Camino equivocado a las colinas
Si entendieron la referencia del titulo, saben de qué va. .
1
- Es por aquí – dijo mi hermana indicando un sinuoso sendero entre la tupida vegetación.
- Te digo que no, cuando veníamos con nuestro padres nunca atravesamos aquel montículo – dije apuntando la suave colina tras nuestro.
- Cuando veníamos con los papás no nos desviábamos de la carretera, como lo has hecho tú – replico con un toque de malestar.
Debo admitir con muy mala gana que, Camila, mi hermana tenía toda la razón… ¿qué se podía esperar? si la última vez que vine al lago tenía solo diez años.
Maldita la hora en que le prometí a mi padre, en su lecho de muerte depositar su estúpida brújula a las horillas de las cristalinas aguas que tanto disfrutaba de niño. Nuca entendí como funcionaba el trasto de todos modos, si es que funcionaba.
- Es porque eres un bocazas hermanito – dijo Camila mirando de soslayo.
Mierda, con solo mirarme sabia perfectamente que era lo que estaba pensando
- Lo reconozco, fue un error mió prometer semejante gilipolles pero, también fue el tuyo al decirle a mamá que me acompañarías
- Fue lo primero que se me ocurrió, la cara que puso al pensar que su querido hijito se internaría en el bosque…sin duda temía que te perdieses
- Gracias por tú ayuda pero, que no lo estamos ya?
Ambos nos echamos a reír, mientras avanzábamos cansinamente por entre las zarzas y arbustos.
El avistamiento de un amplio sendero nos alegró por un instante ya que en la lejanía se vislumbraba lo que parecía ser un enorme lago.
El abierto paraje del sendero dejaba ver como el Sol se clavaba sobre nosotros.
- Que calor tengo – dijo Camila desabotonándose la blusa, dejando un pronunciado escote al mantener solo dos botones entre sus pechos y atando las aletas del faldón por debajo de sus prominentes senos.
Por primera vez en todo el viaje me fijé que no traía puesto sujetador. Alucinado miraba de reojo la delgada silueta de mi hermana: era una mujer joven, de veintidós años, delgada, de cintura estrecha, un culo redondo y macizo que se acentuaba con los apretados vaqueros que llevaba, su cabello castaño y largo reposaba sobre sus hombros y se dejaba caer libre como cascada por su espalda, sus senos generosos y firmes sin protección se agitaban desordenados en cada paso.
Ambos continuamos caminando y cuando al fin logramos llegar a las orillas del dichoso lago, el Sol sobre nosotros se ponía peligrosamente en el horizonte.
- Ves —rezongó mi hermana— te dije que preguntarle a esos campistas era buena idea.
- Si —gruñí admitiendo que tenía razón—. Acampar, si trajeron hasta un televisor.
- Tal vez era la única manera de mantener a los niños quietos.
- Si necesitas un plasma de sesenta pulgadas y una play cinco para tener a los críos tranquilos es mejor que no salgan de casa.
- Bueno, entierra el chisme y nos largamos – dijo Camila pateando una pequeña roca.
- Espera… este no es lago, falta la línea de sauces.
- ¿De que esta hablando? —respondió mi hermana— es cierto y falta la gran roca blanca que se adentra en el agua.
- ¿Donde mierda estamos? – pregunté preocupado— no fue muy buena idea preguntarle a esos cuatro después de todo.
- Como?
- Eran cinco, la pareja y tres niños.
- Como sea.
Miramos en todas direcciones examinando el lugar y aunque, muy parecido al recuerdo del lago de nuestra infancia, era totalmente diferente. Ninguno de los dos recordaba que existiesen otras lagunas similares por estos parajes, entonces… ¿donde estábamos?
- ¿Y que hacemos ahora? – exclamó preocupada Camila – se esta oscureciendo.
- No tengo intenciones de quedarme – respondí – este lugar me está poniendo de los nervios, será mejor que regresemos al coche.
- ¿Recuerdas como llegar? dimos tantas vueltas que no sabría como encontrar el camino correcto, menos de noche.
- Y que sugieres, ¿que nos quedemos aquí? – pregunté preocupado.
- Puede que sea lo mejor, total… hasta que amanezca.
- Si, puede que tengas razón.
No logré completar la frase cuando, un estruendoso sonido, parecido a un aullido retumbo entre los árboles.
- Ni lo digas, no pienso quedarme aquí – dije alterado.
- Ni yo – respondió Camila.
Ambos emprendimos la retirada con premura, intentamos deshacer el mismo camino que recorrimos en un principio pero, las sombras entre los arbustos nos desorientaban cada vez más y entre los enormes árboles que, en cada momento parecían hacerse más grandes alrededor nuestro, entonces retumbó otro de esos gruñidos espeluznantes.
- ¿Qué ha sido eso? – preguntó Camila intranquila.
- Ni idea y no creas que me quedare a averiguarlo.
Esta vez apresuramos el paso por sobre la hierba húmeda y saltando por entre las rocas y matorrales con un creciente desasosiego.
- Espera…espera – dijo mi hermana – ya no puedo más, tengo que descansar.
- Ahora? esta bien, espérame en este árbol… me adelantare unos metros para ver si encuentro el camino.
- Vale, yo te espero aquí.
Caminé escrutando el área, intentando encontrar un punto conocido, a la caravana de esa familia, a la ruta, o a la carretera y a mi coche que tanta falta nos hacia.
Pero, nada, solo árboles, arbustos y más árboles. Eso hasta ver una enorme silueta vagando entre las sombras a unos metros de mi ubicación.
- Mierda – susurré al ver con terror el extraño ser caminando encorvado y lento, Como rastreando una presa.
Me devolví a toda velocidad en busca de mi hermana. Intentado correr por sobre la hierva para evitar el sonido de las rocas sueltas.
Cuando al fin la tenía al alcance, la oscura figura surgió frente a mí, inmediatamente me agazapé e intente hacer el menor ruido posible, la observe serpenteando a unos metros de mi ubicación como esperando algo. Y eso hacía, otras tres figuras emergieron recortando la noche.
Las oscuras figuras parecían espiar a Camila entre los gruesos troncos cubiertos de un musgo verde anaranjado.
Olfateando el aire, la enorme y agazapada figura volvía a fijar su mirada sobre mi hermana, la cual se encontraba distraída recostada sobre la corteza de un añoso tronco. Congelado me agazapé contra los arbustos pensando una y mil maneras de comunicarme con ella, sin embargo, cual de todas más irreal la descartaba y seguía mirando, solo mirando.
El ser se incorporó enérgicamente, un funesto presentimiento cruzó mi mente, quise saltar y advertir pero, en una fracción de segundo el ser se aferró al brazo de Camila y la lanzó sobre un claro del bosque a mi izquierda.
Aterrizando sobre el húmedo musgo, dejándola adolorida y aturdida.
La mortecina luz que se filtraba de entre las copas de los árboles iluminaba tenuemente la mullida superficie cubierto de hierba, y gracias a lo acostumbrado que tenía los ojos a la oscuridad me fue posible apreciar la terrible escena en su totalidad.
El monstruosos ser, un hombre, de fornido aspecto que debería medir casi los dos metros de altura de no ser por su jorobada postura, se levantó entre la maleza, de musculosas extremidades; brazos grande y fuertes colgaban por debajo de sus rodillas flexionadas, no sabia si era por su encorvada postura o porque tenia los miembros superiores más largos. Su cráneo sobresalía de su fornido torso unido por un grueso cuello,
La bestia se aproximó lentamente a mi hermana hasta asirla por la blusa, mi hermana, lentamente reacción, entonces; aterrada, intentó zafarse y entre el forcejeo, la prenda se rasgó dejándole al descubierto los pechos desnudos. La bestia, eufórica por su descubrimiento intentó agarrar una de las tetas cuando, otro de los hombres se lo impidió con un fuerte silbido.
Las otras tres figuras se acercaron al claro exponiendo su apariencia: una era de baja estatura, increíblemente delgada pero no por ello menos fibroso, de pelo enmarañado y sucio, carente de labios, su boca dejaba al descubierto unos dientes negros y torcidos. El otro, calvo y grotescamente deforme, su rostro mostraba una serie de tumores, uno de ellos sobre el parpado izquierdo proyectado el ojo hacia abajo y fuera de su cavidad. El tercero era de aspecto enclenque, un niño tal vez, irritantemente inquieto revoloteaba entre los otros tres.
- No, padre –dijo el delgado, obligando al joroba a dejar a mi hermana y retirarse.
El niño, haciendo caso omiso avanzo a mi hermana quien se encontraba aterrada tendida en el suelo húmedo sin atinar a nada más que resoplar histérica. El chico le agarró la teta que sobresalía entre la ropa rasgada y la apretó con fuerza. Camila fustigó un grito de horror, el calvo la abofeteo con el reverso de la mano dejándola tendida saboreando el sabor de su sangre.
Reuniendo todo el valor que logré acumular, me levanté, preparado para luchar, fue cuando nuestras miradas se cruzaron. El pánico en el rostro de Camila me heló la sangre, paralizándome en el lugar.
No atiné a hacer nada, el niño volvió a insistir con las tetas de Camila y el delgado otra vez intentó detenerle.
- No, Pá – dijo.
- Pá, no aquí —respondió el calvo—, déjale, tiene doce años, ya es hombre.
- Quiero palparla — dijo el niño.
- Adelante chico, palpa teta —afirmó el jorobado— y chupa también.
El delgado molesto cargó contra el jorobado alejándolo unos pasos, luego regresó con el niño. El chico estirando suavemente su mano huesuda y callosa agarró la teta derecha de mi hermana que seguía desprotegida por la tela rasgada, acariciándola suavemente, masajeando el pezón con la yema del dedo.
Los deformes distraídos por mi hermana no se percataron de mi presencia pero ella si.
- Roberto, ayúdame por favor – chilló Camila mirándome con terror
Los tres sujetos se irguieron mirando a todos lados, mierda dije para mí tirándome al suelo y cubriéndome con la maleza. Puede que sea horrible decir pero, el pánico invadió mí ser y con mí mente en blanco, lo único que atine a hacer fue retroceder arrastrándome muy lentamente, intentando no pisar una rama o una piedra que pudiera alerta a las criaturas de mi presencia.
- Que haces cabrón? Ayúdame, no te vayas por dios sácame de aquí – gritó mí hermana con un hilillo de voz— este gilipollas me esta chupando y mordisqueando la teta.
- A quien le habla? —escuché una voz y más me agazapé.
No pude contener mi miedo, me oculte como un cobarde tras unos frondosos matorrales, desde donde observé como al niño agazapado junto a mi hermana acercando su boca a la teta, extendió una lengua color granate de la cual escurría un profuso hilillo de baba.
Lamió deslizándola una y otra vez, frotando su áspero órgano sobre el tierno seno de Camila, restregando con extrema rudeza el pezón sonrosado. Mi hermana, con extremo terror bufaba histérica.
No podía creer lo que veía, con una mezcla de excitación y pavor, admiraba oculto la demencial escena. Ello no quedo allí. El calvo tomó los cortos vaquero y los comenzó a rasgar, haciéndolos andrajos. Mi hermana no paraba de contorsionarse gritando mi nombre y pidiendo auxilio. No le hice caso, me limitaba a mirar de lejos protegido por las ramas.
El animal continuaba aprisionando a Camila con una zarpa mientras con la otra, alzo las piernas de la chica doblando su cintura y dejando expuesto sus cavidades para los deleites de su monstruosa lengua que, no paraba de deslizarse entre su vulva y la grieta de sus nalgas, esto sin que el crió dejara de chuparle los pechos.
- Suéltame sucio animal hijoputa, suéltame de una puta vez – gritaba mi hermana a todo pulmón y tanto yo, como el ser no le prestábamos la mínima atención
En un momento la bestia encontró la delicada abertura de su vagina y hundiendo su fibrosa lengua, penetro el suave interior de mi hermana que, al verse profanada su intimidad, lanzo un grito agónico mientras sus lagrimas brotaban en abundancia.
Fue allí que, de entre sus piernas la criatura dejaba ver un enorme cipote que comenzaba a ponerse duro y tomar enormes proporciones. Me encogí tras un grueso tronco a mí izquierda y permanecí agazapado. Una mezcla de sentimientos encontrados me invadieron en cuestión de segundos, sabia lo que vendría a continuación y tenia miedo, miedo de que la bestia violara a mi hermana, miedo a tener que hacer algo, miedo a que el monstruo me descubriera. Me acurruque.
- Cipote —reía el crió histérico soltando el pezón momentáneamente— métele cipote por coño.
- Ayúdame cabrón de mierda, se que estas ahí – gritó mi hermana – que esperas? A que este animal me viole.
Pero no me moví.
- NOOOO…por favor, te lo suplico, ayúdame – chilló Camila – me la intenta meter.
El aterrador grito de mi hermana me obligo a incorporarme y mirar entre la hierba, ahí vi como la bestia sostenía a Camila de la cintura con ambas manos ejerciendo presión para que su polla la empalara.
- Por favor, por favor, no lo hagas, ten piedad por favor – repetía histérica.
Pero a la bestia no le importaban sus suplicas, solo continuaba con su afanosa tarea de penetrarla.
- Deja —gritó el delgado— deja, cabrón.
El delgado golpeó con un tronco al niño y al calvo separándolos de mi hermana.
- Papá, primero —miró al enorme jorobado—, toma a la mujer y llévala con papá.
- Llevar con pá —repitió el jorobado.
Alzó a Camila y la condujo por entre los árboles. Los dos feos se levantaron y siguieron al delgado en una separada fila.
Yo les seguí de cerca intentando hacer el menor ruido posible.
Los deformes navegaban por el bosque sin problemas. En cuanto a mí, la luz de la luna que se filtraba por entre las copas de los árboles me daba a justa claridad para caminar sin tropezar.
En un momento creí perderlos, lo que me inquietó, aceleré el paso hasta llegar a una línea de árboles y más allá, una pequeña quebrada y un claro a la orilla de un arroyo. En el claro, se erguía una construcción derruida; una chabola destartalada y mohosa.
Descendí arrastrándome por la tierra desprendida, rastree el sector en busca de deformes pero, no me encontré con nadie.
Avancé a hurtadillas hasta colarme por la descuadrada puerta, una lámpara de aceite iluminaba tenuemente el lugar, las paredes de madera podrida se encontraban cubiertas por herramientas oxidadas: cierras, hojas de metal y trampas de mandíbulas, tomé con cuidado lo que parecía ser la hoja de un machete y continué caminando por un pasillo a desnivel escondido tras una cortina mugrosa.
Entre más me adentraba por el estrecho corredor más inestable se volvía el piso, al punto que tenía que sostenerme de las paredes porque parecía que en cualquier momento me caería de bruces.
En ese momento me di cuenta que no estaba adentrándome por la cabaña sino, descendiendo por una cueva. Una caverna o la entrada a una mina. Eso era, una mina abandonada que se adentraba bajo tierra como una tumba fría y húmeda.
Una asfixiante red de túneles apuntalados con troncos y entablados a medias, haciendo las veces de muros precarios, dando la apariencia de un claustrofóbico laberinto que se extendía frente a mi.
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