Besos en la frente
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por panchogel.
Sabina, esa rola me daba mucha curiosidad ya que en pocas palabras la canción dice que las chicas no agraciadas no se contienen a la hora del sexo, y son mejores que las bonitas protocolarias, “pinche Sabina, no que siempre trae a pura reina, también le tocó perder al ogt”, es la conclusión más lógica a la que se puede llegar.
Fue hasta que entré a un trabajo nocturno de capturista y conocí a Elena que decidí investigar el mensaje de la canción. Elena tenía su gracia, era bajita, delgada, seria, femenina y nada pero nada bonita; claro que en ese trabajo todos a la tercera noche ya teníamos unas caritas que pa´su mecha, parecía que le habíamos vendido el alma al diablo; aun así ella destacaba por su singular rostro de ojos pequeños, labios delgados, y cejas aún más delgadas, todo junto con la nariz acomodado de forma extraña…, se encontraba entre un Picasso y un pokemón.
Yo no soy el mega galán ni un Brad Pit pero sin duda soy atractivo; y me di cuenta de que yo no le era indiferente, así que decidí empezar a ver por dónde iba la cosa -besos en la frente, nadie trata de ir más allá, ¡yo quise probar!-, una rola que invitaba a otra perspectiva, me terminé de convencer una noche que estaba tonteando en lugar de trabar y Elena se paró al baño, en ese momento me di cuenta de sus nachitas paraditas y apretaditas “ah cabrón, ¿y eso?”.
A partir de ahí la saludaba y despedía con más atención, mis amigos y compañeros nada decían, sólo se reían los cabrones. La oportunidad de lujo se dio una ocasión que estaba punto de llegar tarde a la oficina, salí corriendo del metro y la vi subirse a un micro “ahí va Elena”, me subí de volada al transporte, más para alcanzarla que para llegar a tiempo y le hice la plática.
Empecé con la clásica: rondines para saludarla, convidarle algún dulce, preguntarle cómo iba con sus capturas; ella cedía poco a poco, aunque en ocasiones se retraía conforme yo intentaba acercarme, “triste vieja, todavía que te voy a hacer el favor te pones tus moños”.
Al final de cuentas cedió, aceptó una invitación para el cine, así empezó una historia interesante en la que cada que podía confirmaba que esas nachitas prometían, algo muuuy rico. Seguimos saliendo y al poco tiempo me ofrecieron un mejor trabajo con un sueldo decente y lo más importante: de día.
De manera que dejé ese trabajo pero no a Elena “ya estoy en esto hasta las orejas, ora le sigo” y le seguí, la recogía en el metro para dejarla, le hacía presentes, salíamos cuando ella descansaba; en una de las ocasiones en que la recogí en el metro me sacó totalmente de onda, estaba muy risueña, brincando de aquí para allá, inquieta como quinceañera “hoy es cuando”, me dije, así que al besarla para despedirme la apreté de más y le acaricie sus apretadas y ricas nachitas, ella sólo dijo que nos fuéramos, que no quería entrar a trabajar.
-¿A dónde?, pregunté
-¿Te digo?, respondió
No había nada que pensar, compramos preservativos y nos lanzamos al hotel. Si bien nos fuimos fajando y cachondenado no había nada de espectacular de momento, así que me más bien me acordé de la rola del Capetillo –la que ya ni se pinta la boca, defraudada de coquetear- “espero que se ponga mejor”, me sentía en una caricatura o una película turca sin subtítulos en español.
No sabía en la que me metía. Entramos al cuarto y enseguida la levanté a ella, al suéter y la blusa, y mordisqué y besé sus pezones mientras le apretaba las nalgas, Elena comenzó a gritar y a apretarme fuerte contra su pecho.
Ya acostados le desabroché el pantalón e intenté bajárselo, intenté porque esa madre estaba tan apretada que no salía.
-espera, dijo mientras se lo quitaba.
Mientras yo hacía lo propio con mi ropa, por fin sin estorbos me puse el condón y la recosté, durante todo el pre ella se dejaba hacer, pero con sus gritos y respiración alterada me daba cuenta de que le gustaba; al momento de penetrarla fue cuando empezó lo realmente rico; era muy estrecha así que me quedé fascinado con la sensación y comencé poco a poco, pero ella no lo quería así, quería coger en serio y me dijo que me moviera más rápido “al cliente lo que pida, y a las apretaditas una tilinisa no les cae mal”, pero ella no quería una tilinisa, quería una megaverguisa, quería morder, despeinar, arañar, aullar.
Yo como tarado nomás pensaba que ese hoyito estaba bien apretado y me dejaba marcar, de repente mi estómago comenzó a temblar y me vine, ella me quitó el condón, tomó mi miembro y lo limpió, ¡futa! Es de las mamadas que siempre recordaré, no sólo lo limpió sino que me provocó otra erección ante la que puso el siguiente condón y se montó, al tiempo que me enterraba las uñas en el pecho, me veía con violencia, y gritaba.
“Ahora voy yo” la tomé de la cadera y moví la cintura para ensartarla con fuerza, Elena, sólo gritaba y gemía, pero con su mirada me dijo “así cabrón, como hombre”, la tomé de la cabeza y la besé, al tiempo que la giraba para quedar sobre ella y disfrutar de su pequeña vagina, le dí con más fuerza mientras ella invocaba al padre, al hijo o al espíritu santo “llama a quien quieras, pero de esta no te salvas”.
Le di vuelta y la paré de nalgas, “esas ahora son mis nachitas”, la nalgueé y masajee con fuerza y me acomodé para penetrarla, en cuanto tuve la punta adentró la tomé del cabello y la obligué a que me viera, se la dejé ir con fuerza, gimió y apretó las manos, la tuve así un rato, con movimientos cortos pero fuertes.
La puse boca arriba y le cerré las piernas, “¡aahhhh, carajo!”, dos o tres metidas y me vine de nuevo, esa triste flaca me iba acabar, de nuevo no se esperó, a mamar, poner condón y dale cabrón.
Estuvimos así toda la noche, y al otro día tuve que usar camisa de manga larga y con el cuello abotonado hasta arriba con el bendito calor del verano, en dos semanas no fui a nadar para evitar las clásicas burlas y preguntas de mis amigos de la alberca. Lo que si me quedó claro es que Joaquín Sabina se las sabe con mujeres de todo tipo, guapas y feas y en ambos casos cuesta conquistarlas pero a las feas cuesta aplacarlas.
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