Bolero – Autora Katty Rohn Sex
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El ritual diario era quedar con tres o cuatro amigas a desayunar, aproximadamente a las ocho y pico, tomábamos un desayuno “energético”, tostadas, café con leche, zumo de naranja y en algunas ocasiones una chocolatina.
La conversación que solíamos mantener era siempre la misma, ellas se quejaban de sus maridos, de la vida aburrida y monótona que llevaban, y al final siempre acababan con la misma frase — ¡Jane, tú si que estás bien, no tienes que aguantar a nadie y haces lo que quieres! — siempre realizaban ese comentario absurdo, tenían razón, me encontraba bien e intentaba divertirme lo máximo posible, pero no sabían lo mucho que echaba de menos a mi marido, el pobre falleció hace cuatro años de un infarto, y yo en estos momentos de mi vida, simplemente estaba intentando disfrutarla tal y como a él le hubiese gustado que hiciese. Además, con cuarenta y pocos años creo que me lo merecía, hasta el fatídico día en que faltó mí amado Frank, me dediqué a él única y exclusivamente, le adoraba y lo idolatraba, y aún sigo haciéndolo cada ver que le recuerdo.
Una vez terminábamos el desayuno, nos dirigíamos al gimnasio, algunos días asistíamos a clases de pilates, otros de aeróbic y en pocas ocasiones hacíamos algunos ejercicios aeróbicos en aparatos.
Una vez finalizada nuestra sesión deportiva, nos despedíamos y nos íbamos cada una a nuestras casas, solían ser aproximadamente las diez y poco de la mañana. Ninguna de nosotras nos duchábamos en el centro deportivo, vivíamos en la misma calle y preferíamos hacerlo tranquilamente en casa.
Como todos los días, ayer llegué a mi casa, nada más entrar me dirigí a mi ordenador que se encontraba en el despacho, una habitación que habíamos habilitado mi marido y yo para poder trabajar y que se encontraba junto a la habitación de matrimonio. Inserté un CD de música clásica, concretamente “Grandes clásicos Vol. III”, quería música suave y relajante, bastante bachata, merengue, reggaeton y otros bailes, escuchaba en el gym. Lo puse en marcha y subí el volumen, lo suficiente para que se escuchase en toda la estancia de mi casa pero sin llegar a molestar a los vecinos, la duración era de aproximadamente una hora, pero solía ponerlo siempre en modo automático de reproducción, de tal forma que cuando acababa comenzaba otra vez, así no tenía que preocuparme en toda la mañana de darle al play o volver a poner otro.
Me dirigí a mi habitación de matrimonio, todavía tenia la cama sin hacer, me despojé del ligero y ceñido “TOP” que utilizaba en el gimnasio, era negro, especial para exaltar los pechos, en ocasiones pensaba que más que ir al centro deportivo a practicar deporte, lo que hacia era ir a provocar a algún hombre ávido de nuevas experiencias, no lo sé, es una simple reflexión. Me despojé lentamente de las mayas, calcetines tobilleros y las zapatillas, y me dejé caer sobre la cama, transversalmente a ésta, con las piernas colgando, completamente desnuda, notando la corriente de aire que entraba por el balcón que se encontraba a escaso un metro de la cama. No me importaba que se encontrase abierto, las posibilidades de que me viesen otros vecinos eran mínimas, solo me podría ver una pareja de chicas jóvenes, bueno no tan jóvenes, de unos treinta años que vivían justo en el edificio de enfrente y que en algunas ocasiones nos habíamos saludado desde la barandilla del balcón, al mismo tiempo que regábamos las plantas o simplemente veíamos el ambiente que había en la calle.
Permanecí apenas un par de minutos sobre la cama, pero el aire caliente que entraba era insoportable, estaba siendo uno de los veranos más calurosos de los últimos años, me levanté de un salto y me dirigí hacia las puertas del balcón, las cerré y encendí el aire acondicionado. Los cristales de las puertas eran especiales, de esos que no te pueden ver desde fuera, de tal forma que yo podía ver el exterior pero a la inversa era imposible, salvo en los casos en los que la luz exterior es inferior a la interior.
Me dirigí al cuarto de baño privado de la habitación, abrí el agua caliente y regulé la temperatura a mi gusto, más bien caliente que fría. Como era habitual en muchas ocasiones, aproveché para depilarme las piernas y mi entrepierna, me gustaba llevar mi vello púbico depilado, algo que nunca me dejó mi amado esposo que hiciese, pero ahora era diferente, me gustaba y lo hacía con regularidad, y sobre todo en las pocas relaciones sexuales que había mantenido en estos cuatro últimos años pude comprobar que a los hombres también les gustaba.
Después de la revitalizante ducha, procedí a ponerme todas las cremas que habitualmente utilizaba, para los pies, para las piernas, para la barriguita y celulitis, para reafirmar mis pechos, y por supuesto las de la cara. Todo este esfuerzo diario era recompensado por los típicos comentarios de quienes siempre que se enteraban de mi edad me decían con asombro — ¡Pues aparentas muchos menos! —, mi buen dinero me costaba.
Esa mañana me encontraba rara, especialmente excitada sexualmente, en principio sin una causa aparente, solo encontraba dos explicaciones, la primera era que hacía tiempo que no tenía sexo con un hombre y la otra por los piropos, gestos y adulaciones que algunos hombres del gimnasio me habían hecho, algo que a todas las mujeres nos gusta.
Me acosté en la cama, con las piernas abiertas, los brazos estirados y la cabeza apoyada en la almohada, cerré los ojos y dejé volar mi imaginación. Mis pensamientos se agolpaban, recordando los momentos tan estupendos de sexo que pasé con mi Frank, algunas relaciones esporádicas que tuve durante estos cuatro años con otros hombres, en definitiva era un vatu burrillo de pensamientos que venían a mi cerebro y que se enredaban entre ellos sin seguir un orden lógico ni siquiera cronológico pero consiguiendo aumentar mi excitación.
En definitiva, cada momento que pasaba me encontraba más caliente, comencé a tocarme y acariciarme por el cuello, sentía una sensación agradable, e incluso imaginaba que era otra persona la que lo estaba haciendo.
En la soledad e intimidad de mi habitación y como fondo la música de la “Quinta sinfonía de Beethoven” que sonaba en ese momento desde el ordenador, la llama del deseo de mi cuerpo se extrapolaba a niveles olvidados, no sé lo que pasaba, solo sé que mis manos iban por libre, parecían autónomas, se deslizaron por mi cuello hasta llegar a mis pechos, acariciándolos dulcemente, frotando primero uno y luego el otro, consiguiendo que los pezones se pusiesen duros, frutos de la excitación.
Siguiendo con la autonomía de mis manos, me llevé un dedo a la boca, mojándolo con saliva, volviendo de inmediato este dedo a uno de mis pezones y con movimientos circulares, masajeándolo dulcemente, sin prisa pero sin pausa, aumentando si cabe la posibilidad de mi deseo carnal. Mis brazos dejaron de acariciar mis pechos, no antes de apretarlos y comprobar lo duros que se encontraban. Los brazos se entrecruzaron sobre mis duras tetas, alcanzando la mano izquierda la zona que se encuentra bajo mi axila, cerca del inicio de pecho, pero sin tocar éste, esa zona que a todas las mujeres nos gusta que acaricien los hombres y muy pocos saben que es una de nuestras zonas más erógenas, algo que sabía y dominaba mi amado esposo. La mano derecha hacía lo mismo pero en el lado opuesto, con suavidad, con ternura, con deseo y provocando en mí un estremecimiento ya olvidado.
Sé que suena raro, pero repito que mis manos parecían poseídas, como si no fuesen mías, ellas seguían su camino, independientemente de mis deseos y produciendo en mí un estado de éxtasis extremo.
Siguiendo su independencia, mis manos bajaron por mi cuerpo, buscando desesperadamente mi ombligo, con suavidad lo rozaba, produciendo un ligero cosquilleo que desembocaba en placer. Mi cuerpo se estiraba, me subía hacía la cabecera de la cama, como si quisiera que esas manos desconocidas, o quizás no tanto, se fueran acercando a mi templo, a mi tesoro, a ese tesoro tan desaprovechado últimamente y que bien conocía Frank.
Finalmente, las manos, se movían formando figuras geométricas sobre lo que podría ser mi vello púbico, mi monte de venus, es como si intentasen rizar el vello que no existía, es como si mi marido estuviese jugando con ellos al igual que lo hacía en los momentos de locura y frenesí que viví con él.
En ese instante, comenzó a sonar desde mi ordenador el “Bolero de Ravel”, una obra maestra, considerada como una de las piezas de la música clásica más erótica que nadie haya compuesto. Recuerdo la escena de la película “Bolero”, interpretada por Bo Derek, la que fue considerada la mujer 10, ella al ritmo del “Bolero de Ravel” se entregaba con desenfreno a los brazos de su amado.
El sonido flojo y pausado de los clarinetes comenzaban a sonar en el bolero, mis manos llegaron a mi inflamado y excitado clítoris, la suavidad de mis dedos lo frotaron, lentamente, siguiendo el ritmo de la música. Según se iban incorporando instrumentos al bolero, con su consecuente aumento del sonido, los dedos se aceleraban, me apretaban el clítoris, en ocasiones resbalaban sobre mis labios carnosos, rojizos y lubricados por los líquidos que demostraban la excitación que estaba sufriendo. Catorce minutos aproximadamente duraba el bolero, catorce minutos de placer, mi cuerpo se retorcía, temblaba de éxtasis, y cuando la pieza clásica llegaba al máximo de ritmos armónicos, un dedo de una de mis manos entraba y salía de mi vagina, aumentando la frecuencia y el ritmo al mismo son que el sonido que escuchaba mis oídos, y con los dedos de la otra mano frotaba más y más mi clítoris. Cuando estaba terminando de sonar el bolero, alcancé un orgasmo descomunal, un placer que hacía tiempo que no había tenido, concretamente más de cuatro años, un placer que solo mi amado Frank sabía darme, las sabanas mojadas por mis fluidos eran el fiel testigo del momento que había vivido.
Mi cuerpo se estremecía y al mismo tiempo se relajaba, estiré los brazos poniéndolos en cruz, con los pensamientos ausentes completamente, no pensaba en nada, ni quería pensar, solo quería disfrutar del momento.
De repente abrí los ojos y comencé a reír, al mismo tiempo que en susurro decía — ¡Qué cabrón que eres mi amado Frank, has vuelto! —, es como si notase la presencia de él, volví a cerrar los ojos y ladeando la cabeza, intenté recuperarme de tan maravilloso momento y noté como se derramaban unas lágrimas por mi mejillas, le echaba mucho de menos y le añoraba profundamente.
No sé cuanto tiempo permanecí transpuesta, media hora, una o quizás un poco más. Estaba todavía en la misma posición, con la cabeza ladeada en la almohada, dirigida hacia la ventana, me encontraba genial, la sensación de tranquilidad era bestial, en esos momentos sonaba una obra de Verdi, no recuerdo cual, pero me producía relajación. Abrí los ojos y miré hacia el infinito, en dirección a mi balcón, quería ver el cielo, lo bonito que estaba en esos momentos, parecía como si las nubes se moviesen lentamente, y me daba la impresión de que estaba flotando en una de ellas.
De repente, algo me llamo la atención, había alguien en el balcón de enfrente, el de las chicas jóvenes. En principio, y tras tener tanto rato los ojos mirando al infinito no podía apreciar quien se encontraba. Me restregué los ojos, y me quedé mirando fijamente hacia allí. Me incorporé un poco en la cama y pude ver que una de las chicas se encontraba desnuda, algo habitual en ellas, parece ser que les gustaba ir cómodas para poder aguantar el calor sofocante. Desvié la mirada hacia la ventana que se encontraba junto a su balcón, ésta pertenecía al comedor de su casa, pude observar como se encontraba la otra chica sentada en el sofá, también completamente desnuda. Esta segunda joven se levantó, se dirigió al pasillo y desapareció de mi visión.
A los pocos segundos apareció con dos chicos jóvenes, posiblemente, un poco más que ellas, iban vestidos con traje y corbata, cada uno llevaba un maletín, su apariencia era la de los comerciales que tantas veces nos llaman al timbre para vendernos algo. La chica debió de invitarles a sentarse en el sillón, ellos se miraron y sin decir nada se sentaron. Ella se fue en busca de su amiga, al mismo tiempo ellos hacían gestos y hablaban, parecían sorprendidos de cómo les había recibido la joven.
Volvieron las dos, todavía como su madre las había traído al mundo, y ellos volvieron a mirarse, más sorprendidos si cabía. Comenzaron a hablar los cuatro, ellos sacaron unos papeles de sus maletines y hacían gestos como si estuviesen dándoles algún tipo de explicación. Una de ellas se levantó y se fue, al momento apareció con una botella de vino y cuatro copas, las sirvió y siguieron hablando.
Aproveché para ir al despacho y de una estantería cogí unos prismáticos que utilizaba mi marido para visualizar la lluvia de estrellas que se producían todos los años en verano. Quería ver mejor la escena que se estaba produciendo en la casa de enfrente, me parecía una situación excitante, ellas desnudas y ellos trajeados. Rápidamente volví a mi habitación y me senté en la cama.
Puse mis ojos en los prismáticos y los dirigí hacia la ventana, me llevé una sorpresa, las dos chicas estaban besándose, al mismo tiempo que se estaban tocando mutuamente sus pechos, se acariciaban, se tocaban por todo el cuerpo con extremado deseo. Ellos miraban la escena, esgrimían una ligera sonrisa, quizás un poco nerviosa, por la escena que estaban observando.
Por un momento las chicas dejaron su juego erótico y una de ellas se dirigió a ellos, no sé lo que le diría, simplemente me quedé perpleja de lo que ocurrió. Uno de ellos se levantó del sillón y rápidamente sacó su miembro viril por la cremallera, estaba excitado, algo lógico viendo el numerito que ellas habían organizado. Tras el movimiento de él, su amigo o compañero, se acercó hacia el miembro eréctil y comenzó a masturbarlo e inmediatamente a chupar la punta. Me quedé con la boca abierta, nunca había visto nada igual. Las chicas comenzaron a reírse y siguieron con sus juegos eróticos. Una de ellas masajeaba la entrepierna de la otra, también estaba masturbándola.
Ellas eran las que dominaban la situación, ellos simplemente obedecían las órdenes de éstas. Una de ellas se volvió a dirigir a los chicos, e inmediatamente el chico que se encontraba sentado, se levantó y se desnudó por completo, dejando a la vista su falo, se encontraba totalmente empalmado. El otro chico hizo lo mismo, se desnudó y ambos se quedaron mirando a las chicas, estaban esperando instrucciones. Una de ellas alargó el brazo y de detrás del sofá sacó un tremenda polla de látex, con sendos penes en ambos extremos, también cogió un frasco pequeño.
En estos momentos y después del estupor y el rubor de los primeros momentos, comencé a excitarme, la mano que tenía libre y no sujetaba los prismáticos, me acariciaba mi clítoris, estaba sufriendo un calentamiento como el que había tenido cuando volví del gimnasio. En ese preciso instante comenzaba de nuevo a sonar el “Bolero de Ravel”, la melodía y lo que estaba presenciando me estaba produciendo que aumentase mi deseo de aliviarme sexualmente, deseaba volver a correrme, llegar al clímax.
La chica que había cogido la doble polla de látex o goma, la verdad es que no sé de que material podría ser, le echó un poco del líquido del frasco en ambas puntas y se introdujo en su vagina una de ellas, la otra chica se dirigió a los chicos, imagino que dando alguna instrucción nueva, al mismo tiempo ella también se introducía el otro extremo del juguete sexual en su vagina, de forma lenta, empezaron ambas a moverse, introduciendo y sacando las puntas de sus jugosos y lubricados templos, se estaban follando lentamente, es como si estuviesen escuchando la melodía del bolero, cada vez iban intensificando el ritmo del mete y saca.
Mientras, y supongo que siguiendo las ordenes de las chicas, uno de ellos se sentó en sofá apoyado su espalda, dejando su pene en posición vertical, tieso como una barra de hierro y duro como una piedra, como si estuviese esperando algo, aprovechaba a masturbarse mientras veía el desenfreno de las chicas. El otro chico cogió el frasco que habían dejado ellas sobre el sofá y se echó una cantidad en su mano derecha, la acercó a la polla de su amigo que se encontraba sentado y comenzó a embadurnarlo, realizándole un masaje hacia arriba y abajo, frotándole la punta, hasta que paró y se sentó sobre el tremendo atributo, introduciéndolo lentamente en su ano, al principio lentamente, poniendo cara de dolor, pero rápidamente su gesto cambió, el placer estaba sustituyendo el mal estar inicial. Comenzó a follar con su amigo, ellas seguían disfrutando locamente del juguetito, se miraban entre los cuatro, aumentando su excitación y aprovechando el momento inesperado que se les había presentado.
Yo seguía observando en la distancia, masturbándome, metiéndome los dedos en mi vagina, mezclando lo que estaba viviendo con pensamientos que se me agolpaban en mi mente, pensamientos de vicio y deseo, recordaba las sesiones sexuales con mi amado Frank, lo bien que follaba y cuanto me hizo disfrutar durante tantos años. Inmediatamente me acordé de un regalo que me hizo un par de años antes de morir, me levanté y me dirigí al armario de la habitación, saqué una caja negra con cierre dorado, la abrí, y allí dentro se encontraba “Frank Jr.”, así le llamábamos mi esposo y yo, era un pene de látex, pero no uno convencional, era el pene de mi querido Frank, lo encargó en China a través de Internet, era una reproducción exacta, con su misma punta redondeada y suave, sus pliegues, sus venas y sus testículos apretaditos, exactamente igual que el falo de él, la única diferencia es que en la base tenía una ventosa para facilitar el agarre a cualquier superficie. Frank siempre me decía — Cuando no esté yo, puedes disfrutar con algo de mí, así te acordaras de nuestros momentos vividos. —, como para olvidarlo, era estupendo en la cama, hasta ahora no había encontrado nadie que hubiese alcanzado el nivel de su actividad sexual, era seductor y muy generoso en la cama, o mejor dicho en cualquier sitio donde dábamos rienda suelta a nuestros instintos básicos.
Me dirigí hacia el espacio de los cristales del balcón y la cama, cogí un “puff” que tenía a los pies de mi cama, puse a “Frank Jr.” en el centro, sujeto fuertemente con la ventosa para que no se moviese, y con suavidad, me lo introduje poco a poco en mi coñito húmedo, cogí los prismáticos y seguí observando a mis vecinos, al mismo tiempo subía y bajaba sobre la copia de la polla de Frank, manteniendo el ritmo que en ese momento sonaba del bolero. El placer que estaba sintiendo imaginándome a mi esposo tumbado mientras me ponía encima de él y me follaba, se mezclaba con lo que estaba viendo.
Durante este escaso tiempo, una de las chicas se había puesto encima del chico que se encontraba arriba, éste estaba siendo penetrado por su amigo, y ella dándole la espalda se había introducido su miembro eréctil, estaba follándoselo como una loca, no paraba de cabalgar sobre él. Su amiga seguía introduciéndose el falo de goma al mismo tiempo que se morreaba con el chico que se encontraba abajo y alargando una de las manos masajeaba el clítoris de su amiga que estaba siendo follada.
La situación era límite, ellos follando y disfrutando, y yo enloquecida con la entrada y salida de “Frank Jr.”, al mismo tiempo que el bolero sonaba sus últimos compases, en un clímax de sonido, produciendo toda esta combinación un tremendo orgasmo en mí, saliendo a borbotones mis fluidos, dejé caer los prismáticos por el estremecimiento de mi cuerpo, las piernas me temblaban, me estaba emborrachando de placer, y las chicas, junto a los chicos sufrieron también una corrida al unísono, es como si todos estuviésemos escuchando el bolero y supiésemos que debíamos de terminar juntos.
Todos nos quedamos quietos, disfrutando del momento, de nuestro placer, relajados e intentando recuperar el aliento y el resuello que nos había producido toda esta experiencia.
¡Uf!, era algo totalmente distinto a todo lo que había vivido hasta ese momento, y Frank, como siempre, había estado presente en este maravilloso momento — ¡Joder Frank, cuanto te echo de menos, aunque sé que sigues aquí conmigo! —, volví a susurrar para mí.
Recogí a “Frank Jr.”, lo llevé al cuarto de baño y lo limpié de mis jugos naturales, lo guardé en la caja y otra vez al armario. Tranquilamente me di otra ducha y conseguí relajarme. Al salir del baño, me dirigí al balcón, cogí los prismáticos del suelo y volví a mirar hacia mis vecinas.
Estaban todos vestidos, aparentemente era como si no hubiese pasado nada, ellos hablaban y gesticulaban dirigiéndose a ellas, finalmente, con un papel o documento que habían sacado del maletín, se lo acercaron a ellas y vi como firmaban, posiblemente ellos consiguieron su objetivo de firmar un contrato o lo que sea, y además se habían llevado un polvo o una buena corrida. No les salió mal la visita. Con dos besos a cada una de ellas se despidieron y desparecieron de mi visión.
Había trascurrido la mayor parte de la mañana, debía de ser el mediodía y no había hecho nada de las tareas caseras, bueno…. follarme, desahogarme y disfrutar de la soledad de mi casa. La verdad es que no me esperaba que el día fuese tan entretenido, sigo pensando que ese día me pasaba algo especial, mi nivel de excitación y de deseo sexual no era normal. Tenía las hormonas alteradas, solo pensaba en follar y follar, a pesar de haber sufrido a lo largo de la mañana una cascada de orgasmos. Me acuerdo de los comentarios de mis amigas — Ahora puedes follar con quien quieras y cuando quieras —, qué inocentes son, no se dan cuenta que cuando quieres no tienes a nadie cerca que te pueda aliviar ese deseo, y en ocasiones consigues un ligue y por circunstancias no te produce la excitación necesaria para tener un buen polvo. Es triste pero así es, pero menos mal que siempre existe el recuerdo de nuestras experiencias, esas que nos permiten excitarnos lo suficiente para autosatisfacernos, y como había ocurrido ayer, también pueden existir agentes externos que nos provoquen esa subida de temperatura que dé rienda suelta a nuestra excitación. Y por supuesto, en mi caso lo más importante es saber, notar, sentir y comprobar que mi Frank siempre está a mi lado.
El resto del día fue normal, limpié un poco la casa, ordené el comedor y me puse a cocinar, hoy me tocaba en el menú de mi régimen comer marisco, con lo afrodisíaco que era…..¡Uff!….era lo que me faltaba para seguir el calentón que llevaba todo el día, pero bueno, la dieta era la dieta.
Comí tranquilamente viendo la televisión, las noticias concretamente, es lo que me gustaba, siempre quería estar informada de todo lo que pasaba. Cuando estaba fregando los pocos platos y sartenes que había utilizado, me di cuenta que aún tenía puesta la música del ordenador, estaba sonando “el lago de los cisnes”, otra obra sensacional y relajante, decidí dejar que siguiese sonando y tras terminar con mis tareas en la cocina decidí acostarme a descansar.
Aunque no era habitual, decidí acostarme desnuda, al principio no paraba de pensar en todas las situaciones eróticas y sexuales que había vivido durante la mañana, pero al poco tiempo me quedé dormida.
A las cuatro y media de la tarde y mientras seguía disfrutando de la siesta, sonó el timbre de la puerta de mi casa, las timbradas fueron dos toques, una breve parada y dos toques más, exactamente igual que lo hacía mi vecina cuando me llamaba.
Confiada en que era ella y que quería pedirme algún favor, me levanté y me dirigí a abrir la puerta. Como seguía desnuda, abrí un poco y asomé ligeramente mi cabeza, me llevé una gran sorpresa, no era mi vecina. Detrás de la puerta se encontraba un hombre joven apuesto, alto, guapo, vestido de traje y corbata, llevaba un maletín en una de sus manos. No le dejé que dijese nada — ¡Perdón, espere un momento y ahora le atenderé! —, le dije, pudiendo ver cómo el joven miraba por encima de mí y esgrimía una ligera sonrisa — ¡Perfecto, no se preocupe! —, dijo él mientras yo cerraba la puerta.
Fui a mi habitación, cogí una bata de las que solemos decir las mujeres de “estar por casa”, era de color fucsia y cortita, dejaba mis piernas al aire, era una prenda muy fresquita para andar cómoda. Llegué al recibidor, me detuve delante de un espejo que había en la pared, justo enfrente de la puerta, me acicalé el pelo, y comprobé que iba correcta, que la prenda que me había puesto cubría mi cuerpo lo suficiente como para poder atender al joven. En ese momento frente al espejo, me di cuenta de un detalle — ¡Joder, qué cabrón! ya sé por qué se ha reído, me ha visto desnuda a través del espejo —, no me importó, al contrario, me pareció gracioso que se produjera esa anécdota de una forma tan espontánea y natural.
Abrí la puerta y allí se encontraba el joven, nada más verme extendió su mano derecha para saludarme y estrechar la mía, al mismo tiempo que me mostraba una sonrisa encantadora, comenzó a hablar, realizando una presentación rápida y acelerada, mecanizada, seguro que lo había aprendido en algún curso de técnicas de ventas. Sinceramente no me enteré mucho de lo que me decía, así que decidí invitarle a pasar y que me explicase de forma más pausada que es lo me estaba ofreciendo, solo había entendido que podía ahorrar un dinero en el recibo de la luz, lo que me pareció interesante, por lo menos debía de escucharle.
Pasamos al comedor y nos sentamos en el sofá cherlon, decidí sentarme a cierta distancia de él, pero en ese momento recordé que con las prisas no me había puesto braguitas y decidí cambiar mi posición y acercarme a él, mantener las rodillas juntas y de esta forma evitar que pudiese ver más de lo que quería que viese.
El joven sacó un papel, al mismo tiempo que me explicaba que trabajaba para una empresa de energía y que venía a ofrecer unos descuentos interesantes en los recibos de la luz. Al sacar el contrato, recordé la escena que había visto por la mañana en casa de las jóvenes vecinas de enfrente, me fijé con más interés en su fisonomía y me di cuenta que era uno de los dos jóvenes que habían disfrutado de la orgía matinal, concretamente era el primer joven que había sacado su pene erecto y que luego había follado a su amigo. ¡Uff!, mi corazón se aceleró por momentos al verle junto a mí y recordando todo.
Seguía explicándome las condiciones ventajosas del contrato que me ofrecía, pero yo estaba ausente en mis pensamientos, le oía pero no le escuchaba, no me enteraba de nada, solo me quedé mirando su semblante cuando me dijo — Puede sacar una factura del recibo de la luz y le hago una comparativa con respecto a nuestras condiciones — evidentemente, le dije que no había ningún problema. Me levanté y me dirigí directamente al mueble del comedor que se encontraba enfrente del sofá, me incliné y abrí el segundo cajón empezando por abajo que es donde solía guardar este tipo de documentos. Percibí que al inclinarme se levantaba mi corta bata y dejaba al aire mi precioso culito y parte de mi templo sexual, no me importaba, desde que había recordado quien era el joven, no paraba de pensar que me gustaría echar un polvo con él, debía de intentar emplear todas mis armas para seducirle. Comprobé levantando la cabeza ligeramente, que en el reflejo del cristal del mueble, donde guardo la cristalería, el joven se había quedado mirando mi culito, abriendo unos grandes ojos, con una mirada lasciva y de deseo, e incluso me pareció que se tocaba su pene por encima del pantalón acomodándolo, quizás porque comenzaba a excitarse por la estimulante y provocadora escena. Pensé que mi primer objetivo ya lo había conseguido, había llamado su atención.
Volví al sofá y le entregué la factura, pero en este caso decidí sentarme en la parte del cherlon y en lugar de juntar mis rodillas, las separé ligeramente, lo suficiente para que si él se fijaba pudiese ver mi entrepierna, quería que disfrutase de la visión de mi sexo, en estos momentos ya estaba húmedo y yo ardía en deseo, me delataban mis pezones duros que se marcaban en la ropa como si tuviese dos botones, estaba dispuesta a jugar todas mis bazas para conseguir seducirle.
Él inició el desglose de mi factura, me daba todo tipo de explicaciones, cuando levantaba su cara para mirarme, siempre desviaba su atención a mi entrepierna y en ocasiones a mis pechos. Sin embargo seguía hablando de las ventajas de contratar con su empresa y sin parar de hacer cálculos. Decidí pasar a la acción, mi objetivo claramente definido en mi pensamiento era que reaccionase, — Me pongo a tu lado, desde aquí no me entero mucho de lo que me estás explicando —, y me senté junto a él, rozando con mi endurecido seno izquierdo su brazo, empujándole ligeramente, asegurándome que percibiese el contacto, al mismo tiempo miraba los documentos que me estaba explicando, pero nada más lejos de mi objetivo, realmente lo que pretendía es que cuando levantase la mirada pudiese observar el canalillo y parte de mis pechos excitados, y funcionó, en varias ocasiones vi que su mirada siempre se desviaba hacia donde yo quería.
Sin embargo no ocurría nada, no estaba dispuesta a que por la mañana se hubiese mostrado tan excitado y cumpliese las órdenes de las jóvenes, follando y jugando con ellas, y a mi no me hiciese caso. Decidí pasar a un nuevo plan de ataque, pensé que quizás era un poco tímido al principio. Alargué mi mano y la deposité sobre su bragueta, rápidamente noté que se encontraba excitado, su pene se encontraba endurecido, él ni se movió, simplemente siguió hablando, aunque su voz se entrecortaba. Empecé a masajearle su pene por el exterior del pantalón, se calló — Sigue explicándome las condiciones, parece que me voy enterando un poco más —, y vaya si me estaba enterando, lo que me estaba dando cuenta es que estaba tremendamente excitado.
Le desabroché la bragueta y saqué su pene erecto, duro como una piedra, separé los papeles y me arrodillé delante de él, me llevé su miembro a la boca y con suavidad comencé a lamerlo, chuparlo, succionando, acariciándolo, al mismo tiempo que con la mano le iba masturbando, subiendo y bajando con movimientos lentos y sincronizados con los lametones. Se reclinó hacia atrás, como si intentase coger una posición más cómoda y consiguiendo que su miembro viril se estirase un poco más, alcanzando un tamaño que me provocaba un mayor deseo de ser penetrada por él.
Mientras seguía con la mamada y sin sacarla de mi boca, alargué los brazos y con movimientos suaves pero demostrando gran maestría, le quité la chaqueta, luego la corbata y finalmente la camisa, continúe succionando, masajeando con mis manos su cuerpo. El joven estaba entregado, no decía nada, solo disfrutaba del momento, gemía y suspiraba con cada lengüetazo que le daba.
Con destreza le desabroché el cinturón del pantalón, los botones y sin que apenas se diese cuenta se los bajé al mismo tiempo que el slip que cubría su miembro. En esta situación ya podía masajearle y chuparle sus pequeños y apretados testículos, al mismo tiempo que seguía masturbando su verga. En pocos minutos noté un cierto saborcillo ácido en la punta, estaba casi a punto de correrse, saqué su polla de mi boca con el fin de que no se produjese su derrame y en ese momento él me agarró por las axilas y con un movimiento rápido y suave me lanzó sobre la parte del cherlon del sofá.
Se amorró a mi coñito ardiente y húmedo, chupándolo y mordisqueando mi abultado clítoris, estaba ardiendo de deseo de que comenzase a actuar sobre mi cuerpo. Acariciaba y masajeaba los labios de mi sexo, lo chupaba una y otra vez, hasta que introdujo uno de los dedos en mi vagina y moviéndolo con suma maestría, consiguió que alcanzase un primer orgasmo. En el clímax de placer le cogí de la cabeza y le apreté hacia mi templo ardiente, produciéndome el segundo orgasmo, inmediatamente detrás del primero.
Me estaba volviendo loca de placer solo con chuparme e introduciendo un solo dedo, me estremecía de gusto solo con pensar cuando me metiera su polla, me tenía en sus manos, derretida de placer.
Me cogió con sus brazos por debajo de los muslos y apretando fuertemente mis glúteos, estiró y me arrimó hacia la esquina del sofá, dejando mi sexo en el aire, sacó una de sus manos y se cogió su miembro, restregándolo con mi clítoris y mis labios humedecidos por mis fluidos y su saliva, me estaba volviendo loca de placer, me estremecía todo el cuerpo, iba encadenando un orgasmo detrás de otro, deseaba fervientemente que me follase, y sin embargo, como si fuese un juego, él seguía restregándose sin hacerlo.
Que locura de placer. Sacó la otra mano y con ella comenzó a presionar simultáneamente mis pechos, se encontraban durísimos, era un torrente de excitación y placer lo que me estaba produciendo, — ¡Ahhhhhhh! —, dije al notar como me introdujo su tremenda polla, —¡Joder cómo te siento, estás impresionante! —, le dije con la voz entrecortada. Él me miró y sin decir nada sonrió, al mismo tiempo que empezó a bombear mi vagina, la metía toda, la sacaba hasta la punta y volvía a entrar, a cada golpe, mis gemidos y gritos comenzaban a ser más intensos, de repente apretó al fondo y sin apenas recorrido, apretaba y soltaba levemente, seguía un compás melódico, sin descanso, y yo al notar todo dentro de mí, me volvía loca, estaba a punto del colapso, — ¡Diosssss! qué pasada, sigue follándome —, me estaba derritiendo en sus brazos, mis fluidos salían por todas partes, por mi piel con el sudor, y en mi templo sexual con mis fluidos naturales, me produjo otro orgasmo descomunal, — ¡Correte, correte, quiero sentirte, quiero notar como bombeas tu semen y llenas toda mi vagina! —, le dije ante el frenesí que me estaba produciendo su vaivén, — ¡Aún no! te voy a hacer que pierdas el sentido —, y tanto que lo estaba consiguiendo, me faltaba poco para desmayarme. Entonces paró, abrí los ojos como pude, ya no me quedaban fuerzas, y me di cuenta que con la corbata que le había quitado me había atado las manos a la espalda, no me enteré de nada, había sido muy fino y sutil en sus movimientos, y yo solo estaba disfrutando locamente.
Se retiró sacando su polla, — Ponte boca abajo —, sin decirle nada le hice caso, mis manos a la espaldas atada con su corbata, no sabía lo que iba a hacer, pero no estaba en condiciones de preguntar, me tenía entregada, en sus manos.
Se inclinó y comenzó a lamer mi espalda, al mismo tiempo me introducía un dedo entre mis piernas y comenzaba a tocarme y masajearme el clítoris, la sensación que sentía en ese momento era una locura, me veía dominada por él, a merced de lo que quisiese hacerme.
Con el escaso sentido que me quedaban pude oír como comenzaba a sonar en mi ordenador el “bolero de Ravel”, llevaba todo el día en marcha reproduciéndose una y otra vez todas las composiciones, — Me encanta y me excita esta música, es mi preferida para follar —, me dijo susurrando en uno de mis oídos, no dije nada, estaba esperando que siguiese con sus artes sexuales.
Se incorporó un poco y noté como me mojaba mi cerradito ano con uno de sus dedos que previamente había ensalivado, una vez lubricado me introdujo su polla, comenzó a moverse suavemente, siguiendo concienzudamente el ritmo del bolero, y conforme éste iba subiendo el ritmo el también lo iba haciendo. La última vez que me penetraron por detrás fue mi amado Frank, me vino enseguida recuerdos de aquellos momentos, imaginaba que era otra vez él el que me estaba follando por detrás, sentí miles de orgasmos al mismo tiempo que el joven con una mano me acariciaba el clítoris y con la otra me metía un dedo en mi lubricado sexo. La sensación olvidada había vuelto, y cuando ya estaba terminando el bolero, sentí como el miembro del joven alcanzaba un tamaño y grosor descomunal, parecía que me iba a partir en dos, noté como volvía a sentir uno de lo muchos y tremendos orgasmos, comenzando él a correrse al mismo tiempo, rellenándome, notaba como bombeaba su semen en mi interior, el placer me superaba, el orgasmo se alargaba y se alargaba hasta que dejo de moverse y se dejó caer sobre mi espalda apoyándose sobre mis brazos atados. Nos quedamos en esta posición un par de minutos o tres, hasta que me dio un beso en el cuello y al mismo tiempo sacó su miembro que todavía se encontraba en mi interior.
Me desató las manos y aproveché para darme la vuelta y recostarme, no tenía fuerzas para moverme, me temblaban los brazos, las piernas, y mi sexo no paraba de tener espasmos de placer, cerré los ojos y disfruté del momento. Tras una breve pausa escuche algo que me dijo el joven — ¡No te he entendido! —, le dije con voz suave, entrecortada y dando síntomas de no tener aliento, — ¿Qué si me puedo dar una ducha rápida? —, me repitió, — ¡Claro! espera que me recupere un poco, te digo donde está el baño y te doy una toalla —.
Aún pasaron unos minutos y como pude le guié hasta el baño, le di una toalla, él me siguió llevando toda su ropa bajo sus brazos, — ¡Gracias, ahora enseguida salgo! —, me dijo al mismo tiempo que me sonreía y cerraba la puerta.
En poco más de diez minutos salió vestido tal y como había venido, con su traje, la corbata bien ajustada y peinado. Se dirigió al comedor, cogió su maletín y sus papeles, — Bueno al final, ¿cree que le interesa la propuesta de mi compañía? —, me sorprendí de la pregunta, pero no se me ocurrió nada que decir salvo —. Sí, ¿Dónde hay que firmar? —.
Me indicó con el dedo donde debía de hacerlo.
— ¡Muchas gracias! estoy seguro que es una buena elección. – Me agradeció la contestación.
— De nada, siempre que sea bueno para ahorrar un poco en gastos…
— Bueno, pues me voy, ¿Desea alguna cosa más, o tiene alguna duda?
— En principio no tenía ninguna duda, o quizás sí. Quería preguntarte….. ¿Cuántos contratos llevas firmados hoy?
— Dos con el de usted, pocos.
— No está mal, sales a un contrato por cada polvo – le dije con un poco de sorna.
— ¿Cómo? – Me preguntó él con cierto asombro.
— ¡Nada, nada! cosas mías. Gracias por todo. – Le acompañé a la puerta de la calle para despedirle.
Antes de cruzar la puerta, se dio la vuelta y me estrechó la mano.
— Gracias por confiar en nuestra compañía. – Me dijo como despedida.
— ¡Un momento! ¿Cómo me habías dicho que te llamabas? – Le pregunté con curiosidad, no me había enterado de su nombre.
— Me llamo Frank, pero todos mis amigos me llaman Frank Jr. mi padre al que nunca conocí se llamaba igual. Hasta luego.
Se fue, y a mí me dejó una tremenda duda, algo que a partir de ese momento me absorbería todos mis pensamientos. Me había sorprendido que le gustase el bolero, igual que a mi esposo Frank, me sorprendió que me follase como él me lo hacía, y lo más sorprendente es que cuando conocí a mi marido se produjeron casi los mismo hechos, me ató con su corbata y folló hasta que me volvió loca, tan loca que me casé con él. Demasiadas coincidencias.
— ¡FRANK, QUÉ HIJO DE PUTA! — Grité en la soledad de mi casa — ¿HAS VUELTO?
Este relato se incluye en el libro TOP Eróticos, en él se incluye el relato ganador y los cuatro finalistas del I Certamen de relatos eróticos convocado por la editorial DISLIESIND y el escritor Javier Almenar, el relato Bolero no participó en el certamen, su autora Katty autorizo la publicación en el libro "TOP ERÓTICOS". El libro TOP ERÓTICOS se encuentra a la venta en plataformas de Internet
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