposo de Dalita y lo metí al baño para limpiarle el pene que acusaba el color café de haber entrado profundamente en mi ano. Aún no terminábamos, cuando llegó Dalita a sentarse en la taza y soltó un chorro que aparentaba estar mala del estómago, pero se trataba de lo que Ramón le había surtido. ¡Mi lindo marido lechdo! Entre más ordeñas tiene, es más productivo.
Terminada la limpieza, todos nos pusimos a hacer la comida mientras nos entreteníamos con una nueva película XXX de una orgía de solamente cuatro, así como nosotros… Tomamos nota de una cadenita de mamadas donde a veces había panocha o a veces tocaba verga, indistintamente del sexo del mamador o mamadora.
–¡Mira a ese güey! ¡Se le para más cuando se lo mama el hombre que cuando se lo mama la vieja! –exclamó Pedro.
–No te vayas con la finta, lo que pasa es que el bato le está chupando la panocha a una vieja, y saben delicioso, más cuando están cogidas –aclaró Ramón–, pero también es rico chupar el garrote cuando lo acaba de usar y está bañado de flujo y, tal vez, le escurren algunas gotitas ricas de leche –completó.
–Sí, es rico… –asintió Pedro.
Terminamos de hacer la comida y nos pusimos a tomar en la sala. Vino Blanco nosotras y jaiboles ellos. Repetimos la película deteniéndola donde nos gustaba para emularlo, a veces con imitación completa. A veces estábamos en los brazos de nuestro cónyuge, a veces en los de la otra y también chupándonos en 69 con “un intruso” que acompañaba la lengua en la panocha. También, y muy ricas eran las lamidas de huevos al ver que se acercaban en el mete y saca que daba el hombre a nuestra amada.
Hicimos la cadenita de mamadas, más bien un círculo donde todos chupábamos y nos chupaban. ¡Cogimos como desesperados! Aunque no hubo leche, sólo presemen.
–¿Vemos quién ordeña más rápido al marido de la otra con una cubana? –me retó Dalita.
Nos acomodamos, ellos hincados en el sofá y nosotras en la alfombra; y después del “A la una, a las dos y ¡A LAS TRES!”, comenzamos el ritmo frenético. Aunque las tetas de Dalita son de concurso, la verga de su marido es más grande. Así, con mis tetas normales y la verga normal de Ramón, la competencia estaba pareja. Por un par de segundos me ganó, pero yo tuve la ventaja de tragarme el semen completito, sin desperdicio. A Dalita la limpió mi marido, pero me apropié de una chiche para ayudarlo. Mi marido y yo culminamos la tarea celebrándola con un amoroso y duradero beso blanco. Dalita exprimió lo que a Pedro le quedaba y éste lamió los residuos de la lefa de mi marido en las chiches de su mujer.
De lo entretenidos que estábamos, nos acordamos de la comida cuando el hambre nos lo recordó. Comimos en paz y tranquilidad, cada una al lado de su marido, pero con frecuentes viajes de las manos bajo el mantel, con la cara arrecha recibiendo la caricia y levantando la trompita para pedir un besito.
En la sala, nosotras tomamos el café, aunque no hubo manera de practicar lo del expreso cortado, pues nuestros machos habían sido exageradamente exprimidos. Ellos tomaron brandy y nos actualizamos con las noticias sobre los aranceles trumpistas, las declaraciones tranquilas de nuestra presidenta y los golpes de los chinos discutimos sobre los posibles caminos que iría a tomar el comercio mundial, deseando que no fuese la guerra la opción que eligieran para evitar la recesión. Sea como sea, nos fuimos a la cama con la sensación de que la pasaríamos mal, pero no tan mal como el pueblo gringo.
Al rato hubo mamaditas, de todos con todos, pues nosotras invitábamos al marido a compartir la manguera y tanque de leche del otro. Era muy caliente ver como chupábamos un huevo al macho y nuestro marido el otro huevo. Cansados nos dormimos hasta el amanecer, donde desayunamos el biberón de leche, compartiendo nosotras la ordeña con un beso y luego besando a los putos de nuestros maridos.
Bueno, para no hacerlo más largo, porque no hubo nada nuevo que no ya haya contado, la cogida siguió acompañada de unos bocadillos preparados rápidamente en la mañana y… cogimos, cogimos y cogimos hasta la tarde noche en que salimos a comer, cada quien tomada de la mano de nuestro habitual usuario por ley. Pedro quedó formalmente de llevar a Dalita al día siguiente a la casa “para que las tortilleras se bañen juntas”, mientras ellos se iban a trabajar.
El lunes, después de desayunar, llegaron Pedro y Dalita. Apenas partió la camioneta con todos los trabajadores, Dalita y yo pedimos un taxi que nos llevó al nidito de amor de Bernabé. Sí, su estudio donde se coge a todas, menos a su esposa. Nos recibió desnudo. Hice la presentación.
–¡Mucho gusto! –dijo Dalita dándole un beso en los labios a Bernabé, metiéndole la lengua y estrechándole la mano derecha, pero con la izquierda le dio varios jalones al pellejo de la verga que creció como resorte.
–El gusto es mío –dijo Bernabé con voz lujuriosa acariciándole las tetas a dos manos cuando se la soltó Dalita (la mano del saludo, porque con la otra siguió dándole jalones a la verga).
En un breve tiempo, Bernabé ya le había quitado la blusa y el sostén a mi amada y se puso a mamar. Dalita, con la mano derecha le acariciaba el pelo, pero la izquierda seguía con una vigorizante chaqueta. La cara de mi novia, con los ojos cerrados y la boca semiabierta, mostraba el placer que le causaba conocer a Bernabé. Le bajé la falda y los calzones. Levantó los pies un poco alternadamente para que panty y zapatos salieran.
–Llevémosla a la cama para cogérnosla, mi amor –me dijo mi amante mientras cargaba a Dalita, quien no soltó la tranca en todo el trayecto.
Bernabé colocó en la cama a Dalita y ella, con otro beso, se acomodó a Bernabé sobre el cuerpo y soltó la verga hasta que ella se encajó ese delicioso palote, que yo veía riquísimo. Me desvestí para masturbarme. Me acomodé entre las piernas del macho para acariciar con mi pecho sus nalgas y besar las piernas de Dalita que rodeaban la cintura de Bernabé para sentir más profundamente las estocadas. Los quejidos de mi novia se volvieron francos gritos pues Bernabé le mamaba las chiches a la par que le hundía la tranca.
–¡Cógeme! ¡Cógeme, papacito! –gritaba –¡Puto, coges riquísimo! –volvió a gritar y aflojó completamente el cuerpo.
–Primera entrada, primer batazo y jonrón –dijo Bernabé sonriendo sobre Dalita inconsciente.
Al sacarle el falo, salió mucho líquido. Bernabé bajó a atragantarse del escurrimiento; y yo al ver la verga reluciente y mojada, me fui con la boca abierta para cubrirla. Los dos bebíamos el mismo sabor.
–¡Espera, Mar, que me vas a sacar la leche! No seas avorazada –gritó mi amante, poniéndose en 69 para saborear mi sexo.
Entendí que debería moderarme para que la diversión nos durara más a todos.
–Me regaron desde el viernes, tómate el tamal con leche –le dije al tallarle mi pubis en la cara.
–A las dos se las cogieron hace como una hora, saben a leche fresca, pero también se mezcla el sabor a panocha de puta muy cogida.
–Juntamos a nuestros maridos sábado y domingo para usarlos mucho y traerte mucha leche por todos lados –expliqué.
–¿También tú tienes tetas con crema? –me preguntó, seguramente en alusión a lo que probó en las chiches de Dalita.
–No creo, la cubana que le hice al esposo de Dalita me la tragué casi toda, el palo es largo y mis tetas no son como las de ella.
–Pero saben muy ricas, mi amor –dijo Dalita, quien ya había regresado en sí.
–¿Te sientes bien, mi amor? Perdiste el conocimiento –le dije a Dalita y me fui sobre su cuerpo, tallé mi pubis con el de ella, tomé una teta en cada mano y la besé.
–¿Cuántos años tienes, Bernabé? –le preguntó cuando terminé de besarla.
–Este año cumpliré 70.
–¡No mames…! –exclamó Dalita–. ¡Coges con el fervor de uno de 30!
–Las ganas me las dan las putas hermosas y buenotas como ustedes –le contestó mi amante.
–Pero esto está durísimo –insistió mi novia moviéndole el palo de un lado a otro.
–Mientras no me venga, seguirá así, preciosa chichona –dijo Bernabé sobándole las tetas a Dalita–, pero, por si las dudas, me tomé una pastillita azul.
–Tramposo… –dijo esbozando una sonrisa , dándole jalones más vigorosos al miembro, antes de metérselo a la boca.
Yo me fui a apoyarla en las caricias orales, chupándole uno a uno los huevos y él nos miraba feliz acariciándonos las cabelleras. Al rato, Dalita pidió un trago de licor, pero Bernabé le dijo que no tenía más que vodka. Nos trajo un vaso con jugo de tomate con una varita de apio y poco vodka. Dalita le dio un gran trago y protestó.
–No seas codo, ponle más alcohol –exigió regresándole el vaso.
Al volver, le regresó el vaso, que se veía más cargado, y prendió un cigarro, ofreciéndonos también. Yo lo rechacé, pero Dalita, después de darle un gran trago a su bebida, y hacer un gesto de aprobación le dijo “¿Sólo de esos tienes?”. Bernardo se encogió de hombros y dijo “Perdón, de estos fumo y no tengo de otros”
–No me refería a tabaco, tontito… –aclaró Dalita–. No me digas que no fumas mota.
–Yo no, pero a Teya, mi exesposa, quien sigue cogiendo conmigo, le gusta que se la cojan. Quizá en el cajón haya algún carrujo de ella –dijo señalando al buró.
–¡Dicen que es muy rico coger así! –exclamó Dalita con una cara de alegría, lanzándose hacia un lado de la cama para abrir el cajón del buró; haciéndome recordar los comentarios de Tita y de Stella–. ¡Sí, hay dos! ¿Quieren? –Yo me negué y Bernabé tomó uno.
–Dejemos uno allí, para cuando ella venga – explicó al volverlo a poner dentro del cajón y le ofreció fuego a Dalita.
–¡Está muy rica! –dijo mi novia aspirando profundamente–. Pruébala, mi amor –me dijo ofreciéndome la bacha y yo hice un mohín de desagrado.
Bernardo se levantó para abrir la ventana y me di cuenta que traía el pene flácido, señal de que se le había bajado la calentura. Platicamos de intrascendencias mientras tomábamos la bebida y ellos fumaban. Dalita empezó a decir incoherencias y, en voz baja le reclamé a Bernabé “Mira lo que hiciste”. Él también en voz baja me señaló que al rato se le pasaría. Pues se acabó el carrujo y se empezó a poner más necia.
–Mi amor, quiero ver cómo te limpia tu amante la leche de nuestros cornudos –empujando a Bernabé hacia mí.
Nos pusimos en 69 y comenzó el juego. Bernabé me limpió las ingles, luego siguió con las piernas y los pies. Cuando me volteó para ponerme bocabajo, vi que Dalita estaba en pleno autoplacer: con la mano izquierda se amasaba sus hermosas tetas y con la otra se daba gusto metiéndose los dedos y tallándose el clítoris que parecía un dedo más de tanto que le había crecido.
La lengua de Bernabé recorrió mis nalgas, mi ano, la cintura y subió por la espalda hasta la nuca. ¡Yo estaba en la gloria! Sentí la verga entrando en mi vagina y me puse a dar gritos al sentir tantos orgasmos seguido y los lametones en el cuello y bajaban por los brazos, los cuales extendió para lamer mis axilas y comencé a reír. El bombeo del pene continuaba y yo pedí paz, pero no fui escuchada y me desmayé.
Ante mi silencio, Bernabé dijo “¡Van dos!”, y soltó un chorro de semen justamente cuando desperté del letargo amoroso donde yo había caído.
–¡Ven acá, puto cogelón! –dijo Dalita y se sentó en la cara de Bernabé para masturbarse con la nariz de mi amado.
Bernabé la sustuvo de las nalgas y le dio con la lengua en la raja, el periné y el culo. Dalita gritaba “¡Puto, puto, puto…!” Sin descanso y soltaba mucho flujo, hasta que cayó hacia la cama sollozando intermitentemente. La cara de Bernabé tenía algo similar a un baño de gelatina. En las barbas y en los bigotes traía grumos de atole. Él recogía con la lengua y dedos lo que podía para metérselo a la boca. “¡Qué rico atole me dejó tu puta!”, exclamó y me uní a la limpieza de su cara, ¡a pura lengua! Llenándonos uno a otro de besos con el amor que Dalita había soltado en chorros.
Terminada esa tarea de limpieza, fui a abrevar de la panocha de mi nena y Bernabé la llenó de besos y mamadas en las tetas. Dalita continuaba diciendo “¡Puto, puto, puto…!” en voz baja y sin descanso hasta que quedó dormida. Aproveché que el viagra continuaba vigente y, enculada de cucharita, me dormí.
Al despertar, Dalita ya estaba mejor, sólo con los ojos enrojecidos. Nos metimos a bañar y ninguno pidió más acción. Bernardo le dio un frasco de colirio a Dalita y ella se puso en los ojos. Al poco rato de que nos vestimos llegó el taxi que pidió Bernabé para nosotras.
–¿Cómo estuvo la cogida, mi amor? –le pregunté a Dalita.
–Tu puto me cogió con más ganas que los veinteañeros que me tiré en casa cuando mi marido dormía borracho –me contestó emocionada.
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