Carla, una veinteañera humillada en publico – Parte 1
Que vivan las veinteañeras carajo.
Me llamo Ricardo y tengo 32 años. Eran las 4am cuando llame por telefono a Carla de 20 años. Yo estaba tomando con un grupo de amigos (todos hombres) y queria compañia femenina. Ella no contestaba las llamadas asi que insisti 03 veces. Al tercer intento, me contesta con voz somnolienta y extrañada por la hora. Le digo que quiero que venga a la direccion donde yo me encontraba y me contesta que no podia por la hora; ademas que no le iban a dejar sus papas. Le dije que no era una pregunta sino una orden. Ella acepto a regañadientes y me dijo que se inventaria que su mejor amiga habia tenido una urgencia y que le enviara un taxi en 15 minutos.
Carla es mi putita, obediente y sumisa. Eso me gusta de ella. Fisicamente es una gordibuena con un rostro agradable de ver. Tiene una buena estatura casi llega a 1.70m lo que hace que tenga unas piernas robustas, pero bien contorneadas y un culo grande que intimidaría a cualquier novato en la materia. Ella tiene proyectado convertirse en esas típicas maduras que se mantienen bien incluso en una edad avanzada: una autentica milf. Sus caderas son obviamente grandes para sostener ese imponente tren inferior y aunque no tiene unos pechos enormes sí los tiene bien firmes por su edad. Siempre ha sido introvertida desde que la conocí y se sonroja con mucha facilidad. La conocí porque en una aplicación de citas y me dijo que desde siempre le han gustado los hombres mayores. Fue desde entonces que hemos disfrutado el sexo tal y como nos gusta: violento y bastante sucio.
Cuando llego al sitio, la vi bajar del taxi con una falda bien ajustada y le pedí inmediatamente que se sacara la ropa interior y me dijo que vino sin ella… me conoce sin lugar a dudas. La hice subir delante mio las escaleras al segundo piso donde tenía lugar la reunión para poder admirar ese culo suyo que resaltaba aun mas con ese vestido negro. Una vez que llegamos, le presente al grupo a Carla. Todos estábamos ya muy bebidos cuando de repente saco de mi casaca una correa de perro con su respectivo collar. Frente a todos le ordeno a Carla, quien aun estaba esperando de pie, que se arrodille al lado mio. Es entonces cuando le pongo el collar y después le pongo la correa. Mis amigos se reian de manera casual e intentaban llevar la conversación con normalidad pues no todos entendían lo que estaba sucediendo.
Carla y yo sí sabíamos que estaba pasando y lo que iba a pasar… iba a humillar a esa puta esa misma noche frente a todos.
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