Carlos, mi hermano. – Primera parte.
Los chirridos de la cama, más los chillidos y gritos míos, más los gruñidos de mi hermano, más el choque de nuestras pelvis,.
—¡Oh, Dios! … ¿Qué te ha sucedido? … ¿Estás bien? …
Era mi hermano Carlos que me ayudaba a alzarme luego de haber sufrido una caída en bicicleta, sobre un charco formado por la intensa lluvia. Estaba toda mojada y llena de lodo fétido. Me sentí un poco mareada quizás debido al golpe de la caída. Recuerdo que me encontré en sus fuertes brazos mientras me subía por las escaleras, como un bombero rescatando a una damisela en peligro. Su boca se movía, pero yo no lograba descifrar lo que me estaba diciendo.
Me bajó sobre las baldosas del baño y abrió el agua de la ducha, lo miré y vi que él también estaba cubierto de fango asqueroso y maloliente. Como en un trance dejé que mi hermano menor me desvistiera. Primero mi parka, luego mi suéter, después vinieron mi remera y mi sujetador. Luchó un poco para bajarme los jeans que descendieron junto a mis bragas. Debería haber sentido vergüenza o algo más, pero me sentí protegida y cuidada, con mi mente casi ausente, como si esto le estuviese pasando a otra persona y no a mí.
Enseguida sentí el chorro de agua tibia de la ducha, era lo que necesitaba mi cuerpo entumecido. Tuve problemas para mantenerme en pie y me tuve que afirmar a los azulejos de la pared. Pero un par de fuertes manos me sostuvieron por los flancos, ayudándome. Aturdida por la extraña situación levanté mi vista y vi a mi hermano pequeño. Él estaba en la ducha conmigo y también estaba desnudo. El chorro de agua cálida rebotaba en los fuertes músculos de su pecho, haciéndolos brillar come el bronce de una estatua. Su cuerpo parecía el de un dios helénico. Sus intensos ojos azules me miraban con afecto mientras me frotaba con el guante de la ducha y la pastilla de jabón. Sus oscuros cabellos rizados estaban mojados. Se veía muy bien.
Me parecía del todo normal estar desnuda bajo la tibia agua de la ducha con él. Era del todo lógico que él se desnudara para ayudarme a limpiarme. No había otro modo de que él pudiese hacerlo. Nadie se mete bajo la ducha con ropa, ¿verdad? Sus cálidas y fuertes manos me ayudaban a sostenerme y también me quitaban de encima el cochambroso barro. Su cuerpo se sentía tan fuerte a mi alrededor. También lo sentí protector, suave y acogedor. Era una extraña sensación de paz y felicidad estar con él desnudo y tan cercano a mi propia desnudez.
La pastilla de jabón dura y resbaladiza se deslizaba por todo mi cuerpo. Mi hermano me bañaba con suma indulgencia, con caballerosidad, casi con reverencia. Como si estuviese limpiando algo precioso y de sumo valor. El guante de la ducha se deslizaba por mis hombros, por los costados de mis brazos, bajaba por mis caderas, por entre mis piernas enjabonando mis muslos. Su rostro estaba muy cerquita de mí, bueno, ya sabes, de mi sexo. Debería haberme sentido incómoda, pero no, sentí que mi cuerpo se relajaba y casi le supliqué que no se detuviera.
—¿Estás bien? …
Me preguntó y solo atiné a apretar su mano entre mis piernas y asentí con la cabeza. Sus veloces manos se metieron entre mis nalgas y se me escapó un gemido cuando rozo mi pequeñísimo agujero con la dura pastilla de jabón. Luego él se alzó y algo duró se enterró en mi vientre, entonces me di cuenta de que mi hermano tenía una polla enorme, dura y erecta. Podría haber sido algo repugnante, pero me sentí fascinada. Jamás pensé en ver una verga tan hermosa, gruesa y suave como de terciopelo, era la pija de mi hermano. El roce de esa cosa hermosa con mi piel me envió a otro lugar, en donde solo importaban las sensaciones.
No estoy segura de quien beso a quien. Creo que fui yo a empinarme y rozar sus labios con los míos, al tiempo que mis senos turgentes se aplastaban contra sus poderosos pectorales. Un destello de mil colores lucientes explotó en mi cabeza y me sentí extrañamente feliz y sensible al roce de su piel con la mía. Creo que entonces se despertaron mis deseos por él.
Entonces su lengua entro en mi boca y el guante de la ducha con la resbalosa pastilla de jabón comenzó a frotar mis pezones. Mi mano aferró su polla dura como el granito. Era la polla de Carlos, mi hermano menor, la agarré con decisión, como si fuera el trofeo más importante de la galaxia. Una voz muy lejana llegó a mi oído, “No deberías tocar la polla de tu hermano”, pero no podía evitarlo e hice oídos sordos a esa débil letanía. En un dado momento, ambos estábamos acariciándonos empapados y llenos de vigor juvenil.
Recuerdo el momento exacto en que sus dedos se introdujeron en mi coño caliente. En ese preciso momento mi sexo se lleno con ganas de él. No sé, esperaba que él fuera un poco torpe. Mis novios anteriores me habían tocado con rudeza, pero los dedos de mi hermano eran delicados y agiles, volaban suavemente entre mis pliegues empapados. Se sumergían hábilmente en mí encharcada conchita que temblaba de placer.
Sus dedos dentro de mí me transformaron en un títere, como algo suyo. Desde el centro de mi ser comandaba todo mi cuerpo que se retorcía y se insinuaba al ritmo de sus dedos. Gemí y me apreté a él con todas mis fuerzas. Incluso al movimiento más pequeño era suficiente para hacerme estremecer de pies a cabeza. Todo mi cuerpo venía estimulado graciosamente por las yemas maravillosas de sus largos dedos.
Nos quedamos en la ducha amándonos. Adorando nuestros cuerpo recién descubiertos. Moviéndonos en una sensual danza hecha de temblores y gemidos. Éramos los únicos seres en esta dimensión nueva e ignota. Nuestras manos giro vagaban por la superficie caliente de nuestra piel.
Carlos fue el primero en correrse. Sentí las pulsaciones de su polla durísima, se hinchó encantadoramente en mi mano y luego explotó con contracciones y gruñidos guturales que escaparon de la boca de él y que yo escuchaba por primera vez. Mi mano recibió su líquido hirviente como el crisol recibe el metal fuso por la temperatura. Mis dedos se cubrieron de su dulzón almíbar,
Me sentí en el séptimo cielo en un verdadero éxtasis de placer. Cómo si su eyaculación hubiese de algún modo gatillado la mía. De repente me temblaron las piernas y me sujeté a uno de sus brazos sintiéndome volar sin peso en este universo de lujuria. Nunca me había sentido tan bien y nunca había chillado como un animal en agonía. Mordí mis labios cuando exploté con un furioso orgasmo. Él me apretó y me atrajo más a su cuerpo para protegerme y hacerme sentir bien.
Mientras buscaba apoyar mis pies firmes en la bañera, Carlos me rodeó con sus brazos y me mantuvo firmemente abrazada a él, dándome suaves besos en mi cuello y cabellos. Uno de sus brazos me aferraba, mientras con la mano libre acariciaba mis cabellos. Yo temblaba, reía y sollozaba como una bebé.
Mis oídos tenían registro de todo lo que había sucedido. Los animalescos gruñidos de mi hermano. Mis gritos y ardientes chillidos. Estábamos mojados por el agua, pero él también me había empapado con su semen, al mismo tiempo, abundantes fluidos emanaban de mi conchita. Mis lágrimas se confundían con el agua de la ducha.
—Oh, Jenny … Oh, Jenny … Amada y dulce hermanita … deveras lo siento mucho …
Dijo Carlos todavía jadeando. Él me envolvió en una toalla seca manteniéndome siempre muy cerca de él, no sé porqué mi cuerpo todavía temblaba. Él no paraba de disculparse y yo no entendía el porqué. Para mí no había nada de que arrepentirse, todo me había parecido magnifico.
—Carlos … Está bien … Yo también me corrí …
Dije entre mis temblores. Mi hermano me giró y me miró a los ojos. Su mirada escarbó en mi alma. ¡Oh, Dios! Era tan guapo y sexy mi hermano. Lentamente, él me llevó a mi habitación. Vi rasguños en su espalda y me di cuenta de que era míos. Había hecho muchas cosas inadecuadas bajo la ducha, pero las marcas en la espalda de mi hermano me molestaron mucho.
Cuando entramos a mi habitación, vi mis libros y cuadernos en mi escritorio que me esperaban. Sabía que tenía que estudiar, pero no tenía motivación para ello ni tampoco la energía necesaria. Me metí a la cama y me deslicé bajo las sábanas, rápidamente el sueño se apoderó de mí
***
—¡Jenny! …
Alguien estaba sacudiendo mi hombro. Parpadeé y abrí los ojos con cierta dificultad y vi a Carlos con su rostro encima de mí. Sus ojos claros me calmaron, recorrió mi cara con sus ojos despidiendo un brillo y una luz especial, eso se parecía mucho al amor. Con una sonrisa de niño bueno me preguntó:
—¿Estás bien? …
—Ehm … Sí … Me quedé dormida …
Dije en forma boba afirmando lo que era obvio. Miré alrededor de mi cuarto, tal como si lo estuviera viendo todo por primera vez. ¿Cómo un lugar tan familiar podría parecer tan desconocido? A mí me parecía todo nuevo.
Me fui despertando de a poco. Una luz especial iluminando todo alrededor de mí. Me parecía como los pétalos de una flor que se abren para recibir la estimulante luz del sol. No entendía porqué mi mente estaba reaccionando de ese modo. Había hecho cosas que jamás pensé que haría. Sentí una calidez especial a mi lado. Era el calor corporal de mi hermano. Todo era algo confuso, pero enormemente satisfactorio y reconfortante, me inundaba un manto de tranquilidad y felicidad.
Pensé que debería sentirme mal y avergonzada después de haber hecho lo que habíamos hecho mi hermano y yo. Sentí una contracción en mi estomago que me gritaba de haber actuado inadecuadamente. Es mi hermano, mi propia carne y sangre, y actuaste como una puta con él. Sacudiste su verga hasta hacerlo correrse. Te mojó tus dedos con su semen caliente. ¿Qué pasa contigo? Pero aún cuando mi cerebro racional me gritaba y recriminaba; había muchas más sensaciones que obnubilaban mi mente y me hacían sentir extrañamente feliz. Terminé aceptándolo todo. No tenía arrepentimientos. No encontraba que había nada de malo en eso y dije.
—Estoy bien … No sé que me pasó … Quizás fue el golpe en mi cabeza …
—Bueno … Tal vez fue eso …
Dijo Carlos acariciando mis cabellos con cariño, entonces le pregunté.
—¿Y tú? … ¿Cómo estás? …
—Muy bien … Me parece estar viviendo un sueño …
Sonreí al escuchar sus palabras, luego agregó.
—Jenny … eso fue insuperable … eres increíble … Mi hermana mayor es increíble …
Dijo murmurando la última frase más como para sí mismo. Se inclinó sobre mí y me besó, yo le dejé besarme. Sus suaves labios se sentían tan cálidos sobre los míos. Mi cuerpo se estremeció y me di cuenta de que estaba desnuda y también él estaba desnudo junto a mí, Su reciedumbre varonil empujó la piel de mi muslo. Gotas de su néctar masculino se filtraban sobre mi tersa tez y me quemaban. Oh, Dios. No otra vez. Por favor que no suceda de nuevo.
La lengua de mi hermano se introdujo en mi boca y la dejé deslizarse dándole la bienvenida con mi propia lengua. Presionó su cuerpo contra mi cuerpo. Sus pectorales aplastaban mis propios pechos y continuaban estrechándome como si nunca pudiéramos estar más unidos.
Devolví su beso ardorosamente y sentí igual que la vez pasada, mi cabeza comenzó a girar y resplandores de luz enceguecían mi visión. Mi cuerpo comenzó a volar en sus brazos y mi mente se quedó en alguna parte sosegada y sin poder reaccionar ante este vendaval de maravillosas sensaciones que me hacían sentir los labios de mi hermano. En algún momento mi impotente mente pensó que él se iba a detener, pero Carlos siguió besándome por mis mejillas, mis lóbulos, mi cuello. Se extendió por el valle de mi pecho y lamió mis colinas túrgidas con puntiagudas cimas oscuras. Lo sentí en mi vientre. Me apartó las piernas. Sabía muy bien lo que estaba intentando hacerme, pero por alguna razón, en algún modo me sorprendí cuando yo misma abrí mis piernas para que él estampara un dulce beso en mi coño invitante.
Sentí su pasión por mí. Con anterioridad había tenido chicos que me habían hecho algo así, pero nunca me sentí como me estaba sintiendo ahora. Sentí sus dedos separar la labia hinchada de mi rajita y su lengua introducirse en los pliegues húmedos de mi panocha. Creí que iba a morir y exhalé un gemido de agonía. Mi cuerpo entero se electrizó.
Carlos lamió y sorbió de mis fluidos como si de ello dependiese su sobrevivencia. Cómo si comerme el coño fuera el alimento fundamental de su existencia. ¡Oh, maldición! Tenía a mi hermanito pegado con cuerpo y alma a mi conchita. Me lamía concienzudamente y con mucho talento. Entonces se vino a mi mente una sola palabra, incesto. Pero no me atemoricé de estar teniendo en este preciso momento un incesto con mi hermano menor, por supuesto que no. Mi mente racional luchaba por hacerse adelante, pero mi vientre hundido bailaba bajo las caricias de esa ardiente lengua y no quería que por nada al mundo se detuviera. Mi coño y todo mi cuerpo exigía más y más de la lengua vibrante de mi hermanito. Él enrolló su lengua dentro de mi coño y mi cuerpo se contorsionó en forma demencial respondiendo a su hábil musculo lingual.
Mi espalda se arqueó. Mis ojos retrocedieron en sus cuencas y yo empujé mi ingle hacia adelante para que mi hermano me chupara la panocha con fervor. Su lengua resbaladiza me estaba haciendo enloquecer. Me estaba portando a la cima, a la cúspide de un orgasmo estremecedor. Cuando comencé a temblar toda y a revolcarme bajo sus lamidas, me di cuenta de que jamás nadie me había hecho volar tan en alto como la lengua maravillosa de mi hermano. Un fluido potente salió disparado de mi coño, primera vez que me sucedía una cosa tan loca y tan rica. Pensé que esta era la primera vez que me corría de verdad. Mi panocha estaba explotando como una bomba que hacía estallar mi propio cerebro y mi mente. Los dedos de mis pies y de mis manos estaban encrespados, los músculos de todo mi cuerpo se tensaron mientras las endorfinas de la felicidad bañaban cada neurona de mi cabeza, fue un orgasmo alucinante que pensé duraría horas.
Me faltaba el aire y jadeaba tratando de absorber prontamente todo el oxigeno a mi alrededor. Me encontré casi sentada en la cama tirando de los cabellos de Carlos que seguía buscando mi agujero del placer entre mis apretados muslos. Con un fuerte chillido me dejé caer de espaldas en una caída que me pareció eterna, aterricé con la cabeza en mi almohada como si hubiese caído desde el techo.
Mi cuerpo entero continuaba con espasmódicos temblores. Poco a poco comencé a sentir mi cuerpo. Poco a poco estaba volviendo a la conciencia.
—¡Guau! …
Exclamó Carlos. Vi que había dejado de lamerme. Sus ojos brillaban y me miraban desde entre mis piernas en una forma especial. Como mirar una obra beatificada, con fervor y gloriosa adoración. Su rostro empapado en el caldo de mi panocha.
—¡Oh, sí! … ¡Guau! …
Le respondí mientras le sonreía. Me había corrido tan fuerte que me sentía casi sin fuerzas. Tiré mi hermano hacia mí para poder besarlo. Encontré su rostro bañado por mi esencia y saboreé la salinidad de mi coño en sus labios.
—¿Te gustó? …
Me preguntó mi hermanito, consciente de que habíamos vivido un momento extraordinario.
—Mucho más que eso …
—Eres increíble, Jenny … Gracias …
—¿Por qué gracias si me has dado el mejor orgasmo de mi vida? … Has sido fabuloso …
Nos quedamos acostados el uno al lado del otro mirándonos como encantados. La polla de él continuaba durísima contra mi muslo. Deslicé mi mano y la aferré con firmeza. Su dureza llenó toda la palma de mi mano, se sentía fuerte, masculino y muy accesible. Nunca lo dejaría ir.
—No tienes que hacer eso …
Me dijo Carlos en un murmullo.
—Pero quiero … Me hiciste sentir tan rico que quiero que tú sientas lo mismo …
—Lo entiendo … Pero … No sé como decirlo … No quiero que se sienta como … Uhm … Como una obligación …
—¿Cómo una transacción? …
—Sí … Eso … Creo que esa es la palabra correcta … Además, estoy seguro de que quieres volver a tus estudios … Ya te he quitado demasiado tiempo …
Me senté en la cama y miré mi escritorio. Allí estaban mis cuadernos y varios textos de estudio, todos como expectantes. Pero por extraño que parezca, esta era la primera vez que me sentía lejana a todo eso. Todos mis implementos educativos me parecían que sobraban, como si no me pertenecieran. Me sorprendí diciendo.
—Eso puede esperar … tu eres más importante para mí …
Volví a deslizarme bajo las sábanas con una sonrisa un poco boba. La dureza de mi hermano estaba allí intacta, un poco amoratada y palpitante. Lo aferré y lo magreé de arriba hacia abajo, arremangando su aterciopelado prepucio, luego abrí la boca y lo dejé entrar.
Sentir su dura pija en mi lengua no se parecía a nada que hubiera experimentado alguna vez. Se sentía más grande, más caliente, más grueso y lleno de lo que esperaba. Pero no era solo una cosa física. Había una conexión mucho más compleja, una cosa de sangre, una cosa de piel, una cosa de deseo y necesidad. Ya había dado alguna que otra mamada antes, pero la polla de mi hermano era algo único, no podía compararlo con nada y me pregunté porqué no lo hice antes.
Lamí su pene de arriba hacia abajo. Probé y saboreé y me gustó. También usé la palma de mi mano para magrearlo delicadamente, haciendo que su afelpada piel se deslizara hacia arriba y hacia abajo. Su polla ocupaba toda mi boca y mi palma. Todo mi ser se esforzaba para dar a mi hermano una pronta liberación, lo anhelaba con toda mi alma.
Quería que su liberación fuera como la mía. Que sintiera el mismo placer apabullante que me hizo sentir él a mí. No estaba segura de poder lograrlo a cabalidad, pero si me acercaba a una fracción de lo que él me hizo sentir, para mí era suficiente. La polla de mi hermano estaba hinchada. Algunas gotitas acuosas escapaban de su glande y mi boca comenzó a llenarse de su sabor, me llegó a la garganta y tosí. Empujé su polla hacia abajo para que su carga cayera sobre mi lengua. Así lo sentí mucho mejor.
Nuevamente mi cerebro intentó traicionarme. Me estoy tragando el pre-semen de mi hermanito. El ariete carnoso y pulsante de él despide exquisitas gotas sobre mi lengua que me embriagan como un elixir licoroso. Si se suponía que debería sentirme avergonzada, este no era el caso, me sentía feliz y animosa para seguir chupando la polla de mi hermano hasta el desenlace final.
Era como una tarea, como un deber. Hambrienta tragué su delicia y cuando explotó, cerré mis labios para no dejar escapar ni siquiera una gota de su precioso néctar. Su exquisito manjar llenó mi boca y mi garganta. Mi hermanito me regaló toda su esencia masculina y me sentí más mujer con su polla goteante en mi boca. Sus manos estaban sobre mi cabeza y acompañaban los últimos movimientos de sorber sus jugos, mi lengua se enrollaba en su glande amoratado y succionaba el ápice de su hermosa verga.
Carlos me tiró suavemente hacia arriba hasta tenerme al alcance de sus labios, entonces me besó sin importarle que mi boca sabía a su semen pegajoso y embriagador.
—Eso fue increíble, Jenny …
—¿Seguro? … ¿Te gustó? …
Le pregunté realmente interesada de saber como se había sentido él.
—De uno a diez … De seguro es un diez …
Él sabía que si me ponía nota yo aceptaría y me sentiría dichosa.
***
Habíamos compartido un momento único y especial yo y mi hermano, ni siquiera nos dimos cuenta como nos levantamos y nos dirigimos a la cocina para cenar algo. Nuestro día había sido completo. Ambos bajamos las escaleras y tomamos de asalto la cocina. Ninguno de los dos teníamos alma de Chef, pero hervimos un poco de agua y freímos unos huevos y unas cuantas salchichas, acompañadas con abundante pan amasado. Creo que me sentí bastante bien repuesta luego de ingerir todo lo que nos ofrecía el refrigerador.
—Querrás volver a estudiar ahorita, ¿no? …
Pregunto Carlos con un dejo de morriña en su voz, probablemente rememorando nuestra apasionada actividad en el baño y luego en mi cama. Me levanté y comencé a lavar los platos y utensilios que habíamos usado.
—¿Por qué? … ¿Qué te viene en mente a ti? …
—Podríamos ver una película …
—Ok, lo siento, Carlos … Pero necesito estudiar …
Bajó su cabeza y asintió comprensivamente.
Él se fue a la sala de estar y yo me quedé lavando la vajilla. Luego subí a mi habitación, mientras subía las escaleras, imágenes de las acciones que habíamos hecho se sucedían una tras otras en mi mente, como rebobinando una película, no podía dejar de pensar en ello. ¿Qué había hecho y qué estábamos haciendo? ¿Había sido esto un hecho único? ¿O esto era el inicio de algo más? ¿Estábamos en una relación sentimental yo y mi hermano menor? Nada parecía correcto. No estábamos siguiendo lo que nos inculcaron desde pequeños. Éramos hermana y hermano, no dos desconocidos que se encuentran en forma fortuita y al azar. Enfoqué el todo desde diferentes ángulos, luchaba por encontrar lo incorrecto de la situación, pero al mismo tiempo le encontraba una explicación criteriosa a todos los hechos. No habíamos hecho nada de malo.
Lo que sucedió en la ducha, podría ser explicado como un error del momento. Como jóvenes adolescentes cargados de emoción y hormonas en desarrollo, nos dejamos llevar y la situación se nos fue de las manos. Pero luego en mi cama volvimos a hacerlo de nuevo, incluso hubo sexo oral. Esto era mucho menos fácil de explicar. Una vez, la primera vez fue algo casual, un accidente. Pero la segunda lo hicimos por elección. Por la atracción física que sentíamos el uno por el otro.
Traté de olvidar el todo y concentrarme en mis estudios. El problema no era solo que ya lo habíamos hecho. Pero en mi corazón yo sabía que quería que volviésemos a hacerlo y esto me hacía sentir diferentes cosas que no podía explicar. Es como si hubiesen clavado una corona de espinas en mí corazón, me dolía, pero más me dolía el tratar de arrancarla desde allí, mi pobre corazón vendría destruido a pedacitos.
Me senté derecha en mi escritorio y observé la pila de libros y mis cuadernos. Todo me parecía fuera de lugar. Abrí las tapas de la Enciclopedia Universal y me parecía que pesaban algunos kilos, me costó trabajo abrirlas. Mis ojos recorrieron los textos, las palabras estaban desenfocadas. Lo único que me venía en mente era el momento en que me revolqué sobre la cama con mi hermano comiéndome el coño. Algunas frases del libro no tenían ningún significado para mí. Sentía en mi boca el sabor de dulce y salado del semen de él y su dura polla palpitando dentro de mi boca. Todas cosas que quería que se volvieran a repetir.
No sé en que momento me levanté, sin saber como me encontré en lo alto de las escaleras mirando a Carlos que veía algo en la TV. Al momento siguiente estaba abrazada a él sobre el sofá.
—Qué tal la película … ¿Genial? …
Puedes creer que hicimos cosas horribles y pecaminosas él y yo abrazados en ese sillón. Pero no fue así. Fue aún peor.
Allí acurrucados el uno contra el otro vimos la película serenamente. Yo con mi cabeza sobre sus fuertes pectorales y el ahuecando su mano sobre mis cabellos, acariciándolos. Nos sentamos allí sintiéndonos de pertenecer el uno al otro, como una consolidada pareja, como si fuera lo más natural del mundo.
Cuando terminó la película, la cosa tomó unos ribetes peligrosísimos. Nos hablamos. Carlos me contó su sueño de ser un ingeniero en mecánica automotriz y yo le hable de mis deseos de ser una ingeniera en biología, para descubrir nuevas medicinas que curarán a las personas.
—Yo personalizaré tu carro, para cuando vayas a recibir tú meritado Premio Nobel con estilo …
Me dijo y ambos estallamos en carcajadas. Lo peor de todo vino después. Carlos me besó, me dio una palmadita en el trasero y me mando a dormir a mi dormitorio y él se fue al suyo. ¡Dios Santo! Tratábamos de comportarnos como si nada, a sabiendas que algo inmenso estaba naciendo entre él y yo.
Me fui a mi dormitorio y me tumbé sobre la cama y me dije a mi misma que el día siguiente iba a ser diferente y que volvería a mi vida normal. Yo volvería a estudiar y mi hermano menor volvería a ser ese chico liviano y simpático que me molestaba de continuo. Algo en lo más recóndito dentro de mí me decía que eso no iba a ser cierto. Había un ligamen mucho más fuerte e intenso entre él y yo, una cosa que me producía cosquillitas en mi vientre e hinchaba mi corazón alborozado. El placer que me había hecho sentir mi hermano era fugaz, pero terriblemente adictivo y mi mente no estaba en grado de alejar esos impulsos de mí. ¿Será a eso a lo que llaman, amor?
A la mañana siguiente me desperté con mi única preocupación de estudiar y aprovechar la jornada al máximo. Tenía todo el domingo libre para dedicarlo a mis estudios. No era del todo pernicioso haber perdido el día anterior. Pero para comenzar bien, lo primero que necesitaba era ducharme. Mientras desnuda el agua tibia escurría cálida y cantarina sobre mi piel, fue inevitable no pensar al día anterior cuando mi hermano me enjabonaba suavemente con el guante de baño y la pastilla de jabón. Su cuerpo musculoso protegiéndome y danzando a mi alrededor. La dureza de su gran pene, la tibieza de su semen escurriendo por mis muslos. Por un momento me quedé paralizada bajo la ducha.
Finalmente, salí de la ducha, me sequé y me puse ropa interior fresca, una remera holgada y mis shorts de paseo. Animada y contenta me senté a mi escritorio para comenzar mi trabajo de estudiante. Pero mis tripas reclamaron con sonidos altisonantes, me di cuenta de que tenía hambre. Rápidamente me fui a la cocina y me preparé algo de desayuno, un simple plato de cereal con leche sin lactosa y una tacita de café caliente. Sí, ahora sí; estaba lista para comenzar mi día dedicado al estudio. Coloqué el tazón de café al lado de una montaña de libros y abrí la Enciclopedia.
BZZZ BZZZ BZZZ Retumbó el sonido vibrante de mi celular, miré la pantalla y vi que era mamá:
—Jenny ¿Estás ahí? …
—Sí, mamá … Dime …
—Hija, lo estamos pasando estupendo … El tiempo es magnifico … Tu padre y yo decidimos permanecer algunos días más por acá … Volveremos el jueves próximo …
—Está bien, mamá … Disfrútenlo …
—Tú hermano … ¿Cómo está Carlos? …
—Esta bien, mamá … No te preocupes por él …
—¿Y dónde está ahora? …
—Mami, es temprano todavía … Si no está durmiendo, de seguro estará en su taller … Reparando su carro …
—Ah, bueno … Avísale a él también que regresaremos el jueves ..
—Sí, mamá … Lo haré …
Dejé mi celular sobre el escritorio y pestañé un par de veces para comenzar a leer. El sol afuera relucía en todo su esplendor primaveral. Miré hacia arriba y vi un espectacular cielo azul y una ligera brisa movía las ramas de los árboles. Todo invitaba a salir al exterior, pensé que no había nada de contraproducente el estudiar bajo los rayos del padre sol. Tomé los libros que me interesaban, mi cuaderno, mi celular y salí al patio. Apoyé el todo sobre una mesita que podría usar muy bien a modo de escritorio, aparté las tumbonas y acerqué una silla cómoda con un cojín delgado en ella. Me acomodé, tome un sorbo de café y me puse a estudiar. A lo lejos se sentían los alaridos y risas de unos niños jugando en la calle. Luego escuché el rumor de los carros que se desplazaban al exterior. Encontré que había demasiados ruidos que me distraían, tomé todo y me vine de regreso a la tranquilidad de mi dormitorio. Ordené todo sobre mi escritorio y abrí nuevamente el libro que debía estudiar. Me eché un poco hacia adelante, parecía que me encontraba un poco dispersa. No podía concentrarme. La sola idea de tener que leer y memorizar importantes partes de ese extenso libro, me pareció tediosa. ¿Y dónde estará mi hermano? Estaba tratando de asimilar las frases y leía una y otra vez el mismo reglón sin entender nada. ¿Y dónde estará mi hermano?
Para poder lograr un poco de concentración, debía primero que nada dilucidar esta incógnita: ¿Dónde estará Carlos? Bajé las escaleras al escuchar unos ruidos metálicos provenientes del garaje, Carlos estaba con sus jeans y su torso desnudo bajo su vetusto carro. Ruidos de pernos y llaves provenían de allí abajo. Escuché un par de imprecaciones de mi hermano contra el carro. Imaginé su boca, su boca que había estado allí en el centro de mi cuerpo, en la parte más íntima de mi ser y junté estrechamente mis piernas saboreando el momento.
—Carlos … Pensé que ya habías reparado ese montón de chatarra …
—¿Chatarra? … ¿Pero que dices? … Este es un carro formidable … Un Toyota Supra del ’78 … nunca se ha construido un carro mejor que este …
—¿Y como es que todavía no logras echarlo a andar? …
—Es una joyita … Estoy casi por terminarlo … Ya verás … Yo … Ehm … ¡Maldición! …
Exclamó Carlos al haberse dado un golpe en la cabeza. Se deslizó de debajo del carro maldiciendo, luego me encuadro con sus hermosos ojos y me dijo un poco malhumorado:
—¿Y tú? … ¿Acaso no tienes nada que estudiar? …
—Ehm … Bueno … Yo vine solo a pasar un rato … Mamá llamó y dijo que volvería el próximo jueves … Está bien … Sé que estás ocupado … Yo … Yo …
No sé en que momento el se alzó y cayó sobre mí. Tiró de mi remera hacia arriba. Sus jeans volaron sobre el auto y caímos desnudos sobre el frío y duro cemento. Nuestros cuerpo amarrados de brazos y piernas; él se levantó un instante y me preguntó bobamente:
—¿Pasar un rato? …
No hubo ni una sola palabra más, lo siguiente que sentí fue su lengua deslizándose sobre mi monte de venus, automáticamente mis piernas se abrieron para él. Estaba necesitando de sus caricias. Él se giró sobre mí y luego enterró su lengua profundamente en mi coño, en ese preciso y precioso instante su verga dura y caliente entró en mi boca. El universo entero desapareció entre esos enmarañados vellos púbicos de Carlos, mi cabeza subía y bajaba y, mi boca sedienta, chupaba ese exquisito arnés que se hundía hasta tocar mi garganta.
El pesante olor a aceite y grasa del garaje. El suelo frio y duro del cemento. El hecho de que alguien pudiese entrar y sorprendernos con nuestros cuerpos enredados en un exquisito “pá arriba y pa’ abajo”. Todo me parecía normal, él lengüeteando mi coño incestuoso y yo chupando su verga prohibida.
Escuchar el sorbeteo de su diestra lengua arrastrando mis fluidos fuera de mi coño. Las fuerzas con que sus manos abrían mis nalgas, las veladas caricias a la estrellita arrugada de mí culo. Las bofetadas que él daba con su lengua a mi cilíndrico clítoris turgente. La forma en que sujetaba los labios de mi coño cuando los abría para afondar profundamente su lengua. Todo hacía corcovear mi cuerpo entero. Me estaba corriendo una vez más, atosigada con su pija al interior de mi boca. Se la chupé con tanto ardor que me vi recompensada con copiosos borbotones de savia masculina. Su polla se hinchó y se puso caliente antes de reventar en densos filamentos nacarados.
Me estaba corriendo tan fuerte que vi estrellitas, un caleidoscopio de colores relucientes. Mis piernas estaban temblorosas, los deditos de mis pies y manos encorvados con fuerza. Mi coño apretado y goteando el rostro de él. Mis ojos estaban perdidos en alguna parte dentro de mi cabeza, sentí un poco de vergüenza cuando se me escapó un sonido mezcla de gruñido y bufido:
—Uuuuuaaaahhhhgggggrrrrr …
El orgasmo me agarró, me sacudió, me estremeció y molió mi cuerpo en una forma arrolladora, no quedo nada de mí, solo una piltrafa temblorosa y chillona. Estaba tirada en el suelo como crucificada, jadeando y mi hermano mirándome con una expresión maravillosa de afecto puro y fraternal.
—Pero qué carajo me hacen tú y tú lengua …
Tampoco ese día fue muy provechoso para mis estudios.
***
Pasaron varios días en que logré aislarme y estudiar en forma atrasada algo de materia para el próximo examen. Era miércoles y papá y mamá regresarían a casa el jueves. Pensaba constantemente a Carlos y sentía un sentimiento de culpa, siendo yo mayor que él, pero no podía separar eso con el recordar todos los momentos junto a él y ponerme terriblemente cachonda.
El mundo parecía haber ralentizado su andar. Las cosas se movían y sucedían en una orbita diferente a la mía. Nunca me había drogado en vida mía, pero ahora me sentía dopada. Con visiones fugaces y borrosas. Pero el pensamiento que ocupaba mayor parte de mi tiempo y mi ser era mi hermano. Él y yo estábamos ocupados en nuestras propias vidas, como distantes el uno del otro. Sin embargo, nunca me sentí más cerca de él. Todo lo que pasaba me recordaba a Carlos. Un carro Toyota. El chirrido de unos neumáticos. Talleres mecánicos. Los documentales de “Overhauling” .
Ese miércoles por la tarde publicaron las notas del último examen. Yo sabía que no me había ido tan bien. Fue como un balde de agua fría. Acostumbrada a notas de diez y diez-plus, esta vez obtuve un miserable ocho. Eso era suficiente para sentirme culpable y perdida por toda la semana. Sin embargo, eso sirvió para encontrar una cierta tranquilidad. Una nota ocho en mis historial de puros diez y diez-plus, no dañaría mis récords y tampoco mis sueños de ser una bióloga reconocida mundialmente.
Me encontré con mi amiga Carolina, la cual, viendo mi estado de ánimo, me invitó a una convivencia del aula. Nunca había participado en estos eventos para no ser distraída de mis estudios, pero ella me convenció que sería bueno para reanimarme. Entramos en el antro de los estudiantes. Mucha música ruidosa, chicos molestosos. Copas llenas que iban y venían. Pasada la medianoche, Carolina me sacó de allí totalmente borracha, enteramente ebria. Creo que vomité en un arbusto, pero no tengo una real conocimiento de ello.
***
Lo único que sé es que me desperté en la cama de mi hermano. Ambos completamente desnudos. Parpadeé confundida ante la brillante luz del día. Su fuerte y musculoso brazo envolvía mi cintura. Su rígida hombría presionaba mi flanco izquierdo. Sus cálidos labios rozaron mi nariz.
—Hey … Por fin …
Dijo él cuando me vio abrir los ojos. Me toqué mi vientre y alrededor de mi panocha preocupadísima en busca de alguna evidencia del pecado. Entonces le pregunté de sopetón:
—¿Lo hicimos? …
—No …
Dijo Carlos sonriéndome con esa sonrisa de niño malo, añadiendo:
—Tú amiga Carolina te dejo en la puerta casi desmayada … Luego tú me arrastraste a mi cama … Después perdiste la conciencia y te quedaste dormida … Ah, roncas como un elefante …
—Oh … Qué amable …
—No, en serio … La sabana flameaba con cada uno de tus ronquidos …
Dijo sin dejar de sonreír. No encontré nada más que decir.
—Me fue mal en la prueba …
—Oh … Bueno … Es solo una nota, Jenny … ¿Sabes cuantas malas notas tengo yo? … Piiuufff …
Le di una mirada fulminante, hubiese querido estrangularlo, pero la expresión de su rostro era tan hermosa y adorable, que terminé sonriendo junto a él. Sin duda mi hermano era un bombón. Quiero decir, bueno, como hermano. Luego agregó.
—Quiero decir que igual he salido adelante … Entiendo que las pruebas son importantes … Pero no son vida o muerte …
Me mordí el labio pensando en dar una respuesta inteligente, pero me dolía la cabeza por todo el alcohol bebido. Mis fosas nasales percibían claramente una fragancia embriagante y seductora. Limpia y masculina. El cuerpo de mi hermano que presionaba contra el mío. Mi coño traicionero comenzó a emanar torrentes de fluidos por cuenta propia. Las tibias gotas de pre-semen comenzaron a mojar mi tersa tez. Lo miré y él me devolvió la mirada con amor.
—Demonios …
—Bueno … Pero respondiendo claramente a tu pregunta … No hicimos nada …
Sus dedos dibujaron mis pezones por sobre las sábanas, se sentían tan caliente que temblé, el añadió:
—Pero … No puedo evitar de hacerte notar … Que una vez más, tu y yo estamos desnudos …
Mil pensamientos cruzaron fugaces por mi mente. Nuestros padres regresarían esta tarde. Todavía los sentimientos de culpa por la semana pasada estaban vívidos en mi mente. Me había ido mal en la prueba. Otras pruebas vendrían en el futuro. Es cierto que tenía resaca, pero podía percatarme de que mi claridad mental estaba regresando. En este momento tenía el control de la situación y podía detener cualquier situación que se presentara y así volver a la normalidad inmediatamente,
Solo que el cuerpo de mi hermano se sentía increíble. No podía despegar mis ojos capturados en el brillo de sus ojos claros. El punto era que, si me involucraba con él, la sociedad entera me condenaría al ostracismo. La justicia sería más benevolente si lo apuñalara. Pero él hizo desaparecer todos esos pensamientos de mi mente, cuando se inclinó y su lengua se deslizó dentro de mí boca. Mi cuerpo se levantó para encontrarse con el suyo. Mis manos se fusionaron alrededor de su cuello.
Mi hermano se desplazó a besar mi escote, entre medio de mis senos. Atrapó uno de mis pezones y me mordió suavemente. En ese momento crucial, todos mis principios cayeron. Dejé salir un chillido suave y agudo.
—Jesús Santo …
Mientras su boca hacía alpinismo en la cima de mis altas mamas, sus manos se deslizaron entre mis piernas encontrando la laguna en que se había convertido mi chocho. Era evidente lo que estaba sintiendo mi cuerpo, los dedos de Carlos chapotearon en mi vagina y él gimió al percatarse de ello.
—Ummm, Jenny … Estás toda mojada …
Sus dedos me penetraron y sentí un mini orgasmo atravesar todo mi cuerpo, mi coño apretó los dedos de él y gemí. Mi mano bajó a encontrar su juvenil reciedumbre, ¿Habría crecido en estos últimos días? Se sentía enorme, las yemas de mis dedos apenas se tocaban mientras lo aferraba como una herramienta.
—Ummm, mi hermanito está muy durito …
Gimió cuando dije eso. Acaricié su polla hacia arriba y hacia abajo. Él movió las yemas de sus dedos sobre mi clítoris. Un toque suave y diestro, su presión y provocación eran las adecuadas y me corrí temblando. Los dedos hábiles de él me hacían pensar en que Carlos conocía mi coño mejor que yo misma.
Mi cuerpo respondía a cada una de sus caricias y suplicaba a sus dedos de no detenerse, pero él se detuvo. Se enderezó un poco dejando de lambiscar mis tetas, tomó su dura polla en su mano y la apoyó sobre mi hendedura encharcada. Deseosa abrí mis piernas ampliamente. Él me tenía y se sentía maravilloso. Por un momento mis pensamientos flaquearon. Oh, Dios. Es la polla de mi hermano. Oh, no.
Pero era demasiado tarde. La enorme pija de Carlos presionó mis húmedos pliegues y mi coño resbaladizo lo acogió en modo tan fácil, como si estuviera destinado a estar allí.
—Ay … Ummmmmm …
Sentí la reacción de mi sexo que se ensanchaba y luego se apretaba alrededor de su polla, como para encerrarlo y no dejarlo escapar nunca más. Mi hermano soltó un gemido cuando su polla fue aprisionada por mi coño.
Y así fue como cometimos un delito irreversible e imperdonable. Me parecía increíble, si lo hubiésemos hecho por la noche a luces apagadas mientras yo estaba borracha, podría haber sido hasta excusable. Pero no. Estábamos a la luz del día y yo estaba muy sobria. También me sentía tranquila y feliz de tener a mi hermano deslizando su gran polla adentro y afuera de mi coño. No podíamos negar nada, todo evidencia estaba en la mezcla del jugo de nuestros sexos.
—Oh, Jenny … Tu hermano menor está dentro de ti …
—Lo sé … Te siento …
—Uhmmmm … Se siente tan bien …
—Uhm … Sí … Yo siento lo mismo …
Mi hermano se dedicó a follarme con cuerpo y alma. Se sentía increíble dentro de mi cuerpo, era como una parte más de mí, una pieza que me hacía falta. En cualquier modo mi cerebro comenzó a funcionar racionalmente. La dureza de mi hermano menor estaba toda entera en mi pequeño coño. Nunca había tenido una polla desnuda dentro de mí. Siempre había utilizado preservativos, porque no tomaba la píldora. Esta era la primera vez que estaba piel con piel, hermano y hermana.
Él comenzó a embestirme con energía de adolescente y todos los pensamientos de mi mente fueron derrumbados y borrados. Mi coño lo apretaba y parecían salir chispas al contacto de nuestros sexos. Mis piernas se alzaron en el aire y se cerraron alrededor del cuerpo de mi hermano. Empujé y restregué mi coño contra de él y sentí un corrientazo que estremeció todo mi cuerpo. Mi hermano también lo sintió.
—Umpf … Urgh … Uhmmm … Mmmm … Argh …
Y yo lo acompañaba temblando y gimiendo.
—Aaaahhhh … Aaahhh . Mmmm … Hmmmm … Oooohhhh …
—Se siente tan bien tu coño apretadito, hermana …
—Y tu polla es tan rica … Exquisita … Uhmmm …
Los chirridos de la cama, más los chillidos y gritos míos, más los gruñidos de mi hermano, más el choque de nuestras pelvis, debíamos estar haciendo un escándalo infernal. Nos habíamos fugado de este mundo. Estábamos en otra dimensión. Un lugar donde él me follaba apasionadamente y yo le respondía al mismo modo. Él se enderezó, sus manos pellizcaron mis pezones y luego rasquetearon mi clítoris. Le agarré el culo para tirarlo dentro de mí profundamente. Nuestras lenguas y bocas estaban por todas partes, como devorando una comida que alimentase nuestra lujuria.
No podría contar mis orgasmos, porque lo abarcaban todo. Era como una gran y borrascosa tormenta orgásmica sin principio ni fin. Una secuencia de ráfagas que me estremecían y hacían mover a mi cuerpo sin ningún control. Quizás era lo que siempre había deseado. La polla de mi hermano, Carlos.
(Continuará …)
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