CADA VEZ ES MEJOR… ME GUSTA PERO ME PREOCUPA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La experiencia vivida en casa del Chupino me tranquilizó un poco sobre todo lo que me estaba tocando vivir en ese destino.
Había comenzado lamentándome de la suerte que me tocó de ser desplazado en mis funciones y haber sido destinado a lugares tan alejados de la gran ciudad.
Comencé a mirar con mayor atención cuanto ocurría a mi alrededor.
Cada tanto llegaba al destacamento algún oficialito nuevo al que había que dejar que los hechos lo “domesticaran” en el uso y costumbres del lugar para luego seguir viviendo lo que nos tocaba en suerte.
En total había en aquel puesto 7 funcionarios.
El de mayor jerarquía era yo, luego dos oficiales de menor rango y cuatro subalternos, dos cabos y dos agentes.
Todos venidos desde diferentes lugares, ninguno era nativo del lugar.
El mas viejo de todos era un cabo que rondaba los 38, luego seguía yo con 34, el otro cabo y los agentes rondaban los 30 y los dos oficiales alrededor de los 25 años.
Es decir todos hacedores potenciales de bebes y brindadores de placer sin medida.
Me di cuenta que todas las nenas que ya habían probado el rigor de la verga en sus papitos o culitos eran asiduas visitantes del destacamento, sobre todo en horas de la siesta.
Sucedía que a esa hora quedaban solos los policías mas jóvenes y atractivos que, ya con experiencias en el metier, no le negaban a ninguna la posibilidad de probar sus armamentos.
Muchas veces me quedé oculto en algún lugar y los he visto mantener relaciones sexuales con las niñas visitantes.
Recuerden que la primer experiencia la tuve con mi cuñadito a quien encontré prendido de mi verga brindándome una mamada sin igual una siesta estando solo en mi casa.
Luego vino todo lo demás con penetración anal incluida.
La segunda fue con Rosita y ocurrió de manera fortuita.
Las sensaciones que se tienen al penetrar una vaginita tan pequeña pero con experiencias previas, es indescriptible.
Sentir cómo les va entrando la chota ajustada y como succionándote hacia adentro es un placer sin parangón.
En realidad el placer comienza cuando tocas los labios del papito con la cabeza de la verga y luego que, sin violentarlas, les das lo tuyo y ellas se entregan comiéndose todo llegas al sumun del placer.
Después de las muchas noches con Rosi nunca más sentí lo mismo con mi esposa.
Eran dos cosas diametralmente opuestas.
Con Rosi descubrí que en ese pueblo nadie sabía ni hablaba de sexo oral, por eso sus dudas y temores cuando yo le pregunté si su papá le había hecho besar el pene y me dijo que no.
La mía fue la primer pija que mamó y mis huevos los primeros que chupó.
Con las hijitas del cabo Chupino llegué a lo máximo.
Me hice habitué de aquella casa y ordenaba de tal manera las guardias que todos los días sábado me iba a comer a casa del cabo.
Llegamos a compartir a los dos mayorcitas en la misma cama y ahí pude comprobar lo del por qué del apodo.
De paso entendí por qué la mía entraba tan cómodamente en las niñas.
El Chupino me entregó a la tercera de sus hijas para que la desvigue y lo hice estando los cinco sobre la cama.
No la desvirgué de una sino que la fui haciendo conocer primero el sexo oral del que se convirtió en una entusiasta.
Mamaba muy bien y se dejaba chupar.
Para desvirgarla colaboraron las dos hermanitas y el padre.
Ella tenía miedo de que yo la montara porque la cubria con mi cuerpo y ella quedaba escondida bajo mío.
La solución fue que yo me tendiera en la cama, el Chupino la levantó por las axilas y la nena abrió las piernas y puso los pies a mis costados; Teresita agarró mi verga y la sostuvo derechita y Paulita le abrió los labios del papito y guió mi nabo a la entrada del paraíso.
Antes le habíamos lubricado bien el papito y mi verga tenía más vaselina que la cara de un boxeador.
Una vez que estuvo bien ubicada la cabecita de mi chota, el Chupino la dejó solita y Lili, la nena, apoyó sus manitas en mi panza y fue bajando por mi pija de a poquito hasta que la cabeza y el himen hicieron contacto.
Era evidente que sentía dolor por el gordito que le iba entrando en el chochito.
Tenia el miedo pintado en la carita.
El Chupino que estaba parado ahí le puso su anaconda en la boca, sobre los labios y le dijo…
-Lilita, chúpalo a papá mi amor, chúpalo…
La nena levantó sus manitas para rodear el tremendo bicho, perdió el apoyo que tenía en mi panza y mi pascualito se le fue completo.
Se asustó por el sorpresivo dolor pero la enorme cabeza del pene de su padre en su boca no la dejó ni quejarse.
Yo sentí el calor de ese chochito que me abrazaba la chota llevándome al límite del placer soportable.
Me sentía aspirado por el estrecho hoyito.
Lili dejó de chupar el pene paterno y se tendió sobre mi panza peluda.
Tan estrecho lugar me hacia doler el pedazo de mi chota.
Justo en el tronco de la verga donde comienzan los pelos, ahí sentía la “mordida” de ese dulce papito.
Las contracciones de la vaginita me llevaron a la eyaculación sin control y mis huevos se vaciaron en ella dejándome calmo pero exitado.
-Hasta el tronco de los huevos, mi viejo – dijo el Chupino que estaba mirando como y cuanto le había entrado de mi chota a su hija – Pauli, vení mamita que papá te quiere dar un poquito a vos.
Acostate aquí…
La nena se tendió a los pies de la cama con las piernitas bien abiertas y el padre la penetró muy suavemente.
Yo no podía menearme porque la nena se quejaba de dolor y como ya le había acabado, se la saqué y la deje acostada.
Mi miré la chota dura y manchada de sangre y semen.
Yo seguía caliente y la acosté a Teresita junto a la recién cogidita y después de una rápida chupadita de conchita se la puse.
Con ella no había problemas de causar dolor porque ya cogía con el padre, por lo tanto la mía le entraba como por un tubo.
Después de acabar salimos al patio con el Chupino a tomar unos tragos mientras las nenas se lavaban y ayudaban a la recién desvirgadita a superar eso primeros momentos como mujer.
Los fines de semana en casa del Chupino son memorables.
Somos jóvenes todavía y muy activos sexualmente por lo que eramos buen complemento con las nenas que nunca se negaron a disfrutar de buenas cogidas y mamadas.
No había problemas de elección y yo me cogía a la que estuviera ganosa de mi bichito gordito.
A Lili la volví a coger una semana después.
La dejé que se repusiera bien y un día que el padre la trajo al destacamento la llevé a mi casa y la pude disfrutar mejor y ella a mí.
Me mamó la verga con ganas y yo le chupe el chochito de la misma manera.
Me pidió que me quedara desnudo totalmente y me acarició todo.
Me besó, lamió y chupó por todos lados.
La puse de perrito y se la dejé ir por el chocho.
Le pincele los labios regordetes y lampiños y con la cabeza de mi choto se los separé y busqué el agujerito del coño.
Coloqué bien la cabeza y fui empujando con algo de esfuerzo hasta que entró toda.
Fue un polvo hermoso.
Muchas veces me he llevado sorpresas con mis subalternos
Había un oficial rubio coloradón, medio galán de cine, por el que las lugareñas poco menos que se derretían.
Era tan colorado que los compañeros lo bautizaron como Pimentón (Por el colorante culinario – además este era muy culinarión jeje).
Era muy estricto cuando llegó al destacamento, muy reglamentarista.
Cuando probó los usos y costumbres del lugar se desacató y tuve que controlarlo en extremo y aconsejarlo porque no había chocho que se regalará que él no arrebatara de inmediato.
No respetaba pelo ni marca.
Lo peor fue cuando se comió el primer chochito chico.
La nenita vivía a una cuadra del puesto.
Gladis es su nombre real y tenia 9 añitos por entonces.
Resultó que el oficial Pimentón se cogía a una hermana de esta nena que estaba casada con un concejal del municipio.
La chica los pilló una vez.
Estaban desnudos dándole a la máquina de hacer pájaros y se pudrió todo.
El Pimentón cometió el error de hacerle un regalito a la nena tratando de ganarse su silencio y ésta comenzó a pedirle más y más.
Este oficial pretendió asustarla y un día la llevó a la casa donde él vivía.
Allí estaban los dos solos y como no la podía convencer le dijo…
-Si no la cortás con esto te voy a coger igual que a tu hermana – la chiquita lo miraba y se sonreía, me contó – Te voy a partir el papito con mi chota – silencio – Mirá, con esta…
El colorín se había abierto la bragueta y sacado afuera la poronga y los huevos.
La nena ni se inmutó.
Él creyó que la nena se iba de la casa pero en vez de ir a la puerta se acercó a él, tendió sus manos y tomando los genitales los acarició.
El oficial sorprendido no atinó a otra cosa que a preguntarle…
-¿Te gusta?.
-Sí…
Unos minutos más tarde ese pene rodeado de pelos rojos y con el doble del tamaño inicial estaba rompiendo el himen de Gladis y los peludos huevos del oficial golpetearon por primera vez las nalgas prietas de Gladis.
Por fortuna la chiquita no sangró demasiado pero sí, de acuerdo a lo que me contó el oficial, esa siesta se comió todo tres veces con unos minutos de intervalos.
Volviendo a la casa del Chupino les cuento que éste tenía un campo a unos kilómetros del pueblo y en él a un casero que se llamaba Miguel.
Hombre joven, bien parecido al que la mujer lo abandonó dejando cinco hijos, tres niñas y dos niños.
Miguel y la mujer se habían juntado siendo muy jovencitos, él tenia 16 años y la mujercita 14.
Al año ya tenían la primera cria que fue una nena.
Luego vendría un varoncito, después otra nena, otro varon y finalmente una nena.
La mayorcita de nombre Virginia tenía ya 9 años, con el resto se llevan cada uno un año de diferencia.
Cuando nació la última la mujercita tenia 19 años y muchas ganas de vivir.
Un día salió a la ruta y no volvió nunca más.
Virginia quedó con 5 años y Miguel con 21.
Un día el Chupino me invito a su campo y fui con él.
Allí comienza otra historia.
El Chupino me contó que Miguel se cogía a la mayorcita y que fue él quien le sugirió coger con Paulita.
El trabajo me llama.
¿Volveré?
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